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Las razones por las que puede ser preferible invertir en índices en vez de acciones
DerBlaueMond
@DerBlaueMond
Acertar con una inversión muchas veces es cuestión de suerte, pero en
la mayoría de las ocasiones, y tomando como resultado una media de
todas las decisiones de inversión en el medio/largo plazo, la mayoría de las veces la rentabilidad obtenida es cuestión de una estrategia de inversión bien planificada.
Invertir en acciones, o sus equivalentes colectivos como los fondos de inversión, requiere tiempo, conocimientos y dedicación; al menos para que sepamos con cierta garantía en qué estamos invirtiendo, y si verdaderamente tenemos opciones de ver una jugosa ganancia en forma de revalorizaciones. Pero hay otra opción que, aunque puede dar menores réditos que algunas acciones en concreto, ofrece una rentabilidad mucho más segura, al menos 100% a salvo de quiebras fulminantes, o extinciones empresariales. La opción es invertir en índices.
Por estadística, para la mayoría no suelen ser buenas decisiones de
inversión aquellas que acuden al calor de una burbuja. Tampoco lo son
aquellas que se limitan a tener el dinero criando polvo (y rentabilidad
ajena) en la cuenta del banco. Y si bien es cierto que cada tipo de
inversor en cada momento de su vida tiene unas necesidades para sus
ahorros, lo cual se ha de traducir en una forma distinta de invertirlos,
no es menos cierto que en los mercados, la rentabilidad más segura está en el largo plazo.
La seguridad está fuera de fiebres del oro que dejan siempre más
damnificados que nuevos ricos, y requiere tomarse su tiempo para
analizar cada balance, cada empresa, cada mercado.
Pero no todo el mundo tiene el tiempo (o las ganas) de escudriñar cada apunte contable de las empresas cotizadas que son un posible destino de inversión. Algo similar ocurre con unos fondos de inversión que muchas veces requieren igualmente un análisis profundo, al menos para saber si tienen una buena gestión, y si su estilo de gestión se adapta a nuestras necesidades. Centrándonos en analizar para ese inversor medio, sin tiempo o conocimientos para análisis más allá de unos minutos al día, siempre tenemos ahí a los índices.
¿Y cómo invertir en índices? Bueno, pues la verdad es que para invertir en un indice como tal, la mejor opción son los fondos cotizados o ETFs que los replican. Este producto financiero que ya revolucionó en mercado de inversión hace unos años, conjuga unas muy bajas comisiones de gestión, negociación en tiempo real como las acciones, y además reparten dividendos. Realmente, además respecto al tema de hoy, los ETFs sobre índices son una excepcional fórmula para optimizar la ecuación rentabilidad/esfuerzo+tiempo.
Con ello, para que la rentabilidad acuda a su extracto de cuenta de valores ya sólo falta que el índice tome la senda alcista. En este último punto en concreto, que al final es el quid de la cuestión, sólo podemos recomendarle en términos generales que lean con frecuencia medios salmón serios como nosotros, para poder medirle el pulso al mercado en cada momento que toque tomar una decisión de inversión.
Bueno, base empírica haberla hayla, pero siempre bajo las premisas anteriores de necesitar una fórmula de inversión que optimice ese canje rentabilidad/esfuerzo+tiempo.
Porque obviamente, una buena inversión en las acciones que más se
revaloricen en el mercado siempre va a arrojar más rentabilidad. Al fin y
al cabo los índices sólo son un promedio ponderado de las acciones que
lo componen, y matemáticamente siempre va a haber acciones con una
rentabilidad superior a la del índice, pero no lo olviden: también va a
haber otras tantas acciones con un rendimiento mucho más pobre que la de
los selectivos (y no selectivos).
Es más, habrá acciones (e incluso empresas completas) que desaparezcan de la faz de los mercados, arrojando un siniestro balance de pérdidas del 100% para los inversores más sufridos y sufridores. Y es justamente ahí donde nos gustaría incidir en el tema de hoy: precisamente invirtiendo en índices está usted totalmente a salvo de este fatídico (pero no infrecuente) evento de defunciones empresariales.
