Cuando Stanislav Petrov, militar del Ejército Soviético, salvó a cuatro mil millones de personas de morir.
5/10/2015 03:41:00
Cuando nos hablan de humanismo, resulta extraño en unas sociedades, tan faltos de él.
Pero
en la Unión Soviética, esta palabra era cotidiana, incluso en aquellas
fechas que los poderes económicos, políticos y degenerativos se hacían
más fuertes.
Mas hubo impresionantes lecciones para el futuro. Y héroes soviéticos de la Humanidad...
Por Helmunt Caceda
Apuesto
a que nunca has escuchado el nombre Stanislav Petrov… 4,000 millones
de personas le debemos la vida, y nadie lo conoce. Aquí su increible
historia:
A
veces en la historia es más importante lo que casi pasó que lo que
realmente ocurrió. Y quizás lo más asombroso de estas increíbles
historias de héroes tan lejos del glamour de las historietas sean las
sincronicidades que las rodean.
Les
voy a contar cómo hace 32 años, un hombre del que la mayor parte del
mundo jamás ha oído hablar se convertiría en el héroe más grande de
todos los tiempos, por haber salvado “literalmente” al mundo de un
Apocalipsis atómico.
Corría
el año 1983, plena guerra fría, pero tan caliente como no lo había
estado desde la crisis de los misiles en Cuba. El 23 de marzo, el
Presidente Reagan lanzó “Star Wars, Guerra de las Galaxias”, llamando
literalmente a Rusia “El Imperio del Mal”.
Y
contaba con un importantísimo aliado igualmente decidido en terminar
con el comunismo, Juan Pablo II. Los planetas parecían alineados para
acabar con la Unión Soviética, y los soviéticos se lo tomaron muy en
serio.
EEUU y la OTAN planeaban colocar misiles en Alemania Occidental y organizaban un ejercicio militar en Europa, entre otras cosas…
Pero
los líderes de URSS eran de la generación de la Segunda Guerra y
recordaban perfectamente cómo, con el pretexto de un ejercicio, Hitler
había engañado a Stalin y lanzado la Operación Barbarroja.
Permitir que se repitiera era inadmisible.
Asumieron que lo del ejercicio era
una tapadera para una invasión real, y tomaron su decisión. Disparar
todo su arsenal al recibir la primera indicación de un ataque nuclear.
La
tensión era Máxima. A punto tal que el 1° de septiembre de 1983, un
avión de línea surcoreano entró por error en el espacio aéreo soviético
y no dudaron en derribarlo sin aviso matando a 269 personas, incluido
un senador y varios ciudadanos americanos.
Esta historia no pudo haber llegado en peor momento.
La
noche del 25 de septiembre de 1983, un Coronel de 44 años de la
sección de inteligencia militar de los servicios secretos de la Unión
Soviética llegaba a su puesto de mando en el Centro de Alerta Temprana
de la inteligencia militar, desde donde coordinaba la defensa
aeroespacial rusa.
Sin
embargo, ésa debería haber sido su noche libre. Fue convocado a último
momento porque quien debía estar había dado parte de enfermo…
Su
trabajo consistía en analizar y verificar todos los datos de los
satélites sobre un posible ataque nuclear americano. Contaba para ello
con un Protocolo sencillo y claro. Tan claro y tan sencillo que había
redactado él mismo…
Después
de las verificaciones correspondientes, debía alertar a su superior,
quien de inmediato iniciaría el contraataque con armamento nuclear
masivo sobre los Estados Unidos y sus aliados.
Poco
después de la media noche, exactamente a las 12:14 del 26 de
septiembre del ‘83, todos los sistemas de alerta saltaron; las sirenas
sonaron y las pantallas de las computadoras mostraban: “ATAQUE DE MISIL
NUCLEAR INMINENTE”.
Un misil había sido lanzado desde una de las bases de los Estados Unidos.
Pidió mantener la calma y que cada uno hiciera su trabajo. Y él hizo el suyo.
Verificó
todos los datos y pidió confirmación de visión aérea, los únicos que
no pudieron confirmar dadas las condiciones climáticas.
A
pesar de las confirmaciones, concluyó que tenía que haber ocurrido un
error. No era lógico que EEUU lanzara UN SOLO MISIL si estuviera
atacando a la Unión Soviética.
Y desestimó la advertencia como una falsa alarma.
Pero poco después, el sistema indicó UN SEGUNDO MISIL. Y después UN TERCERO.
Preso
de una fuerte descarga de adrenalina, desde el segundo piso del bunker
podía ver, en la sala de operaciones, el gran mapa electrónico de
Estados Unidos con la base militar en la costa Este, desde donde habían
sido lanzados los misiles nucleares, parpadeando.
