El mundo está en llamas. No es una licencia
metafórica, sino la plasmación de una realidad presente en decenas de
países en todo el mundo.
Ya sea por causas no relacionadas directamente con la acción humana o por cuestiones agroalimentarias y ganaderas, los incendios son parte integral del paisaje moderno de la Tierra. Bien lo saben desde la NASA, cuyo último hallazgo consiste en un estupendo mapa global de todos los fuegos activos en los cinco continentes.
Para ello, la agencia espacial se ha valido de su valiosísimo Sistema de Información y Datos del Sistema de Observación de la Tierra (EOSDIS por sus siglas en inglés), un conjunto de más de 700 fotografías globales tomadas por sus diversos satélites. Mediante aquellas que capturan la información térmica de la Tierra, la NASA es capaz de descifrar qué puntos de la superficie terrestre están en llamas. El volcado posterior en un mapa actualizado en tiempo real configura tan tremenda imagen.
La valoración no es gratuita: a vista de pájaro, se diría que más de la mitad del planeta sobrevive bajo las llamas. Hemos leído recientemente sobre la magnitud de los fuegos gallegos y portugueses que se vienen repitiendo cada verano, y de las crisis regulares que asolan California y Australia, pero no tanto de otras regiones para las cuales el fuego es un elemento más en su vida diaria. La imagen del África tropical, totalmente recubierta de puntos que indican la existencia de llamas, es chocante en tanto que apenas leemos sobre ello en los diarios. El motivo es simple, a menudo, son fuegos que no se combaten. Se provocan.
Los motivos tienen que ver con el cambio de uso de la tierra, la quema provocada sistemática de monte silvestre y masas boscosas tropicales está relacionada con el cultivo y la producción de soja, pastos para la ganadería, o asentamientos humanos. Esta lamentable práctica ancestral hace que la Tierra se queme tanto, ante la aparente inacción de gobiernos u organizaciones.
Más dramáticos son los rincones del planeta donde la acción humana es indirecta, y siempre involuntaria, en los múltiples fuegos que se propagan a cada temporada seca. Como sucedió en Chile y Argentina cuya temporada pasada de incendios ha sido terrorífica, bebido a una extraordinaria sequía cuyas raíces directas se encuentran en los sospechosos motivos habituales.
También hay alerta cada verano por los incendios forestales que arden sin control a través del oeste de Estados Unidos y Canadá. Un nuevo estudio dice que el cambio climático inducido por el hombre ha duplicado la superficie afectada por los incendios forestales en el oeste de EE.UU., en los últimos 30 años.
Similares valoraciones se pueden hacer de Australia o del Ártico, siendo este caso muy particular. Nunca antes en la historia reciente del ser humano se habían registrado tantos incendios al norte del círculo polar, prueba de las extremas condiciones climáticas que atraviesa la región y que tanto en invierno como en verano parecen someterse a permanentes olas de calor. En la Siberia rusa o en China, enormes masas boscosas han sido devastadas por fuegos salvajes este año.
Allá donde haya árboles y humanidad, al parecer, hay fuego. Naturalmente el alcance y la gravedad de cada uno difieren. Se puede considerar la situación de Indonesia o de África central calamitosa, pero quemar y plantar es para muchos campesinos la única salida a la pobreza o a la economía de subsistencia; también en la Amazonía, donde el fenómeno es más equilibrado, hay fuegos que calcinan miles de hectáreas de selva virgen para ampliar áreas de pastura para el ganado que escapan al control humano.
El mapa de la NASA es interesante porque ilustra hasta qué punto la manipulación y la convivencia con el fuego está más presente de lo que nuestra burbuja urbana tiende a pensar.
El color rojo, las llamas incandescentes de la madera ardiendo, son avatares del día a día para muchas poblaciones del mundo. Para algunas, por voluntad propia. Para otras, por condena.
Imagen de portada: Mapa global de todos los fuegos activos en los cinco continentes - imagen NASA.
Fuente: NASA/AAPN
El autor es Presidente / Asociación Amigos de los Parques Nacionales - AAPN -
Experto Comisión Mundial de Áreas Protegidas - WCPA - de la IUCN-
Grupo de Investigación de Ecología del Fuego
Ya sea por causas no relacionadas directamente con la acción humana o por cuestiones agroalimentarias y ganaderas, los incendios son parte integral del paisaje moderno de la Tierra. Bien lo saben desde la NASA, cuyo último hallazgo consiste en un estupendo mapa global de todos los fuegos activos en los cinco continentes.
