Los
sindicatos denuncian una estrategia de criminalización de las protestas
por parte del Gobierno, que amenaza con prohibir las manifestaciones
contra la reforma laboral.
La
temperatura social en Francia continúa en aumento tras un intento de
negociación fallido entre los sindicatos y el Gobierno el pasado
viernes, tres días después de la novena huelga general del año. Durante
la movilización más masiva desde que comenzó la contestación contra la
reforma del código laboral, se produjeron altercados violentos, que han
servido a Manuel Valls, ministro del Exterior francés,
para justificar la violencia usada por la Policía, deslegitimar este
movimiento social y acusar al sindicato de la CGT de colaboración con
los agitadores durante la marcha. La CGT, que es uno de los siete
sindicatos organizadores (junto con FO, FSU, Solidaires, Unef, Fidl, UNL),
negó cualquier implicación con dichos actos violentos y condenó el uso
de estas prácticas que pretenden empañar la amplitud que está tomando la
indignación francesa.
Los
sindicatos, que mantienen una lucha continuada desde hace cuatro meses,
explican que unos 600 autobuses con activistas llegaron a la capital
francesa para la manifestación del 14 de junio. La primera parte de la
marcha se desarrolló de forma relativamente tranquila, exceptuando los
incidentes con los alborotadores, pero los mayores enfrentamientos
comenzaron al llegar a las inmediaciones de la estación Montparnasse. La
Policía bloqueó el paso tratando de dividir la manifestación, según
relata David -nombre ficticio- a La Marea, un estudiante que ya fue herido por un proyectil en la cabeza durante la marcha del 1 de mayo. “Desde ese momento todo fue gas y pelotas de goma por un lado,
pintura y piedras del otro”, afirma este joven, que asegura que los
enfrentamientos entre policía y manifestantes fueron disueltos cuando el
cañón de agua de los agentes entró en escena. “A partir de ese momento
la violencia fue mayormente policial y utilizaban el cañón contra
cualquiera que no avanzase al ritmo que ellos marcaban”, añade.
Muchos de los manifestantes condenan el silencio del Gobierno en relación con una violenta respuesta policial que consideran desmesurada.
Según David, el discurso del Gobierno se ha centrado en los destrozos
de los alborotadores para desacreditar la lucha social y para no hablar
de lo masivas que fueron las protestas. Los destrozos provocados en el
mobiliario público y privado han monopolizado la mayoría de la
información difundida. En concreto, los daños perpetrados contra el
hospital infantil Necker han sido el estandarte de Valls contra la
movilización sindical. “La insistencia del Gobierno sobre los cristales
dañados, que no rotos, del hospital para tratar de enfrentar a la
ciudadanía ha sido despreciable”, afirma el estudiante.
En esta estrategia de criminalización de las protestas que
denuncian los sindicatos, el Gobierno ha amenazado con prohibir
cualquier manifestación sindical respaldándose en el aún vigente estado
de emergencia decretado tras los atentados de noviembre. “Amenazar con
prohibir las manifestaciones es la señal de un gobierno desesperado”,
declaró Olivier Muñoz en nombre del sindicato de la CGT, que emitió un
comunicado de condena de todas las formas de violencia durante las
manifestaciones en el que anunciaba, además, que las manifestaciones
programadas para el 23 y el 28 de junio continúan en pie. “Valls debería
preocuparse por escuchar a sus ciudadanos indignados en lugar de estar
cargando contra la CGT”, afirmó Martinez.
Violaciones de libertades sindicales
La
Confederación Sindical Internacional ha incluido a Francia en su
informe sobre las violaciones de libertades sindicales de 2016.
