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Destrucción del bosque Hambach, imperdonable delito de Alemania
Autor:
Prensa Latina
La Habana. Antes de las acciones del gigante energético RWE, el
bosque Hambach ocupaba más de 4 mil 100 hectáreas del Oeste alemán; hoy
solo abarca 200.
A finales de los años 70 del pasado siglo, la compañía adquirió los derechos de explotación del terreno cubierto por la importante reserva forestal y desde entonces se dedicó a talar sus árboles y crear las condiciones para la extracción de lignito, un carbón mineral de altos efectos contaminantes.
Con una licencia válida hasta 2040 y ambiciosos planes que no contemplan la preservación de los recursos naturales, RWE planea ampliar sus producciones en la zona y para ello dispuso que antes de 2019 el área verde restante quede reducida a menos de la mitad.
Así, ordenó la deforestación casi total de un bosque de más de 12 mil años de antigüedad, con una enorme riqueza en cuanto a flora y fauna.
Ante los ojos y el silencio cómplice de varios gobiernos, la empresa arreció en los últimos años sus acciones nocivas y destruyó el hábitat de cientos de especies, algunas de ellas protegidas.
La inacción de la dirección del país y los graves daños causados desataron las alarmas en comunidades circundantes; activistas de varias regiones de Alemania y el mundo comenzaron a movilizarse para detener al consorcio energético.
Ante el incremento considerable de las operaciones de deforestación, a lo largo de 2018 decenas de miles de personas participaron en varias marchas para exigir el cese de las operaciones de RWE y reavivaron el movimiento ambientalista de esta nación, cuyas demandas se escuchan hoy en todo el orbe.
Aunque desde 2012 cientos de ciudadanos construyeron casas de madera en los árboles de Hambach para evitar que fueran derribados, las acciones para proteger al bosque cuentan ahora con mayor respaldo y están empezando a tener resultados.
El 5 octubre último, un tribunal de Munster ordenó la paralización temporal de la tala hasta que sea analizado un recurso presentado por la agrupación Amigos de la Tierra, lo cual pudiera significar una interrupción de esa acción por varios meses.
Dicha decisión fue anunciada tras varias demostraciones multitudinarias y después de enfrentamientos entre ciudadanos y agentes, como consecuencia de los cuales decenas de personas fueron heridas y detenidas.
Los más de 4 mil oficiales implicados en los operativos para detener las protestas utilizaron vehículos antidisturbios y cañones de agua, y procedieron al desmantelamiento de las casetas ubicadas en los árboles.
Aunque la medida de la Corte es temporal y no revierte las severas afectaciones producidas, es contemplada como un paso de avance en la lucha por la protección de los recursos naturales en el país.
Situado en el estado federado de Renania del Norte-Westfalia, RWE es el segundo distribuidor de energía en Alemania, además de prestar servicios en naciones como Estados Unidos.
En la región donde se encuentra ubicada, la compañía extrae alrededor de 40 millones de toneladas de lignito cada año mediante minas como la de Hambach, considerada una de las más contaminantes en ese país.
Según los expertos, como resultado de esas actividades son emitidas grandes cantidades de dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero, cuya excesiva concentración contribuye al calentamiento global y, por consiguiente, tiene consecuencias negativas para el planeta.
Varias organizaciones no gubernamentales denuncian la ausencia de una evaluación del impacto ambiental real de los trabajos de RWE, pero la entidad alega que cuando compró el terreno ese tipo de informe no era un requisito imprescindible, y afirma que los daños causados son reparados mediante la siembra de árboles en otras zonas.
El Ministerio Federal de Energía aseguró que está dispuesto a escuchar a las partes en conflicto, pero descartó su intervención por no “poseer competencias para ello”.
Mientras, continúa la reubicación forzada de residentes en territorios de interés para la empresa y, pese a la cancelación momentánea de la tala, existe la posibilidad de que dicho ejercicio sea retomado pronto.
Durante este año, los cientos de activistas que ocuparon Hambach en varias oportunidades fueron desalojados, arrestados y agredidos por la policía, que se colocó del lado del gigante energético.
Ante lo ocurrido, la administración conservadora de Angela Merkel recibió fuertes críticas y advertencias por parte de científicos y defensores de la naturaleza, quienes recordaron que lo anterior va en contra del Acuerdo de París, el cual fue ratificado por Berlín, donde se establece el compromiso de los Estados a trabajar para limitar el calentamiento del planeta por debajo de los dos grados.
