Israelíes y palestinos inician la negociación sobre Gaza en El Cairo
Las dos delegaciones, con mediación de Egipto, buscan para el viernes una solución duradera
Carmen Rengel
Jerusalén
6 AGO 2014 - 23:21 CEST77
La tregua actual entre Israel y las milicias palestinas es la parte fácil de la solución. Calma por calma
para que el silencio deje escuchar lo que las partes se tienen que
decir. Lo complicado es hacer casar exigencias entre las que hay un
abismo. El reloj corre y la prórroga del alto el fuego parece la única
vía para dar tiempo a la diplomacia. Ambas partes se concedieron 72
horas a partir de las ocho de la mañana del martes para pactar una
salida duradera pero parece muy arduo resolver en ese plazo un conflicto
de años.
Israel y los mediadores egipcios son partidarios de ampliar el plazo. “Esperamos que el alto el fuego se pueda extender para dar una opción real a las negociaciones, que se extienda tanto como sea posible y se transforme en un alto al fuego permanente”, declaró este miércoles el ministro de Exteriores egipcio, Sameh Shukry. Mientras, Musa abu Marzuz, uno de los representantes de Hamás en las negociaciones en El Cairo, aseguró en su cuenta de Twitter que no hay acuerdo para prologar la tregua.
Las demandas de los islamistas ya son “de todo el pueblo palestino”. El presidente Mahmud Abbas y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) las han hecho suyas. Implican la retirada total de Israel de Gaza, el fin del bloqueo impuesto en 2007 —cuando Hamás se hizo con el poder—, la liberación de presos de las facciones —primordialmente los más de 500 detenidos en junio en las redadas tras la desaparición y asesinato de tres jóvenes judíos en Cisjordania— y ayuda internacional para la reconstrucción.
Israel reclama la completa desmilitarización de la franja palestina y medidas garantistas que impidan un rearme. “Con esto se debe lograr el periodo más largo posible de estabilidad y seguridad para el país”, explica Mark Regev, portavoz del Gobierno de Benjamín Netanyahu. Izzat Rishq, alto funcionario de Hamás, replica que su brazo armado “acabará con quien se atreva a tomar las armas de la resistencia”.
Netanyahu se felicitó de que “la situación es mejor y más segura de lo que lo era antes de la operación”, una afirmación que sustenta en la destrucción de túneles y en el daño a los comandos y arsenales de los islamistas. “Nuestro objetivo fue y sigue siendo proteger a los civiles [israelíes]”, recordó. El primer ministro defendió los ataques como “proporcionados”, dijo lamentar la muerte de civiles y añadió: “Ellos no eran ni nuestro objetivo ni nuestro enemigo. La tragedia de Gaza viene de la tiranía y el fanatismo de Hamás”.
Ambas partes reconocen que puede lograrse un arreglo a caballo entre las demandas de unos y otros. EE UU ha defendido, a través de su secretario de Estado, John Kerry, la apertura de pasos que ayuden a introducir bienes básicos en Gaza, a reconstruir la zona y a dar más “libertad” a los gazatíes. Ese aval de Washington podría llevar a abrir el cruce entre Gaza y Egipto. Fuentes palestinas confirman que la inteligencia egipcia ha examinado la situación y, con el empujón estadounidense, podría acceder.
Hamás, sabedor de que el fin completo del bloqueo es una quimera, pide pasos concretos, como un puerto y un aeropuerto. Israel no lo descarta de partida, pero no quiere que los controle Hamás. La solución podría ser una supervisión internacional —se habla de la UE—. Los principales analistas israelíes reconocen que dejar Gaza en manos del nuevo Gobierno de unidad palestino, aunque incluya a Hamás, sería también la menos mala de partida.
