El gabinete de Trump
Está en proceso de completarlo, previa aprobación parlamentaria, y ya genera polémicas. No es de extrañar, todo lo que decida Trump lo hará. El mismo basó su elección en las confrontaciones, tanto en la campaña como contra su oponente. Los que no pudieron o supieron anticipar su victoria, ahora critican lo que haga, en particular el partido demócrata, más amplios sectores de la prensa que apostaron inequívocamente por Hillary, o los intelectuales que tanto lo despreciaron. Una manera de contrarrestar su desencanto y escaso poder de predicción.
Hasta el momento ha nominado personajes variados, como ex Gobernadores, Senadores, Congresistas, ex militares y algunos connotados empresarios, multimillonarios como él. Se critica que no tienen experiencia política, o trayectorias en el cargo propuesto. No todos por cierto, pero ni Trump la tiene. Ha buscado a quienes les sean funcionales a sus propuestas, muchas de ellas rupturistas o extravagantes. Pero fueron las que el electorado apoyó y se debe a ellas. Cuenta con el Parlamento mayoritariamente republicano, aunque no incondicional. Es una mayoría precaria y deberá negociar. Uno de sus atributos que no se cuestionan. Tal vez sea la vía de morigerar tanta iniciativa no tradicional, o la manera de que los políticos habituales de Washington, recuperen parte de su poder. Un juego acostumbrado para toda administración norteamericana, sobre todo de signo político contrario, y en especial válida para un neófito inesperado como Trump.
Dos nominaciones han causado particular revuelo, la de Rex Tillerson como Secretario de Estado, y la de James Mattis, un duro ex General en Defensa. Para muchos, complementarios para la nueva era internacional de Trump. Ya no hay grandes principios universales que imponer, ni la democracia ni los derechos humanos como objetivos prioritarios de política exterior. Ahora vendrá un pragmatismo realista. Estados Unidos comerciará e invertirá, siempre que existan beneficios evidentes. Ayudará, mientras se pague por ello, incluso en seguridad exterior. En definitiva quien se oponga, tendrá que vérselas con la primera potencia mundial. Todo compromiso vigente podrá ser revisado, sea el acuerdo transpacífico, los tratados comerciales o el medio ambiente. Otro tanto para las migraciones, de México o de donde sea.
Tillerson, un prominente empresario de la Exxon, vinculado a Rusia y al mismo Putin, augura mejores relaciones y menos nueva guerra fría, que Obama arriesgó y nada obtuvo. Tal vez un alivio para el mundo. Pero queda China, provocada por Taiwan y desafiante en el mar de China, donde tendrá que optar por su sobre dimensionada soberanía, o arriesgar su expansión económica, donde norteamérica le es necesaria. Los demás asuntos, como Medio Oriente, Estado islámico, Cuba y otros, si no los controla Tillerson, se dispone de un Mattis y sus posibles presiones militares. Una nueva administración, verdaderamente nueva en muchos aspectos, pero que todavía no empieza, aunque provoque gran número de críticas preliminares. Hay un Gabinete que se perfila acorde a lo ofrecido por Trump. Dependerá de sus resultados por sobre los pronósticos, y no es algo irrelevante para todos, dentro y fuera de Estados Unidos.
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