Para ello, la agencia espacial se ha valido de su valiosísimo Sistema de Información y Datos del Sistema de Observación de la Tierra (EOSDIS por sus siglas en inglés), un conjunto de más de 700 fotografías globales tomadas por sus diversos satélites. Mediante aquellas que capturan la información térmica de la Tierra, la NASA es capaz de descifrar qué puntos de la superficie terrestre están en llamas. El volcado posterior en un mapa actualizado en tiempo real configura tan tremenda imagen.
La valoración no es gratuita: a vista de pájaro, se diría que más de la mitad del planeta sobrevive bajo las llamas. Hemos leído recientemente sobre la magnitud de los fuegos gallegos y portugueses que se vienen repitiendo cada verano, y de las crisis regulares que asolan California y Australia, pero no tanto de otras regiones para las cuales el fuego es un elemento más en su vida diaria. La imagen del África tropical, totalmente recubierta de puntos que indican la existencia de llamas, es chocante en tanto que apenas leemos sobre ello en los diarios. El motivo es simple, a menudo, son fuegos que no se combaten. Se provocan.
Los motivos tienen que ver con el cambio de uso de la tierra, la quema provocada sistemática de monte silvestre y masas boscosas tropicales está relacionada con el cultivo y la producción de soja, pastos para la ganadería, o asentamientos humanos. Esta lamentable práctica ancestral hace que la Tierra se queme tanto, ante la aparente inacción de gobiernos u organizaciones.
Más dramáticos son los rincones del planeta donde la acción humana es indirecta, y siempre involuntaria, en los múltiples fuegos que se propagan a cada temporada seca. Como sucedió en Chile y Argentina cuya temporada pasada de incendios ha sido terrorífica, bebido a una extraordinaria sequía cuyas raíces directas se encuentran en los sospechosos motivos habituales.
También hay alerta cada verano por los incendios forestales que arden sin control a través del oeste de Estados Unidos y Canadá. Un nuevo estudio dice que el cambio climático inducido por el hombre ha duplicado la superficie afectada por los incendios forestales en el oeste de EE.UU., en los últimos 30 años.
Similares valoraciones se pueden hacer de Australia o del Ártico, siendo este caso muy particular. Nunca antes en la historia reciente del ser humano se habían registrado tantos incendios al norte del círculo polar, prueba de las extremas condiciones climáticas que atraviesa la región y que tanto en invierno como en verano parecen someterse a permanentes olas de calor. En la Siberia rusa o en China, enormes masas boscosas han sido devastadas por fuegos salvajes este año.
Allá donde haya árboles y humanidad, al parecer, hay fuego. Naturalmente el alcance y la gravedad de cada uno difieren. Se puede considerar la situación de Indonesia o de África central calamitosa, pero quemar y plantar es para muchos campesinos la única salida a la pobreza o a la economía de subsistencia; también en la Amazonía, donde el fenómeno es más equilibrado, hay fuegos que calcinan miles de hectáreas de selva virgen para ampliar áreas de pastura para el ganado que escapan al control humano.
El mapa de la NASA es interesante porque ilustra hasta qué punto la manipulación y la convivencia con el fuego está más presente de lo que nuestra burbuja urbana tiende a pensar.
El color rojo, las llamas incandescentes de la madera ardiendo, son avatares del día a día para muchas poblaciones del mundo. Para algunas, por voluntad propia. Para otras, por condena.
Conclusión
El incremento y la sucesión de incendios considerados no naturales están teniendo un efecto violento en los ecosistemas. Los efectos del fuego en la flora, la fauna y el suelo "vienen después" y pueden ser letales, por eso es importante que los gobiernos dediquen más inversión en prevención, divulgación y fijación de población rural y no solo recursos para la extinción.Imagen de portada: Mapa global de todos los fuegos activos en los cinco continentes - imagen NASA.
Fuente: NASA/AAPN
El autor es Presidente / Asociación Amigos de los Parques Nacionales - AAPN -
Experto Comisión Mundial de Áreas Protegidas - WCPA - de la IUCN-
Grupo de Investigación de Ecología del Fuego
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