En ese momento el sistema indicó otro ataque. UN CUARTO MISIL NUCLAR, e inmediatamente UN QUINTO.
En
menos de 5 minutos, 5 misiles nucleares habían sido lanzados desde
bases americanas contra URSS. El tiempo de vuelo de un misil
intercontinental balístico desde los EEUU era de 20 minutos.
La actividad era frenética. Mientras él analizaba…
Después
de detectar el objetivo, el sistema de alerta temprana lo hacía pasar
por 29 niveles de seguridad que debían confirmar, lo hizo sospechar lo
contundentemente que pasaban las alertas los niveles de seguridad.
Sabía
que el sistema podía tener algún mal funcionamiento. Pero, podría todo
el sistema haberse equivocado, 5 veces? ¿O estaba frente a Armagedón?
El
principio básico de la estrategia de la Guerra Fría habría sido un
lanzamiento nuclear masivo, una fuerza abrumadora y simultánea de
cientos de misiles, no 5 misiles de a uno. Tenía que ser un error…
¿Pero
si no lo era? ¿Si era una inteligente estrategia americana? El
holocausto tan temido estaría sucediendo y él no haría nada?
Tenía
cinco misiles nucleares balísticos intercontinentales en dirección a
URSS y sólo 10 minutos para tomar la decisión “de qué informar” a la
dirección soviética… Siendo perfectamente consciente que si informaba
lo que todos los sistemas confirmaban, desencadenaría la Tercera Guerra
Mundial.
Los 120 oficiales e ingenieros militares, con sus ojos fijos en él, esperaban su decisión.
Nunca
antes en la historia, ni después, la suerte del mundo había estado en
manos de un solo hombre como en esos 10 minutos. El futuro del mundo, o
no, pendía de su decisión, mientras él luchaba entre si debía o no
hacer accionar el “botón rojo’’.
Pensó:
los americanos aún no tienen el sistema de defensa misilístico y saben
que un ataque nuclear contra URSS equivale a la aniquilación inmediata
de su propia población. Y aunque desconfiaba de ellos, sabía que no
eran suicidas. Se dijo: “Ese gran imbécil no ha nacido todavía ni siquiera en los EEUU.”
Sabiendo
que si estaba equivocado una explosión 250 veces mayor a la de
Hiroshima ocurriría sobre ellos pocos minutos después sin que pudieran
hacer nada, fue capaz de mantener la cabeza fría, de tener el coraje de
escuchar a su instinto y de ajustarse a la conclusión lógica que le
indicaba el SENTIDO COMUN.
Y decidió reportar un mal funcionamiento del sistema.
Paralizados
y sudando a mares, él y los 120 hombres a su cargo contaban los
minutos que faltaban para que los misiles alcanzaran Moscú…
Cuando DE GOLPE, segundos antes, las sirenas dejaron de sonar y las luces de advertencia se apagaron.
Había tomado la decisión correcta. Y salvado al mundo de un cataclismo nuclear.
Sus camaradas, empapados de sudor, se lanzaron sobre él abrazándolo y lo proclamaron un héroe.
Él se desplomó en su sillón y bebió más de medio litro de vodka sin respirar. Al terminar esa noche durmió 28 horas seguidas.
Cuando
regresó al trabajo, sus camaradas le regalaron un televisor portátil
de fabricación rusa para agradecerle. Todos estaban vivos gracias a la
decisión que él había tomado.
Al
enterarse de lo ocurrido, su superior le dijo que sería condecorado
por haber evitado la catástrofe y que propondría crear un día en su
honor.
Pero no fue así. Rusia no podía permitirse que EEUU y el pueblo ruso se enteraran de lo sucedido.
Fue
reprendido por no haber cumplido el protocolo. Se lo transfirió a un
puesto de menor jerarquía. Y poco después se le dio la jubilación
anticipada.
Vivió
el resto de su vida en un modestísimo apartamento de dos habitaciones
en los suburbios de Moscú, sobreviviendo con una mísera pensión de 200
U$S por mes, en absoluta soledad y anonimato.
Hasta
que en 1998, su comandante en jefe, Yury Votintsev, presente aquella
noche, reveló lo ocurrido, el llamado “Incidente del Equinoccio de
Otoño” causado por una rarísima conjunción astronómica, en un libro de
memorias, que por casualidad llegó a Douglas Mattern, Presidente de la
Organización Internacional de Paz, “Asociación de Ciudadanos del
Mundo”.
