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Macri, el Ibex 35 y el orden natural de las cosas - OMAL
“No
se sale del populismo de un día para el otro. Es un proceso de
purificación”. Con esta contundencia se manifestaba el viernes pasado el
presidente de Argentina, Mauricio Macri, en el foro organizado por el
Grupo PRISA en Madrid con el título Invertir en Argentina. Toda
una declaración de intenciones por parte de quien ha demostrado una
férrea voluntad de devolver a su país a la “correcta y respetable” senda
del neoliberalismo desregulado. Senda que, sin ir más lejos, ya mostró
su verdadero rostro en la crisis de 2001, motivando la irrupción en
nuestras vidas del término “corralito”, el desempleo galopante o la
defunción por colapso de algunos de los principales ejes de protección
social.
La purificación, en este contexto, parece pasar por devolver a Argentina a un contexto de dominación indisimulada por parte de las grandes corporaciones extranjeras, en connivencia con las élites locales. Los negocios, lo primero, como algunos piensan que está establecido en el orden natural de las cosas. El resto, el abismo. Asistimos así al intento de revancha de las derechas más reaccionarias de América Latina, que vuelven reclamando lo que consideran que les pertenece por derecho propio.
En busca de inversión extranjera
El presidente argentino ha estado de gira por el Estado español tratando de vender a las instancias político-empresariales del país las virtudes de su Gobierno de cara a la atracción de inversión extranjera. Para ello, ha utilizado un discurso muy explícito: ha decretado el fin de la era de la inseguridad jurídica, las nacionalizaciones y lo que ha llamado el “despelote que armamos tantos años”. El diario El País reseña en su edición digital las risas cómplices de las personas asistentes ante la expresión pretendidamente jocosa del mandatario. No en vano, tanto el público como los ponentes que compartieron panel con Macri a lo largo de estas jornadas son distinguidas personalidades de la política y de algunas de las principales multinacionales de matriz española: BBVA, Indra, Albertis, Telefónica y lo más granado del Ibex 35.
La confluencia de intereses y voluntades es clara: Macri desea fervientemente reavivar el desembarco transnacional en Argentina, y las multinacionales españolas esperan como agua de mayo un retorno al “orden natural de las cosas”. Un orden en el que la acción de gobierno, el ejercicio democrático, la defensa de la soberanía o la preservación, tímida incluso, de las condiciones de vida de las mayorías sociales se subordinen al plácido discurrir de los negocios entre élites. En palabras de Francisco González, presidente del BBVA, quien no ha ocultado su optimismo: “Lo importante es que este Ejecutivo tenga el tiempo suficiente para hacer las cosas. El destrozo de los últimos años ha sido muy grande y necesita tiempo. Es importante que el próximo Gobierno, sea este u otro, se incorpore a esa política”.
El Gobierno español tampoco es ajeno a este renovado estado de ánimo que parece acompañar las relaciones con el país sudamericano. Junto al presidente argentino, en las jornadas han participado los ministros Luis de Guindos y Alfonso Dastis, conformando una representación de primer nivel. Lejos quedan los tiempos en los que José Manuel Soria atacaba furiosa y públicamente al Gobierno argentino por la nacionalización de YPF en 2012. Entiende el Ejecutivo de Rajoy que los intereses de las empresas españolas están garantizados con Macri, y quiere hacerlo valer. Por cierto, no es este el único nexo que une a Soria con el presidente argentino: ambos figuran como titulares de sociedades offshore en “los papeles de Panamá”.
Recuperar el acuerdo UE-Mercosur
Uno de los elementos fundamentales que está sobre la mesa en la agenda de estas nuevas derechas latinoamericanas es la reversión radical de la institucionalidad para la integración regional impulsada, en sus diferentes variantes, por los gobiernos progresistas de la región los últimos 15 años. Macri se encuentra en primera línea de esta batalla, preconizando el retorno a aquel “regionalismo abierto” que dominó durante la década de los 90 del siglo pasado, y que tenía como principal objetivo la profundización en la apertura y la desregulación de los flujos de inversión transnacional hacia los países de la zona. Se trata de articular vías de consolidación de una arquitectura jurídico-política cada vez más presente en el debate internacional, con ejemplos como el TTIP, el TISA y el CETA, acuerdo recientemente aprobado por el Parlamento Europeo con el voto a favor de la gran coalición de conservadores, liberales y socialdemócratas.