Y retomado la pregunta que daba entrada al último título: sí, sí que hay base empírica para afirmar que los índices son la mejor fórmula de inversión desatendida. La base empírica requiere un analisis algo extenso del ciclo de vida de un índice selectivo. Y aunque realmente necesitamos un índice senior para que la muestra temporal tenga algo de rigor, los resultados van a ser igualmente dignos de tener en cuenta.
Cuando el Ibex-35 fue lanzado al mercado, en Enero de 1992, estaba
compuesto por unas compañías que eran el fiel reflejo de la realidad
económica que se vivía en el momento. Principalmente eléctricas y
bancos, en sectores fuertemente regulados, mostraban la realidad de una economía como la española, que estaba en pleno proceso de profunda transformación.
Si bien muchas de aquellas empresas siguen cotizando de alguna manera
en los mercados, tras numerosos procesos de fusión o adquisición, hay
algunas que han desaparecido de la faz de la tierra (y de la "Terra").
Tras arrancar en 1992 algo por debajo de los 3.000 puntos, en sus pocas décadas de vida, nuestro flamante Ibex-35 ha arrojado una rentabilidad hasta nuestros días de alrededor del 300%. Puede ser que no les parezca demasiado para más de dos décadas de vida, pero no deben olvidar que esto es tan sólo una muestra de principio a fin, y lo realmente interesante está en la rentabilidad agregada de la inversión contrarian que se adelanta a la psicología de masas, y recoger los frutos de invertir en momentos de pánico, y desinvertir en momentos de euforia. Ahí no hace falta que les digamos que la rentabilidad es mucho más jugosa, pero el tema de hoy requiere hacer hincapié en otro aspecto más relevante.
Lo que tal vez los lectores más ávidos de percentiles no ven es que, después de 26 años de vida, el Ibex-35 sigue ahí. Lo cual no es poco si uno observa el ir y venir de diferentes compañías en los mercados. El Ibex-35 nos ha puesto (moderadamente) a salvo de las dos principales crisis bursátiles y económicas más importantes que han coincidido con su corto ciclo de vida.
Y, aunque el Ibex se ha teñido de rojo pasión de forma importante, se ha acabado recuperando de ellas y alejándose de los mínimos. Resulta obvio decir que nuestro selectivo aún está pagando los platos rotos de la burbuja inmobiliaria, pero habrá que ver dentro de unos años, ya que no hay que olvidar que esta crisis posiblemente va a ser la más grave que habremos vivido en nuestras vidas. Y si no está de acuerdo con éste párrafo y le parece que un Ibex a 10.400 es poco habiendo caído desde los casi 16.000, compare con lo que queda del dinero que muchos ahorradores invirtieron en constructoras o inmobiliarias en el momento álgido de la burbuja.
Las crisis de las que les hablamos tal vez ahora ya no estén tan frescas en la memoria popular, pero les aseguro que ambas han sido muy dramáticas para nuestra socioeconomía
(espero que al menos tengan presente la última de ellas). Estamos
hablando de aquella crisis ".com" que asoló los mercados, y de la más
reciente y terrible crisis inmobiliria española.
En la primera de estas debacles, la crisis ".com", debemos recordar cómo hubo cotizaciones relacionadas con la tecnología que subían como un auténtico cohete: Telefónica la primera de ellas, a pesar de ser un gigante. Pero hubo otros protagonistas en este desastre. Debido al tamaño de nuestro selectivo doméstico, sólo podemos hablar de uno de estos protagonistas "natos .com", no como en el caso de otros mercados como el estadounidense y su nutrido NASDAQ.
Este protagonista "nato .com" es Terra, la malograda compañía que abanderó la burbuja .com en España, y que llegó a superar en capitalización bursátil a la propia ENDESA con apenas activos y poco más que un portal genérico de internet. La compañía, que en otros tiempos fue el estandarte de la nueva economía, fue excluída de cotización en 2005 con una bajada del 98% desde máximos, y habiendo volatilizado los ahorros de innumerables pequeños inversores. Sin embargo el Ibex-35 sigue ahí.
La otra gran crisis a la que ha sobrevivido con réditos el Ibex-35 es la ya más "fresca" crisis inmobiliaria española. Debido a la generalización de la burbuja dentro de la realidad económica española, además del peso relativo siempre importante que el sector de la construcción ha tenido en la economía de España S.A., en este caso tenemos muchos más protagonistas. La estrella fulgurante de esta burbuja fue la efervescente inmobiliaria Astroc, chicharro sobrecalentado donde los hubiese, pero que arrojó rentabilidades que parecían fruto de un cohete que no iba a parar de subir nunca (como el precio de los pisos). Pero acabó bajando (¡Y cómo lo hicieron!), tal y como algunos vaticinamos.
