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Macri y Bachelet acercan Mercosur y la Alianza del Pacífico como respuesta a Trump
Carlos E. Cué
La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos está provocando un gran movimiento de fondo en toda Latinoamérica. Y Mauricio Macri parece estar en el centro de ese impulso. La semana pasada viajó a Brasilia y aseguró con Michel Temer a su lado que los dos gigantes sudamericanos iban a dar un “impulso histórico” al Mercosur. La semana que viene irá a España
entre otras cosas para acelerar el acuerdo UE-Mercosur que lleva 15
años parado. Mariano Rajoy está muy dispuesto a apoyarle en esa tarea. Y
el domingo por la noche, para rematar la jugada, Macri se fue a Colina,
cerca de Santiago de Chile, para reunirse con Michelle Bachelet e
impulsar desde allí un acercamiento entre Mercosur y la Alianza del Pacífico, el otro gran acuerdo económico de Latinoamérica que lideran México, Colombia, Perú y Chile.
Mientras los Kirchner estaban al frente de Argentina y el Partido de los Trabajadores
gobernaba Brasil, Mercosur y la Alianza del Pacífico se miraron con
recelo. Esta última era la estrella ascendente de la ortodoxia y el
libre comercio frente al más proteccionista Mercosur. Pero la llegada de
Macri, y ahora de Temer, cambió las cosas.
El argentino ya asistió como observador a la última cumbre, precisamente en Chile, donde fue la gran estrella con el peruano Pedro Pablo Kuczynski, que aún no había asumido, y anunció su intención de estrechar lazos. La llegada de Trump ha acelerado los tiempos y todos los países latinoamericanos, que en buena parte viven de la exportación de materias primas, buscan alternativas por si Trump cumple sus promesas y empieza a cerrar sus fronteras a los productos de otros territorios.
Macri y Bachelet, que en este momento presiden las dos alianzas clave de Latinoamérica, han organizado para abril una reunión en Buenos Aires de cancilleres de Mercosur y la Alianza del Pacífico que supone un hito y podría abrir el paso a una fusión en el futuro. Aún persisten muchas dificultades por las diferentes políticas económicas –Chile tiene acuerdos de libre comercio con 180 países del mundo, algo parecido sucede en Perú o Colombia, Argentina y Brasil son dos economías muy cerradas y los argentinos viajan a Santiago para comprar ropa más barata en cadenas internacionales como H&M, que nunca se instaló en Buenos Aires- pero la voluntad política de acercamiento es muy evidente y el giro ideológico en Argentina y Brasil también.
Nadie quiere enfrentarse directamente a Trump, y de hecho Macri formalmente busca una buena relación. Esta misma semana mantuvo una conversación con el vicepresidente, Michael Pence. Pero la preocupación es evidente. Latinoamérica está en pleno giro aperturista y Trump va en el sentido contrario. El comunicado conjunto deja claro el rechazo a las políticas de EEUU: “Las tendencias proteccionistas observadas a nivel internacional se contradicen con el esfuerzo para alcanzar el crecimiento sostenible y el desarrollo inclusivo”. Mercosur acaba de despejar la única oposición real a este acercamiento con la más liberal Alianza del Pacífico: la Venezuela de Nicolás Maduro ha sido suspendida del grupo con el impulso de Temer y Macri, aunque el mayor promotor de su expulsión era el conservador paraguayo Horacio Cartes.
Macri y Bachelet se encontraron en Chile por un asunto especialmente simbólico: la conmemoración de los 200 años del cruce de los Andes del general San Martín, que primero capitaneó la liberación de Argentina y después la de Chile con una osada operación militar a través de una de las cordilleras más altas del planeta. En Colina, donde se produjo la batalla clave de Chacabuco, Bachelet lanzó un mensaje de unidad frente a Trump: “En días en que el planeta vive segregación, xenofobia y proteccionismo, Chile y Argentina inician un camino de colaboración”, remató.
