La crisis del PSOE en perspectiva histórica I
Por Mark Aguirre, El Viejo Topo
La mecha que ha hecho estallar al PSOE la encendió Rodríguez Zapatero cuando en el año 2011 modificó de la mano de Rajoy el articulo 135 de la constitución española. El artículo nuevo consagró la estabilidad presupuestaria, instaurando el neoliberalismo en el régimen postfranquista como si de otro Rey se tratara.
Al
hacerlo Zapatero acabó con el ADN keynesiano del PSOE profundizando de
paso la crisis del régimen donde un sistema bipartidista al estilo
alemán había sido funcional. Con el acuerdo los dos partidos pasaban a
ser uno solo con dos fracciones públicas. Una conservadora y la otra
menos conservadora disputándose el gobierno. Un gobierno PP-PSOE pasaba a
ser lo más normal en tiempos de crisis, donde las rencillas familiares y
las pequeñas diferencias deben olvidarse por el bien de todos.
Zapatero
debía saber que instaurar la estabilidad presupuestaria en el año 2011
significaba subordinar los gastos sociales al pago de la deuda pública.
El estado, entonces en buena forma fiscal, se preparaba para asumir la
enorme deuda privada que el corrupto e ineficiente modelo económico del
pelotazo había generado. En otras palabras, la modificación
constitucional blindaba la expropiación de ingresos monetarios y
sociales de la mayoría de la población para entregárselos a banqueros y
sus accionistas en apuros.
Posiblemente
el PSOE no había valorado bien la implicación histórica que su reforma
constitucional llevaba consigo. El desmantelamiento paulatino del Estado
de Bienestar y la renuncia al déficit keynesiano era dejar al PSOE sin
sus señas de identidad. Al sacrificar el PSOE su propio ADN era cuestión
de tiempo que la crisis estallase y de manera desgarradora. Modificar
un ADN es una cuestión enormemente seria que ocurre raramente.
Si
algo había caracterizado a la socialdemocracia hasta ahora, había sido
su capacidad para adaptarse a los cambios sociales sin perder el apoyo
de grandes mayorías, un don que parece haber perdido. La
socialdemocracia se rehizo durante la crisis de entreguerras en el
comienzo del siglo XX cuando era un movimiento socialista reformista y
lo hizo posteriormente en la postguerra cuando fue hegemónica durante
décadas tras aceptar el capitalismo sin renunciar a los intereses de los
trabajadores. La socialdemocracia ha sido el partido político quizá más
importante en la historia del siglo XX en Europa. Pero está fracasando
al comienzo del siglo XXI al intentar adaptarse al neoliberalismo. El
experimento sin éxito de lo que se llamó la “tercera vía” le ha dejado
sin otra opción que la de unirse con los conservadores neoliberales.
Establecida
en las postrimerías del siglo XIX como un partido político
independiente, la socialdemocracia se hizo popular por sus batallas en
defensa de los intereses generales de los asalariados proclamando la
necesidad de una revolución social. Las ideas de Carlos Marx, quien
había estudiado críticamente c-cómo funciona el capitalismo, fueron muy
importantes en este proceso.
Marx
pensaba que el camino electoral podía ser una opción siempre y cuando
la burguesía aceptase la democracia. Una evolución que él consideraba
altamente improbable –por eso vio con buenos ojos la Comuna de París–
viendo la estructura social piramidal de corte bipolar que generaba el
capitalismo durante el siglo XIX. Una estructura social similar a la del
capitalismo tardío actual del 1%. La dinámica capitalista actuaba como
una fuerza centrifuga desplazando hacia la base al grueso de la
población y a un minoría hacia el vértice de la pirámide. Distanciando
cada vez más a los pocos de arriba de los muchos de abajo. Si se
mantenía la democracia con una estructura social de estas
características era posible convencer a los obreros de la necesidad de
una revolución social.