En América Latina, uno de los principales ejes de articulación de los tratados de comercio e inversión pasa por la ya dilatada trayectoria de negociación del Acuerdo de Asociación UE-Mercosur. Este proceso se detuvo en seco en 2004 con la asunción de la presidencia de Brasil por parte de Lula da Silva, que no aceptó algunos de los elementos de asimetría más marcados en los términos del acuerdo. Desde entonces, el proceso ha languidecido bajo una situación de congelación de facto, hasta que Mauricio Macri y Michel Temer, en Brasil, han irrumpido en escena. El carácter flagrantemente antidemocrático del actual Ejecutivo brasileño no parece suponer un obstáculo para la reactivación de las negociaciones, que ya se van anunciando públicamente, aún de manera muy embrionaria. Por su parte, para facilitar el camino, el Gobierno argentino ha apostado fuerte por la exclusión de Venezuela del Mercosur.
La visita del presidente argentino al Estado español tiene entre sus principales objetivos acelerar la puesta en marcha de este proceso, para lo cual el Gobierno español, como no podía ser de otra manera, ya ha mostrado una disposición favorable. Las nuevas derechas comprenden el rol fundamental que juegan este tipo de tratados a la hora de conformar las relaciones económicas —y también políticas— a nivel global, y buscan avanzar lo más rápido posible en su imposición con el fin de evitar posibles pasos atrás derivados de eventuales cambios en la correlación de fuerzas en la región. Nada que no conozcamos en Europa: la entrada provisional en vigor de la práctica totalidad del CETA tras su aprobación por la Eurocámara el pasado 15 de febrero —pese a estar pendiente la fase nacional de ratificación por parte de cada uno de los Estados miembros—, responde a esta misma lógica de hechos consumados y ausencia de criterios democráticos.
Ante ello, el panorama que ejemplifica la visita de Macri nos obliga a defender con más ahínco la construcción de alternativas y la generación de redes aquí y allá. Señalar al Gobierno español y a unas empresas multinacionales que avalan un proceso político manifiestamente regresivo; denunciar la visita oficial, tal y como se ha hecho, en la calle y en las instituciones, exigiendo a su vez la libertad de Milagros Sala como icono del carácter antipopular del actual Gobierno argentino. En definitiva, luchar por no normalizar lo que no puede ser normalizado, explicitar que el estado natural de los negocios conculca derechos y que, lejos de asumirlo, hay que trascenderlo.
Gorka Martija (@TMcMartiman) es investigador del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) – Paz con Dignidad.
La purificación, en este contexto, parece pasar por devolver a Argentina a un contexto de dominación indisimulada por parte de las grandes corporaciones extranjeras, en connivencia con las élites locales. Los negocios, lo primero, como algunos piensan que está establecido en el orden natural de las cosas. El resto, el abismo. Asistimos así al intento de revancha de las derechas más reaccionarias de América Latina, que vuelven reclamando lo que consideran que les pertenece por derecho propio.
En busca de inversión extranjera
El presidente argentino ha estado de gira por el Estado español tratando de vender a las instancias político-empresariales del país las virtudes de su Gobierno de cara a la atracción de inversión extranjera. Para ello, ha utilizado un discurso muy explícito: ha decretado el fin de la era de la inseguridad jurídica, las nacionalizaciones y lo que ha llamado el “despelote que armamos tantos años”. El diario El País reseña en su edición digital las risas cómplices de las personas asistentes ante la expresión pretendidamente jocosa del mandatario. No en vano, tanto el público como los ponentes que compartieron panel con Macri a lo largo de estas jornadas son distinguidas personalidades de la política y de algunas de las principales multinacionales de matriz española: BBVA, Indra, Albertis, Telefónica y lo más granado del Ibex 35.
La confluencia de intereses y voluntades es clara: Macri desea fervientemente reavivar el desembarco transnacional en Argentina, y las multinacionales españolas esperan como agua de mayo un retorno al “orden natural de las cosas”. Un orden en el que la acción de gobierno, el ejercicio democrático, la defensa de la soberanía o la preservación, tímida incluso, de las condiciones de vida de las mayorías sociales se subordinen al plácido discurrir de los negocios entre élites. En palabras de Francisco González, presidente del BBVA, quien no ha ocultado su optimismo: “Lo importante es que este Ejecutivo tenga el tiempo suficiente para hacer las cosas. El destrozo de los últimos años ha sido muy grande y necesita tiempo. Es importante que el próximo Gobierno, sea este u otro, se incorpore a esa política”.
