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No a la Europa fortaleza, los derechos humanos no se negocian
Hoy,
en pleno siglo XXI, millones de seres humanos padecen la mayor crisis
humanitaria de personas refugiadas y migrantes desde la Segunda Guerra
Mundial. El número de personas que huyen de su región o país de origen
para salvar sus vidas por conflictos armados, vulneración de derechos y
violencia, aumenta cada día.
En gran medida, estas migraciones
forzosas están provocadas por las políticas económicas y neocoloniales
de la Unión Europea (UE) y de las demás potencias mundiales, por las
guerras provocadas por intereses económicos y energéticos, por la
vulneración descarnada de los derechos civiles y sociales, por la
esclavitud laboral, por el hundimiento, gracias a la competencia
desleal, de sectores económicos enteros como el agrícola o el pesquero.
Frente a esta realidad, la reacción de las grandes potencias, la
reacción de la UE, la reacción del reino de España, ha sido la de la
aplicación de políticas migratorias criminales, de políticas migratorias
que provocan un sufrimiento humano injustificable.
No
son palabras exageradas, no son acusaciones sin fundamento, los hechos
están ahí, rezumando dolor y vergüenza. En el mar Mediterráneo han
muerto ahogadas más de 35.000 personas en los últimos 17 años, 7.000 de
ellas desde 2016. Semana a semana, día a día, el goteo incesante de
naufragios y víctimas ahogadas, desvela la barbarie de los gobiernos
responsables de estas muertes al cerrar cualquier vía de acceso legal y
seguro a Europa.
La UE procura alejar el problema alejando las
fronteras, externalizando la violencia, llegando a acuerdos infames con
gobiernos autoritarios, violentos y corruptos, pero buenos y eficaces
aliados.No es retórica, ahí está el acuerdo con la Turquía de Erdogan que retiene a millones de personas que huyen de las guerras y la destrucción, ahí están los acuerdos con los señores de la guerra de la Libia destruida tras la intervención de la OTAN, acuerdos que financian y arman a los que por la mañana embarcan a migrantes en pateras, para por la tarde hacerles regresar a la costa, o simplemente hacerles morir ahogados, acuerdos que promueven la muerte de miles de personas en el desierto del Sahara, acuerdos que permiten la vuelta a la esclavitud.
En nuestra frontera sur, en Ceuta y Melilla, las vallas y las concertinas crecen, las devoluciones en caliente vulneran todas las normas nacionales e internacionales firmadas por todos los gobiernos. En nuestra frontera sur al menos 15 personas murieron ahogadas, hace ahora 4 años, a pocos metros de la playa del Tarajal, en Ceuta, porque la Guardia Civil les impidió la llegada disparándoles botes de humo y pelotas de goma. Hace pocas semanas la justicia ha vuelto a cerrar el caso, sin haberlo abierto nunca.
Los ejemplos de estas políticas criminales se multiplican, y lo hacen porque son la expresión de una política elaborada y coherente. Por citar algunas de las más significativas por su claridad: Las declaraciones del jefe de la agencia europea de fronteras Frontex, Fabricce Legerri, que en febrero de 2017 declaró que los rescates de las Ongs envalentonan a los traficantes; el informe de Frontex publicado a finales de 2016 que acusó a las organizaciones de solidaridad con personas refugiadas de trabajar conjuntamente con las redes de tráfico de personas; las declaraciones del líder del grupo parlamentario del Partido Popular Europeo, Manfred Webwer, a favor de una “solución final para la cuestión de los refugiados” expresión con reminiscencias nazis; de las palabras de nuestro ministro del Interior, Juan Zoido, que afirmó que no es nuestra responsabilidad que decidan huir de sus países y que las ONGs colaboran con redes de tráfico ilegal de personas.
Desgraciadamente,
estas políticas no han comenzado de repente. Hace ahora dos años,
decenas de miles de personas en toda Europa nos manifestamos contra las
políticas migratorias de la UE, exigiendo un pasaje seguro para los
centenares de miles de personas que huyendo de la guerra y de la
miseria, intentaban llegar a la UE desde Grecia y el este de Europa, o
jugándose la vida atravesando el Mediterráneo desde Libia a Sicilia, o
desde Marruecos a España.
