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La OTAN y la «intercepción» de aviones rusos, por Valentin Vasilescu
Hace varios años que los medios de difusión occidentales, los responsables de la OTAN en las regiones del Mar Báltico y del Mar Negro y todo un ejército de «analistas» parecen ser víctimas de una epidemia de «rusofobia» y sentir un miedo mortal ante la «agresividad» de la aviación rusa cerca de las aguas territoriales de la OTAN en el Mar Báltico y el Mar Negro. Veamos las razones, que son por cierto baladíes.
En los tres países bálticos y en Rumania, la OTAN ha instaurado un mecanismo llamado «Quick Reaction Alert» (QRA, siglas en inglés por “Alerta de Reacción Rápida”). Es un sistema de rotación en el que participan 150 soldados, 6 pilotos y 4 aviones interceptores, que responden a un mando simple del Reino Unido, Canadá, Alemania, Italia y otros países miembros de la OTAN, para efectuar misiones de policía aérea (EAP, siglas en inglés) por un periodo de 4 meses cada país.
Para analizar lo que está sucediendo, nos basaremos en el caso de Rumania. En varias ocasiones el mecanismo de alerta rápida ha anunciado a la prensa que aviones militares rusos habían tratado de penetrar en el espacio aéreo rumano sin autorización de sobrevuelo. Cada vez que se ha señalado algo así, se ha ordenado el despegue de aviones británicos Eurofighter Typhoon o de aviones canadienses F-18 para interceptar los aviones rusos y «defender la integridad del espacio aéreo sobre las aguas de Rumania».
Por ejemplo, en agosto de 2018, en una sola semana, la Royal Air Force británica informó oficialmente haber efectuado 3 despegues diurnos y nocturnos desde la base aérea [rumana] de Mihail Kogalniceanu, con sus aviones Typhoon, en el marco de la “Alerta de Reacción Rápida” para interceptar aviones rusos que sobrevolaban el Mar Negro… en el espacio aéreo internacional.
Analizando más profundamente los hechos comprobamos que los británicos habían interceptado un avión de transporte Antonov An-26 y un avión de búsqueda y salvamento Beriev Be-12 que habían despegado de Crimea y efectuaban un vuelo de instrucción sobre el Mar Negro, a 160 kilómetros de la costa rumana. Los británicos dijeron que la trayectoria de esos aviones permitía suponer que iban a penetrar, por accidente o deliberadamente, en el espacio aéreo rumano. El Be-12 es un hidroavión de los años 1960 que no lleva ningún tipo de armamento y su velocidad de crucero es similar a la de un helicóptero.
¿De qué se trata en realidad? Todo este asunto tiene que ver principalmente con el interés en mantener la categoría de los pilotos. Se trata de una reglamentación que es idéntica en todos los países. Los 6 pilotos británicos destacados en la base [rumana] de Mihail Kogalniceanu, por un periodo de 4 meses, están cumpliendo un servicio de combate y por esa razón no pueden efectuar vuelos de entrenamiento como lo hacen sus colegas en el Reino Unido. Si esos pilotos no vuelan al menos una vez al mes, al regresar a su país están obligados a realizar vuelos de entrenamiento acompañados por un instructor y en aviones de doble pilotaje.
Resultado: la prensa occidental –haciendo gala del mayor desconocimiento– se hace eco de informes alarmistas, en vez de preguntar a los ministros de Defensa del Reino Unido y de Canadá por qué sus pilotos de guerra realizan misiones inútiles y por qué no envían aviones de entrenamiento (con doble sistema de pilotaje) a Rumania, que no tiene interceptores Typhon ni F-18.
La cuestión de la preservación de la clasificación de los pilotos de la OTAN destacados en Rumania es por tanto una necesidad que los países de la alianza resuelven de manera fraudulenta, agitando el nombre de Rusia. Como los aviones rusos despegan y aterrizan diariamente en las bases aéreas de Crimea –a 150 o 200 millas de la base de Mihail Kogalniceanu–, los pilotos británicos y canadienses de la OTAN, en vez de efectuar los vuelos de entrenamiento reglamentarios para mantener su categoría después de un mes sin volar, simplemente utilizan los aviones rusos que despegan o aterrizan en Crimea como “objetivos aéreos” ficticios ya que los radares de los interceptores Typhoon y F-18 pueden detectar blancos aéreos a 100 millas de distancia.