Berstein,
un discípulo de Marx, estudió la estructura social del capitalismo
alemán e inglés durante las primeras décadas del siglo XX, cuando Marx
ya había muerto, y descubrió que a diferencia de lo que había ocurrido
durante el siglo XIX, los ingresos de los trabajadores en vez de
disminuir aumentaban y la estructura social en vez de polarizarse se
estratificaba. El incremento de la productividad podía aumentar los
salarios sin que las expectativas empresariales de beneficios
disminuyesen. En otras palabras, el capitalismo generaba riqueza y si
los sindicatos obreros se expandieran podrían obligar a los capitalistas
a frenar sus ansias de ganancias aumentando el bienestar general de la
población. Este compromiso con el capitalismo que proponía Berstein se
plasmó en el apoyo de la socialdemocracia a la primera guerra mundial
imperialista. El voto por los presupuestos de guerra significó la
primera ruptura. La socialdemocracia se partió en dos. En España, fue
durante la guerra civil cuando las juventudes socialistas lideradas por
Carrillo se unieron al Partido Comunista, pero en Alemania y Rusia había
ocurrido mucho antes a consecuencia de la Revolución Rusa.
A
los reformistas socialdemócratas les costó tiempo encontrar la fórmula
que permitiese conciliar la democracia y el capitalismo con los
intereses de los trabajadores organizados como clase dentro del
capitalismo. La encontraron experimentando con sus gobiernos. En
Escandinavia los socialdemócratas lideraron fuertes luchas sociales
hasta llegar al gobierno cuando la gran crisis capitalista del 29. Al
adoptar políticas económicas keynesianas lograron defender los intereses
de los trabajadores dentro del capitalismo sin renunciar a la lucha de
clases.
El
keynesianismo parte de que el capitalismo es inestable y el gobierno
puede afectar positivamente a la economía, y debe actuar. Una política
que reactive la demanda podía conciliar mayores salarios y pleno empleo
con beneficios aceptables. El estado podría endeudarse en época de
depresión económica y pagar las deudas durante la expansión. Zapatero,
al reformar la constitución renunció a estas armas económicas que podían
ayudar a los trabajadores en tiempos de crisis y que habían sacado a la
socialdemocracia de un camino sin salida. No era un problema académico o
de la teoría económica, sino político. Los neoconservadores habían
decidido que no veían motivos para renunciar a parte de sus ganancias
para dárselas a los trabajadores.
Estas
políticas keynesianas habían convertido a la socialdemocracia en la
fuerza hegemónica durante la mayor parte de la segunda mitad del siglo
XX. Los trabajadores organizados como clase consiguieron conquistas
sociales que ninguna otra sociedad había conseguido sin renunciar a la
democracia. Fue con este programa keynesiano con el cual Felipe González
refundó el PSOE en los primeros años de la democracia, con un partido
en donde era mayoritario el reformismo socialista de la primera
socialdemocracia que se identificaba con Marx. En septiembre de 1979 el
PSOE–González necesitó celebrar dos congresos el mismo año para lograrlo
–renunció al marxismo y asumió los postulados democráticos que la
socialdemocracia europea había adoptado como señas de identidad hacía ya
muchos años. Hasta que Zapatero reformó la constitución, durante casi
cuarenta años el PSOE había tenido como referencia ese congreso, habían
reconocido al capitalismo pero también al menos programáticamente los
intereses de los trabajadores organizados como clase. El PSOE defendía
salarios dignos, empleo para todos y el estado del bienestar; ahora
nadie sabe lo que es y lo que quiere. Todo lo tiró por la borda
Rodríguez Zapatero al cambiar la constitución para hacer felices a los
banqueros. Muchos intuyen que el PSOE los ha abandonado y otros piensan
que ha perdido su utilidad. Es muy probable que lo que ocurre en
Cataluña –un PSC-PSOE irrelevante– pase en toda España en los próximos
años.
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