domingo, 12 de agosto de 2018

Israel y la impunidad nuclear


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Israel y la impunidad nuclear


En 2015, el Grupo 5+1 firmó el Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA, por sus siglas en inglés) con Irán respecto al programa de energía nuclear de este país.
Dicho Acuerdo estableció, que Irán debía cumplir una serie de requisitos en el marco de lo que era su proyecto soberano de desarrollo Nuclear, entre ellos: el tema del enriquecimiento de Uranio, el número de centrifugas en uso y la inspección de sus instalaciones a cargo de funcionarios de la Organización internacional de Energía Atómica – OIEA - que verificarían el uso pacífico de las instalaciones iraníes. No se harían más progresos en sus actividades en la planta de enriquecimiento de combustible de Natanz, Fordow o en el reactor de Arak. Irán continuará sus salvaguardadas prácticas de Investigación y Desarrollo, incluyendo sus prácticas en materia de enriquecimientos, que no están destinadas a la acumulación de uranio enriquecido.
El G5+1, a su vez, se comprometió a generar el levantamiento de todas las sanciones económicas, financieras, entre otras, determinadas por la ONU, como también aquellas establecidas por los miembros del G5+1 en forma individual y todas aquellas provenientes de organismos multilaterales. No habría ninguna nueva sanción del Consejo de Seguridad de la ONU en materia nuclear, como tampoco de la Unión Europea y la Administración estadounidense, actuando en consonancia con las respectivas funciones del Presidente y del Congreso, se abstendrá de imponer nuevas sanciones en materia nuclear. Establecer un canal financiero para facilitar el comercio humanitario para las necesidades internas de Irán utilizando los ingresos petroleros iraníes en el extranjero. El comercio humanitario, al cual hace referencia el Plan Integral de Acción Conjunta,  sería definido como transacciones que involucran productos alimenticios y agrícolas, medicamentos, aparatos médicos y gastos médicos efectuados en el extranjero.
Irán ha cumplido cada uno de los puntos establecidos en el JCPOA, así reconocido por Rusia, China, Gran Bretaña, Francia y Alemania, a excepción del gobierno estadounidense, que tras la toma de posesión de la nueva administración estadounidense dirigida por el multimillonario Donald Trump, se ha embarcado en una política de confrontación contra Irán, argumentando - a pesar de lo sostenido en contrario por los otros miembros del G5+1 – Irán no cumple el mencionado Acuerdo Nuclear.
El fondo de este alegato estadounidense, artificioso y plagado de  inconsistencias e incluso exigencias que no estaban en el plan firmado en julio del año 2015,  tienen como fundamento principal el seguir creando condiciones en Oriente Medio destinadas a desestabilizar la región, presionar a Irán, contrarrestar el peso que la nación pera tiene en ese escenario y sobre todo, proteger a su gran aliado y punta de lanza de todas las políticas hegemónicas de occidente en esta zona del planeta: Israel.
Israel y Sus Armas Nucleares
La entidad sionista es el hijo putativo al cual proteger a toda costa, a contrapelo de la legislación internacional e incluso intensificando las guerras de agresión que Oriente Medio sufre en Irak, Siria, Yemen, los procesos de desestabilización contra El Líbano, la represión contra el pueblo de Bahréin y la crónica ocupación de Palestina. Israel es el hijo predilecto del imperialismo y la retroalimentación genera que ese imperialismo sea el fiel aliado del sionismo, conformando un binomio amenazante, peligroso, criminal.
Precisamente el factor Israel permite visualizar, en toda su dimensión, la hipocresía de Estados Unidos y sus aliados en el manejo de su política exterior y las exigencias en el campo de los programas nucleares. Cuando se trata de países donde los conceptos de soberanía están fuertemente arraigados, como es el caso de Irán, las presiones estadounidenses se intensifican, generando diversas matrices de acción ataques en el plano político, diplomático, militar, comunicacional, apoyo a grupos terroristas para desestabilizar a la nación blanco de los ataques y que en el caso de la nación persa, no se le perdona haber salido de su influencia geopolítica el año 1979 cuando triunfa la revolución islámica.
Israel ha tratado de mantener una nebulosa con respecto a la producción y almacenamiento de armas de destrucción masiva, sobre todo porque no ha firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear – TNPN – no permite la inspección de sus instalaciones nucleares de Dimona , en el desierto del Neguev situada al sur de esta Palestina ocupada por el sionismo. Nunca se ha reconocido oficialmente la tenencia de armamento nuclear fabricados en sus instalaciones. Decisión que a estas alturas choca con la porfiada realidad y las propias declaraciones de científicos nucleares, que trabajaron en las instalaciones israelíes y denunciaron la fabricación de armas nucleares en dichas instalaciones.
Tal es el caso de Mordechai Vanunu, quien en una entrevista concedida al Diario londinense The Sunday Times, el año 1986 habló sobre el secreto mejor guardado del sionismo, mostrando fotografías irrebatibles de lo que denunció y destacando en este artículo aspectos relacionados no sólo con el tema armas, sino también la estrategia nuclear sustentada por Israel: enemigo principal , lugares hacia donde apuntaban sus ojivas nucleares, política de disuasión y sobre todo la certeza que el sionismo poseía tres centenares de armas y la factibilidad de construir 115 más. Vanunu, Marroquí de nacimiento, judío y posteriormente convertido al cristianismo, aun antes que aparecieran sus revelaciones sobre el programa nuclear secreto del sionismo, fue secuestrado en la capital italiana, Roma, por agentes del Mossad y llevado a Israel donde fue sentenciado a 18 años de cárcel.
