martes, 25 de octubre de 2016

Del muro de Berlín al de Calais

Del muro de Berlín al de Calais

Del muro de Berlín al de Calais

Los muros representan obstáculos físicos que impiden el libre tránsito de las personas entre los países. Libre tránsito, como derecho normativo de los liberales ilustrados. Libre tránsito de personas, que ya no de mercancías. Estamos hablando de un proteccionismo social, respaldado por la propaganda del pánico y el miedo generalizado, que impulsan estas medidas del terror étnico-cultural y racial.

Los muros representan obstáculos físicos que impiden el libre tránsito de las personas entre los países. Libre tránsito, como derecho normativo de los liberales ilustrados. Libre tránsito de personas, que ya no de mercancías. Estamos hablando de un proteccionismo social, respaldado por la propaganda del pánico y el miedo generalizado, que impulsan estas medidas del terror étnico-cultural y racial.
Sí, racial. Porque los muros del siglo XX tenían connotaciones varias, pero pocos se sustentaban en elementos raciales. El muro de Berlín separaba dos países, dos formas de pensar, dos poblaciones y dos polos geopolíticos enfrentados. El muro de la vergüenza le llamaron, no sé si es de mayor congoja que los que se atribuyen el logro de haber vencido al fantasma del comunismo y desmantelado el muro y la URSS, ahora construyan sus propios muros. Este es el caso de Reino Unido que prepara la construcción del muro de Calais, un muro antipersona, como las minas, como el sistema económico que lo impulsa. Esto ya no es liberalismo, la propaganda imperialista convenció al mundo de que el comunismo estaba directamente relacionado con la construcción de muros, pero ahora podemos observar de primera mano como el neo-liberalismo también frecuenta tácticas militares contra civiles y el levantamiento de muros de contención.
Hablamos de muros que se construyen para impedir o, más bien, frenar la ola de inmigración de un Oriente Próximo bombardeado por Europa y Estados Unidos; y un África que se desangra entre guerrillas y dictaduras que libran batallas desde la planificada descolonización, culpa también de Europa, que prefirió que África se batiera en cruentos combates a que éstas se librasen en suelo europeo. Todo ello sin contar que el imperialismo contemporáneo se sustenta con la instalación de bases militares de la OTAN en todos los hemisferios y la desestabilización de los países ricos en recursos naturales. Volviendo a los muros, cabe destacar que son muros cuya función consiste en vendar los ojos de los europeos ante la verdadera situación de barbarie que se vive en otros continentes desde hace siglos, para que podamos seguir manteniendo el tren de vida y el crecimiento de las empresas.
Estos muros son raciales porque la idea que sustentan es la de superioridad, prosperidad y civismo en “nuestra parte del muro” frente al caos, el integrismo, la maleficencia y la necesidad casi caníbal que se le aplica a “la otra parte del muro”. El racismo es condenable y la construcción de los muros racistas antipersona es para sonrojarse. Sobre todo porque los argumentos a favor de su levantamiento recaen sobre las condiciones materiales de la población europea, que teme perder sus puestos de trabajo ante la oleada de mano de obra barata que se cierne sobre sus países. Juegan con el miedo y difunden la desconfianza entre la población, presa de las inclemencias del mercado.
Es una doble moral que les hace doblemente presos y esclavos a los trabajadores. Por un lado, tienen pánico de perder sus precarios puestos de trabajo frente a personas que de la nada ansían dicha precariedad. Son muchas sus diferencias y sus puntos de origen en la carrera de la vida que el mercado ha diseñado, pero pertenecen a la misma clase, a los no propietarios de los medios de producción, los que asientan sus vidas en las arenas movedizas del libre mercado. Y como gladiadores, les manipulan para que luchen en el coliseo al que llaman patria y creen defender. Por eso, los mismos esclavos arengan un muro de contención, para protegerse de los que identifican como enemigos y dejan de mirar al cielo, donde reside el problema.
Cuando el muro de Berlín estaba en pie, había dieciséis muros de la misma índole en el mundo. En la actualidad, existen sesenta y cinco muros antipersona a lo largo del mundo. ¿Fue una victoria el derribo del muro comunista? ¿Cuánto benefician estos muros a las economías y los mercados? ¿Hemos avanzado a pasos agigantados desde entonces? ¿Qué responsabilidad de esta coyuntura tiene el bloque imperialista como garante de la libertad y la paz mundial?
La retórica sólo me permite plantear una cuestión más: ¿cuánto de personas tienen los promotores de la construcción de muros antipersona?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario