De Zedillo a Peña Nieto y el PRI de siempre
En
el segundo año del sexenio de Ernesto Zedillo, escribí el siguiente
análisis, el cual puede ser difícil de distinguir con el presente; ahora
que, como en ese tiempo, gobierna el PRI, el PRI de siempre y ese 1997
resulta tan lejos y tan cerca, con todo y el nefasto paréntesis panista:
“México vive una crisis de indecisión
política, a merced de la corrupción, una lucha por el poder en el poder
mismo y con todos los mecanismos de control, que antaño habían
funcionado, ahora en decadencia. El sistema político mexicano como se
encuentra actualmente, resulta inviable para una nación con esperanzas
democráticas. Para un país que abrigaba ya la instalación de un nuevo
orden democrático mediante la reforma electoral, concertada por las
cuatro fuerzas políticas más importantes a nivel nacional, que después
de varios meses de negociación abortó por un acto de mayoriteo
absolutista del partido gobernante; cuando se vieron afectados sus
intereses indispensables para su propia existencia (tales como:
limitación del financiamiento a los partidos, posibilidad de coaliciones
y candidaturas comunes entre diferentes partidos y el tiempo equitativo
en los medios de comunicación, principalmente electrónicos), y
bruscamente transformó el panorama para próximas elecciones.
Recientemente, en las elecciones locales de los estados de México,
Coahuila e Hidalgo, se corroboró la falta de vocación democrática del
PRI-Gobierno, al escatimar los triunfos de la oposición y acusarlos de
las mismas prácticas fraudulentas que é1 practica (acarreo, compra de
votos, modificación del padrón, cambio de casillas, robo de urnas,
etc.). Aún así, en éstas últimas elecciones se pudo advertir un ligero
avance en el reconocimiento por parte del gobierno (aunque sea en contra
de su voluntad) de la pluralidad electoral y de la autodeterminación
del voto de cada municipio.
Se ha mencionado al gobierno y su
partido como uno solo, ya que el partido político, PRI, es únicamente un
instrumento electoral, un apéndice del gobierno, que carece de
ideología y de orientación participativa.
Mientras lo anterior no cambie, en México no se podrá hablar de tener democracia, ni mucho
menos justicia. Este país está viviendo la crisis más severa de la
época moderna, pues convergen, como nunca antes al menos en la era
post-revolucionaria, las crisis política, económica, social y moral. En la sociedad predomina una incredulidad frente al gobierno y sus voceros, a sus promesas y políticas, la gente padece la recesión económica en sus bolsillos
y no cree en estadistas de Harvard; pero tal vez lo más grave, es que
se ha suscitado una profunda crisis de valores, en la cual todo se
justifica por la obtención de dinero o por la evasión de los problemas.
Esta desesperación mal encausada genera la degradación moral, que se
detecta en amplios sectores de la población, prueba de ello es el gran
incremento de asaltos violentos, suicidios, violaciones, secuestros,
prostitución, fraudes, narcotráfico, drogadicción, tráfico de armas,
etc. Teniendo ante este contexto, un presidente titubeante e
introvertido, más apurado por reunir los millones de dólares necesarios
para cubrir el pago adelantado del préstamo otorgado por Estados Unidos, que
en recuperar el nivel de vida de la población y lograr así el bienestar
para la familia que tanto pregonó en campaña. A dos años de
su gobierno, con innumerables exabruptos autoritarios, no se ve que sea
el líder que el país requiere en la situación que se encuentra, ni que
el sistema político pueda absorber sus yerros, ni aunque, como se ha
rumorado en varias ocasiones, lo sustituya en la silla presidencial su
Secretario de Gobernación, que le sigue los pasos en cuanto a
insensibilidad política y ligereza racional (basta sólo recordar sus
irresponsables declaraciones de que el denominado Ejército Popular
Revolucionario, EPR, era nada más que una pantomima).
Mezcla de incapacidad e insensibilidad,
el gobierno actual abre más la brecha entre los ricos y los pobres,
entre la esperanza y la desesperanza; y se acerca más a la
ingobernabilidad, al no reconocer la urgencia de cambios en la política
de entrega neoliberal dictada desde el extranjero. Por el contrario, el
gobierno acude a la militarización del país para lograr mantener el
control de los, cada vez más constantes, brotes de inconformidad.
En ese exceso, se ha nombrado a
militares, en puestos directivos y operacionales dela PGR, encargados de
la seguridad pública. El presupuesto del gobierno destinado a las
secretarias dela Defensa Nacionaly de Marina se ha incrementado en un
44.7% y 44.8% respectivamente, en comparación con años anteriores. En
los estados de Guerrero, Chiapas y Oaxaca, se reporta que existen cerca
de 25,000 efectivos del ejército en tan solo esas comunidades, que
representan cerca de la mitad del ejército federal”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario