La expresión “Darle armas a los enemigos” se utiliza para
referirse a cuando en el campo de batalla uno de los contendientes
permite al adversario ganar terreno y aprovecharse de sus malas
decisiones. Así le está pasando a López Obrador, a quien sus enemigos,
adversarios y opositores critican por echar mano de priístas (todavía no
lo hace con peñistas ni perredistas), como son los casos irrefutables
de Bartlett, Durazo, De La Fuente, Villalobos, etcétera. Son
designaciones que tienen “cola que les pisen”. Han usado y usarán el
nombramiento de Bartlett para atacar a AMLO, mientras dure en la
Comisión Federal de Electricidad, que es su destino mediato. Salinista
prominente, antes fue delamadridista; luego zedillista y priísta casi
toda su vida política, hasta convertirse en perredista, senador
independiente y ahora morenista-lopezobradorista, que ocupó cargos de:
secretario de Gobernación (cuando misteriosamente se cayó el sistema
electoral); en Educación y desgobernador de Puebla. Y desde 1963 nunca ha dejado de estar enchufado el presupuesto para cobrar: ¡medio siglo cobrando!
A la dirección general de Electricidad, Bartlett llegará con guantes para evitar las descargas eléctricas o “toques”, coronando su carrera político-administrativa y burocrática de priísta invicto. Su designación ha sido una arma para los enemigos y opositores a López Obrador. Le han llovido críticas desde el PAN y claro del PRI; éstos por ardor y envidia; los derechistas y actualmente descabezados por culpa de Anaya, le han soltado una andanada de descalificaciones por haber atraído a un priísta de “hueso colorado”; con todo y que Bartlett ya ha puesto distancia de por medio con su expartido y con lo que el tabasqueño califica de “la mafia del poder”. Obviamente que Bartlett le ha contado a López, Obrador todo lo que sabe de las entrañas del priísmo y del presidencialismo a partir de De La Madrid, Salinas y Zedillo. Mañoso, más o menos ilustrado en maniobras politiqueras, Bartlett ha sido de utilidad hacia donde ha ido emigrando.
Pero como en “’guerra” política, Bartlett es buen pretexto –con fundamentos– para echarle dardos envenenados al tabasqueño, por haberlo designado en la CFE para –según AMLO–, meter en cintura a esa poderosa empresa que encarece su servicio conforme a las necesidades de la corrupción en turno, que ha saqueado al organismo sin “electrocutar” a ninguno de los que impusieron los presidentes en turno. Tiro al blanco es Bartlett y éste no se quitará de encima a sus enemigos e insidiosos, ya que la “chamba” porque poco que le paguen es como aquel priísta que cobraba su primera quincena y la cajera al entregarle el dinero y ver que se lo embolsaba, le dijo: “Cuéntelo”, a lo que el priista respondió: “¿Para qué..? todo es ganancia”.
Otra arma que López Obrador está poniendo en manos de sus enemigos es el nombramiento de Alfonso Durazo Montaño. Nacido en el municipio de Bavispe, allá en Sonora, al noroeste de la geopolítica mexicana, y según el diccionario Quién es quién en la política Mexicana –de Humberto Mussachio López– pasante de ingeniería y licenciatura en derecho. Ha sido priísta desde 1973: salinista, zedillista y panista: foxista; para brincar a Morena y lograr sellar su relación con López Obrador quien lo ha premiado con la Secretaría de Seguridad a partir del 1 de diciembre. Pero ya actuando como si lo fuera y sin saber nada, absolutamente nada de la materia, se ha dejado entrevistar para declarar que el país es “una tumba” y, en consecuencia, los de Morena se dedican a rezar al son de sus trilladas frases: “paz y amor” y “perdón y olvido”.
Así las cosas, el dueño de un rancho-latifundio en Bavispe y empresario del gas en Hermosillo, con casas y departamentos allá y en la capital del país, fue abucheado, callado y casi expulsado de Michoacán cuando se puso a recetarles su discurso a las víctimas y autodefensas del lugar. Y lo obligaron a quedarse con la boca cerrada para escuchar los reclamos y exhibirlo de incompetente.
No deja sonreír porque padece un tic nervioso. Que más parece de cinismo. Es un completo ignorante en materia de seguridad, tan es así que en sus apariciones públicas ha hecho el ridículo y como que se burla de uno de los más graves problemas nacionales. López Obrador ha fallado al nombrarlo en esa tarea, pues Durazo anda a tientas en un asunto donde se necesita a un funcionario con varias características: que sea un político, que tenga experiencia policiaca-militar y no ser fanfarrón. Ya lo mandaron a guardar silencio y no pudo sobreponerse, porque estaba dándoselas de conocedor y de inmediato lo pusieron en su lugar. Y lo usaron de mensajero para que le dijera a AMLO que lo repudian, que ese nombramiento le ha quedado grande y que no podrá agarrar “al toro por los cuernos”, ya que las delincuencias necesitan un estratega en seguridad.
Durazo ha sido un burócrata. Un “grillo” para empleos para irla pasando. Y cobrar. Es un tipo rico rayando en millonario que ha sobrevivido como una de “las viudas de Colosio”. Al homicidio de éste de inmediato se puso a las órdenes de Salinas y Zedillo. Se hizo panista-foxista. Y oportunista se filtró al lopezobradrismo para hacerse cargo en Sonora y montándose en la ola morenista se hizo senador (con la locutora Lili Téllez). El tabasqueño, pues, lo elevó a su nivel de incompetencia y anda haciendo el ridículo con sus pretensiones de organizar un programa y planes sobre la seguridad y que donde se para a dictar sus fantasías, de inmediato lo echan y pone su cara de regañado.
