lunes, 13 de febrero de 2017

Armas para la guerra


Armas para la guerra



Publicado por @nsanzo
SLAVYANGRAD.es


“Basta de una agresión rusa. Es hora de que paguen un precio más alto”.


Lindsey Graham, Senador de los Estados Unidos de América, Shirokino, 31 de diciembre de 2016.

Los movimientos de oposición a los que han dado lugar las acciones del nuevo Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no sólo han reunido en las calles a activistas y militantes comprometidos con las luchas progresistas. También han dado lugar a la movilización de los clásicos oportunistas, entre ellos la camarilla más reaccionaria del establishment estadounidense. A la cabeza de ésta, una vez más, personajes arquetípicos del belicismo local, John McCain y Lindsey Graham a la cabeza.

McCain y Graham lideran a quienes, desde el Congreso y el Senado, tratan de aprovechar la posición de debilidad del acosado Trump para conseguir lo que no habían obtenido del Presidente Obama: relanzar la guerra en Ucrania.

El 1 de febrero, actuando como Presidente del Comité de Servicios Armados del Senado, McCain remitió una ilustrativa carta al Presidente Trump en la que pedía el endurecimiento de la política estadounidense contra Rusia.

Sin pudor alguno ante la manipulación de los hechos [incluso Radio Free Europe habla del papel ucraniano en los sucesos recientes de Adveedka], en su misiva, el senador por Arizona vincula el recrudecimiento de las acciones militares en el Donbass al deseo del Kremlin de probar la paciencia estadounidense: “En la primera de lo que serán muchas pruebas para su nueva administración, Rusia y sus proxis lanzaron ataques contra fuerzas ucranianas esta semana, matando al menos a siete soldados ucranianos e hiriendo a decenas más“.




Y tratando de reforzar la sensación de ridículo que afecta al nuevo mandatario, McCain afirma que esa prueba llega apenas un día después de su primera conversación telefónica con Putin. “Que esta oleada de ataques comenzara el día después de que conversara con usted por teléfono es una clara indicación de que Vladimir Putin está moviéndose rápidamente para probarle como comandante en jefe. La respuesta de Estados Unidos tendrá consecuencias duraderas“, sostiene McCain.

El objetivo aparente de la carta es endurecer la política estadounidense y pedir “una respuesta fuerte y determinada” frente a Rusia. El senador por Arizona urge así a Trump a extender las sanciones puestas en marcha contra Rusia: “Mientras Rusia siga ocupando Crimea y desestabilice Ucrania, le imploro a que mantenga las actuales sanciones contra Rusia. Y sobre la base de los intentos de Rusia de injerencia en nuestras elecciones, le urjo a que amplíe las actuales sanciones contra Rusia“. Si no lo hace, McCain y sus apoyos republicanos, unidos de la mano con los halcones demócratas, amenazan con responder desde el Congreso y el Senado.

Pero aunque la misiva política de McCain pretende vincular su posición con la supuesta intervención militar rusa tras la conversación entre Trump y Putin, el discurso de los belicistas estadounidense era exactamente igual antes de que ésta tuviera lugar. El 10 de enero, Reuters informaba que diez senadores republicanos (John McCain, Lindsey Graham, Marco Rubio, Ben Sasse y Rob Portman, junto a los demócratas Ben Cardin, Robert Menendez, Jeanne Shaheen, Amy Klobuchar y Richard Durbin) impulsaban un proyecto legislativo para sancionar como ley las sanciones impuestas por Obama contra Rusia. Unas sanciones que, además, proponen extender para impedir nuevas inversiones de Rusia que pudieran ampliar sus recursos en gas y petróleo.

El 27 de enero, anticipándose a la inminente conversación entre los dos mandatarios, McCain publicaba una declaración en la que vertía la misma amenaza ante la posibilidad de que el nuevo presidente no reafirmara la política de sanciones: “Si no lo hace, trabajaré con mis colegas para codificar las sanciones contra Rusia en la ley”. Durante toda esa semana, las principales agencias y medios de comunicación estadounidense daban por hecho que las sanciones serían uno de los principales temas a tratar en la conversación. Algunos especulaban incluso con la posibilidad de que una parte de las sanciones fuera inmediatamente retirada. Como era de esperar Estados Unidos retiró las sanciones a Rusia ni ese fue el tema principal de la conversación, que previsiblemente se centró en la cuestión de Siria y la lucha contra el terrorismo.

