Los detalles del asalto brutal de Monsanto a la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC)
Por Claire Robinson,
La semana pasada hubo en el Parlamento Europeo un importante debate
sobre los riesgos para la salud del glifosato. Uno de los
desencadenantes de este debate y de las investigaciones parlamentarias
posteriores que pueden seguir a este debate, fueron las revelaciones
sobre la “guerra contra la Ciencia” emprendida por Monsanto, que han
sido publicadas por el diario francés Le Monde.
En una investigación publicada en dos partes por Le Monde,
los periodistas Stéphane Foucart y Stéphane Horel detallaron los
ataques que la Empresa Monsanto está llevando a cabo contra la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC), de la Organización Mundial de la Salud,
y que fue el organismo que metió al gato entre las palomas cuando
concluyó que el glifosato era posiblemente carcinógeno para lo seres
humanos.
La dureza y duración de estos ataques no tiene
precedentes, según el director de la IARC. Y no hay muestras de que
vayan a disminuir. De hecho, tan pronto como los miembros del Parlamento
Europeo mostraron su descontento con el proceso de aprobación del
glifosato, la agencia de noticias Reuters publicó un artículo que contenía acusaciones contra la persona que presidió la revisión del glifosato por parte de la IARC.
Y rápidamente, la reportera de Reuters Kate
Kelland recibió un material seleccionado por parte de Monsanto y publicó
un artículo que daba lugar a falsas interpretaciones. Y también resultó
que un “científico no dependiente de Monsanto”, en el que Kelland se
había basado para redactar el artículo, era en realidad un consultor
pagado por Monsanto.
En una crítica devastadora al artículo de Kelland realizado por la ex periodista de Reuters Carey Gillam, se señalaba que estos ataques debían ser vistos como “parte
del esfuerzo continuo y cuidadosamente orquestado por Monsanto y la
Industria de los plaguicidas para desacreditar el trabajo de la IARC”.
Y lo que la investigación de Le Monde deja claro es que estos ataques mediáticos son simplemente un asalto brutal y multifacético que está librando Monsanto.
A continuación presentamos un resumen de la primera parte de la investigación de Le Monde.
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Los ataques de Monsanto a la IARC comenzaron en
marzo de 2015, cuando la Agencia publicó su informe en el que
clasificaba al glifosato, el principal componente del herbicida Roundup,
como genotóxico (dañino para el ADN), carcinógeno para los animales y
un “probable carcinógeno” para los seres humanos.
Fue una mala noticia para una Empresa que ha
construido su fortuna vendiendo el herbicida Roundup y las semillas
modificadas genéticamente Roundup Ready, que van asociadas al herbicida.
Determinada a defender su producto insignia, el gigante de los
plaguicidas se comprometió a dañar la imagen de la Agencia del Cáncer de
las Naciones Unidas por cualquier medio posible.
Como resultado, a pesar de que la Agencia ya
había recibido ataques con anterioridad, según su director, Chistopher
Wild, no se conoció nada parecido a esta ofensiva brutal dirigida contra
ellos por Monsanto.
Wild dijo a Le Monde: “Esta vez somos el objetivo de una campaña orquestada, a gran escala y de duración no vista con anterioridad”.
“Durante los últimos años un furioso ataque
se ha dirigido contra la institución que dirige: la credibilidad e
integridad de su trabajo está siendo cuestionada, sus expertos
denigrados y acosados por abogados y sus fondos mermados”. Durante
casi medio siglo, la IARC ha sido acusada, bajo los auspicios de la
Organización Mundial de la Salud (OMS), de elaborar un inventario de
carcinógenos, pero ahora la respetable agencia comienza a vacilar bajo
semejante asalto.
La campaña de Monsanto se inició con el grito
de guerra lanzado cuando la IARC publicó su veredicto sobre el
glifosato: “Ciencia basura”, y que el resultado fue una selección de
datos, basada en un “sesgo orientado por una determinada agenda”, lo que llevó a una decisión que se tomó después “de reuniones que sólo duraron una semana”.
Esto es una tontería, como bien sabe Monsanto.
La “reunión de una semana” fue simplemente la conclusión de un año de
trabajos sobre el tema, en el que participó un destacado grupo de
expertos.