El Gobierno español tampoco es ajeno a este renovado estado de ánimo que parece acompañar las relaciones con el país sudamericano. Junto al presidente argentino, en las jornadas han participado los ministros Luis de Guindos y Alfonso Dastis, conformando una representación de primer nivel. Lejos quedan los tiempos en los que José Manuel Soria atacaba furiosa y públicamente al Gobierno argentino por la nacionalización de YPF en 2012. Entiende el Ejecutivo de Rajoy que los intereses de las empresas españolas están garantizados con Macri, y quiere hacerlo valer. Por cierto, no es este el único nexo que une a Soria con el presidente argentino: ambos figuran como titulares de sociedades offshore en “los papeles de Panamá”.
Recuperar el acuerdo UE-Mercosur
Uno de los elementos fundamentales que está sobre la mesa en la agenda de estas nuevas derechas latinoamericanas es la reversión radical de la institucionalidad para la integración regional impulsada, en sus diferentes variantes, por los gobiernos progresistas de la región los últimos 15 años. Macri se encuentra en primera línea de esta batalla, preconizando el retorno a aquel “regionalismo abierto” que dominó durante la década de los 90 del siglo pasado, y que tenía como principal objetivo la profundización en la apertura y la desregulación de los flujos de inversión transnacional hacia los países de la zona. Se trata de articular vías de consolidación de una arquitectura jurídico-política cada vez más presente en el debate internacional, con ejemplos como el TTIP, el TISA y el CETA, acuerdo recientemente aprobado por el Parlamento Europeo con el voto a favor de la gran coalición de conservadores, liberales y socialdemócratas.
En América Latina, uno de los principales ejes de articulación de los tratados de comercio e inversión pasa por la ya dilatada trayectoria de negociación del Acuerdo de Asociación UE-Mercosur. Este proceso se detuvo en seco en 2004 con la asunción de la presidencia de Brasil por parte de Lula da Silva, que no aceptó algunos de los elementos de asimetría más marcados en los términos del acuerdo. Desde entonces, el proceso ha languidecido bajo una situación de congelación de facto, hasta que Mauricio Macri y Michel Temer, en Brasil, han irrumpido en escena. El carácter flagrantemente antidemocrático del actual Ejecutivo brasileño no parece suponer un obstáculo para la reactivación de las negociaciones, que ya se van anunciando públicamente, aún de manera muy embrionaria. Por su parte, para facilitar el camino, el Gobierno argentino ha apostado fuerte por la exclusión de Venezuela del Mercosur.
La visita del presidente argentino al Estado español tiene entre sus principales objetivos acelerar la puesta en marcha de este proceso, para lo cual el Gobierno español, como no podía ser de otra manera, ya ha mostrado una disposición favorable. Las nuevas derechas comprenden el rol fundamental que juegan este tipo de tratados a la hora de conformar las relaciones económicas —y también políticas— a nivel global, y buscan avanzar lo más rápido posible en su imposición con el fin de evitar posibles pasos atrás derivados de eventuales cambios en la correlación de fuerzas en la región. Nada que no conozcamos en Europa: la entrada provisional en vigor de la práctica totalidad del CETA tras su aprobación por la Eurocámara el pasado 15 de febrero —pese a estar pendiente la fase nacional de ratificación por parte de cada uno de los Estados miembros—, responde a esta misma lógica de hechos consumados y ausencia de criterios democráticos.
Ante ello, el panorama que ejemplifica la visita de Macri nos obliga a defender con más ahínco la construcción de alternativas y la generación de redes aquí y allá. Señalar al Gobierno español y a unas empresas multinacionales que avalan un proceso político manifiestamente regresivo; denunciar la visita oficial, tal y como se ha hecho, en la calle y en las instituciones, exigiendo a su vez la libertad de Milagros Sala como icono del carácter antipopular del actual Gobierno argentino. En definitiva, luchar por no normalizar lo que no puede ser normalizado, explicitar que el estado natural de los negocios conculca derechos y que, lejos de asumirlo, hay que trascenderlo.
Gorka Martija (@TMcMartiman) es investigador del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) – Paz con Dignidad.
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