jueves, 22 de febrero de 2018

'Dolarocracia', patria de Don King


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'Dolarocracia', patria de Don King

Eduardo Bautista

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Fuente: Ismael Ángeles
“Cuando en verdad puedes contar tu dinero, entonces quiere decir que no tienes nada”.
“Si eres pobre, eres un pobre negro. Si eres rico, eres un negro rico. Si eres inteligente, eres un negro inteligente. Si eres intelectual, eres un intelectual negro. Serás negro hasta el día que mueras”.
“(Obama) es un afroamericano de aspecto sospechoso que, quizás, ni siquiera nació en Estados Unidos, sino en Kenia”.
“Mi administración seguirá dos reglas: ¡Compre estadounidense y contrate a estadounidenses! Este es un país en el que hablamos inglés, no español”.
¿Qué Donald dijo estas frases? ¿Trump o King?
Aunque sus colores de piel contrastan, ambos son hijos del Tío Sam. Amantes de los billetes verdes y las frases grandilocuentes. No sólo se parecen en el nombre. Sus destinos son similares. Su origen derivó en un final inesperado. Uno es un showman devenido en presidente de Estados Unidos; otro es un delincuente acusado de homicidio devenido en multimillonario y promotor de boxeadores. Los dos pertenecen a esa cultura que Andy Robinson denominó dolarocracia.
Aristocracia o democracia —escribió el periodista en Off the Road— son palabras que ya no describen el funcionamiento de las sociedades contemporáneas. El poder o los ideales —advirtió— ya no son los objetivos históricos; sí el dinero. Y ejemplo de ello es la existencia de los Donald: hombres que demuestran que los dólares se pueden cosechar a borbotones a base de demagogia, racismo e individualismo.
Si eres pobre, eres un pobre negro. Si eres rico, eres un negro rico. Si eres inteligente, eres un negro inteligente. Si eres intelectual, eres un intelectual negro. Serás negro hasta el día que mueras"
Un individualismo, por cierto, muy diferente al que auguró Alexis de Tocqueville para la Tierra de la Libertad en el siglo XIX. El pensador francés vislumbró una América donde cada hombre se creyera fuente de sí mismo e imaginara que nada debe a sus semejantes, porque el fin único es el bienestar de la colectividad. Don King es la antítesis de esa teoría.
Cuando le preguntan sobre su trayectoria, siempre responde con la misma frase: “todos mis peleadores deberían arrodillarse y agradecerme por lo que he hecho por ellos”.
Lo que es del César es de... Don
Don King es un cadáver en el mundo del boxeo que dominó por casi medio siglo. Pero en el mundo del espectáculo sigue más vivo que nunca. Igual aparece en eventos públicos de su tocayo Trump que en fiestas exclusivas de Beverly Hills. Recientemente, sus apariciones se han incrementado. Y todo gracias a El César, una serie que cuenta la historia del ex boxeador mexicano Julio César Chávez, uno de los tantos campeones que forjó King (también condujo las carreras de Muhammad Ali, George Foreman, Sugar Ray, Mike Tyson y Roberto Durán, por mencionar algunos). En esta producción de TV Azteca, BTF Media y el propio Chávez, que Walt Disney Latin America prevé transmitir dentro de un año, King es interpretado por el actor Adrián Makala.
El boxeo es un sinuoso camino de traiciones y excesos. Sobre todo para los púgiles. Don King colaboró a esa inercia durante muchos años. No son pocos los que se han quejado de su actitud indigna como hombre de negocios. En 2004, Mike Tyson demandó a su antiguo representante por una supuesta deuda de 100 millones de dólares. El juez determinó que el promotor sólo pagara 14. Tyson, ahogado por las deudas, aceptó. Nueve años después diría: “Si tuviera que aprender algo de él (de Don King), sería cómo usar a los boxeadores diciendo mentiras y que los quiero”.
Giovanni Papini escribió que el dinero es el estiércol del Diablo. En una dolarocracia sin valores éticos ni morales, los participantes de este incesante juego de intereses suelen embrollarse en conflictos donde la amistad es apenas poco más que una palabra.
“Todos mis peleadores deberían arrodillarse y agradecerme por lo que he hecho por ellos”
Don King
Aquí aparecen de nuevo los Donald. King era muy cercano a Tyson porque era su promotor. Trump era amigo de Tyson porque el republicano fue un importante inversionista del boxeo y las apuestas desde su extinto Atlantic City. En junio de 1998, el actual presidente estadounidense organizó un combate entre Michael Spinks y Mike Tyson, que ganó este último por nocaut en 91 segundos. El hecho acercó más que nunca a la triada Trump-King-Tyson.
Sin embargo —según se cuenta en el libro Lost Tycoon: The Many Lives of Donald J. Trump—, el idilio acabó cuando el ex campeón mundial le preguntó: “¿Señor Trump, es cierto que se acuesta con mi esposa?”. El magnate negó las acusaciones. Hubo un alejamiento, pero fue temporal. El dinero los unió de nuevo en 2016, cuando Tyson se sumó a la campaña de Trump, a la que por cierto también se unió King, quien asegura que el republicano es “un doctor en humanidades” y “el único gladiador de la humanidad”.
A Donald King y a Donald Trump no sólo los une su amor por las armas y por una América fértil en fabricar fortunas a cualquier costo. También los unen un par de exóticas cabelleras que cubren la única ideología a la que parecen ser fieles: el dinero.

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