Es bien conocido por los historiadores de la economía que la
población y la riqueza del mundo apenas creció hasta el tiempo de la
primera revolución industrial ocurrida a finales del siglo XVIII.
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El sabio maestro de historiadores Antonio Domínguez Ortiz, en su erudita y deliciosa obra España, tres milenios de historia (2000), sostiene que apenas sí hubo progreso material en España desde la época de los romanos hasta tiempos de la Ilustración.
A escala europea, Owen Paepke, autor de Evolution of progress (1993) describe algo similar: “Desde el comienzo del Imperio Romano hasta el siglo XVIII, un periodo de casi dos milenios, las condiciones de vida apenas mejoraron. En la época de Napoleón se comía, se vestía y se vivía en casas de parecidas características a la de la época de los césares”.
Desde el remoto pasado hasta la Revolución Industrial, aunque se han encontrado multitud de interesantes invenciones instrumentales, prácticamente ninguna de ellas apalancó suficientemente la economía y el progreso social, que fue casi inexistente por milenios.
La Revolución Industrial, precedida de otra revolución institucional que abolió la monarquía absoluta, según nos recuerda Gabriel Tortella en su Capitalismo y Revolución (2017), abre la época del verdadero progreso económico y social que hemos venido viviendo hasta hoy.
Los datos evidencian que desde la primera revolución industrial hasta
nuestros días (pues las medias que llegan hasta 1992 se pueden
extrapolar hasta hoy) las diferencias anuales de crecimiento con
respecto al pasado próximo, y más aún respecto al lejano, son abismales:
más de tres veces la población, más de seis veces el PIB y treinta veces la renta per cápita. ¡Y todo ello todos los años!
El premio Nóbel de Economía de 2006, Edmund Phelps, en su libro Mass Flourishing (2013), vierte toda su amplia y profunda sabiduría en forma de investigación histórica de la economía moderna, que nació a principios del siglo XIX, y que ha propiciado un florecimiento sin par de las naciones que de ella se han beneficiado. Las tesis de Phelps son coincidentes con una abrumadora mayoría de académicos y soportadas empíricamente, aunque se alejan de las políticas económicas populistas que practican los políticos de todos los partidos.
Entre 1820 y 1870 el crecimiento de la producción per cápita y de los salarios reales de EE.UU., Inglaterra, Francia y Alemania fue extraordinario en términos históricos. Entre 1820 y 1913 la productividad casi se triplicó en EE.UU e Inglaterra. Estos logros históricos fueron atribuidos por algunos economistas al stock de capital y a las economías de escala. Pero si así hubiera sido, ¿por qué en Italia y España no produjo los mismos efectos?, se pregunta Phelps.
Ni los grandes viajes de descubrimiento ni los espléndidos avances de la ciencia y las consecuentes invenciones a que dieron lugar pueden explicar las datos anteriores; si los explican sin embargo, un nuevo tipo de economía, que el autor denomina Economía Moderna, sustentada por un sistema de innovación endógena que funciona sin cesar. Los ejemplos que mejor ilustran la tesis de Phelps son Suecia entre 1890 y 1913 y China desde 1978.
El proceso de innovación contiene las siguientes etapas:
El éxito de la economía moderna se sustenta no sólo en una determinada cultura económica, también en instituciones económicas como: la libertad, los derechos de propiedad, la legislación de quiebras, el sistema financiero.
En los procesos de innovación es fundamental el papel de la imaginación y la perspicacia al servicio de la creatividad, tal y como ilustrara David Hume. El combustible de este sistema es una mezcla de motivos pecuniarios y no pecuniarios; siendo éstos últimos muy importantes en el funcionamiento de la economía moderna.
Las novedades que surgen en una industria son comunicadas a la sociedad a través del mercado y en dicho proceso el precio es un descubrimiento; tal y como Hayek señaló al referirse a la economía del conocimiento.
Muchos americanos creen que Henry Ford inventó el automóvil, que existió antes en Europa e incluso en su propia ciudad, Detroit. “Yo no inventé nada”, dijo Ford; “simplemente ensamblé dentro de un coche los descubrimientos de otros”.
Para Frank Knight, la incertidumbre es el principal distintivo de la economía moderna.
Los principales enemigos de la economía moderna son el socialismo y el corporativismo. La historia ha dado la razón a Mises y Hayek que argumentaron la imposibilidad del funcionamiento de una economía planificada y su innata incapacidad de innovar. El corporativismo, de origen alemán, se basa en el liderazgo inversor del Estado, la paz y solidaridad industrial y la responsabilidad social. Mussolini fue un precursor junto con Hitler, a los que luego sucedió Franco en España, Salazar en Portugal, de Gaulle en Francia, y también Brasil y Japón.