Compañeros de viaje de Astroc fueron la mayor parte (por no decir todas) del resto de las contructoras e inmobiliarias. Tras los años de sequía del mercado inmobiliario, las víctimas han sido varias. Desapariciones, quiebras, fusiones por supervivencia han poblado el sector tanto de empresas cotizadas como de no cotizadas. Empresas como FCC que en su día era un ejemplo empresarial de gestión y rentabilidad, han acabado depauperadas y en una situación de debilidad, que les ha acabado sacando de una forma u otra del selectivo del mercado cotizado.
El análisis del caso nacional del Ibex-35 lo hemos hecho porque debemos hacerlo, pero esa muestra temporal de la que les hablábamos antes, para el caso de nuestro familiar Ibex-35, no alcanza los mínimos estándares de rigor estadístico que algunos nos exigimos: es un índice demasiado joven. De hecho, como les decía, el Ibex-35 como tal vió la luz allá por 1992, lo cual nos distancia de su creación unos escasos 26 años.
Este plazo realmente no es mucho en términos relativos cuando se lo compara con la longevidad y los ciclos de vida empresariales, ni tampoco para el ciclo medio de rentabilidad para los ahorros acumulados a lo largo de una vida laboral completa. La cuestión es que esta comparación va tan justa tan justa en plazos que no permite una comparación más extensa, para así poder descartar eventos cíclicos y/o azarosos del mercado y la economía. Y precisamente hoy tratamos el tema de la inversión en el largo plazo, con un horizonte temporal de una vida laboral.
Por fortuna, tenemos a nuestro alrededor otros índices con más historia que el nuestro, y que cotizan en un sistema económico muy similar
al europeo y al español. Efectivamente, les estoy hablando del
compañero Dow. El DWIJ, o Dow Jones Industrial Average, es un selectivo
que se creó a finales del siglo XIX, más concretamente en 1896. Aparte
de que resulta innegable dónde está la cuna del capitalismo popular, es
interesante analizar aquellas 12 empresas que entraron a formar parte
del índice en su lanzamiento, y saber qué ha sido de ellas en la
actualidad.
Business Insider ya hizo recientemente este ilustrativo ejercicio de análisis en este artículo. Como habrán podido ver, y como era de esperar, la realidad económico-empresarial que mostraba el análisis de la composición del índice huele a naftalina. Y es totalmente lógico, puesto que aquel Dow original refleja una socioeconomía de hace casi 125 años. Efectivamente esta es una composición realmente histórica. Pero vayamos al tema del análisis de hoy, y veamos si en este periodo de muestra habría sido más adecuado invertir en el índice, o en acciones.
Las empresas cotizadas originalmente en el Dow son las siguientes: American Cotton Oil Company, American Sugar Company, American Tobacco Company, Chicago Gas Company, General Electric, Distilling & Cattle Feeding Company, Laclede Gas Company, National Lead Company, North American Company, Tennessee Coal Iron and Railroad Company, US Leather Company, United States Rubber Company. Como pueden observar casi (y sin casi) el Dow en pleno eran corporaciones de sector primario o secundario. Era el reflejo de una economía agrícola, de materias primas, e industrial.
Como pueden adivinar, pocas (o casi ninguna) de aquellas compañías siguen formando hoy en día parte del Dow Jones. Básicamente éstas se reducen a la honrosa excepción de General Electric. Las demás o bien han acabado absorbidas, fusionadas u objeto de cualquiera de las opciones "de combinatoria empresarial" capitalista, o bien han pasado a la sección de obituarios empresariales (léase: quiebras) tras su defunción.
No piensen que estos procesos denominados "de combinatoria empresarial" siempre salvaguardan el valor para los accionistas. La mayoría de las veces no es así, y el valor de las nuevas participaciones que se canjean a los antiguos accionistas dejan un reguero de pérdidas. Muchas veces incluso del 100% como ocurrió en el mercado español con aquellos Altos Hornos de Vizcaya y la operación acordeón que, con una ampliación de capital inviable para minoristas, dejó entrar masivamente en el capital al estado, alumbrando a la nueva y "flamante" Aceralia, que después sería colocada mediante OPV sin que sus accionistas originales vieran ni un duro (y eran de verdad duros). Aquí la compañía como tal sobrevivió, pero no corrió la misma suerte el capital de sus accionistas minoritarios.