La principal pretensión de la misiva de McCain del 1 de febrero no es consolidar unas sanciones que sabe que no están en verdadero riesgo. Su principal impulso es ampliar el apoyo militar a Ucrania. En su carta, McCain afirma que Trump debe facilitar a Ucrania la ayuda letal que requiere para “defenderse de los ataques”, usando para ello la autorización que han dado el Congreso y el Senado a la Presidencia de Estados Unidos: “En vista de los últimos ataques rusos y la perspectiva de una futura agresión contra Ucrania, le insto a que ejercite la autoridad que le otorga la Ley de Autorización de Defensa Nacional para el año fiscal 2017 para proporcionar ayuda letal defensiva a Ucrania para defender su territorio contra nuevas violaciones por Rusia y sus proxis separatistas“. Apelando a la historia de apoyo a movimientos de oposición a regímenes no del gusto de los halcones en EEUU, pidió ese nuevo compromiso de apoyo militar como parte de la “orgullosa historia” estadounidense de permitir a la “gente libre” defenderse.

El proyecto McCain-Graham no es de autodefensa sino de ofensiva. Junto a la demócrata Amy Klobuchar, Lindsey Graham y McCain estuvieron, el día de Nochevieja, en Shirokino junto a los componentes de una Brigada de marines ucranianos. Con traje de faena, Petro Poroshenko completaba la siniestra escena. Ahí Graham afirmó: “Vuestra batalla es nuestra batalla” y “2017 será el año de la ofensiva”. “Todos nosotros regresaremos a Washington y empujaremos el caso contra Rusia. Basta de una agresión rusa. Es hora de que paguen un precio más alto. Nuestra lucha no es con el pueblo ruso, sino con Putin. Nuestra promesa a ustedes es llevar su causa a Washington, informar al pueblo estadounidense de su valentía y hacer llegar el caso contra Putin al mundo “. Interviniendo a continuación, McCain sentenció: “Creo que vencerán. Estoy convencido de que vencerán y haremos todo lo que podamos para ofrecerles lo que necesitan para ganar”. En otras palabras: más armas y más peligrosas.

Unas armas que, según el nuevo presidente de Estados Unidos, podrían desembocar en una guerra de otra naturaleza. Tras la declaración conjunta de McCain-Graham del día 29 de enero, contra su propuesta de limitación de la inmigración, Trump lanzaba unos claros mensajes en Twitter. En ellos vinculaba directamente las críticas de los dos senadores con el comienzo de una Tercera Guerra Mundial.




La acentuación de los combates, forzada por la parte ucraniana para evitar cualquier acercamiento entre Rusia y Estados Unidos, abre una nueva fase en el conflicto en el que parece reaparecer el discurso que suele acompañar a la fase final de todo proyecto de acoso y derribo de los enemigos de la estrategia imperial. Un discurso en el que la defensa del rearme y del apoyo a la guerra vienen acompañados de mensajes apocalípticos sobre crisis humanitarias inminentes.

Una ocasión que el oportunista Andriy Parubiy no ha desaprovechado para enviar, a primeros de febrero, una carta a distintos Parlamentos de Occidente en las que denuncia a Rusia. En ella, manipulaba los hechos para hablar de una “situación crítica, cercana a un desastre humanitario” en Adveedka sólo para tratar hacer política a su favor: una misión armada de la OSCE en Donbass y sanciones más duras. Poco importa que el régimen de Kiev, Parubiy a la cabeza, haya demostrado siempre su desprecio por el bienestar de la población del Donbass, al este o el oeste de la línea de demarcación, o por la del resto de Ucrania.

Avdeevka ha sido un primer ejercicio en este intento de aprovechar la oportunidad Trump, un presidente que difícilmente será capaz de imponerse al sentimiento anti-Putin imperante en el establishment de Estados Unidos, vivo entre demócratas y republicanos, entre sorosianos y halcones neocons, entre los Kagan y las Nuland.

Un ejemplo de la reacción que cabe esperar a partir de ahora es la que expresión Nikki Haley, la nueva embajadora estadounidense ante la ONU. En su intervención ante el Consejo de Seguridad el 2 de febrero, Haley condenó a Rusia por “sus acciones agresivas” en el este de Ucrania y señaló que Estados Unidos “continúan condenando y apelando a un inmediato final de la ocupación rusa de Crimea”. Por si a alguien le quedaba alguna duda, reafirmó el compromiso con las sanciones: “Crimea es una parte de Ucrania. Nuestras sanciones relacionadas con Crimea permanecerán en vigor hasta que Rusia devuelva el control de la península a Ucrania”. Y no perdió la ocasión de señalar que “la grave situación en el este de Ucrania es tal que exige una condena clara y dura de las acciones rusas”.

El verdadero objetivo de los Lindsay o los McCain es restaurar una soberanía ucraniana que carece ya de legitimidad alguna en los territorios sometidos a la presión bélica y socioeconómica del régimen de Kiev. Castigando, de paso, a Putin y a Rusia. De ahí la apuesta por un contraataque que pudiera dar la victoria al régimen de Kiev.

Para ello son necesarias más armas. Más armas para la guerra. Conseguirlas es una tarea pendiente que exige el fracaso de un acercamiento Estados Unidos-Rusia en la que casi nadie realmente cree en el país del Tío Sam. Apenas, quizá, ese peculiar personaje llamado Donald Trump.

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