Entre las más grandes economías de alta renta, Francia, Italia y España se sitúan en las peores posiciones del ranking de barreras legales para entrar en industrias, barreras al emprendimiento, regulación de mercados, protección del empleo.
La renta por empleado y la productividad del trabajo se relacionan inversamente con la tasa de empleo. La capitalización de las empresas en las bolsas, como porcentaje del PIB, se relaciona positivamente con la productividad del trabajo y la tasa de empleo, pero negativamente con la protección del empleo. Una productividad declinante hace caer el peso de las rentas del trabajo en el PIB. Incluso si la deuda pública es baja el estímulo keynesiano de la demanda brinda mas costes que beneficios. En el periodo 1990-2008 el empleo neto creado por la nuevas empresas en EE.UU. se debió casi exclusivamente a las nuevas empresas y todo el desempleo a las viejas.
Sostenía el premio Nóbel Milton Friedman que la grandeza de la prosperidad económica radicaba en que aumentaba la libertad de elegir de la gente; porque efectivamente, disponiendo de más medios económicos podemos optar por mejor educación, mejor salud, mejores condiciones de vida, mejor ocio, cultura, etc. y todo ello a gusto de cada uno.
Siendo tan importante el crecimiento económico y, sobre todo, los factores que lo hacen posible, en España está excluido de los discursos políticos y contenidos mediáticos, como si fuera un bien caído del cielo que solo cabe distribuir. Toda una ensoñación que limita nuestro potencial de creación de riqueza. Y así nos va.
Foto Mike Enerio
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El sabio maestro de historiadores Antonio Domínguez Ortiz, en su erudita y deliciosa obra España, tres milenios de historia (2000), sostiene que apenas sí hubo progreso material en España desde la época de los romanos hasta tiempos de la Ilustración.
A escala europea, Owen Paepke, autor de Evolution of progress (1993) describe algo similar: “Desde el comienzo del Imperio Romano hasta el siglo XVIII, un periodo de casi dos milenios, las condiciones de vida apenas mejoraron. En la época de Napoleón se comía, se vestía y se vivía en casas de parecidas características a la de la época de los césares”.
Desde el remoto pasado hasta la Revolución Industrial, aunque se han encontrado multitud de interesantes invenciones instrumentales, prácticamente ninguna de ellas apalancó suficientemente la economía y el progreso social, que fue casi inexistente por milenios.
La Revolución Industrial, precedida de otra revolución institucional que abolió la monarquía absoluta, según nos recuerda Gabriel Tortella en su Capitalismo y Revolución (2017), abre la época del verdadero progreso económico y social que hemos venido viviendo hasta hoy.
Las tesis de Phelps son coincidentes con una abrumadora mayoría de académicos y soportadas empíricamente, aunque se alejan de las políticas económicas populistas que practican los políticos de todos los partidosCon cálculos propios sobre la base de datos históricos de Angus Madison en su Monitoring the world economy 1820-1992(1995) revelaba en mi libro La nueva economía española (2003) las tasas de crecimiento histórico medio anual de la población, el PIB y la renta per cápita mundiales:
Crecimiento % medio anual | 1500-1820 | 1820-1992 |
Población | 0,29% | 0,95% |
PIB | 0,33% | 2,17% |
Renta per cápita | 0,04% | 1,21% |
El premio Nóbel de Economía de 2006, Edmund Phelps, en su libro Mass Flourishing (2013), vierte toda su amplia y profunda sabiduría en forma de investigación histórica de la economía moderna, que nació a principios del siglo XIX, y que ha propiciado un florecimiento sin par de las naciones que de ella se han beneficiado. Las tesis de Phelps son coincidentes con una abrumadora mayoría de académicos y soportadas empíricamente, aunque se alejan de las políticas económicas populistas que practican los políticos de todos los partidos.
Entre 1820 y 1870 el crecimiento de la producción per cápita y de los salarios reales de EE.UU., Inglaterra, Francia y Alemania fue extraordinario en términos históricos. Entre 1820 y 1913 la productividad casi se triplicó en EE.UU e Inglaterra. Estos logros históricos fueron atribuidos por algunos economistas al stock de capital y a las economías de escala. Pero si así hubiera sido, ¿por qué en Italia y España no produjo los mismos efectos?, se pregunta Phelps.
Ni los grandes viajes de descubrimiento ni los espléndidos avances de la ciencia y las consecuentes invenciones a que dieron lugar pueden explicar las datos anteriores; si los explican sin embargo, un nuevo tipo de economíaPara los nuevos economistas sólo el incremento de conocimiento económico, sobre cómo y qué producir, es capaz de explicar los grandes avances en la prosperidad de las naciones.