Monsanto incluso tuvo su propio observador en
esa reunión final, quien pudo asegurar que todo se había hecho
correctamente. De hecho, incluso se dijo que sus aportaciones habían
sido bien recibidas, de manera amistosa e interesada. Lo sabemos porque
su relato de dicha reunión aparece en los llamados “papeles de
Monsanto”, documentos internos de la Empresa publicados a principios de
2017 en el curso de las demandas judiciales que han presentado las
víctimas de cáncer en los Estados Unidos.
Pero para Monsanto, la denigración de la IARC
fue sólo el comienzo de las operaciones. En los meses posteriores,
miembros del panel sobre el glifosato de la IARC recibieron cartas de
varios bufetes de abogados de Monsanto. Estos les conminaron a que
entregasen todos los archivos relacionados con su trabajo sobre el
glifosato. La patóloga Consolato Maria Sergi, profesora de la
Universidad de Alberta, Canadá, describió la carta que recibió no
solamente como una falta de cortesía, sino como de “intimidación y
nociva”, de forma deliberada. Dijo a los abogados de Monsanto: “Considero
que su carta es perniciosa, porque de manera maliciosa trata de crear
ansiedad y aprensión en el grupo independiente de expertos”.
A los estadounidenses miembros del grupo de la
IARC no les fue mejor. Aquellos que trabajaban para los Institutos
Nacionales de Salud (NIH), la Agencia de Protección Ambiental de
California (CalEPA), la Universidad de Texas A & M y la Universidad
Estatal de Mississippi, no sólo vieron sus instituciones sometidas a la
Ley de Libertad de Información (FOIA), que permite a los ciudadanos
solicitar el acceso a documentos de organismos públicos y de sus
funcionarios, sino que también se encontraron con citas de los abogados
de Monsanto, como parte de los procedimientos legales en curso
relacionados con el glifosato.
Foucart y Horel se preguntan si el objetivo de
estas maniobras de intimidación es tratar de silenciar la crítica.
Señalan que los científicos de renombre mundial, que suelen estar
dispuestos a las peticiones de los medios de comunicación, no
respondieron a las investigaciones de Le Monde, ni siquiera a las
solicitudes de conversaciones informales. Algunos estaban de acuerdo,
pero sólo a condición de hablar con los periodistas en una línea privada
fuera del horario de oficina.
Atacando la financiación de la IARC
Otra línea de ataque contra la IARC ha llegado a
través de los aliados de Monsanto en el Congreso de los Estados Unidos.
Foucart y Horel informan que un miembro de la Cámara de Representantes,
que preside la Comisión Estatal de Control y Reforma, el republicano
Jason Chaffetz, escribió al director de los Institutos Nacionales de
Salud, Francis Collins, el 26 de septiembre de 2016, donde Chaffetz dijo
que quería tener todos los detalles y la justificación de la IARC, “una sustancial contribución por parte de los contribuyentes”, a través de los NIH.
La intervención de Chaffetz fue aclamada por el
Consejo Americano de Química (ACC), una poderosa organización de
presión de la cual Monsanto forma parte.
Mientras tanto, CropLife International,
otro poderoso grupo de presión mundial de las Empresas de semillas y
plaguicidas, como Monsanto, se puso en contacto con algunos de los
veinticinco Estados miembro del Consejo de Gobierno de la IARC para
quejarse de la calidad del trabajo de la Agencia. Estos Estados
contribuyen con alrededor del 70% del presupuesto total de la IARC.
El misterioso señor Watts
Pero no sólo fueron los abogados y los grupos de presión de Monsanto los que empezaron a actuar. Según Le Monde: “A
lo largo de 2016, personajes como salidos de una novela de John Le
Carré hicieron acto de presencia en esta saga del glifosato”.
En el mes de junio, un tal Sr Watts, que se
presentó algunas veces como periodista, apareció en una conferencia de
la IARC tratando de sacar información detallada del funcionamiento y
financiación de la IARC. Unos meses más tarde, este mismo personaje, que
recordaba a las figuras sombrías que trabajan para los servicios de
inteligencia, reaparecía en la conferencia anual del Instituto
Ramazzini, en Bolonia, Italia. El Instituto Ramazzini había anunciado
que también iba a llevar a cabo un estudio de carcinogenicidad del
glifosato, y Christopher Watts ahora quería saber todo sobre el
funcionamiento del Instituto y sus fuentes de financiación.