Es por ello por lo que no ver en el Dow actual a la práctica totalidad de aquellos componentes del Dow allá por 1896, si bien no es garantía de que aquellas empresas hayan desaparecido al 100%, tampoco es en absoluto garantía de que el valor accionarial de sus pequeños accionistas se haya conservado. Y por supuesto hay que mencionar también que, aunque algunas compañías hayan podido sobrevivir bajo otro nombre o paraguas empresarial, simplemente el mero hecho de haber salido en su momento del selectivo Dow Jones es casi seguro sinónimo de cuantiosas pérdidas de valoración accionarial.
De las compañías que lista el artículo de Business Insider, les decía que una ha sobrevivido tal cual y permanece en el Dow Jones: General Electric. Otra ha sobrevivido tal cual (aunque con distinto nombre) pero actualmente está fuera del selectivo: Laclede Gas Company. 9 han sobrevivido tras un proceso de metamorfosis profunda o fagocitación, y actualmente se encuentran fuera del selectivo: American Cotton Oil Company, American Sugar Company, American Tobacco Company, Chicago Gas Company, Distilling & Cattle Feeding Company, National Lead Company, North American Company, Tennessee Coal Iron and Railroad Company, United States Rubber Company. Y una última está fuera del Dow y fuera de este mundo por quiebra empresarial: US Leather Company.
Como han podido ver en el análisis pormenorizado de antes, tan sólo uno de los miembros originales ha sobrevivido con unas mínimas garantías de revalorización
superior al propio índice. El resto, realmente, o bien han acabado en
una compañía venida a menos (o venida a nada), o bien han acabado en un
río revuelto y re-mezclado en el que las aguas turbias hacen casi
siempre que sólo ganen los pescadores, y que los minoristas salgan (muy)
perjudicados.
Por el contrario, el Dow siempre ha estado ahí, con mayor o menor fortuna según la parte de los ciclos económicos que se tomen como referencia, pero el hecho es que ahí sigue. La realidad de que los que pasan a mejor vida salgan eyectados del selectivo, y su lugar sea ocupado por una nueva empresa más pujante, también supone una garantía de supervivencia para el partícipe que invierte directamente en el índice, y una garantía de rentabilidad (o de no-pérdidas) para sus ahorros.
Y para los más catastrofistas, recuerden que si invierten en índices y se hunde el selectivo al que haya confiado usted sus ahorros, si además este selectivo es el de su propio país, algo así sería el resultado de un evento económico totalmente catastrófico. Con algo así seguramente sus ahorros de clase media de poco le habrían servido para ponerse a salvo, más allá de tan sólo unos meses adicionales de margen. Al final, en algo tan desastroso, la huída física suele seguir a la financiera, y si no observen las tasas de emigración de los países que han sido arrasados por un desastre socioeconómico. No haber invertido en índices nacionales desplomados tan sólo ha podido retrasar la decisión de abandonar un país que hace aguas por todos lados.
Por ello, si usted necesita invertir sus ahorros, pero no dispone del
tiempo o de los conocimientos para hacerlo con la debida supervisión
que el sudor de su frente se merece, la mejor opción de inversión
desatendida y con ciertas garantías de rentabilidad claramente por
encima de las opciones más conservadoras de inversión, es invertir con
ETFs en índices. Sustos usted tendrá seguro, ahí está la gracia inherente a la naturaleza de la bolsa, pero el pitido del electrocardiograma plano no llegará a sonar nunca en su sala de cuidados intensivos.
Imágenes | Pixabay PIX1861 | Pixabay Photo-Mix | Pixabay Pixapopz | Pixabay geralt | Pixabay tookapic | Pixabay kleinesonne | Pixabay freeGraphicToday | Pixabay PublicDomainPictures
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Invertir en acciones, o sus equivalentes colectivos como los fondos de inversión, requiere tiempo, conocimientos y dedicación; al menos para que sepamos con cierta garantía en qué estamos invirtiendo, y si verdaderamente tenemos opciones de ver una jugosa ganancia en forma de revalorizaciones. Pero hay otra opción que, aunque puede dar menores réditos que algunas acciones en concreto, ofrece una rentabilidad mucho más segura, al menos 100% a salvo de quiebras fulminantes, o extinciones empresariales. La opción es invertir en índices.
Toda decisión de inversión requiere un análisis profundo: si no, es mejor acudir a los índices
Pero no todo el mundo tiene el tiempo (o las ganas) de escudriñar cada apunte contable de las empresas cotizadas que son un posible destino de inversión. Algo similar ocurre con unos fondos de inversión que muchas veces requieren igualmente un análisis profundo, al menos para saber si tienen una buena gestión, y si su estilo de gestión se adapta a nuestras necesidades. Centrándonos en analizar para ese inversor medio, sin tiempo o conocimientos para análisis más allá de unos minutos al día, siempre tenemos ahí a los índices.
¿Y cómo invertir en índices? Bueno, pues la verdad es que para invertir en un indice como tal, la mejor opción son los fondos cotizados o ETFs que los replican. Este producto financiero que ya revolucionó en mercado de inversión hace unos años, conjuga unas muy bajas comisiones de gestión, negociación en tiempo real como las acciones, y además reparten dividendos. Realmente, además respecto al tema de hoy, los ETFs sobre índices son una excepcional fórmula para optimizar la ecuación rentabilidad/esfuerzo+tiempo.
Con ello, para que la rentabilidad acuda a su extracto de cuenta de valores ya sólo falta que el índice tome la senda alcista. En este último punto en concreto, que al final es el quid de la cuestión, sólo podemos recomendarle en términos generales que lean con frecuencia medios salmón serios como nosotros, para poder medirle el pulso al mercado en cada momento que toque tomar una decisión de inversión.
Pero hay base empírica para poder decir que los índices son la mejor fórmula de inversión
Es más, habrá acciones (e incluso empresas completas) que desaparezcan de la faz de los mercados, arrojando un siniestro balance de pérdidas del 100% para los inversores más sufridos y sufridores. Y es justamente ahí donde nos gustaría incidir en el tema de hoy: precisamente invirtiendo en índices está usted totalmente a salvo de este fatídico (pero no infrecuente) evento de defunciones empresariales.
Y retomado la pregunta que daba entrada al último título: sí, sí que hay base empírica para afirmar que los índices son la mejor fórmula de inversión desatendida. La base empírica requiere un analisis algo extenso del ciclo de vida de un índice selectivo. Y aunque realmente necesitamos un índice senior para que la muestra temporal tenga algo de rigor, los resultados van a ser igualmente dignos de tener en cuenta.
¿Tiene sentido analizar lo ocurrido en el caso de invertir en Ibex o en acciones?
Tras arrancar en 1992 algo por debajo de los 3.000 puntos, en sus pocas décadas de vida, nuestro flamante Ibex-35 ha arrojado una rentabilidad hasta nuestros días de alrededor del 300%. Puede ser que no les parezca demasiado para más de dos décadas de vida, pero no deben olvidar que esto es tan sólo una muestra de principio a fin, y lo realmente interesante está en la rentabilidad agregada de la inversión contrarian que se adelanta a la psicología de masas, y recoger los frutos de invertir en momentos de pánico, y desinvertir en momentos de euforia. Ahí no hace falta que les digamos que la rentabilidad es mucho más jugosa, pero el tema de hoy requiere hacer hincapié en otro aspecto más relevante.
Lo que tal vez los lectores más ávidos de percentiles no ven es que, después de 26 años de vida, el Ibex-35 sigue ahí. Lo cual no es poco si uno observa el ir y venir de diferentes compañías en los mercados. El Ibex-35 nos ha puesto (moderadamente) a salvo de las dos principales crisis bursátiles y económicas más importantes que han coincidido con su corto ciclo de vida.
Y, aunque el Ibex se ha teñido de rojo pasión de forma importante, se ha acabado recuperando de ellas y alejándose de los mínimos. Resulta obvio decir que nuestro selectivo aún está pagando los platos rotos de la burbuja inmobiliaria, pero habrá que ver dentro de unos años, ya que no hay que olvidar que esta crisis posiblemente va a ser la más grave que habremos vivido en nuestras vidas. Y si no está de acuerdo con éste párrafo y le parece que un Ibex a 10.400 es poco habiendo caído desde los casi 16.000, compare con lo que queda del dinero que muchos ahorradores invirtieron en constructoras o inmobiliarias en el momento álgido de la burbuja.
A salvo de las crisis (que no indemne), y con renovadas fuerzas tras ellas
En la primera de estas debacles, la crisis ".com", debemos recordar cómo hubo cotizaciones relacionadas con la tecnología que subían como un auténtico cohete: Telefónica la primera de ellas, a pesar de ser un gigante. Pero hubo otros protagonistas en este desastre. Debido al tamaño de nuestro selectivo doméstico, sólo podemos hablar de uno de estos protagonistas "natos .com", no como en el caso de otros mercados como el estadounidense y su nutrido NASDAQ.
Este protagonista "nato .com" es Terra, la malograda compañía que abanderó la burbuja .com en España, y que llegó a superar en capitalización bursátil a la propia ENDESA con apenas activos y poco más que un portal genérico de internet. La compañía, que en otros tiempos fue el estandarte de la nueva economía, fue excluída de cotización en 2005 con una bajada del 98% desde máximos, y habiendo volatilizado los ahorros de innumerables pequeños inversores. Sin embargo el Ibex-35 sigue ahí.
La otra gran crisis a la que ha sobrevivido con réditos el Ibex-35 es la ya más "fresca" crisis inmobiliaria española. Debido a la generalización de la burbuja dentro de la realidad económica española, además del peso relativo siempre importante que el sector de la construcción ha tenido en la economía de España S.A., en este caso tenemos muchos más protagonistas. La estrella fulgurante de esta burbuja fue la efervescente inmobiliaria Astroc, chicharro sobrecalentado donde los hubiese, pero que arrojó rentabilidades que parecían fruto de un cohete que no iba a parar de subir nunca (como el precio de los pisos). Pero acabó bajando (¡Y cómo lo hicieron!), tal y como algunos vaticinamos.
Compañeros de viaje de Astroc fueron la mayor parte (por no decir todas) del resto de las contructoras e inmobiliarias. Tras los años de sequía del mercado inmobiliario, las víctimas han sido varias. Desapariciones, quiebras, fusiones por supervivencia han poblado el sector tanto de empresas cotizadas como de no cotizadas. Empresas como FCC que en su día era un ejemplo empresarial de gestión y rentabilidad, han acabado depauperadas y en una situación de debilidad, que les ha acabado sacando de una forma u otra del selectivo del mercado cotizado.
El análisis del caso nacional del Ibex-35 lo hemos hecho porque debemos hacerlo, pero esa muestra temporal de la que les hablábamos antes, para el caso de nuestro familiar Ibex-35, no alcanza los mínimos estándares de rigor estadístico que algunos nos exigimos: es un índice demasiado joven. De hecho, como les decía, el Ibex-35 como tal vió la luz allá por 1992, lo cual nos distancia de su creación unos escasos 26 años.
Este plazo realmente no es mucho en términos relativos cuando se lo compara con la longevidad y los ciclos de vida empresariales, ni tampoco para el ciclo medio de rentabilidad para los ahorros acumulados a lo largo de una vida laboral completa. La cuestión es que esta comparación va tan justa tan justa en plazos que no permite una comparación más extensa, para así poder descartar eventos cíclicos y/o azarosos del mercado y la economía. Y precisamente hoy tratamos el tema de la inversión en el largo plazo, con un horizonte temporal de una vida laboral.
Pero la muestra "truncada" del Ibex-35 se torna reveladora en otros selectivos más senior
Business Insider ya hizo recientemente este ilustrativo ejercicio de análisis en este artículo. Como habrán podido ver, y como era de esperar, la realidad económico-empresarial que mostraba el análisis de la composición del índice huele a naftalina. Y es totalmente lógico, puesto que aquel Dow original refleja una socioeconomía de hace casi 125 años. Efectivamente esta es una composición realmente histórica. Pero vayamos al tema del análisis de hoy, y veamos si en este periodo de muestra habría sido más adecuado invertir en el índice, o en acciones.
Las empresas cotizadas originalmente en el Dow son las siguientes: American Cotton Oil Company, American Sugar Company, American Tobacco Company, Chicago Gas Company, General Electric, Distilling & Cattle Feeding Company, Laclede Gas Company, National Lead Company, North American Company, Tennessee Coal Iron and Railroad Company, US Leather Company, United States Rubber Company. Como pueden observar casi (y sin casi) el Dow en pleno eran corporaciones de sector primario o secundario. Era el reflejo de una economía agrícola, de materias primas, e industrial.
Como pueden adivinar, pocas (o casi ninguna) de aquellas compañías siguen formando hoy en día parte del Dow Jones. Básicamente éstas se reducen a la honrosa excepción de General Electric. Las demás o bien han acabado absorbidas, fusionadas u objeto de cualquiera de las opciones "de combinatoria empresarial" capitalista, o bien han pasado a la sección de obituarios empresariales (léase: quiebras) tras su defunción.
No piensen que estos procesos denominados "de combinatoria empresarial" siempre salvaguardan el valor para los accionistas. La mayoría de las veces no es así, y el valor de las nuevas participaciones que se canjean a los antiguos accionistas dejan un reguero de pérdidas. Muchas veces incluso del 100% como ocurrió en el mercado español con aquellos Altos Hornos de Vizcaya y la operación acordeón que, con una ampliación de capital inviable para minoristas, dejó entrar masivamente en el capital al estado, alumbrando a la nueva y "flamante" Aceralia, que después sería colocada mediante OPV sin que sus accionistas originales vieran ni un duro (y eran de verdad duros). Aquí la compañía como tal sobrevivió, pero no corrió la misma suerte el capital de sus accionistas minoritarios.
Es por ello por lo que no ver en el Dow actual a la práctica totalidad de aquellos componentes del Dow allá por 1896, si bien no es garantía de que aquellas empresas hayan desaparecido al 100%, tampoco es en absoluto garantía de que el valor accionarial de sus pequeños accionistas se haya conservado. Y por supuesto hay que mencionar también que, aunque algunas compañías hayan podido sobrevivir bajo otro nombre o paraguas empresarial, simplemente el mero hecho de haber salido en su momento del selectivo Dow Jones es casi seguro sinónimo de cuantiosas pérdidas de valoración accionarial.
De las compañías que lista el artículo de Business Insider, les decía que una ha sobrevivido tal cual y permanece en el Dow Jones: General Electric. Otra ha sobrevivido tal cual (aunque con distinto nombre) pero actualmente está fuera del selectivo: Laclede Gas Company. 9 han sobrevivido tras un proceso de metamorfosis profunda o fagocitación, y actualmente se encuentran fuera del selectivo: American Cotton Oil Company, American Sugar Company, American Tobacco Company, Chicago Gas Company, Distilling & Cattle Feeding Company, National Lead Company, North American Company, Tennessee Coal Iron and Railroad Company, United States Rubber Company. Y una última está fuera del Dow y fuera de este mundo por quiebra empresarial: US Leather Company.
Y visto lo visto, o más bien lo no visto hoy en el Dow, la opción más segura pero con una buena rentabilidad para los minoristas es...
Por el contrario, el Dow siempre ha estado ahí, con mayor o menor fortuna según la parte de los ciclos económicos que se tomen como referencia, pero el hecho es que ahí sigue. La realidad de que los que pasan a mejor vida salgan eyectados del selectivo, y su lugar sea ocupado por una nueva empresa más pujante, también supone una garantía de supervivencia para el partícipe que invierte directamente en el índice, y una garantía de rentabilidad (o de no-pérdidas) para sus ahorros.
Y para los más catastrofistas, recuerden que si invierten en índices y se hunde el selectivo al que haya confiado usted sus ahorros, si además este selectivo es el de su propio país, algo así sería el resultado de un evento económico totalmente catastrófico. Con algo así seguramente sus ahorros de clase media de poco le habrían servido para ponerse a salvo, más allá de tan sólo unos meses adicionales de margen. Al final, en algo tan desastroso, la huída física suele seguir a la financiera, y si no observen las tasas de emigración de los países que han sido arrasados por un desastre socioeconómico. No haber invertido en índices nacionales desplomados tan sólo ha podido retrasar la decisión de abandonar un país que hace aguas por todos lados.
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