Ética pública
Miguel Concha
E
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stamos viviendo un
momento crítico. La tragedia de Ayotzinapa, con la participación activa o
aquiescente de autoridades municipales y federales coludidas con el
crimen organizado, ha generado una amplia manifestación popular de
repudio. Por otra parte, y como resultado de una investigación
periodística, se publican evidencias de que el primer mandatario
aparentemente se encuentra en una situación de conflicto de intereses,
al habitar él y su familia una casa propiedad de una empresa
inmobiliaria a la que se le otorgaron contratos de construcción de obra
pública a nivel estatal y federal. Se asegura además que en su campaña
electoral por la Presidencia utilizó otra casa de la misma empresa,
rentada a un colaborador suyo, sin haberlo informado a la autoridad
electoral.
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Sin embargo, su reacción no ha sido de autocrítica y rendición de
cuentas, sino por el contrario, se trata de acallar los hechos, contando
increíblemente con el contubernio de algunos miembros del Poder
Legislativo, que llegan a señalar que es simplemente un asunto
particular. Esos lamentables y decepcionantes acontecimientos, unidos al
malestar por el incremento de la pobreza, que afecta ya a más de 50 por
ciento de la población –y contrasta con la irritante desigualdad social
que se percibe en el enriquecimiento desmesurado de algunos grupos
empresariales y altos funcionarios de los tres poderes, así como de los
gobiernos estatales y municipales–, ha originado un clima de hartazgo,
de repudio y de plena desconfianza en las autoridades gubernamentales,
que se externa en las crecientes manifestaciones y el ambiente de
frustración que se percibe en todas las clases sociales.
Es evidente que el origen de la crisis se encuentra igualmente en que
hemos dejado de practicar la ética como elemento fundamental de nuestra
cultura y nuestra cotidianidad. Hemos visto como algo natural que
nuestros funcionarios actúen en ocasiones ajenos a la verdad, a la
honestidad y a la justicia, lo cual origina una convivencia en la que
priva la desconfianza generalizada. Nos parece normal que los miembros
del gobierno tengan grandes fortunas y que los empresarios que gozan de
privilegios indebidos, que afectan al resto de la población que vive en
la pobreza, estén en la lista de los más ricos del mundo. Es el momento
de agregar a las protestas las propuestas, para iniciar el proceso de
restablecer la ética como elemento fundamental de nuestra vida pública.
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Algunas de las medidas que para recuperar ese elemento fundamental de
nuestra sociedad se consideran urgentes son las siguientes:
1)
Un ejercicio autocrítico del titular del Ejecutivo, que lo lleve a
aceptar y a disculparse del conflicto de interés en que ha incurrido,
así como a señalar las medidas que aplicará para sancionar y vetar a la
constructora que se benefició del hecho.
2) Dada la dificultad
de probar los diversos actos de corrupción con pruebas documentales o
testigos presenciales, y teniendo en cuenta que la corrupción siempre
acaba por enriquecer o beneficiar a quien la practica, establecer en la
ley la obligación de que los miembros del sector público, desde los
Ejecutivos hasta los secretarios de gobierno y presidentes municipales,
presenten anualmente su declaración patrimonial, incluyendo a sus
familiares, acompañada por su declaración anual de impuesto sobre la
renta, que será el elemento probatorio para explicar y justificar las
modificaciones señaladas en sus declaraciones.
3) Para el
efecto se deberá crear una Comisión de Ética Pública autónoma, integrada
y presidida por miembros de la sociedad civil que cuenten con la
calidad moral y la capacidad profesional indispensable, y que de ninguna
forma estén subordinados a cualquiera de las personas sujetas a la
presentación de su declaración.
4) Esta Comisión de Ética
Pública turnará sus resoluciones a un tribunal especial, que dictará las
sentencias correspondientes, las cuales sólo podrán ser revocadas o
modificadas por la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Las sanciones
serán básicamente penales, y el delito de corrupción, dependiendo de su
monto, se considerará delito grave, no sujeto a fianza.
5) El
contenido de las declaraciones debe ser accesible a la ciudadanía, y se
eliminará la opción de reservar su publicación por motivos de seguridad.
Por cierto, recientemente el Gobierno del Distrito Federal estableció
la obligación de que todos los miembros del gabinete del jefe de
Gobierno presenten y publiquen sus declaraciones patrimoniales.
6) Habrá
que reconocer también los resultados de la prohibición de la venta de
drogas durante más de 40 años. Principalmente los siguientes: incremento
en su consumo a escalas nacional y mundial, sobre todo en el mercado de
Estados Unidos. Aumentos desmesurados de los ingresos del crimen
organizado dedicado al narcotráfico, propiciando con ello que tengan
plena capacidad para corromper, amedrentar y subordinar a los miembros
de los tres poderes de Gobierno, particularmente a las autoridades
estatales y municipales. Como se sabe, las organizaciones del
narcotráfico, una vez establecidas y hábilmente coordinadas, han
ampliado sus actividades al secuestro, la venta de protección, la
extorsión, etcétera. Aceptar abiertamente que el problema del consumo de
drogas es un problema de salud que debe regularse y no tratar de
prohibir, pues la prohibición sólo ha producido efectos negativos y una
cantidad de muertos prácticamente imprecisable.
7) Nombrar una
comisión de especialistas que estudien los modelos desarrollados en
Estados Unidos y en los países europeos, particularmente en Portugal,
que tiene reguladas todas las drogas con resultados muy satisfactorios, e
incluso el que pretende establecerse en Uruguay, con el fin de definir
un modelo de regulación aplicable en México, para ir poniéndolo en
marcha paulatinamente.
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