El establishment francés diaboliza a Le Pen para deshacerse de una potencial radicalización de la izquierda. Igual que en EEUU
Una
vieja maldición china dice “Que vivas en tiempos interesantes!” – los
tiempos interesantes son tiempos de problemas, confusión y angustia. Y
parece que en algunos países “democráticos” estamos asistiendo
últimamente un raro fenómeno que muestra que vivimos en tiempos
interesantes: surge un candidato de la “nada” y gana las elecciones. Es
un momento de confusión pero, es también la construcción de un
movimiento en torno a un nombre - Berlusconi y Macron son un ejemplo [en
Europa].
¿De qué signo es este proceso? Definitivamente no se trata de un movimiento popular que vaya más allá de los partidos tradicionales - por el contrario, las nuevas fuerzas políticas cuentan con el pleno apoyo del establishment social y económico. Su función es ocultar los antagonismos sociales reales y hacer aparecer una unidad mágica contra lo que algunos denominan la amenaza “fascista”.
Hace décadas, Vaclav Havel fue el primero en dejar escapar este sueño: después de haber sido elegido Presidente, hizo una original sugerencia a Helmut Kohl, “¿Por qué no trabajamos juntos para disolver todos los partidos políticos? ¿Por qué no creamos simplemente el gran partido de Europa ?” Podéis imaginar la sonrisa escéptica de Kohl.
Este excepcional fenómeno es una las consecuencias visibles de un reordenamiento, de largo plazo, del espacio político en Europa. Hasta hace poco el espacio político estaba dominado por dos Partidos que cubrían todo el cuerpo electoral, un Partido de Centro-Derecha (democristiano, liberal-conservador) y un Partido de Centro-Izquierda ( socialista, socialdemócrata), acompañados de partidos más pequeños (ecologistas, neofascistas, etc.).
Ahora, esta surgiendo progresivamente un Partido que representa al capitalismo Global, que por lo general tiene una relativa tolerancia al aborto, los derechos de los homosexuales y de las minorías religiosos o étnicas; se opone a este naciente Partido Globalista un Partido anti-inmigración que, en su periferia, es acompañado de grupos directamente xenófobos.
Un caso ejemplar es Polonia: después de la desaparición de los ex-comunistas, los principales partidos son el “anti-ideológico” partido liberal centrista del ex primer ministro Donald Tusk y el partido conservador cristiano de los hermanos Kaczynski.
La pregunta es: ¿cuál de estos dos partidos - conservador o liberal - tendrá éxito en presentarse como la encarnación de la política pos-ideológica contra aquellos que “todavía están atrapados en los viejos espectros ideológicos”? En los años noventa, los conservadores estaban mejor posicionados; más tarde, los izquierdistas liberales parecían haber ganando terreno.
Este proceso nos lleva de nuevo a Berlusconi y Macron: estos nuevos movimientos surgen de la “nada” cuando ninguno de los viejos partidos - conservadores o liberales- logra imponerse como el nuevo “ extremo centro”. Entonces, el establishment entra en pánico y tiene que inventar un nuevo movimiento, precisamente, con el fin de mantener las cosas como están.
Los nombres de estos respectivos movimientos suenan similares por su “universalidad vacía”, que se ajusta a todos y a todo. ¿Quién no está de acuerdo con “Forza Italia!” o con “La Republique En Marche!” . Ambos nombres designan el sentido abstracto de un movimiento victorioso que va hacia adelante sin especificar la dirección y su objetivo.
Hay, por supuesto, una diferencia obvia entre los dos procesos, acentos diferentes:
Berlusconi entró en escena después de una gran campaña contra la corrupción, que derrumbó toda la configuración política tradicional en Italia (solo los ex comunistas se mantuvieron como fuerza viable) mientras Macron entra en escena contra el populismo xenófobo de Le Pen. Su papel esta descrito por algunos de sus partidarios: Marine Le Pen gradualmente ha logrado ser “des-diabolizada”, es decir, ahora se le percibe como un político “normal” (aceptable), entonces la tarea consiste en “re-diabolizarla”, para mostrar que sigue siendo la misma xenófoba y no debe ser tolerada por la sociedad.
