Los titubeos europeos ante la crisis de Ucrania impacientan a EU |
2014-05-01 19:13:00 Visitas: 46 |
MARC BASSETS, El País
Los malentendidos entre
Estados Unidos y Europa, una constante en la política internacional de
las décadas recientes, han resurgido con motivo del conflicto en
Ucrania. Nada comparable a las tensiones por la guerra de Irak, ni
siquiera por el espionaje de la NSA, pero las dudas de los grandes
países europeos a la hora de aprobar sanciones más duras contra la Rusia
del presidente Vladímir Putin, como desea la Administración Obama,
empiezan a impacientar a los norteamericanos.
El estereotipo de una Europa
alérgica al conflicto y siempre dispuesta a contemporizar con regímenes
autoritarios —cultivado con esmero por la Administración Bush en la
década pasada, durante la guerra de Irak— vuelve a circular por
Washington. El presidente de EE UU, Barack Obama, intentará el viernes
una exhibición de unidad ante Putin con la canciller Angela Merkel, su
interlocutora privilegiada en esta crisis.
Merkel visita la Casa Blanca
unos días después de que Estados Unidos y la Unión Europea (UE)
aprobaran una nueva ronda de sanciones financieras a Rusia, que apuntan a
personas clave del entorno del presidente Putin pero eluden el castigo a
sectores económicos enteros como el energético. La posibilidad de una
ayuda militar al Gobierno de Ucrania para frenar el acoso ruso queda
descartada de momento.
“Ya se han decidido nuevas
sanciones: creo que con esto es suficiente”, dijo esta semana, en una
conversación en Washington, Horst Teltschik, exconsejero de seguridad
del canciller democristiano Helmut Kohl. Miembro del establishment
alemán proatlantista, Teltschik fue el negociador de Kohl en los
momentos más delicados del fin de la guerra fría y organizó durante años
la Wehrkunde, el Davos de la defensa que anualmente se celebra en
Múnich. “No estoy a favor de sanciones, porque te dañan a ti mismo. El
daño a Rusia es mínimo”, argumentó.
Teltschik no representa a la
canciller Merkel, aunque se mueve en la esfera de su partido, la CDU. Sí
representa, en cambio, lo que el senador republicano John McCain
—candidato a la Casa Blanca en el 2008 y el más influyente de los
halcones en el Capitolio— denomina, con desprecio, “el complejo
industrial” que, en su opinión, “parece gobernar” la Alemania de hoy, y
que impide a EE UU y sus aliados europeos aprobar sanciones más
contundentes contra Moscú.
Las reticencias no se explican
sólo por la dependencia del gas ruso. Unas 6.500 empresas alemanas
hacen negocio con Rusia, según Teltschik. “Sin duda, esto es mucho
negocio”, dice. “Pero también tenemos intercambios de jóvenes,
culturales, científicos”. El diálogo, recuerda, fue la clave para que el
derrumbe de la Unión Soviética ocurriera sin traumas. “En 1990, el
canciller Kohl firmó 22 tratados y acuerdos con Rusia”, dice. “Sólo
había un objetivo: alinear Rusia [con Europa y EE UU]”.
No le inquietan las imágenes
recientes de otro excanciller, el socialdemócrata Gerhard Schröder,
festejando su septuagésimo aniversario junto a Putin, en San
Petersburgo. “Si hay una oportunidad para hablar de Ucrania con Putin de
manera razonable, dejémosles celebrar el cumpleaños juntos. Putin es
mucho mejor que los Breznevs y Andropovs. Conocí a estos tipos…”, dice
rememorando a los viejos líderes soviéticos.
Otro veterano de aquellos
tiempos, el general Brent Scowcroft —artífice junto al presidente George
Bush padre y otros de la victoria occidental en la guerra fría— también
promueve el diálogo. “Deberíamos hablar con Putin. No creo que debamos
convertir esto en una nueva guerra fría”, dice el republicano Scowcroft,
consejero de seguridad nacional con los presidentes Gerald Ford y Bush
padre. Él, como Teltschik, aprecia el valor de la cooperación con Rusia,
que permitió acabar la guerra fría sin violencia.
Las conversaciones con
Teltschik y Scowcroft —veteranos cold warriors, o combatientes de la
guerra fría— se desarrollaron en los pasillos del Atlantic Council, un
laboratorio de ideas de Washington, donde se celebraba un foro sobre EE
UU y Europa. Ante el mismo foro, el secretario de Estado, John Kerry,
describió la inestabilidad en Ucrania como “una llamada de alarma” para
reforzar la alianza transatlántica y, tras dos décadas ocupada en
misiones de paz y guerras en países fuera de su territorio natural,
reavivar la misión primigenia de la OTAN: defender las fronteras de los
países miembros.
La división no es únicamente
entre Europa —más cauta— y EE UU. También es una división entre los
países vecinos de Rusia, que se sienten amenazados por la agitación en
Ucrania, y los países con economías entrelazadas con la rusa (Alemania) o
con intereses financieros en una buena relación con Moscú (Reino
Unido).
Y es una división dentro de la
propia Administración Obama, entre quienes piden sanciones más duras y
quienes, como el presidente, prefieren consensuarlas con la UE, como
hasta ahora. Las sanciones unilaterales de EE UU daría pie fácilmente a
que Putin fomentara la división en la OTAN. La desventaja de mantener
las filas cerradas —y, por tanto, conformarse con el mínimo común
denominador a la hora de sancionar a Putin— es que el demócrata Obama
puede acabar preso de los frustrantes procesos de decisión de los 28,
casi como un miembro más del club.
Zbigniew Brzezinski, que con
Scowcroft es uno de los últimos sabios de la política exterior
norteamericana, aconseja a Obama ir un paso por delante de la UE. Cree
que los europeos acabarán siguiéndole. En el Atlantic Council
Brzezinski, que fue consejero de seguridad nacional del presidente Jimmy
Carter y es de origen polaco, recordó una reciente y significativa
conversación entre un destacado político alemán y un ejecutivo de la
multinacional alemana Siemens:
“Esto es terrible”, dijo el
ejecutivo tras escuchar una diatriba contra Putin. “Acabamos de estar en
Moscú y tenemos intereses importantes en Rusia”.
“Lo que usted dice es
interesante”, le respondió otro de los presentes, el norteamericano
Robert Zoellick, expresidente del Banco Mundial. Y preguntó: “¿Qué
porcentaje de sus ventas globales y acuerdos son con Rusia?”
“Un 2%”, respondió el ejecutivo de Siemens.
“¿Y cuánto con nosotros?”, repreguntó Zoellick, refiriéndose a los negocios con EE UU.
“Un 20%”.
Brzezinski relató al público
del Atlantic Council que en ese momento se hizo el silencio en la sala. Y
añadió: "Todo el mundo había entendido el mensaje. Es recomendable
aprender a calcular cuáles son tus intereses”.
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viernes, 2 de mayo de 2014
Los titubeos europeos ante la crisis de Ucrania impacientan a EU
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