Numerosos son ya los activistas que se encuentran en procesos judiciales
por su implicación en las movilizaciones. 130 personas detenidas en
otras manifestaciones tenían vetada la participación en la marcha del
14-J y, pasada la movilización, 58 personas fueron interpeladas. 41 de
ellas permanecen en arresto domiciliario mientras que otras 10 ya han
sido condenadas a seis meses de prisión por participar en los
enfrentamientos violentos. Entre los detenidos figura un militante de la
CGT, Cédric Crozet, que aún no ha sido sometido a juicio y, según los
datos oficiales, unas 40 personas resultaron heridas entre policías y
manifestantes. Uno de ellos permanece ingresado en el hospital después
de que una granada de la policía le perforase la nuca. Michel Cadot,
prefecto de la Policía de París, reconoció que los cuerpos de seguridad
utilizaron 1.500 granadas, 175 bombas lacrimógenas y un camión con cañón de agua, “medios de defensa importantes e inusitados en París”, según Cadot.
Las encuestas del Instituto Francés de Opinión Pública muestran que un 60% de los franceses apoyan las protestas contra la ley del trabajo
y consideran que las huelgas y manifestaciones están justificadas. La
CGT denuncia la irracionalidad de la amenaza de prohibirlas, mientras
que de forma paralela el país vive otros altercados violentos provocados
por los aficionados desplazados de la Eurocopa sin que el Gobierno se
plantee prohibir la libre circulación de estos “hooligans”, como el
sindicato los denomina. El sábado 11 de junio Marsella vivió intensos
enfrentamientos entre ultras rusos e ingleses tras el partido de sus
selecciones que se saldó con 8 detenidos y 35 heridos, uno en estado
grave. Al mismo tiempo, la CGT anunció este viernes la anulación de una
reunión sindical por presión del Ayuntamiento local que afirmó no poder
garantizar la seguridad pública si se diese un encuentro entre los
manifestantes y los forofos que acompañarían un partido de fútbol ese
mismo día en la ciudad.
Sin acuerdo
“Los
desacuerdos se confirman”, afirmaba Phillippe Martínez este
viernes después de una reunión con Myriam El Khomri, ministra de Trabajo
francesa. El primer intento de negociación entre sindicatos y Gobierno
desde el mes de marzo ha acabado en papel mojado: Martínez continuó
defendiendo la necesidad de la retirada de la ley o, por lo menos, de la
revisión de algunos de los artículos, principalmente el punto 2 por el
que las negociaciones empresa-trabajador primarían a los acuerdos
establecidos por el sindicato de cada sector, pero El Khomri expresó su
reticencia y confirmó la ausencia de consenso.
Olivier
Muñoz, militante de la CGT, considera que “el Gobierno no se retractará
en la ley pues saben que ya habían perdido a la mayoría de sus votantes
de izquierdas cuando aprobaron otras leyes liberales, como las
relativas a la jubilación, y tampoco darán marcha atrás por miedo a perder a sus votantes más conservadores”.
Él considera que lo que se ha logrado hasta el momento es que el
Partido Socialista no pueda volver a gobernar en mucho tiempo. Hollande
enfrenta una de las peores tasas de popularidad de su historia, con sólo
el 13% de la intención de voto, en cuarto lugar tras Nicolás Sarkozy,
con un 21%, en caso de que este sea candidato presidencial, tras el
Frente Nacional con un 28% y tras Jean-Luc Mélenchon, con un 14%, según
los datos del 15 de junio del BVA (Instituto de Estudios de Mercado y
Opinión).
Aunque la normalidad
regresa a los sectores energéticos y de transporte que llevaban más de
dos semanas en huelga, los sindicatos continúan preparando nuevas
movilizaciones para las dos próximas semanas. El movimiento Nuit Debout
organiza también otras acciones como el cacerolazo del pasado viernes,
en el que la indignación se hizo oír frente a los ayuntamientos de
barrios y ciudades. La capacidad de movilización social de los próximos
días se presenta como un desafío determinante para el futuro del
movimiento de cara a las vacaciones de verano.
http://www.lamarea.com/2016/06/18/la-temperatura-social-aumenta-francia/
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