Mensaje mortal del yihadismo para las familias de un periodista
Día 04/09/2014 - 07.48h
La seguridad total para un periodista que cubre un conflicto es imposible. Uno lo asume, pero también lo hacen en su casa
«Quiero lo que toda madre querría: vivir para ver a los hijos de su hijo. Te suplico que me lo garantices». Cuando Shirley Sotloff se puso ante la cámara y grabó este mensaje
para el mismísimo califa, Abu Baker Al Bagdadi, se agarraba al último
hilo posible para salvar la vida de Steven, secuestrado desde hacía un
año por el Estado Islámico (EI).
Algunas fuentes de inteligencia citadas por «The New York Times»
aseguran que para entonces ya estaría muerto. Poco importa ya. El
vídeo rogando misericordia de Shirley se difundió a través de Internet
el viernes y cuatro días después llegaba la respuesta de Abu Baker Al Bagdadi con la decapitación de Steven. El verdugo lo calificaba de «mensaje a Obama», pero en realidad la auténtica receptora de ese mensaje era la familia del reportero que es la que más sufre su pérdida.
La familia es la línea roja, el caparazón con el que uno cuenta y que protege mucho más que un chaleco antibalas.
No preguntan más de la cuenta, sólo te piden que te cuides y, sobre
todo, que vuelvas. En caso de un percance fatal el medio para el que
trabajas encontrará sustituto -de forma rápida porque tendrá que contar
la desgracia- y el ministerio de Exteriores condenará lo ocurrido al más
alto nivel, pero el vacío total se queda para los de casa, para nadie más.
Desde que cubrí mi primera guerra (Líbano, 2006) he seguido con admiración cada crónica de Javier Espinosa, una de las grandes referencias del periodismo de conflictos. Ningún reportaje suyo me estremeció tanto como la foto del abrazo a sus hijos en Madrid tras los más de seis meses de secuestro. Su pareja, la también periodista, Mónica García Prieto, definió el momento de «felicidad pura».
Tras la captura de Marc Marginedas en
Siria, Cristina Graell, estudiante de la Universidad de Navarra me
pidió permiso para entrevistar a mi madre. Poco después publicó un
reportaje titulado «La madre del corresponsal»
en la revista ‘Nuestro Tiempo’ en el que recogía los testimonios de mi
‘ama’, Isabel, junto a los de María Jesús, Maria Antònia, Ramos y Tina,
madres de colegas acostumbrados a trabajar en escenarios complicados.
«Hay un ‘algo’: se te pone un nudo en el estómago.
Aparentemente estás bien, no te pasa nada, pero tienes como una
tristeza dentro...», respondía mi madre cuando le preguntaban sobre las
despedidas en el aeropuerto. Yo nunca se lo había preguntado. Ahora lo
sé y lo siento, pero le aprecio aún más por no decirme nunca que no coja ese avión con destino incierto.
Estoy seguro de que esto mismo sitió Shirley cuando Steven voló a
Turquía para cruzar a Siria, directo a la zona bajo control de la
bandera negra del EI.
Trabajo en Siria e Irak
El Estado Islámico ha logrado unir los frentes de Irak y Siria y el trabajo en la zona del califato es igual de complicado
en ambos lados de la frontera. Donde se iza la bandera negra los
reporteros, locales o extranjeros, no son bienvenidos porque ellos
disponen de su propio servicio de prensa, y muy efectivo.
La guerra ha dividido Siria en tres partes bien diferenciadas,
un esquema trasladable al actual Irak. Los kurdos consolidan día a día
una especie de región autónoma al norte en la que las fuerzas de Bashar
Al Assad siguen presentes, pero sin poder frente a las milicias locales
que son las que han tomado el control. El régimen mantiene su cuartel
general en Damasco, es dueño de la zona costera donde vive la minoría
alauita, secta derivada del chiismo a la que pertenece el presidente, y
tiene presencia en los centros urbanos de las principales ciudades, pero
ha perdido presencia en la mayor parte de las zonas rurales.
En estas zonas fuera de control comienza a levantarse la nueva siria de
los grupos armados de una oposición fragmentada donde el mayor peso
militar recae en grupos vinculados a Al Qaida o en el recientemente
creado Frente Islámico. Suyo es el control de las zonas rurales y de la
mayor parte del norte y este del país, zonas próximas a las fronteras
turca e iraquí que les sirven de cordón umbilical para la llegada de
armas y combatientes.
La prensa internacional llega con cuentagotas a la zona kurda y
al territorio que controla el régimen, que expide visados a aquellos
informadores que nunca han entrado de forma ilegal al país, pero ya no trabaja en las áreas que controla la oposición armada. El EI se ha convertido en «la principal amenaza para los actores de la información», según RSF.
Antes de partir al actual frente sirio iraquí uno es consciente de los riesgos que corre e intenta adoptar las mayores medidas de seguridad posibles, pero la seguridad total es imposible. Uno lo asume, pero también lo hacen en su casa. A la vuelta nadie preguntará más de la cuenta, la cobertura ha terminado, la pesadilla para los más cercanos también. Hasta la próxima.
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