Y
después de verificar tan alucinante historia, salió en persona en
busca de ese héroe anónimo al que todos le debíamos estar AÚN en este
mundo, para hacerle entrega del “Premio Ciudadanos del Mundo”.
La
única pista sobre dónde encontrarlo la recibió de un periodista ruso,
que le advirtió que tendría que ir sin hacer una cita porque su
teléfono no funcionaba, y su timbre tampoco.
Encontrar su rastro en una fila enorme de complejos conventillos grises a 50 kilómetros de Moscú no le resulto fácil.
Uno de los vecinos a quien le preguntó le dijo: “Usted
debe estar loco. Si un hombre que ignoró una advertencia de un ataque
nuclear estadounidense realmente hubiera existido, habría sido
ejecutado. En esa época no había tal cosa como una falsa alarma en la
Unión Soviética. El sistema nunca se equivocaba. Sólo el pueblo”.
Finalmente lo encontró en el segundo piso de uno de los edificios. Sin afeitar y desalineado, asomó la cabeza. “Sí, soy yo, pase.”
“Sentí que me encontraba con Jesús cuando él abrió la puerta”, dijo Douglas Mattern.
“Sin
embargo, él estaba viviendo como una persona de la calle. Cojeando,
con sus pies hinchados, sin poder caminar mucho y constándole ponerse
de pie, me dijo que sólo salía para conseguir provisiones”.
Además de relatarle la historia más o menos como se las acabo de contar, este hombre le diría: “No
me considero un héroe; sólo un oficial que a conciencia cumplió con su
deber en un momento de gran peligro para la humanidad’’. “Sólo fui la persona correcta, en el lugar y momento indicado”.
“En
un mundo tan lleno de vanidosos que “pretenden” salvar algo cuando en
realidad lo único que hacen es daño a los demás y al planeta. En un
mundo tan lleno de miserias, mezquindades, egos, avaricia y ambiciones;
la humildad de este hombre y su indiferencia por la fama y la
importancia, estremece profundamente”, dijo Mattern.
Después
de conocerse este hecho, expertos de EEUU y Rusia calcularon cuál
habría sido el alcance de la devastación según el arsenal con el que
contaban y habrían lanzado en ese momento.
Y
llegaron a la friolera de que entre 3 y 4 MIL MILLONES de personas,
directa e indirectamente, fueron salvadas por la decisión que ese
hombre tomó esa noche.
“La faz de la tierra se hubiera desfigurado y el mundo como lo conocemos, acabado”, dijo uno de los expertos.
Recibió:
• El Premio Ciudadano del Mundo el 21 de mayo 2004.
• El Senado australiano lo premió el 23 de junio 2004.
• Fue honrado en las Naciones Unidas el 19 de enero 2006. Dijo que fue su “día más feliz en muchos años.”
•
En Alemania, en 2011, el dieron el Premio Alemán de Medios, que
reconoce a personas que han hecho contribuciones significativas a la Paz
Mundial, por haber evitado una potencial guerra nuclear.
• Fue Premiado en Baden Baden el 24 de febrero del 2012.
• Galardonado con el Dresden Preis en 2013.
• Y Kevin Coster realizó el documental “El Botón Rojo” en su honor.
Hoy
en día continúa viviendo en su pequeño departamento de las afueras de
Moscú, con su pequeña pensión de 200 u$s al mes, en relativo anonimato.
Les dio la mayor parte del dinero de los premios a sus familiares y
guardó un poco para comprarse una aspiradora con la que había soñado, y
resultó defectuosa.
Cuando
me enteré de esta historia, lo primero que pensé fue si, cuando sus
vecinos o alguien lo destrata al mirarlos, alguna vez pensó que esa
persona, su familia, descendencia y amigos están ahí gracias a él…
Si
cuando ve las noticias y todo lo que pasa en el mundo, alguna vez se
dijo que todo eso pasa por la decisión que él tomo en esos 10 minutos…
Si cuando mira el sol salir o ponerse, alguna vez piensa que tanta gente también lo puede hacer gracias a él…
Y
me pregunto cuánto Darma puede ganar un alma humana que salvó miles de
millones de seres humanos, plantas y animales; a un planeta…
Ese
viejito que vive en un mísero 2 ambientes en los suburbios de Moscú
con unos míseros 200 u$s mensuales SALVÓ AL MUNDO, Y NADIE LO SABE.
¿Cómo es posible que después de 32 años tan poca gente en el mundo sepa de él?
Me resulta inconcebiblemente y muy injusto.
Por
eso. En este nuevo aniversario de la decisión de sentido común que
salvó al mundo, sólo quería que conozcan al Hombre que la tomó.
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