Tal gesto de re-diabolización es claramente insuficiente: en lugar de centrarse sólo en eso, uno debe plantear de inmediato la cuestión de cómo tal líder podría haber surgido en nuestra sociedad (Le Pen es una reacción a la política encarnada por Macron). Precisamente la función de la “diabolización” es para ocultar esta relación y para focalizar la culpa en un agente fuera de nuestro espacio democrático.
Fue función histórica de la izquierda denunciar la xenofobia, por lo que, con un enemigo diabolizado, no es de extrañar que esa izquierda haya desparecido del espacio político. En las últimas elecciones en Francia, cada escepticismo de la izquierda sobre Macron fue denunciado inmediatamente como un apoyo a Le Pen. Así podemos aventurar la hipótesis de que la eliminación de la izquierda fue el verdadero objetivo de la operación, y que lo del enemigo demonizado fue una conveniente estratagema.
Julian Assange escribió recientemente que la elite del Partido Demócrata ha adoptado la consigna “No hemos perdido - Rusia ganó” porque si no lo hicieran, la insurgencia creado por Bernie Sanders en las recientes elecciones terminaría dominando al Partido. De la misma manera que los Demócratas estadounidenses diabolizan a Trump para deshacerse de Sanders (porque este representa una amenaza para el establishment Demócrata) el establishment francés diaboliza a Le Pen para deshacerse de una potencial radicalización de la izquierda.
El Reino Unido es un caso especial, ya que es uno de los viejos partidos – El Partido Laborista, bajo el liderazgo de Corbyn - el que está resultando ser la principal amenaza al establishment. Así que tal vez debemos imaginar un nuevo “extremo centro” anti-Brexit compuesto por el ala Blair del Laborismo, los demócratas liberales y los conservadores anti-Brexit. Explotará bajo el pretexto de contener la amenaza del Brexit, pero en realidad está destinada a deshacerse de la amenaza del Laborismo de Corbyn. Vivimos efectivamente en tiempos interesantes.
www.counterpunch.org. Traducción de Emilio Pizocaro. Revisado por La Haine
¿De qué signo es este proceso? Definitivamente no se trata de un movimiento popular que vaya más allá de los partidos tradicionales - por el contrario, las nuevas fuerzas políticas cuentan con el pleno apoyo del establishment social y económico. Su función es ocultar los antagonismos sociales reales y hacer aparecer una unidad mágica contra lo que algunos denominan la amenaza “fascista”.
Hace décadas, Vaclav Havel fue el primero en dejar escapar este sueño: después de haber sido elegido Presidente, hizo una original sugerencia a Helmut Kohl, “¿Por qué no trabajamos juntos para disolver todos los partidos políticos? ¿Por qué no creamos simplemente el gran partido de Europa ?” Podéis imaginar la sonrisa escéptica de Kohl.
Este excepcional fenómeno es una las consecuencias visibles de un reordenamiento, de largo plazo, del espacio político en Europa. Hasta hace poco el espacio político estaba dominado por dos Partidos que cubrían todo el cuerpo electoral, un Partido de Centro-Derecha (democristiano, liberal-conservador) y un Partido de Centro-Izquierda ( socialista, socialdemócrata), acompañados de partidos más pequeños (ecologistas, neofascistas, etc.).
Ahora, esta surgiendo progresivamente un Partido que representa al capitalismo Global, que por lo general tiene una relativa tolerancia al aborto, los derechos de los homosexuales y de las minorías religiosos o étnicas; se opone a este naciente Partido Globalista un Partido anti-inmigración que, en su periferia, es acompañado de grupos directamente xenófobos.
Un caso ejemplar es Polonia: después de la desaparición de los ex-comunistas, los principales partidos son el “anti-ideológico” partido liberal centrista del ex primer ministro Donald Tusk y el partido conservador cristiano de los hermanos Kaczynski.