En ese momento, ya era flagrante la
diferencia entre lo que la UE decía y lo que realmente hacía. En
septiembre de 2015, los jefes de estado y gobierno de la UE anunciaron a
bombo y platillo, la acogida en dos años de 160.000 refugiados,
provenientes fundamentalmente de la Siria destruida por la guerra.Hay que resaltar que hay más de tres millones de refugiados sirios en Turquía hoy, más de un millón en Líbano, y más de medio millón en Jordania.
Dos años después hemos constatado con vergüenza e indignación como la UE ha facilitado la acogida de ¡28.000! personas refugiadas de las 160.000 anunciadas. Realmente, la pobreza de la propia propuesta de la UE, indicaba su absoluta voluntad de incumplimiento. Realmente las políticas diseñadas y puestas en práctica por la UE eran ya las que se indican en los párrafos anteriores.
Por todo ello, es perfectamente coherente que el Presidente de la Comisión Europea (CE), Jean Claude Juncker, en su discurso ante el Parlamento Europeo el 13 de septiembre de 2017, se congratulase de la efectividad de las políticas migratorias de la UE. Sin hacer mención al incumplimiento de sus propios acuerdos de acogida, acoge con satisfacción los resultados del cierre de fronteras, de los acuerdos con Turquía. Sin importarle lo más mínimo el que la UE incumpla su propia legislación de asilo y refugio, incumpla la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951, pieza fundamental del Derecho Internacional Humanitario (DIH), levantada sobre la destrucción y las masacres de la II Guerra Mundial. Dice textualmente: "Hemos conseguido erradicar los flujos irregulares de migrantes". Erradicar, ese es el verbo que resume una política. Dice más, afirma que “hemos reducido drásticamente la pérdida de vidas humanas en el Mediterráneo”. El cinismo va en el sueldo, 7.000 seres humanos ahogados los años 2016 y 2017. ¿O es que es un optimista el Sr. Juncker? No, el Presidente de la CE solo pretendía hacernos cómplices de su cinismo.
Quieren hacernos cómplices, porque pretenden que estas políticas criminales sean hechas en nuestro nombre, quieren marcar la pauta de la insolidaridad, del miedo al otro, de la xenofobia, propias del fascismo que otra vez nos amenaza. Estas políticas criminales, su normalización, su aceptación cotidiana, persiguen que aceptemos que muchas personas son desechables, que si lo son será porque nos amenazan, porque nos invaden, o porque no aceptan cual es su lugar. Estas políticas criminales son las que promueven el crecimiento del fascismo, y las que nos serán aplicadas si no nos oponemos tajantemente a ellas.
Y la única buena noticia, es que desde hace más de dos años mucha gente de Europa nos negamos a ser cómplices de nuestros gobernantes.
Por eso, en muchas partes de Europa, el 24 y 25 de febrero (en Santander el sábado 24 a las 12,30, desde la delegación del Gobierno al Ayuntamiento), volvimos a salir a la calle para luchar contra las políticas migratorias de nuestros gobiernos, para seguirles gritando que no en nuestro nombre.
Por eso, en muchas partes de Europa, gentes solidarias seguiremos organizándonos para facilitar la visibilidad de quienes, siendo como nosotros, se les niegan rutas seguras, papeles, sanidad, techo; pero se les exige trabajo inseguro y sin derechos, silencio, y sumisión. Las movilizaciones, que a pesar de todo crecen en esta Europa fortaleza, impiden e impedirán que el silencio y la impunidad oculten los crímenes legales que nuestros gobiernos cometen.
Jesús Puente, activista de Pasaje Seguro.
Fuente original:
http://www.elfaradio.com/2018/02/22/25f-no-a-la-europa-fortaleza-los-derechos-humanos-no-se-negocian/
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