Morena
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21/07/2014Por Eduardo Ibarra Aguirre
Más allá (y más acá) de las filias y fobias por respetables convicciones, pero también por despreciables comisiones, que todavía suscita el registro electoral del Movimiento Renovación Nacional y su líder Andrés Manuel López Obrador, el hecho es en sí mismo un acontecimiento significativo al que no lo disminuyen el registro otorgado a dos partidos más. Pero será de más trascendencia para la salud pública de México y su futuro democrático si en 2015 logra recomponer el panorama político.
Es decir, la moneda aún está en el aire. Y la cara que quede a la vista de los ciudadanos tendría que estar sellada por lo que ya se anuncia como la construcción de una oposición política real, también social. Y no tanto porque, como dice Martí Batres: “El Pacto por México sepultó a la que había”, sino debido a que el país requiere con urgencia de programas no sólo opositores al rumbo dominante de la fuerza hegemónica priísta y sus aliados, sino alternativos, con capacidad para convertirlos en fuerza material.
Por ello, adjetivar el suceso como histórico resulta un lugar común en el lenguaje de la política, donde el calendario cívico resulta insuficiente porque está saturado de sucesos supuestamente de aquella índole. Dice más la idea de que el registro es producto de un proceso social, ciudadano y político que, insisto, será preciso convertir en numerosos sufragios el próximo año.
Momento eleccionario en que, de acuerdo a la legislación, ninguno de los tres partidos nuevos (Morena se fundó el 2 octubre de 2011) puede coaligarse con ninguno otro de los siete existentes, en su primera incursión y debe obtener el 3 por ciento de la votación.
Es la norma la que auspicia fragmentación, y no como algunos dirigentes del Partido de la Revolución Democrática presentan a la dirigencia de Morena como la responsable. Incluso Miguel Barbosa aseguró que Morena no va a competir contra el PRI o el PAN, sino “para poder generar la posibilidad de un desplazamiento para ser ellos la tercera fuerza.
No lo veo posible”. Juró el poblano que entró en disputa por la interlocución con Los Pinos con su camarada de partido y de corriente Jesús Zambrano, y por ello se disponía a cumplir su compromiso de votar por las leyes secundarias en materia de telecomunicaciones, hasta que se le atravesó el sonorense con el respaldo del Consejo Nacional, circunstancia que los comunicadores al servicio de la Presidencia y/o del Grupo Televisa, presentaron como “la orden de Zambrano”, tal y como dijo hasta el linchamiento Joaquín López-Dóriga.
Mas el joven Martí, formado en las filas del comunismo y el socialismo, reaccionó enseguida: “Morena no se construyó sobre la base de vaciar al PRD; el enemigo está en el gobierno federal y nuestras baterías están enfocadas a ganarle al tricolor y cambiar el rumbo del país”. No están en peligro, pues, los 5.4 millones de afiliados que reportaron al Instituto Nacional Electoral los dirigentes perredistas para que les organice los comicios internos del 7 de septiembre.
Con poco más de 500 mil afiliados con que cuenta hoy Morena (nombre racista según el consejero ciudadano Ciro Murayama), desde hoy se fija como más que ambiciosa meta, la obtención de 30 millones de votos en 2018, al decir de López Obrador.
Justamente, en la disputa de 2015 también se definirá en buena medida la candidatura presidencial de las izquierdas y la suerte de la Asamblea Legislativa y las delegaciones políticas del Distrito Federal, donde la puja entre Morena y el PRD los puede llevar sin quererlo, a despejar el camino a algunos candidatos de los partidos Revolucionario y Acción Nacional.
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