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LA MANIPULACIÓN A TRAVÉS DE LAS EMOCIONES
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Boulevard Voltaire: Un nuevo concepto político-lingüístico está actualmente acaparando mucha atención: la “posverdad”. Habría pues una “ante-verdad”? ¿Qué significa todo esto?
Alain de Benoist: La “posverdad” (posverdad), de hecho, fue escogida en 2016 como la “palabra del año” por el Diccionario Oxford. El término apareció en los EE.UU. en la estela de la “French Theory” [“Teoría francesa”] a principios de 1990, cuando autores como Michel Foucault y Jacques Derrida comenzaron a desacreditar la noción de verdad como un “gran narrativa”, en la que no se podía creer más. En el proceso, un cierto número de periodistas ha creído posible liberarse de su deber de neutralidad frente a los acontecimientos. La palabra ha sido luego popularizada en 2004 con el libro de Ralph Keyes, “The Post-Truth Era” [“La era posverdad”].
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La “posverdad” no es la mentira sino la indiferencia a la distinción entre la mentira y la verdad. La era “posverdad” (o “posfactual”) designa un período en el cual los hechos objetivos cuentan menos que la emoción para modelar a la opinión pública. En esta óptica, el papel de las víctimas deviene esencial. La imagen difundida por todas partes del pequeño Aylan, ahogado en las costas del Mediterráneo, que se utilizó inmediatamente como un argumento en favor de la acogida de los inmigrantes, es un ejemplo típico. Al suspender el juicio, la emoción permite la manipulación.
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A.d.B.: Este es otro aspecto de la cuestión.
El periodismo profesional por mucho tiempo se suponía que tenía que recoger la verdad pública, pero eso ya no es el caso. Todos las encuestas de opinión revelan una creciente desconfianza frente a los principales medios: prensa de papel, radio, televisión. La gente comprende que lo que se les dice no coincide con lo que ven. Dado que los propietarios de los periódicos no son periodistas, sino multimillonarios, se volvieron conscientes de las connivencias incestuosas que unen a los medios de comunicación con las élites financieras y políticas, todas salidas del mismo medio sociológico, todos igualmente desacreditados. Pero en lugar de interrogarse sobre las causas de esta desconfianza de la que son objeto, los grandes medios de comunicación prefieren denunciar a las fuentes alternativas de información como fundadas sobre el rumor y la mentira. Después haber ejercido una clericatura rica en anatemas, en poner en el índice y en excomuniones, se presentan como guardianes de los hechos y pretenden decir lo que hay que creer. La creación de mistificaciones del género “Decodex” o “FactCheck” no tiene otro origen. Es en este contexto que están atacando a la “posverdad”.
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A.d.B.: La objetividad absoluta es imposible porque nadie habla a partir de ninguna parte, pero al menos podemos tender a la honestidad. La noción de verdad es, durante siglos, objeto de un amplio debate filosófico. A menudo se la define, erróneamente en mi opinión, como sinónimo de la conformidad con los hechos: existirían por un lado los hechos, y por el otro los juicios de valor. Es olvidar que nuestro cerebro jamás percibe hechos en bruto, sino hechos asociados con interpretaciones que, por sí solas, pueden darles un sentido. Nuestras estructuras cognitivas no nos llevan a buscar hechos, sino a buscar el significado, y por lo tanto a hacer una selección espontánea entre las informaciones con arreglo a aquello que ya pensamos, y más generalmente a las exigencias de nuestro ecosistema mental. Esta es la razón por la que la “posverdad” aún tiene buenos tiempos por delante.
(Fuente: http://www.bvoltaire.fr/; traducción: https://paginatransversal.wordpress.com/)
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