Como parte de las medidas para cumplir las responsabilidades asumidas en Naciones Unidas (ONU), el gobierno germano creó la llamada Comisión del Carbón, integrada por una treintena de expertos, políticos, representantes de sindicatos y asociaciones ambientalistas que deben elaborar un plan para poner fin al uso de ese tipo de energía.
Aunque el doctor Kai Niebert y otros miembros de esa junta aseguran que el comportamiento de RWE va en contra de las metas trazadas por el país para reducir las fuentes contaminantes, el Ejecutivo indicó que las conclusiones de la comisión serán tomadas como sugerencias y no como obligaciones.
La posición asumida por el Gobierno es reprochada por iniciativas como Ende Gelande (Final del terreno), que se oponen al uso de fuentes contaminantes.
De acuerdo con su portavoz, Karolina Drzewo, “Alemania se presenta ante el mundo como una gran protectora del medio ambiente, pero en realidad es uno de los principales Estados que se dedica a la extracción de lignito. Todavía el 40 por ciento de las familias germanas dependen de ese material”.
Julia Brinner, de la agrupación Defensores del bosque, declaró a la prensa local que Hambach es más que una reserva de gran importancia, es un símbolo de la resistencia y la lucha contra el cambio climático y contra un sistema consumista.
Según una encuesta de la televisora WDR, el 79 por ciento de los residentes en Renania del Norte-Westfalia se opone a la tala indiscriminada y a las acciones de RWE.
Recientemente, la directora ejecutiva de la organización Greenpeace Internacional, Jennifer Morgan, envió una carta a Merkel en la que la insta a intervenir de inmediato a favor de la protección de los recursos naturales y a cumplir de inmediato los compromisos asumidos ante la ONU.
“El caso de Hambach está ensombreciendo la reputación de Alemania a escala global. Apoyamos a los miles de ciudadanos que protestan de manera pacífica contra RWE. No hay mejor momento para actuar que ahora”, señala la misiva.
Por el momento, la problemática continúa sin solución y se encuentra suspendida en el tiempo, en espera de un decreto judicial y su posterior cumplimiento.
Corresponde a la justicia y el gobierno alemán decidir entre poner fin a la destrucción de un bosque milenario, fundamental para la supervivencia de cientos de especies y para el equilibrio medioambiental, o continuar apostando por la explotación del carbón y las ganancias económicas.
Glenda Arcia*/Prensa Latina
*Periodista de la Redacción Europa
A finales de los años 70 del pasado siglo, la compañía adquirió los derechos de explotación del terreno cubierto por la importante reserva forestal y desde entonces se dedicó a talar sus árboles y crear las condiciones para la extracción de lignito, un carbón mineral de altos efectos contaminantes.
Con una licencia válida hasta 2040 y ambiciosos planes que no contemplan la preservación de los recursos naturales, RWE planea ampliar sus producciones en la zona y para ello dispuso que antes de 2019 el área verde restante quede reducida a menos de la mitad.
Así, ordenó la deforestación casi total de un bosque de más de 12 mil años de antigüedad, con una enorme riqueza en cuanto a flora y fauna.
Ante los ojos y el silencio cómplice de varios gobiernos, la empresa arreció en los últimos años sus acciones nocivas y destruyó el hábitat de cientos de especies, algunas de ellas protegidas.
La inacción de la dirección del país y los graves daños causados desataron las alarmas en comunidades circundantes; activistas de varias regiones de Alemania y el mundo comenzaron a movilizarse para detener al consorcio energético.
Ante el incremento considerable de las operaciones de deforestación, a lo largo de 2018 decenas de miles de personas participaron en varias marchas para exigir el cese de las operaciones de RWE y reavivaron el movimiento ambientalista de esta nación, cuyas demandas se escuchan hoy en todo el orbe.
Aunque desde 2012 cientos de ciudadanos construyeron casas de madera en los árboles de Hambach para evitar que fueran derribados, las acciones para proteger al bosque cuentan ahora con mayor respaldo y están empezando a tener resultados.
El 5 octubre último, un tribunal de Munster ordenó la paralización temporal de la tala hasta que sea analizado un recurso presentado por la agrupación Amigos de la Tierra, lo cual pudiera significar una interrupción de esa acción por varios meses.
Dicha decisión fue anunciada tras varias demostraciones multitudinarias y después de enfrentamientos entre ciudadanos y agentes, como consecuencia de los cuales decenas de personas fueron heridas y detenidas.