Ni los grandes viajes de descubrimiento ni los espléndidos avances de la ciencia y las consecuentes invenciones a que dieron lugar pueden explicar las datos anteriores; si los explican sin embargo, un nuevo tipo de economía, que el autor denomina Economía Moderna, sustentada por un sistema de innovación endógena que funciona sin cesar. Los ejemplos que mejor ilustran la tesis de Phelps son Suecia entre 1890 y 1913 y China desde 1978.
El proceso de innovación contiene las siguientes etapas:
- Concepción de nuevos productos o métodos
- Preparación de propuestas para desarrollar algunos
- Selección de propuestas de desarrollo para su financiación
- Desarrollo de los productos o métodos elegidos
- Marketing de los nuevos productos o métodos
- Evaluación y posibles pruebas con usuarios finales
- Adopción significativa de algunos nuevos productos y métodos
- Revisión de los nuevos productos después de las pruebas de adopción temprana
El éxito de la economía moderna se sustenta no sólo en una determinada cultura económica, también en instituciones económicas como: la libertad, los derechos de propiedad, la legislación de quiebras, el sistema financiero.
En los procesos de innovación es fundamental el papel de la imaginación y la perspicacia al servicio de la creatividad, tal y como ilustrara David Hume. El combustible de este sistema es una mezcla de motivos pecuniarios y no pecuniarios; siendo éstos últimos muy importantes en el funcionamiento de la economía moderna.
Las novedades que surgen en una industria son comunicadas a la sociedad a través del mercado y en dicho proceso el precio es un descubrimiento; tal y como Hayek señaló al referirse a la economía del conocimiento.
“Yo no inventé nada”, dijo Ford; “simplemente ensamblé dentro de un coche los descubrimientos de otros”Las innovaciones no son previsibles; pueden ser efímeras y también disrruptivas. Muchas son accidentales. También surgen innovaciones “mientras se trabaja”, según el famoso “lerning by doing” de Picasso.
Muchos americanos creen que Henry Ford inventó el automóvil, que existió antes en Europa e incluso en su propia ciudad, Detroit. “Yo no inventé nada”, dijo Ford; “simplemente ensamblé dentro de un coche los descubrimientos de otros”.
Para Frank Knight, la incertidumbre es el principal distintivo de la economía moderna.
Los principales enemigos de la economía moderna son el socialismo y el corporativismo. La historia ha dado la razón a Mises y Hayek que argumentaron la imposibilidad del funcionamiento de una economía planificada y su innata incapacidad de innovar. El corporativismo, de origen alemán, se basa en el liderazgo inversor del Estado, la paz y solidaridad industrial y la responsabilidad social. Mussolini fue un precursor junto con Hitler, a los que luego sucedió Franco en España, Salazar en Portugal, de Gaulle en Francia, y también Brasil y Japón.
Entre las más grandes economías de alta renta, Francia, Italia y España se sitúan en las peores posiciones del ranking de barreras legalesEl descrito corporativismo se fue desvaneciendo para emerger un nuevo tipo de corporativismo, el actual, caracterizado por el poder de las grandes corporaciones, grupos de abogados, lobistas, sindicatos….que demonizan el individualismo y la competencia como indeseables e inhumanos.
Entre las más grandes economías de alta renta, Francia, Italia y España se sitúan en las peores posiciones del ranking de barreras legales para entrar en industrias, barreras al emprendimiento, regulación de mercados, protección del empleo.
La renta por empleado y la productividad del trabajo se relacionan inversamente con la tasa de empleo. La capitalización de las empresas en las bolsas, como porcentaje del PIB, se relaciona positivamente con la productividad del trabajo y la tasa de empleo, pero negativamente con la protección del empleo. Una productividad declinante hace caer el peso de las rentas del trabajo en el PIB. Incluso si la deuda pública es baja el estímulo keynesiano de la demanda brinda mas costes que beneficios. En el periodo 1990-2008 el empleo neto creado por la nuevas empresas en EE.UU. se debió casi exclusivamente a las nuevas empresas y todo el desempleo a las viejas.
Sostenía el premio Nóbel Milton Friedman que la grandeza de la prosperidad económica radicaba en que aumentaba la libertad de elegir de la gente; porque efectivamente, disponiendo de más medios económicos podemos optar por mejor educación, mejor salud, mejores condiciones de vida, mejor ocio, cultura, etc. y todo ello a gusto de cada uno.
Siendo tan importante el crecimiento económico y, sobre todo, los factores que lo hacen posible, en España está excluido de los discursos políticos y contenidos mediáticos, como si fuera un bien caído del cielo que solo cabe distribuir. Toda una ensoñación que limita nuestro potencial de creación de riqueza. Y así nos va.
Foto Mike Enerio
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