Vanunu puso al descubierto, la falsa política ciega de los países aliados de Israel, en especial de Washington, sobre la capacidad nuclear de la entidad sionista, dejando al descubierto el aval y complicidad para que este régimen colonialista, racista y profundamente peligroso contra con armas de destrucción masiva.  En efecto, el régimen sionista establecido en Palestina bajo la premisa de la ocupación representa el mayor peligro para los países de la región y en general para el mundo, mostrando ese doble rasero cuando se critica a Corea del Norte, a Irán o a otros países, que en virtud de sus decisión soberana avanza por el camino de desarrollo de sus programas nucleares. No existe posibilidad de avanzar por el camino de la paz mientras el sionismo tenga armas nucleares, se someta a un proceso de desnuclearización y vigilancia a manos de la Organización Internacional de Energía Atómica – OIEA – y sobre todo termine su ocupación de Palestina. Sin ello, cualquier intento de paz para la región chocará siempre con los intentos hegemónicos de occidente y su hijo putativo sionista.
Una producción que tiene su punto de nacimiento el año 1952 cuando es creada, bajo el apoyo de Estados Unidos y Francia, la comisión de Energía Atómica de Israel dirigida por el científico judío alemán Ernest David Bergmann, quien escapó a Londres el año 1933. Bergmann trabajó, durante la Segunda Guerra Mundial para los ejércitos de Estados Unidos, Inglaterra y junto a científicos nucleares franceses en materias militares que generarían la alianza necesaria, para lo que sería el futuro programa nuclear israelí. Terminada la guerra Bergmann retornó a la Palestina aún bajo el mandato británico el año 1946, trabajando para el sionismo que preparaba la instalación de su entidad y con ello la formación de sus centros de desarrollo militar, que comenzaría al día siguiente de la declaración de nacimiento de la entidad israelí en mayo del año 1948.
La estrecha relación entre Bergmann, su equipo de colaboradores y los científicos franceses permitieron el desarrollo de conocimiento necesario, que no sólo facilitó la creación de la  primera bomba atómica francesa, sino que la transferencia de conocimiento, tecnología  y datos valiosos que permitirían a Israel construir su propia Central Nuclear en Dimona, con una base para la producción de plutonio y uranio enriquecido a partir del año 1963 y que al cabo de pocos años facilitó la construcción de la primera de las 300 a 400 armas nucleares que se considera posee Israel. Con todo lo que ello conlleva: programa misilístico, vehículos de lanzamiento de armas nucleares y un arsenal establecido en una región donde el sionismo representa la punta de lanza, el portaaviones terrestre de los intereses occidentales en Oriente Medio. Todo ello unido a una estrategia nuclear, que tiene como principal blanco a la República Islámica de Irán y en segundo orden a los países árabes que rodean a la entidad sionista que ocupa, desde el año 1948 los territorios palestinos.
La política de estratégico silencio de Israel respecto a la producción y almacenamiento de sus armas nucleares. Sus críticas acérrimas frente al programa nuclear de la República Islámica de Irán, a quien considera su principal enemigo en la región y el temor frente a la posibilidad que la nación persa avance en la construcción de armas nucleares - esto a pesar que sus líderes políticos y religiosos han sostenido permanentemente que no es objetivo de su país avanzar por esa vía - Su estrecha alianza con Estados Unidos pretende vetar cualquier intento de Irán de acceder, no sólo a este tipo de armas, sino también el desarrollar su programa de defensa, contando el sionismo con la complicidad de Francia y Gran Bretaña – como miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU – que son, indudablemente, una muestra de este doble rasero occidental. Una conducta hipócrita que permite a algunos acceder a la tecnología y la realidad de posesión de armamento nuclear y negarles esa posibilidad a otros países bajo criterios dispares y que tienen la manipulación y al desinformación como armas comunicacionales utilizadas profusamente.
Política de sometimiento de Washington, París y Londres al lobby sionista en cada uno de esos países y que influye, incluso, en las línea directivas de sus políticas en el campo exterior. Esta conducta quedó plenamente al descubierto cuando el año 2015 se desclasificaron una serie de documentos publicados por el Archivo de Seguridad Nacional de los Estados unidos, el Proyecto Internacional  de la Historia de la Proliferación de Armas Nucleares y el Centro de Estudios de No Proliferación del Instituto de Middlebury de Estudios Internacionales en Monterrey, consignando que en un plan donde participaba Francia “este país debía ser el proveedor extranjero primario del reactor y la tecnología relacionada. Noruega debía proporcionar el agua pesada y Estados Unidos debía desempeñarse como el camuflaje para el conjunto del proyecto, sobre todo, como una manera de ocultar el proyecto Dimona del propio Estados Unidos”.
Israel, en todos los planos de su política exterior goza de absoluta impunidad. Viola la legislación internacional, agrede a países y sus pueblos, ocupa ilegalmente un territorio como el palestino. Apoya a movimientos terroristas que agreden al pueblo sirio, a Irak. Apoya acometidas criminales contra Yemen y Bahréin. Genera procesos de desestabilización en el Líbano, temeroso del poder creciente que ha adquirido Hezbolá. Posee armas de destrucción masiva y se da el lujo de criticar a otros por desarrollar sus proyectos nucleares. Israel representa lo más abyecto, en materia de una entidad, que se sabe protegido por potencias del calibre de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña. Así, en el plano de las múltiples impunidades en que se mueve el actuar sionista, el nuclear tiene ribetes propios, que hacen fruncir el entrecejo cuando se exige, por parte de Washington una serie de condiciones a Irán en el marco del Plan integral de Acción Conjunta, que revelan la profunda hipocresía de Washington y su desprecio por aquellos países que tiene la soberanía y la dignidad como distintivos que no se transan, por más megatones que se exhiban.

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