Watts utilizó una dirección de correo
electrónico que terminaba con “@economist.com”, y así la gente asumía
sin más que trabajaba para The Economist. Cuando fue preguntado, Watts dijo que trabajaba para Economist Intelligence Unit (EIU), una filial de consultoría de The Economist. Aunque la EIU afirmó después que Watts “estaba trabajando en un artículo para The Economist”, la redacción del semanario dijo a Le Monde: “No hay nadie con ese nombre entre nuestro personal”.
Foucart y Horel lograron relacionarlo con una empresa, una que dice fue creada a finales de 2014: Corporate Intelligence Advisory Company.
El Sr Watts, cuya dirección se encuentra en Albania, de acuerdo con los
documentos administrativos, no quiso responder a las preguntas de Le Monde.
Christopher Watts no fue el único interesado de
repente en los procedimientos y la financiación de la IARC. En los
meses posteriores, varios individuos que se presentaron como
periodistas, investigadores independientes o que formaban parte de
bufetes de abogados, preguntaron a los científicos e investigadores
relacionados con el trabajo de la IARC, buscando unas similitudes
específicas.
Robo de identidad
Según Le Monde, una de estas personas,
Miguel Santos-Neves, que trabaja para Ergo, una empresa de información
económica con sede en Nueva York, ha sido pillado por el sistema
judicial estadounidense por robo de identidad. Como informó The New York
Times en julio de 2016, el señor Santos-Neves investigó en nombre de
Uber a una persona que estaba en dispuesta con la Empresa, y desacreditó
su valía profesional con falsas pretensiones. La empresa Ergo no
respondió a las preguntas de Le Monde.
Otras dos organizaciones de dudosa reputación también apuntaron a la IARC y al Instituto Ramazzini: el Instituto Legal de Energía y Medio Ambiente (E&E Legal), que pretende “responsabilizar
a aquellos que persiguen una excesiva regulación gubernamental basada
en formulaciones políticas impulsados por la agenda Ciencia e Histeria”;
y la Free Market Environmental Law Clinic, que busca “dar un contrapeso al movimiento ambiental que fomenta un régimen regulador económicamente destructivo para los Estados Unidos”.
Según el artículo de Le Monde, estos dos
equipos han iniciado no menos de 17 solicitudes de acceso a documentos
de los NIH y la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos.
Es lo que Le Monde denomina “guerrilla legal, burocrática e intrusiva”, exigiendo
la correspondencia de los funcionarios estadounidenses que contuviese
los términos “IARC” y “glifosato”. También han pedido detalles sobre
becas, subvenciones y otras relaciones financieras y no financieras
entre las Agencias de los Estados Unidos, la IARC, cientos científicos y
el Instituto Ramazzini.
Ambas organizaciones están encabezadas por la
misma persona, David Schnare, un escéptico del cambio climático conocido
por su acoso a los científicos del clima. El infame ex vendedor de
Monsanto y miembros de grupos de presión sobre el tabaco, Steven J. Milloy, también forma parte de todos estos preparativos, según Le Monde.
Ataque de los medios de comunicación
También se ha producido un ataque mediático contra la IARC, sobre todo en The Hill, un sitio de noticias que Le Monde describe como de lectura obligatoria para los políticos de Washington. Los autores de estos artículos provienen de “un escuadrón de propagandistas, que tienen estrechos lazos con las empresas agroquímicas o grupos conservadores, tales como el Heartland Institute
o el George C. Marshall Institute, conocidos por su papel en crear un
ambiente de escepticismo en torno al cambio climático, según US Right to Know (USRTK) “.
Estos autores no sólo insisten en los mismos argumentos sino que a veces utilizan exactamente las mismas frases: “la ciencia de mala calidad” de la IARC es criticada; una agencia consumida por conflictos de interés, “ampliamente criticada”, sin que se diga quién.
