jueves, 14 de abril de 2016

Los papeles de Panamá como pretexto, ante un capitalismo agónico


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Los papeles de Panamá como pretexto, ante un capitalismo agónico

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Todo hace suponer que la filtración de los papeles de la firma de abogados panameña Mossack-Fonseca, ha respondido a una estrategia del gobierno de los Estados Unidos –o quien por él decida- para atraer capital a “un lugar más seguro”, como se supone es ese gran paraíso fiscal, inyectando dinero en sus venas.
El Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (International Consortium of Investigative Journalists), que ha transmitido la información, despertaba todas las sospechas cuando nos enteramos de que fue creado por iniciativa del Center for Public Integrity. ¿Quién financia al Center for Public Integrity? Se pregunta Nikolas Stolpkin en un artículo sobre el tema. Puras perlas, responde. Las más destacables: Rockefeller Brothers Fund, Rockefeller Family Fund, Open Society Foundations, Ford Foundation, Carnegie Corporation of New York, etc. La primera está directamente ligada con el conocido especulador financiero George Soros que, a su vez, es miembro activo del Council on Foreign Relations (CFR), la estructura más influyente de la política exterior estadounidense. La segunda es una fundación que históricamente ha estado relacionada con la CIA, y que le sirve de fachada, al igual que la USAID. Como para dudarlo.
En el mismo artículo, Stolpkin se refiere al director de Rothschild & Co, Andrew Penney, que aconsejaba a los grandes capitales a trasladar sus fortunas a Estados Unidos porque se había convertido en la "mejor opción".
De camino, los “papeles” tenían que apuntar contra los gobernantes de los países que no se doblegan a las imposiciones de los Estados Unidos, que al parecer tenían un primo, un cuñado o un vecino en el listado, motivo más que suficiente para que Bashar al-Assad, Putin o algún gobernante chino o venezolano acapararan páginas de portada durante varios días.
Pero el objetivo principal de estas revelaciones, como ya hemos indicado, es atraer capital a ese gran paraíso fiscal que es el territorio de los Estados Unidos, un país que acumula una deuda exterior de 17 billones de dólares, eliminando de paso a parte de la competencia.
Al respecto de estas revelaciones es interesante señalar la reciente publicación de un libro titulado “Postcapitalismo, hacia un nuevo futuro”, de Paul Mason (Ed. Paidós), en el que anuncia la caída del sistema. Muy interesante, aunque personalmente no comparta algunos de sus análisis colaterales, pero sí el eje central. El capitalismo es tan complejo como un ser vivo que se ha ido adaptando a profundos cambios hasta que ha perdido definitivamente su capacidad para hacerlo. Nació, creció, supo transformarse o “camaleonizarse” ante diferentes crisis, pero ahora ha comenzado a morir. Y este proceso, ya iniciado, alumbrará también a un nuevo individuo. La manera de contribuir a su definitiva aniquilación pasa fundamentalmente por restringir la actividad de los grandes círculos financieros, dar marcha atrás a la austeridad, promover el uso de energías sostenibles, gravar la riqueza (y no la renta) y crear empleo adecuadamente remunerado, etc. Desde nuestra pequeña aportación, podríamos también, entre otras medidas, dejar de utilizar las “tarjetas”, o hacerlo al mínimo, y reducir también al mínimo nuestras cuentas bancarias.
“Necesitamos algo igual de potente y efectivo que el neoliberalismo para reemplazarlo –escribe Mason- . No bastará con una idea brillante sobre cómo podría funcionar el mundo, sino que hará falta un modelo nuevo, holístico, que pueda funcionar por sí mismo y que sea capaz de producir un resultado tangiblemente mejor. Tendrá que basarse en micromecanismos y no en decretos ni macropolíticas; tendrá que operar de forma espontánea”.
Ningún político ni regulador estaba preparado para desmantelar el sistema que ha dejado de funcionar, así que iniciado el proceso de descomposición con la caída de Lehman Brohers, lo han tratado de recomponer cebándolo con 12 billones de dólares del llamado “dinero fiduciario”, es decir creado de la nada, y lo han echado a andar. Pero con esto se garantiza un cataclismo.
“En 2013, - continúa Mason- tras analizar los lentos avances de la austeridad en el sur de Europa, un grupo de economistas de JP Morgan explicitaron muy claramente el conflicto subyacente: para que neoliberalismo perviva hay que debilitar la democracia. Grecia, Portugal y España, advirtieron, tienen “problemas heredados de naturaleza política”: Las constituciones y los órdenes políticos vigentes en la periferia meridional, instaurados tras la caída del fascismo, presentan una serie de características que no parecen adecuadas para una mayor integración de esos países en la región”. Dicho de otro modo, los pueblos que pusieron el acento en el establecimiento de unos sistemas de prestaciones sociales dignas, para favorecer una transición pacífica a la democracia en la década de 1970 deben renunciar ahora a todo eso para que bancos como JP Morgan sobrevivan”.
“Como bien nos muestra la experiencia griega, todo gobierno que desafíe a la austeridad chocará frontalmente de inmediato con las instituciones globales, que protegen al 1 %. Tras la victoria electoral en Grecia del partido radical Syriza en enero de 2015, el Banco Central Europeo (BCE), que tenía la misión de fomentar la estabilidad de los bancos griegos, retiró la ayuda que facilitaba a éstos, con lo que desencadenó un pánico bancario (con la ayuda inestimable de los medios de “información”) que se saldó con una retirada de depósitos de 20.000 millones de euros. Eso forzó al nuevo Gobierno de izquierdas a elegir entre quiebra o sumisión. No hallarán ustedes actas, ni informes de votaciones internas, ni justificación oficial alguna de los que hizo el BCE. Tuvo que ser la revista derechista alemana Stern la que lo explicara: Habían “aplastado” a Grecia. Y lo habían hecho simbólicamente hablando, para fortalecer el mensaje central del neoliberalismo; es decir, para convencernos de que no hay alternativa, de que todas las salidas del capitalismo terminan en desastres, y de que rebelarse contra el sistema capitalista es rebelarse contra un orden natural e intemporal”
La realidad innegable es que los ricos hoy pagan muchos menos impuestos y que las diferencias sociales han crecido escandalosamente: Los ricos son aún más ricos y la pobreza se extiende cada vez a más capas de la población, alcanzando la exclusión social límites desconocidos; la economía no se activa; aumenta el paro, el empleo precario y los desahucios, en paralelo a la represión y a las leyes mordaza. El pueblo llano no vislumbra la salida de la crisis en la que el mundo está inmerso. En España los suicidios son ya la primera causa de mortalidad (4.000 al año).
Sin embargo, la crisis actual ya no es remontable y nos anuncia el fin del modelo neoliberal cuya caída ha comenzado por los Estados Unidos que, convertido hoy más que nunca en centro de conflictos, ha puesto en marcha y a la desesperada guerras, desestabilizaciones, autoatentados, bloqueos, “descubrimientos” de papeles en Panamá u otros paraísos fiscales… Por eso linchan a Snowden, a Assange, a Grecia o a los partidos “radicales” y alternativos. Pero nada de ello detendrá la caída en picado del sistema neoliberal, que habrá de ser sustituido por otro más justo, que alumbre nuevos individuos para los que el “ser” prevalezca sobre el “tener”, en donde impere la pequeña economía, el consumismo sea sustituido por un consumo responsable y se de valor a las personas, a los pueblos, y a los otros seres que comparten con nosotros este mundo. Justamente lo opuesto a lo que hasta ahora ha venido sucediendo.
Sustituir al capitalismo ya ha dejado de ser un sueño utópico.

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