Está claro que López Obrador se equivocó con Durazo y antes de que vaya a meter “las cuatro” debe removerlo, porque el asunto de la violencia sangrienta no es para un aprendiz que lo más que ha dicho es que “el país es una tumba”. Durazo es la punta del iceberg donde chocará AMLO, ya que en sus designaciones ha premiado a sus amigos y la real-política demanda algo más que amistad para desempeñar una Presidencia asida al clavo ardiente de una crisis general.
Álvaro Cepeda Neri
A la dirección general de Electricidad, Bartlett llegará con guantes para evitar las descargas eléctricas o “toques”, coronando su carrera político-administrativa y burocrática de priísta invicto. Su designación ha sido una arma para los enemigos y opositores a López Obrador. Le han llovido críticas desde el PAN y claro del PRI; éstos por ardor y envidia; los derechistas y actualmente descabezados por culpa de Anaya, le han soltado una andanada de descalificaciones por haber atraído a un priísta de “hueso colorado”; con todo y que Bartlett ya ha puesto distancia de por medio con su expartido y con lo que el tabasqueño califica de “la mafia del poder”. Obviamente que Bartlett le ha contado a López, Obrador todo lo que sabe de las entrañas del priísmo y del presidencialismo a partir de De La Madrid, Salinas y Zedillo. Mañoso, más o menos ilustrado en maniobras politiqueras, Bartlett ha sido de utilidad hacia donde ha ido emigrando.
Pero como en “’guerra” política, Bartlett es buen pretexto –con fundamentos– para echarle dardos envenenados al tabasqueño, por haberlo designado en la CFE para –según AMLO–, meter en cintura a esa poderosa empresa que encarece su servicio conforme a las necesidades de la corrupción en turno, que ha saqueado al organismo sin “electrocutar” a ninguno de los que impusieron los presidentes en turno. Tiro al blanco es Bartlett y éste no se quitará de encima a sus enemigos e insidiosos, ya que la “chamba” porque poco que le paguen es como aquel priísta que cobraba su primera quincena y la cajera al entregarle el dinero y ver que se lo embolsaba, le dijo: “Cuéntelo”, a lo que el priista respondió: “¿Para qué..? todo es ganancia”.
Otra arma que López Obrador está poniendo en manos de sus enemigos es el nombramiento de Alfonso Durazo Montaño. Nacido en el municipio de Bavispe, allá en Sonora, al noroeste de la geopolítica mexicana, y según el diccionario Quién es quién en la política Mexicana –de Humberto Mussachio López– pasante de ingeniería y licenciatura en derecho. Ha sido priísta desde 1973: salinista, zedillista y panista: foxista; para brincar a Morena y lograr sellar su relación con López Obrador quien lo ha premiado con la Secretaría de Seguridad a partir del 1 de diciembre. Pero ya actuando como si lo fuera y sin saber nada, absolutamente nada de la materia, se ha dejado entrevistar para declarar que el país es “una tumba” y, en consecuencia, los de Morena se dedican a rezar al son de sus trilladas frases: “paz y amor” y “perdón y olvido”.
Así las cosas, el dueño de un rancho-latifundio en Bavispe y empresario del gas en Hermosillo, con casas y departamentos allá y en la capital del país, fue abucheado, callado y casi expulsado de Michoacán cuando se puso a recetarles su discurso a las víctimas y autodefensas del lugar. Y lo obligaron a quedarse con la boca cerrada para escuchar los reclamos y exhibirlo de incompetente.
No deja sonreír porque padece un tic nervioso. Que más parece de cinismo. Es un completo ignorante en materia de seguridad, tan es así que en sus apariciones públicas ha hecho el ridículo y como que se burla de uno de los más graves problemas nacionales. López Obrador ha fallado al nombrarlo en esa tarea, pues Durazo anda a tientas en un asunto donde se necesita a un funcionario con varias características: que sea un político, que tenga experiencia policiaca-militar y no ser fanfarrón. Ya lo mandaron a guardar silencio y no pudo sobreponerse, porque estaba dándoselas de conocedor y de inmediato lo pusieron en su lugar. Y lo usaron de mensajero para que le dijera a AMLO que lo repudian, que ese nombramiento le ha quedado grande y que no podrá agarrar “al toro por los cuernos”, ya que las delincuencias necesitan un estratega en seguridad.
Durazo ha sido un burócrata. Un “grillo” para empleos para irla pasando. Y cobrar. Es un tipo rico rayando en millonario que ha sobrevivido como una de “las viudas de Colosio”. Al homicidio de éste de inmediato se puso a las órdenes de Salinas y Zedillo. Se hizo panista-foxista. Y oportunista se filtró al lopezobradrismo para hacerse cargo en Sonora y montándose en la ola morenista se hizo senador (con la locutora Lili Téllez). El tabasqueño, pues, lo elevó a su nivel de incompetencia y anda haciendo el ridículo con sus pretensiones de organizar un programa y planes sobre la seguridad y que donde se para a dictar sus fantasías, de inmediato lo echan y pone su cara de regañado.
Está claro que López Obrador se equivocó con Durazo y antes de que vaya a meter “las cuatro” debe removerlo, porque el asunto de la violencia sangrienta no es para un aprendiz que lo más que ha dicho es que “el país es una tumba”. Durazo es la punta del iceberg donde chocará AMLO, ya que en sus designaciones ha premiado a sus amigos y la real-política demanda algo más que amistad para desempeñar una Presidencia asida al clavo ardiente de una crisis general.
Álvaro Cepeda Neri
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