80 años después: Éxodo Málaga-Almería, así fueron los bombardeos a 300.000 personas | Geopolítico.es
Rubén Lara
En
el paseo de los Canadienses de Málaga un par de ‘runners’ con pantalón
corto, que desafían la extraña fina lluvia mediterránea, se juntan con
una treintañera que pasea su perro por la playa del Peñón del Cuervo.
Ajenos al pasado, los corredores pasan de largo al ver cómo tres
operarios del Ayuntamiento de Málaga, en el túnel que
desemboca en zona de La Araña, montan una nueva placa que recuerda “la
ayuda del pueblo de Canadá, que de la mano del médico Norman Bethune, prestó a los malagueños que huían en febrero de 1937″.
La escena la presencia el periodista el pasado miércoles, en las vísperas del 80 aniversario de esta ‘desbandá‘,
la mayor huida de población civil en Europa antes de la guerra de
Yugoslavia. La efemérides no pasa desapercibida. Han surgido nuevas
aportaciones históricas que cifran la huida de Málaga
en 300.000 personas y ya existe una base sólida de recuperación de la
memoria oral, de testigos directos de la masacre, un Guernica andaluz
que la Sociedad de Naciones “pretendió e ignoró este crimen perpetrado
por fuerzas extranjeras”, como relata Francisco Espinosa, presidente de
la comisión de la memoria histórica de Málaga, en la obra ‘1937.
Y
es que se trata, como relata Bethune de “una marcha forzada a pie, la
más terrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos,
algo sin precedentes en la historia de las evacuaciones de guerra”. La
figura de este doctor figura en el paseo de los Canadienses, en el
extremo oriental de Málaga capital, al inicio de la carretera de
Almería, y también en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid, donde
hasta el 2 de abril se exhibe la muestra ‘La huella solidaria. El legado
del doctor Bethune y la ayuda de los voluntarios canadienses a la
Segunda República’ con fotografías y textos que retratan su trabajo.
Animales “gimiendo como hombres”
El
médico se compró una furgoneta Ford utilizada como ambulancia para
rescatar a la población que huía del ataque de las tropas franquistas,
alemanes, italianas “y moras”. Una distancia de 200 kilómetros con gente
de todas las edades, caras dibujadas “con los mismos rasgos de
agotamiento”. “Una mujer sujetando su estómago, sus ojos abiertos,
aterrorizados. Era una corriente silenciosa de hombres y animales: los
animales gimiendo como hombres y los hombres impasibles como animales”.
Rosendo
Fuentes tenía 12 años en 1937. Lo que él vio y padeció como niño de la
‘desbandá’, también conocida como la ‘juía’ (refiriéndose al término
huida) es similar a lo que puede observar en el cine. El crimen de la
carretera Málaga-Almería como “ensayo de lo que posteriormente sucedió
en otras guerras. La primera vez que se atacó y bombardeó así a la
población civil fue a nosotros, en aquella carretera: ocuparon Málaga y
prepararon una trampa criminal a la salida”.
Cuenta ‘1937. Éxodo
Málaga-Almería’ el riesgo en el que se encontraba la capital malagueña,
“realmente desconocido por los mandos militares del Ministerio de la
Guerra y la propia base naval de Cartagena”. La toma de la ciudad
andaluza era clave para el bando nacional. Razones: repercusiones
políticas –al ser Málaga una ciudad con 150.000 habitantes, se acortaría
el frente de guerra en 150 kilómetros– y la repercusión naval
–comunicación con el protectorado de Marruecos y del estrecho de
Gibraltar con Mallorca–. Se descongestiona la amenaza de la escuadra
republicana en Cartagena. Pirámide en honor a los fusilados de la Guerra Civil y el franquismo en Málaga.El
gobernador civil Arráez sabe que la población de Málaga está
desabastecida y mal alimentada. La ciudad era una anarquía: llegó a
haber hasta 22 comités, la fortificación era muy débil y responsables
militares y políticos ya habían huido de Málaga “en silencio, sin dejar
instrucciones para mantener la resistencia y llevar a cabo una
evacuación de la población civil de forma ordenada”. Se abandonaron
1.500 fusiles y 60.000 bombas fabricadas por la CNT.
A las 12 del
mediodía del lunes 8 de febrero de 1937 entran las tropas franquistas a
Málaga. Fue el general Queipo de Llano quien ordenó la persecución de
los que huían por la N-340 Málaga-Almería. Los buques Canarias, Baleares
y Almirante Cervera lanzaban bombas desde la playa e incluso a pocos
metros de distancia. Supervivientes de la tragedia relatan que eran
capaces de distinguir los rasgos faciales de los aviadores.
