Los radicales profesan activamente sus ideas entre las
mujeres y niños, y el problema de los menores radicalizados será un gran
desafío para el período de posguerra, teoriza el columnista de Sputnik,
Antón Skripunov.
El fenómeno ya se manifestó en Mosul, donde niños con chalecos explosivos participaron en los ataques contra el Ejército iraquí. Según el informe del Comité Antiterrorista neerlandés, Daesh —proscrito en Rusia y otros países— maneja toda una red de campos de preparación para menores.
Los terroristas ‘reclutaban’ a los futuros combatientes ofreciendo recompensas a sus parientes o simplemente secuestrándolos en masa, escribe Skripunov. En el proceso de radicalización, se empleaban activamente los mecanismos de ‘motivación’ que usaban el innato entusiasmo y la curiosidad de los niños.
Cuando los defensores de los derechos logran rescatar a un recluta tal, habitualmente pagando una considerable redención, se revela el mayor problema de estos niños, escribe el autor: no saben hacer nada y no le importan a nadie. En esencia, su personalidad se formó en tiempos de guerra y bajo la influencia de ideas extremistas.
Las autoridades de Irak y Siria se dan cuenta del problema pendiente y se preparan para revisar e incluso reformar el sistema de educación en los territorios liberados. Durante años, las escuelas en las zonas ocupadas han enseñado con libros extremistas.
No obstante, el enfoque ‘técnico’ puede no ser suficiente. El ‘lavado de cerebro’ en la niñez puede dañar considerablemente la personalidad de un joven y afectar a su personalidad durante años.
La llave para superar este grave desafío es la integración en la nueva sociedad, opina el psicólogo infantil Vachagán Gezatsian citado por el autor.
El fenómeno ya se manifestó en Mosul, donde niños con chalecos explosivos participaron en los ataques contra el Ejército iraquí. Según el informe del Comité Antiterrorista neerlandés, Daesh —proscrito en Rusia y otros países— maneja toda una red de campos de preparación para menores.
Los terroristas ‘reclutaban’ a los futuros combatientes ofreciendo recompensas a sus parientes o simplemente secuestrándolos en masa, escribe Skripunov. En el proceso de radicalización, se empleaban activamente los mecanismos de ‘motivación’ que usaban el innato entusiasmo y la curiosidad de los niños.
Cuando los defensores de los derechos logran rescatar a un recluta tal, habitualmente pagando una considerable redención, se revela el mayor problema de estos niños, escribe el autor: no saben hacer nada y no le importan a nadie. En esencia, su personalidad se formó en tiempos de guerra y bajo la influencia de ideas extremistas.
Las autoridades de Irak y Siria se dan cuenta del problema pendiente y se preparan para revisar e incluso reformar el sistema de educación en los territorios liberados. Durante años, las escuelas en las zonas ocupadas han enseñado con libros extremistas.
No obstante, el enfoque ‘técnico’ puede no ser suficiente. El ‘lavado de cerebro’ en la niñez puede dañar considerablemente la personalidad de un joven y afectar a su personalidad durante años.
La llave para superar este grave desafío es la integración en la nueva sociedad, opina el psicólogo infantil Vachagán Gezatsian citado por el autor.
“¿Qué valores e ideas le inculcaron a un niño? ¿Cómo se deformó su personalidad? (…) Mucho dependerá también de la persona que se ocupe de reintegrar al menor en la sociedad. Debe servir de ejemplo, de ‘ídolo’ promotor de nuevas ideas, de los valores del amor”, concluye el especialista.
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