Foucart y Horel también revelan una campaña de Monsanto en los
medios sociales. Esto es algo que los abogados que están involucrados en
los procedimientos judiciales sobre el glifosato y el cáncer abiertos
en los Estados Unidos han descubierto. “No dejes que nada se escape”
Los Ejecutivos de Monsanto han revelado un programa confidencial llamado “No dejes que nada se escape”, que
tiene como objetivo asegurarse de que no haya críticas en la prensa que
no queden sin respuesta. De acuerdo con informes de los abogados de los
demandantes, Monsanto utiliza terceras empresas que “emplean a
personas que parecen no tener conexiones con la Industria, que a su vez
publican comentarios positivos en artículos y publicaciones de Facebook,
defendiendo a Monsanto, sus productos químicos y los transgénicos”.
A finales de enero de 2017, el Consejo Estadounidense de Química también abrió un frente en las redes sociales para dirigirse directamente contra la IARC. Su campaña Precisión en la Investigación en Salud Pública (CAPHR) usó Twiter y un sitio web para ridiculizar las conclusiones de la IARC.
El diario Le Monde también señala que, de manera ominosa, Trump ha nombrado a uno de los principales responsables del grupo de presión del Consejo de Química de los Estados Unidos, subdirector del Servicio de Regulación de Productos Químicos y Plaguicidas de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos. La EPA supervisa la nueva evaluación sobre el glifosato. Andrew Liveris, director de Dow Chemical y miembro del American Chemistriy Council, también forma parte del nuevo gobierno de Trump.
Mientras tanto, en el Congreso, el Presidente republicano del Comité de Ciencia, Espacio y Tecnología de la Cámara, exige una investigación sobre los vínculos entre el Instituto Nacional de Ciencias de la Salud Ambiental (NIEHS) y el Instituto Ramazzini, para “asegurarse de que los beneficiarios de la subvenciones se adhieran a los más altos estándares de integridad científica”.
Propagandistas se unen al ataque
El movimiento ha conseguido el apoyo de dos
propagandistas bien conocidos: Julie Kelly, un bloguero a favor de los
transgénicos, cuyo marido forma parte del grupo de presión del gigante
de la Industria agrícola ADM; y Jeff Stier, un experto del Heartland Institute, que niega el cambio climático. Su artículo en National Review atacaba personalmente al director del Instituto Nacional de Ciencias de la Salud Ambiental
por promover una agenda en contra de las sustancias químicas (“agenda
quimífoba”), y al ex director asistente del instituto, el profesor
Christopher Portier, que aportó su experiencia al trabajo de la IARC
como especialista invitado. Este científico de alto nivel fue descrito
en el artículo como un “conocido activista en contra del glifosato” y ambos fueron descritos como “seguidores del Instituto Ramazzini”. La infame revista de extrema derecha Breibart News también recogió los artículos de Kelly y Stier.
El artículo de Le Monde concluye
diciendo que es improbable que los ataques contra el Instituto Ramazzini
y la IARC cedan pronto. Esto se debe a que después del glifosato
vendrán otros plaguicidas y productos químicos que serán investigados
por el Instituto Ramazzini, entre ellos el bisfenol A (BPA) y el
aspartamo.
El NIEHS es uno de los principales donantes en
la investigación sobre la toxicidad del BPA. En cuanto al aspartamo, el
primer estudio que alertó al mundo sobre las propiedades carcinógenas de
este edulcorante fue llevado a cabo hace varios años por el Instituto
Ramazzini.
La última palabra del artículo de Le Monde
se dirige a Firella Belpoggi, Jefa del Departamento de Investigación
del Instituto Ramazzini y al director del Centro de Investigación del
Cáncer, Cesare Maltoni, que dijo a Foucart y Horel: “No me había dado
cuenta de que fuéramos tan importantes antes de que ocurriera todo
esto, pero si te deshaces de la IARC, del NIEHS y del Instituto
Ramazzini, te deshaces de tres símbolos de independencia en la Ciencia”.
Y así concluye el artículo de Le Monde,
señalando un tipo de ciencia que se ha convertido en una amenaza para
unos intereses económicos de cientos de millones de euros.
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