“De
todas las ciudades que se habían resistido al levantamiento, Málaga fue
quizá la más castigada. Sólo entre el 1 y el 23 de marzo de 1937 fueron
fusiladas más de 700 personas en las tapias del cementerio de San Rafael“,
cuenta el historiador británico Antony Beevor en ‘La Guerra Civil
Española’. Las ejecuciones masivas no acabaron con el fin de la
contienda: según los archivos y listados recopilados por la Asociación
contra el Silencio y el Olvido y por la Recuperación de la Memoria
Histórica, los fusilamientos siguieron en Málaga hasta 1955.
Hoy el cementerio de San Rafael acoge la mayor fosa de fusilados de la Guerra Civil
y el franquismo, una de las mayores de Europa, con 4.000 cadáveres. El
Ayuntamiento de Málaga, gobernado por el PP desde 1995, impulsó la
construcción de una pirámide blanca, de ocho metros de altura y 142
metros cuadrados de superficie, que homenajea a las víctimas. Una de
ellas fue Manuel Barrionuevo, que huyó por la carretera de Almería.
Barrionuevo era jornalero. Falleció en enero de 2013 con 95 años.
Recordaba a este diario, un año antes de su fallecimiento, cómo una niña
lloraba sin parar mientras su madre, callada, impertérrita, la tenía
agarrada en brazos. El bebé seguía llorando. “¡Hay que ver esa madre,
que no cuida a su criatura y nos va a volver locos con tanto jaleo!”. Se
acercaron y vieron que la madre, con el bebé en brazos, estaba muerta.
Andrés
Fernández investigó durante seis años junto a María Isabel Brenes
nuevas fuentes documentales, sobre todo en archivos militares en la obra
‘1937. Éxodo Málaga-Almería’, que aporta el relato de los testimonios,
las pérdidas materiales y la presencia de los militares y jóvenes en
Almería tras llegar de Málaga. Cuenta Fernández que Bethune cifró el
éxodo en 150.000 personas, que Queipo de Llano se refería a “250.000
cobardes que huyen” y “nos parecía excesivo”, pero que la cifra
documentada son 300.000 personas que se van a la altura ya de
Vélez-Málaga. ¿Cuántos murieron? “La estimación es entre 5.000 y 10.000
muertos, pero es una cifra aproximada. Falta por investigar en los
archivos locales de los municipios afectados de tres provincias (Málaga,
Granada y Almería)”, precisa a El Confidencial.
“Los bombardeos
eran de día, por eso nosotros andábamos de noche porque de día morían y
yo agarrada a mi mamá que se lamentaba diciendo “¡Ay, que ya he pisado
uno!”, andaba otro trocito, “¡Ay, he pisado otro!”, y eso era todo el
camino… como estaba todo sembrado… porque se veían los muertos al andar
de noche… Luego hubo una parte de la carretera que ya no disparaban
tanto los barcos y nosotros seguimos hasta Almería”, rememora Josefa
Muñoz, nacida en 1927.
200 Testimonios
Otra de las obras
fundamentales para entender este trágico episodio de la historia es el
volumen ‘Yo estaba allí. Una historia oral de la Guerra Civil y el
franquismo en Málaga’ coordinada por el historiador Fernando Arcas,
profesor titular de Historia Contemporánea de la UMA, en la que se
recopilaron 200 testimonios de personas entre 85 y 104 años no solo
sobre el éxodo a Almería, sino sobre la situación política o de la
mujer.
“A la carretera de Málaga a Almería le pusieron de nombre
la carretera de la muerte porque el crucero Canarias empezó a cañonear y
a ametrallar la carretera con tantas criaturas que iban huyendo. ¡No
vea usted la cantidad de muertos que originó!”, contó José González
Moreno, nacido en 1924.
El testimonio de Carmen de los Ríos Pérez,
nacida en 1931 y fallecida en 2008, y recogido en el libro dirigido por
Fernández: “Cuando tiraban las bombas la gente decía ‘cuerpo a tierra’
había que hacerse el muerto, si no lo hacíamos nos mataban”. Cuando
pasaba un rato del bombardeo se oían miles de voces de las personas
llamándose unos a otros porque se perdían… Mamaaá, Antonio, Juaaaan.
Muchos de ellos no contestaban, estaban tirados, muertos, y otros niños
que se perdían o que sus padres estaban muertos, se unían a otras
gentes. El ruido de las bombas y esas voces siempre las tengo en la
cabeza y aún sueño con ello”.
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