lunes, 21 de enero de 2013

De los primeros 45 días del gobierno de Peña Nieto y la importancia del lenguaje

De los primeros 45 días del gobierno de Peña Nieto y la importancia del lenguaje


collage-presidencia
Foto: Collage realizado por la Presidencia del 98 Aniversario de la Ley Agraria.
Esta semana que termina se cumplieron 45 días del inicio del gobierno de Enrique Peña Nieto. Un mes y medio que ha trascurrido con un par de pifias presidenciales que, con lo que nos mostró el flamante presidente en sus largos años de campaña y durante la campaña oficial, ya se habían tardado en llegar. La primera de ellas fue cuando el presidente Peña olvido de ellos el nombre del IFAI, la segunda cuando en el estado de Hidalgo el mandatario confundió la fecha en que se creó la entidad. El control de daños ante estos dislates (para la mayor parte de los medios tradicionales simplemente no existieron), llevó a que en sitios como Youtube varios de los vídeos de este error fueran retirados bajo reclamo de derechos de autor. Pareciera que la estrategia será la censura y el “aquí no pasa nada”.
Entre el saldo de estos primeros días de gobierno está la presentación y puesta a disposición del público de las declaraciones patrimoniales de Peña Nieto y sus colaboradores. Unas declaraciones que resultan muy particulares: cuentas que no mencionan montos y propiedades descritas de manera escueta. Aún más, pocos han sido los que han cuestionado que en la declaración del presidente aparecen dos propiedades que siendo gobernador recibió como donación: una casa con una superficie un poco mayor a los 2 mil 500 metros cuadrados y un departamento de 211 metros cuadrados. Además, tres meses después de terminar su gestión como gobernador, Enrique Peña recibió tres propiedades más en donación. En el documento publicado en la página de Internet de Presidencia se asienta que el 8 de diciembre de 2011 el ex gobernador recibió estas propiedades, una de ellas con una superficie de 58 mil 657 metros cuadrados. La pregunta debería de ser: ¿Quién y para qué regala propiedades a un gobernador en funciones y por qué éste las acepta?
Este mes y medio hemos visto a los partidos mayoritarios formar el Pacto por México, que de alguna forma nos hace recordar los “grandes pactos” del pasado. Los pactos que durante décadas el presidente “establecía” con los sectores políticos y populares. Un pacto que hasta ahora se ha mantenido en el terreno de la discusión y del discurso, el único paso en firme ha sido la presentación de una reforma educativa que tendrá que vencer todavía muchas resistencias por parte del magisterio.
También en estos días hemos visto reaparecer un discurso que durante 12 años se mantuvo en silencio, un discurso que después de mantenerse latente se comienza a reconstruir. Actos de un profundo simbolismo para el sistema priísta van resurgiendo y recuperando las formas del pasado.
El 6 de enero de 2013 se celebró en Veracruz el 98 aniversario de la promulgación de la Ley Agraria, ordenamiento que Venustiano Carranza promulgara en aquel estado en 1915. Este acto, durante 12 años no contó con la presencia del presidente de la República.
La carga simbólica de este evento está en que representó, durante el periodo de la lucha de facciones de la Revolución Mexicana, un paso fundamental del Constitucionalismo para comenzar a integrar un discurso y apropiarse de algunas de la bandera que varios grupos compartían. Con la promulgación de esta ley por parte de Carranza, el movimiento que éste encabezaba se adelantó cuatro meses al villismo en legislar en la materia; el movimento encabezado por el Centauro del Norte promulgaría una ley equivalente hasta el 24 de mayo de 1915. Por otra parte, la ley agraria permitió al Constitucionalismo abrazar la bandera fundamental del zapatismo y así intentar restar bases sociales al Ejercito Libertador del Sur.
Esta ley formaba parte de una serie de medidas sociales y políticas que buscaban legitimar y fortalecer al Constitucionalismo, a la larga estas medidas permitirían suprimir en el discurso las contradicciones que al interior del movimiento revolucionario existieron.