Los israelíes, con apoyo de EE UU, saben que la desmilitarización no puede ser total inmediatamente, pero puede hacerse también en el marco de ese nuevo Gabinete palestino, que tiene entre sus propósitos acabar con las milicias e integrar a sus miembros en las fuerzas policiales. Netanyahu vincula a ese desarme el permiso para dejar entrar lo que se necesita para reconstruir Gaza. Los daños superan los 5.000 millones de euros. Si nada arañan unos y otros, pueden decidir mantener la tregua actual, hasta que, en el bucle clásico de la zona, vuelva a haber una crisis importante.
Israel y los mediadores egipcios son partidarios de ampliar el plazo. “Esperamos que el alto el fuego se pueda extender para dar una opción real a las negociaciones, que se extienda tanto como sea posible y se transforme en un alto al fuego permanente”, declaró este miércoles el ministro de Exteriores egipcio, Sameh Shukry. Mientras, Musa abu Marzuz, uno de los representantes de Hamás en las negociaciones en El Cairo, aseguró en su cuenta de Twitter que no hay acuerdo para prologar la tregua.
Las demandas de los islamistas ya son “de todo el pueblo palestino”. El presidente Mahmud Abbas y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) las han hecho suyas. Implican la retirada total de Israel de Gaza, el fin del bloqueo impuesto en 2007 —cuando Hamás se hizo con el poder—, la liberación de presos de las facciones —primordialmente los más de 500 detenidos en junio en las redadas tras la desaparición y asesinato de tres jóvenes judíos en Cisjordania— y ayuda internacional para la reconstrucción.
Israel reclama la completa desmilitarización de la franja palestina y medidas garantistas que impidan un rearme. “Con esto se debe lograr el periodo más largo posible de estabilidad y seguridad para el país”, explica Mark Regev, portavoz del Gobierno de Benjamín Netanyahu. Izzat Rishq, alto funcionario de Hamás, replica que su brazo armado “acabará con quien se atreva a tomar las armas de la resistencia”.
Netanyahu se felicitó de que “la situación es mejor y más segura de lo que lo era antes de la operación”, una afirmación que sustenta en la destrucción de túneles y en el daño a los comandos y arsenales de los islamistas. “Nuestro objetivo fue y sigue siendo proteger a los civiles [israelíes]”, recordó. El primer ministro defendió los ataques como “proporcionados”, dijo lamentar la muerte de civiles y añadió: “Ellos no eran ni nuestro objetivo ni nuestro enemigo. La tragedia de Gaza viene de la tiranía y el fanatismo de Hamás”.
Ambas partes reconocen que puede lograrse un arreglo a caballo entre las demandas de unos y otros. EE UU ha defendido, a través de su secretario de Estado, John Kerry, la apertura de pasos que ayuden a introducir bienes básicos en Gaza, a reconstruir la zona y a dar más “libertad” a los gazatíes. Ese aval de Washington podría llevar a abrir el cruce entre Gaza y Egipto. Fuentes palestinas confirman que la inteligencia egipcia ha examinado la situación y, con el empujón estadounidense, podría acceder.
Hamás, sabedor de que el fin completo del bloqueo es una quimera, pide pasos concretos, como un puerto y un aeropuerto. Israel no lo descarta de partida, pero no quiere que los controle Hamás. La solución podría ser una supervisión internacional —se habla de la UE—. Los principales analistas israelíes reconocen que dejar Gaza en manos del nuevo Gobierno de unidad palestino, aunque incluya a Hamás, sería también la menos mala de partida.
Los israelíes, con apoyo de EE UU, saben que la desmilitarización no puede ser total inmediatamente, pero puede hacerse también en el marco de ese nuevo Gabinete palestino, que tiene entre sus propósitos acabar con las milicias e integrar a sus miembros en las fuerzas policiales. Netanyahu vincula a ese desarme el permiso para dejar entrar lo que se necesita para reconstruir Gaza. Los daños superan los 5.000 millones de euros. Si nada arañan unos y otros, pueden decidir mantener la tregua actual, hasta que, en el bucle clásico de la zona, vuelva a haber una crisis importante.
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