Argentina y Chile son dos vecinos con relaciones en ocasiones complicadas –tuvieron en el pasado disputas por los territorios patagónicos- y con dos modelos económicos casi opuestos: el chileno, heredero de Pinochet, es muy liberal, con educación universitaria pública de pago –a Bachelet le está costando cumplir su promesa de aumentar la gratuidad-, pensiones privadas y sindicatos débiles. Argentina tiene educación superior gratuita y pensiones públicas y sindicatos omnipresentes. Chile tiene una inflación del 3% en 2016 y Argentina del 40%. Pero ambos se van acercando poco a poco –Chile aumenta lentamente el peso del Estado mientras Argentina lo reduce e inicia una lenta apertura- y han iniciado una nueva etapa de acercamiento. La llegada de Trump está provocando que el resto del mundo se una para hacer frente a su proteccionismo.
El argentino ya asistió como observador a la última cumbre, precisamente en Chile, donde fue la gran estrella con el peruano Pedro Pablo Kuczynski, que aún no había asumido, y anunció su intención de estrechar lazos. La llegada de Trump ha acelerado los tiempos y todos los países latinoamericanos, que en buena parte viven de la exportación de materias primas, buscan alternativas por si Trump cumple sus promesas y empieza a cerrar sus fronteras a los productos de otros territorios.
Macri y Bachelet, que en este momento presiden las dos alianzas clave de Latinoamérica, han organizado para abril una reunión en Buenos Aires de cancilleres de Mercosur y la Alianza del Pacífico que supone un hito y podría abrir el paso a una fusión en el futuro. Aún persisten muchas dificultades por las diferentes políticas económicas –Chile tiene acuerdos de libre comercio con 180 países del mundo, algo parecido sucede en Perú o Colombia, Argentina y Brasil son dos economías muy cerradas y los argentinos viajan a Santiago para comprar ropa más barata en cadenas internacionales como H&M, que nunca se instaló en Buenos Aires- pero la voluntad política de acercamiento es muy evidente y el giro ideológico en Argentina y Brasil también.
Nadie quiere enfrentarse directamente a Trump, y de hecho Macri formalmente busca una buena relación. Esta misma semana mantuvo una conversación con el vicepresidente, Michael Pence. Pero la preocupación es evidente. Latinoamérica está en pleno giro aperturista y Trump va en el sentido contrario. El comunicado conjunto deja claro el rechazo a las políticas de EEUU: “Las tendencias proteccionistas observadas a nivel internacional se contradicen con el esfuerzo para alcanzar el crecimiento sostenible y el desarrollo inclusivo”. Mercosur acaba de despejar la única oposición real a este acercamiento con la más liberal Alianza del Pacífico: la Venezuela de Nicolás Maduro ha sido suspendida del grupo con el impulso de Temer y Macri, aunque el mayor promotor de su expulsión era el conservador paraguayo Horacio Cartes.
Macri y Bachelet se encontraron en Chile por un asunto especialmente simbólico: la conmemoración de los 200 años del cruce de los Andes del general San Martín, que primero capitaneó la liberación de Argentina y después la de Chile con una osada operación militar a través de una de las cordilleras más altas del planeta. En Colina, donde se produjo la batalla clave de Chacabuco, Bachelet lanzó un mensaje de unidad frente a Trump: “En días en que el planeta vive segregación, xenofobia y proteccionismo, Chile y Argentina inician un camino de colaboración”, remató.
Argentina y Chile son dos vecinos con relaciones en ocasiones complicadas –tuvieron en el pasado disputas por los territorios patagónicos- y con dos modelos económicos casi opuestos: el chileno, heredero de Pinochet, es muy liberal, con educación universitaria pública de pago –a Bachelet le está costando cumplir su promesa de aumentar la gratuidad-, pensiones privadas y sindicatos débiles. Argentina tiene educación superior gratuita y pensiones públicas y sindicatos omnipresentes. Chile tiene una inflación del 3% en 2016 y Argentina del 40%. Pero ambos se van acercando poco a poco –Chile aumenta lentamente el peso del Estado mientras Argentina lo reduce e inicia una lenta apertura- y han iniciado una nueva etapa de acercamiento. La llegada de Trump está provocando que el resto del mundo se una para hacer frente a su proteccionismo.
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