Los más de 4 mil oficiales implicados en los operativos para detener las protestas utilizaron vehículos antidisturbios y cañones de agua, y procedieron al desmantelamiento de las casetas ubicadas en los árboles.
Aunque la medida de la Corte es temporal y no revierte las severas afectaciones producidas, es contemplada como un paso de avance en la lucha por la protección de los recursos naturales en el país.
Situado en el estado federado de Renania del Norte-Westfalia, RWE es el segundo distribuidor de energía en Alemania, además de prestar servicios en naciones como Estados Unidos.
En la región donde se encuentra ubicada, la compañía extrae alrededor de 40 millones de toneladas de lignito cada año mediante minas como la de Hambach, considerada una de las más contaminantes en ese país.
Según los expertos, como resultado de esas actividades son emitidas grandes cantidades de dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero, cuya excesiva concentración contribuye al calentamiento global y, por consiguiente, tiene consecuencias negativas para el planeta.
Varias organizaciones no gubernamentales denuncian la ausencia de una evaluación del impacto ambiental real de los trabajos de RWE, pero la entidad alega que cuando compró el terreno ese tipo de informe no era un requisito imprescindible, y afirma que los daños causados son reparados mediante la siembra de árboles en otras zonas.
El Ministerio Federal de Energía aseguró que está dispuesto a escuchar a las partes en conflicto, pero descartó su intervención por no “poseer competencias para ello”.
Mientras, continúa la reubicación forzada de residentes en territorios de interés para la empresa y, pese a la cancelación momentánea de la tala, existe la posibilidad de que dicho ejercicio sea retomado pronto.
Durante este año, los cientos de activistas que ocuparon Hambach en varias oportunidades fueron desalojados, arrestados y agredidos por la policía, que se colocó del lado del gigante energético.
Ante lo ocurrido, la administración conservadora de Angela Merkel recibió fuertes críticas y advertencias por parte de científicos y defensores de la naturaleza, quienes recordaron que lo anterior va en contra del Acuerdo de París, el cual fue ratificado por Berlín, donde se establece el compromiso de los Estados a trabajar para limitar el calentamiento del planeta por debajo de los dos grados.
Como parte de las medidas para cumplir las responsabilidades asumidas en Naciones Unidas (ONU), el gobierno germano creó la llamada Comisión del Carbón, integrada por una treintena de expertos, políticos, representantes de sindicatos y asociaciones ambientalistas que deben elaborar un plan para poner fin al uso de ese tipo de energía.
Aunque el doctor Kai Niebert y otros miembros de esa junta aseguran que el comportamiento de RWE va en contra de las metas trazadas por el país para reducir las fuentes contaminantes, el Ejecutivo indicó que las conclusiones de la comisión serán tomadas como sugerencias y no como obligaciones.
La posición asumida por el Gobierno es reprochada por iniciativas como Ende Gelande (Final del terreno), que se oponen al uso de fuentes contaminantes.
De acuerdo con su portavoz, Karolina Drzewo, “Alemania se presenta ante el mundo como una gran protectora del medio ambiente, pero en realidad es uno de los principales Estados que se dedica a la extracción de lignito. Todavía el 40 por ciento de las familias germanas dependen de ese material”.
Julia Brinner, de la agrupación Defensores del bosque, declaró a la prensa local que Hambach es más que una reserva de gran importancia, es un símbolo de la resistencia y la lucha contra el cambio climático y contra un sistema consumista.
Según una encuesta de la televisora WDR, el 79 por ciento de los residentes en Renania del Norte-Westfalia se opone a la tala indiscriminada y a las acciones de RWE.
Recientemente, la directora ejecutiva de la organización Greenpeace Internacional, Jennifer Morgan, envió una carta a Merkel en la que la insta a intervenir de inmediato a favor de la protección de los recursos naturales y a cumplir de inmediato los compromisos asumidos ante la ONU.
“El caso de Hambach está ensombreciendo la reputación de Alemania a escala global. Apoyamos a los miles de ciudadanos que protestan de manera pacífica contra RWE. No hay mejor momento para actuar que ahora”, señala la misiva.
Por el momento, la problemática continúa sin solución y se encuentra suspendida en el tiempo, en espera de un decreto judicial y su posterior cumplimiento.
Corresponde a la justicia y el gobierno alemán decidir entre poner fin a la destrucción de un bosque milenario, fundamental para la supervivencia de cientos de especies y para el equilibrio medioambiental, o continuar apostando por la explotación del carbón y las ganancias económicas.
Glenda Arcia*/Prensa Latina
*Periodista de la Redacción Europa
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