Una secta infiltra al ejército
Escrito por Juan Pablo Proal
Como si se tratase de una actividad
formativa e inocente, la Comisión de Derechos Humanos de Morelos
difundió un boletín para dar a conocer la impartición de un taller de
“Meditación para la Paz” a soldados de la 24 Zona Militar.
El comunicado pasó desapercibido en los
medios de comunicación. Pocos periódicos y noticieros lo incluyeron en
sus contenidos del día siguiente. Sin embargo, no se trata de un hecho
inocuo: el taller de meditación fue impartido por Isha Judd, líder de
una peligrosa secta acusada de los delitos de reducción a la
servidumbre, estafa, ejercicio ilegal de la medicina e inducción al
suicidio.
En el boletín de la CDH Morelos fechado
el 5 de febrero de este año se informa que 200 elementos de la 24 zona
militar participaron en el taller “Meditación para la Paz”, presidido
por la “Embajadora de la Paz” Isha Judd, en coordinación con la
Universidad Internacional y el jefe de la mencionada región castrense,
Édgar Villegas.
“Es algo
sumamente importante que las personas que estén expuestos a situaciones
muy violentas o en situaciones de alta presión tengan una capacidad de
centrarse muy profundamente”, (sic) les recomendó Isha a los soldados,
de acuerdo con el boletín.
¿Quién es Isha Judd? De acuerdo con la biografía que publica en su página de internet (http://www.isha.com)
es una generosa alma iluminada que “está considerada como una
visionaria para el mundo moderno, siendo invitada a hablar en foros
internacionales, en empresas, en cárceles de alto riesgo, con miembros
de la política, del clero y del jet set internacional”. Del lado
opuesto, especialistas en sectas tienen evidencia de que es una
estafadora profesional que ha incurrido en delitos gravísimos.
El abogado Héctor Walter Navarro,
presidente de la Red de Apoyo para Víctimas de Sectas (con sede en
Puerto Rico) y perito judicial en sectas interpuso dos demandas contra
Isha, una en Argentina y otra en Uruguay, y está por presentar una en
México, donde la australiana administra un lujoso hotel llamado “La I”,
en la bahía de Manzanillo.
Navarro relata en sus denuncias que Isha
engancha a sus víctimas mediante conferencias públicas gratuitas en las
que explica el “Sistema Isha de Autosanación”. En estas pláticas
asegura que conoce la clave para remover el estrés del sistema nervioso,
sanar adicciones y todo tipo de enfermedades físicas y psicológicas,
aliviar pánico, insomnio y mejorar las relaciones personales. Posterior a
este primer encuentro, la llamada “Embajadora de la Paz” invita a los
asistentes a asistir a un seminario de fin de semana con un costo
aproximado de cien dólares.
“Los que pagan esos primeros cien
dólares se encuentran al poco tiempo que no obtienen los maravillosos
resultados de sanación o ‘iluminación’ por lo cual los denunciados (Isha
y sus súbditos) les ofrecen participar en reuniones semanales
gratuitas, pero en las que se hace propaganda a la participación de
otras actividades mucho más caras”, describe el presidente de la Red de
Apoyo para Víctimas de Sectas en una denuncia judicial presentada ante
la fiscalía porteña número 13 en Argentina.
Los cursos siguientes constan de una
“sanación de seis meses” en el hotel “La I” con un costo de ocho mil
dólares y una “maestría” (sin los requisitos legales para nombrada como
tal) con un precio de diez mil dólares y duración de dos años. Además,
los participantes deben pagar 800 dólares para el uso de cama, sábanas,
plumón, toalla y colcha. La comida “es vegetariana y de muy poca
calidad”; “hago constar que los denunciados nunca otorgan recibo de los
montos que perciben”, revela Navarro.
En el interior del hotel, Isha comete
abusos psicológicos y físicos, de acuerdo con la denuncia. Con el
pretexto de que sus seguidores alcancen la iluminación, los orilla a
ejercer duras jornadas laborales sin paga alguna para atender a los
nuevos clientes que se internan en sus centros. Incluso ha inducido al
suicidio, como ocurrió en diciembre de 2010 con una joven chilena, según
consta en la denuncia.
En el hotel de Uruguay se llegan a
hospedar hasta 250 personas, quienes son atendidas por los estudiantes
de “maestría”, quienes, a su vez, son separados de sus familias y
amigos, pues se les niega cualquier contacto con el exterior. “En caso
de que alguien se enferme mientras realiza ‘la maestría’ no debe recibir
tratamiento médico”, cita el documento. Estos delitos son de “carácter
continuado y se realizan en diferentes países, principalmente en
Uruguay, Argentina, Chile y México”.
Isha tiene una presencia activa en
México, no sólo con su hotel en Manzanillo; de acuerdo con su sitio
oficial, la australiana recibió el grado Honoris Causa por la
Universidad Internacional de Cuernavaca; a la par, ha “enseñado a más
del 20% de los internos del Reclusorio Varonil Oriente de la Ciudad de
México, la cárcel más grande de América Latina con una población de más
de 11.800 reclusos. Los funcionarios del reclusorio informaron que como
resultado, ‘los niveles de agresión en la cárcel han bajado
notablemente’”.
Como la mayoría de las sectas de su
tipo, la verdadera intención de Isha al ofrecer estos cursos gratuitos a
soldados y policías es promover su movimiento, me comenta en entrevista
el psicólogo español Miguel Perlado, presidente de la Asociación
Iberoamericana para la Investigación y el Abuso Psicológico:
“La actividad en este tipo de centros va
encaminada a dar una imagen benéfica del movimiento, a tener la foto,
de tal manera que logren aumentar su audiencia. Eso les da el argumento
para sostener que su actividad es humanitaria y desinteresada. De
rebote, eso aumenta la venta de artículos de propaganda, como libros,
dvd y cursos”.
Perlado advierte que la secta de Isha
tiene denuncias en su contra “en Argentina y Uruguay, particularmente,
por delitos patrimoniales, estafa, reducción a la servidumbre, ejercicio
ilegal de la medicina e inducción al suicidio. La dificultad de la
denuncia radica específicamente en la situación de confusión y trauma
que pueden vivir los exmiembros que los llevan a represalias emocionales
y espirituales”.
Isha ya logró colarse en el Ejército Mexicano, la Comisión de Derechos Humanos de Morelos y el Reclusorio Oriente.
En los boletines y publicaciones
oficiales se le pinta como una mujer generosa, un alma caritativa que,
mediante su luz, apacigua a sus semejantes. Lo grave es que estas
instituciones hayan omitido emprender una investigación mínima para ver
quién les imparte cursos a sus miembros.
Y más alarmante aún que una líder
sectaria se haya infiltrado en las filas de la institución que
actualmente está encargada de combatir a los cárteles de la droga,
referida por la clase gobernante como la más profesional del país.
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