Sin embargo, este 2013 la conmemoración de la Ley Agraria volvió a tomar las dimensiones de antaño. El evento organizado por el gobierno de Javier Duarte, contó con la presencia de Enrique Peña Nieto. Ahí, como en las mejores épocas del príismo hicieron presencia los organizaciones obreras y campesinas, los sectores populares, los “pilares del partido”. Representantes de la CTM, la CROC y la CNC refrendaron su lealtad y prometieron “caminar” al lado del presidente.
En este sentido, el periódico El Universal (8 de enero de 2013) publicó una nota en la que en el marco de este evento se entrevistó a una serie de líderes de “las centrales campesinas y obreras —alejadas de la escena política nacional durante los 12 años de gobiernos del Partido Acción Nacional (PAN)—“, las cuales, apunta el diario “reactivaron sus fuerzas y capital a fin de mantener una cercanía política con el Ejecutivo”,
El diario informa que según datos de estas organizaciones de militancia priísta, sus agremiados alcanzan los 9 millones, y han manifestado que “acompañarán las acciones y decisiones que tome el presidente Enrique Peña Nieto” (sin duda una frase atemporal que podríamos haber escuchado en cualquier sexenio del PRI en el siglo XX) . Según cita el diario, el líder cetemista Carlos Aceves del Olmo manifestó, “si la unidad entre los mexicanos ‘para hacer mejor las cosas’ se llama corporativismo, ‘pues entonces somos corporativistas’”; mientras tanto, el líder de la CROC, Isaías González Cuevas dijo al diario que habría una “alianza” de su organización con el gobierno.
La nota, escrita por Francisco Reséndiz, señala que en la víspera del evento del 6 de enero, en una reunión con más de 10 mil personas, el líder de la CNC, Gerardo Sánchez, dijo al presidente Peña Nieto “aquí está su ejército”. Un día después, el líder cenecista durante el evento conmemorativo de la Ley Agraría dijo, “los campesinos confiamos en usted, señor Presidente”.
Y es que como dijo don Jesús Reyes Heroles, en política la forma es fondo. En todas las esferas en las que el Estado tiene una función pareciera que se reflejan los virajes del discurso. El pasado 22 de diciembre se cumplieron 36 años de la muerte de uno de los más certeros narradores y cronistas de la Revolución mexicana, Martín Luis Guzmán. Este escritor mexicano hizo con su obra un análisis profundo y sin concesiones sobre la Revolución y sus contradicciones; pintó con su pluma un retrato de la descomposición de un sistema que, al término de la lucha armada, se afianzó en el poder y construyo una nueva forma de legitimar el ejercicio del poder. Un escritor sobre el cual el poeta José Gorostiza en alguna ocasión dijo que coincidían tres personas: “el revolucionario, el escritor y el hombre de acción”.
Basta comparar los boletines, que con un año de diferencia, publicó el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes para conmemorar esta fecha para que encontremos algunos sutiles giros de lenguaje. En diciembre de 2011 -en boletín fechado el 21 de aquel mes- el Conaculta bajo la administración panista apuntaba con motivo de los 35 años del fallecimiento del escritor: “En La sombra del caudillo denuncia la corrupción emanada de la lucha revolucionaria así como la misteriosa muerte de Francisco Serrano, opositor de Álvaro Obregón. Incluso la novela fue llevada al cine por el director Julio Bracho, y por su contenido denunciatorio la cinta estuvo prohibida alrededor de 30 años”.
Un año más tarde, la misma institución –ahora bajo un gobierno del PRI- apuntó en boletín de prensa: “Para Martín Luis Guzmán la Revolución Mexicana fue la gran épica. No solo de la historia de nuestra nación sino del espíritu mismo de nuestro pueblo mestizo, cuya identidad, sicología y búsquedas, dijo alguna vez, se plasmó como en ningún otro periodo en esa gesta histórica”. El texto continúa señalando que el escritor alguna vez dijo del movimiento armado “en esa sangre derramada quedó escrito lo que somos”; la obra del autor, agrega el Conaculta es “para muchos es un recuento vivo no solo de lo revolucionario, sino de la sique misma de los mexicanos como nación”.
En esta ocasión, la institución cultural no dedica ni una palabra a La sombra del caudillo. Sin duda ambos boletines describen una parte del escritor, la diferencia es, simplemente, el enfoque. ¿Será una coincidencia o que cada gobierno destacó el aspecto que más le gustaba (y convenía) del escritor?

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