La pregunta es: ¿cuál de estos dos partidos - conservador o liberal - tendrá éxito en presentarse como la encarnación de la política pos-ideológica contra aquellos que “todavía están atrapados en los viejos espectros ideológicos”? En los años noventa, los conservadores estaban mejor posicionados; más tarde, los izquierdistas liberales parecían haber ganando terreno.
Este proceso nos lleva de nuevo a Berlusconi y Macron: estos nuevos movimientos surgen de la “nada” cuando ninguno de los viejos partidos - conservadores o liberales- logra imponerse como el nuevo “ extremo centro”. Entonces, el establishment entra en pánico y tiene que inventar un nuevo movimiento, precisamente, con el fin de mantener las cosas como están.
Los nombres de estos respectivos movimientos suenan similares por su “universalidad vacía”, que se ajusta a todos y a todo. ¿Quién no está de acuerdo con “Forza Italia!” o con “La Republique En Marche!” . Ambos nombres designan el sentido abstracto de un movimiento victorioso que va hacia adelante sin especificar la dirección y su objetivo.
Hay, por supuesto, una diferencia obvia entre los dos procesos, acentos diferentes:
Berlusconi entró en escena después de una gran campaña contra la corrupción, que derrumbó toda la configuración política tradicional en Italia (solo los ex comunistas se mantuvieron como fuerza viable) mientras Macron entra en escena contra el populismo xenófobo de Le Pen. Su papel esta descrito por algunos de sus partidarios: Marine Le Pen gradualmente ha logrado ser “des-diabolizada”, es decir, ahora se le percibe como un político “normal” (aceptable), entonces la tarea consiste en “re-diabolizarla”, para mostrar que sigue siendo la misma xenófoba y no debe ser tolerada por la sociedad.
Tal gesto de re-diabolización es claramente insuficiente: en lugar de centrarse sólo en eso, uno debe plantear de inmediato la cuestión de cómo tal líder podría haber surgido en nuestra sociedad (Le Pen es una reacción a la política encarnada por Macron). Precisamente la función de la “diabolización” es para ocultar esta relación y para focalizar la culpa en un agente fuera de nuestro espacio democrático.
Fue función histórica de la izquierda denunciar la xenofobia, por lo que, con un enemigo diabolizado, no es de extrañar que esa izquierda haya desparecido del espacio político. En las últimas elecciones en Francia, cada escepticismo de la izquierda sobre Macron fue denunciado inmediatamente como un apoyo a Le Pen. Así podemos aventurar la hipótesis de que la eliminación de la izquierda fue el verdadero objetivo de la operación, y que lo del enemigo demonizado fue una conveniente estratagema.
Julian Assange escribió recientemente que la elite del Partido Demócrata ha adoptado la consigna “No hemos perdido - Rusia ganó” porque si no lo hicieran, la insurgencia creado por Bernie Sanders en las recientes elecciones terminaría dominando al Partido. De la misma manera que los Demócratas estadounidenses diabolizan a Trump para deshacerse de Sanders (porque este representa una amenaza para el establishment Demócrata) el establishment francés diaboliza a Le Pen para deshacerse de una potencial radicalización de la izquierda.
El Reino Unido es un caso especial, ya que es uno de los viejos partidos – El Partido Laborista, bajo el liderazgo de Corbyn - el que está resultando ser la principal amenaza al establishment. Así que tal vez debemos imaginar un nuevo “extremo centro” anti-Brexit compuesto por el ala Blair del Laborismo, los demócratas liberales y los conservadores anti-Brexit. Explotará bajo el pretexto de contener la amenaza del Brexit, pero en realidad está destinada a deshacerse de la amenaza del Laborismo de Corbyn. Vivimos efectivamente en tiempos interesantes.
www.counterpunch.org. Traducción de Emilio Pizocaro. Revisado por La Haine
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