Para mantener su categoría, 2 pilotos británicos o canadienses vuelan en formación, escogiendo para ello un día con condiciones difíciles correspondientes a los parámetros mínimos de dificultad admitidos para los interceptores Typhoon y F-18, o sea nubes bajas y malas condiciones de visibilidad. También pueden optar por la realización de vuelos nocturnos, igualmente según los parámetros mínimos. Lo único que necesitan es que ese mismo día haya aviones rusos despegando desde Crimea.
Gracias a esa artimaña, los 6 pilotos de la OTAN destacados en Rumania resuelven su problema de conservación de su categoría en condiciones de servicio de combate y con 2 o 3 vuelos al mes.
Ese es todo el secreto de la histeria provocada artificialmente mediante la retórica del «¡Nos atacan los rusos!» que los medios de difusión occidentales repiten constantemente.
Hace varios años que los medios de difusión occidentales, los responsables de la OTAN en las regiones del Mar Báltico y del Mar Negro y todo un ejército de «analistas» parecen ser víctimas de una epidemia de «rusofobia» y sentir un miedo mortal ante la «agresividad» de la aviación rusa cerca de las aguas territoriales de la OTAN en el Mar Báltico y el Mar Negro. Veamos las razones, que son por cierto baladíes.
En los tres países bálticos y en Rumania, la OTAN ha instaurado un mecanismo llamado «Quick Reaction Alert» (QRA, siglas en inglés por “Alerta de Reacción Rápida”). Es un sistema de rotación en el que participan 150 soldados, 6 pilotos y 4 aviones interceptores, que responden a un mando simple del Reino Unido, Canadá, Alemania, Italia y otros países miembros de la OTAN, para efectuar misiones de policía aérea (EAP, siglas en inglés) por un periodo de 4 meses cada país.
Para analizar lo que está sucediendo, nos basaremos en el caso de Rumania. En varias ocasiones el mecanismo de alerta rápida ha anunciado a la prensa que aviones militares rusos habían tratado de penetrar en el espacio aéreo rumano sin autorización de sobrevuelo. Cada vez que se ha señalado algo así, se ha ordenado el despegue de aviones británicos Eurofighter Typhoon o de aviones canadienses F-18 para interceptar los aviones rusos y «defender la integridad del espacio aéreo sobre las aguas de Rumania».
Por ejemplo, en agosto de 2018, en una sola semana, la Royal Air Force británica informó oficialmente haber efectuado 3 despegues diurnos y nocturnos desde la base aérea [rumana] de Mihail Kogalniceanu, con sus aviones Typhoon, en el marco de la “Alerta de Reacción Rápida” para interceptar aviones rusos que sobrevolaban el Mar Negro… en el espacio aéreo internacional.
Analizando más profundamente los hechos comprobamos que los británicos habían interceptado un avión de transporte Antonov An-26 y un avión de búsqueda y salvamento Beriev Be-12 que habían despegado de Crimea y efectuaban un vuelo de instrucción sobre el Mar Negro, a 160 kilómetros de la costa rumana. Los británicos dijeron que la trayectoria de esos aviones permitía suponer que iban a penetrar, por accidente o deliberadamente, en el espacio aéreo rumano. El Be-12 es un hidroavión de los años 1960 que no lleva ningún tipo de armamento y su velocidad de crucero es similar a la de un helicóptero.
¿De qué se trata en realidad? Todo este asunto tiene que ver principalmente con el interés en mantener la categoría de los pilotos. Se trata de una reglamentación que es idéntica en todos los países. Los 6 pilotos británicos destacados en la base [rumana] de Mihail Kogalniceanu, por un periodo de 4 meses, están cumpliendo un servicio de combate y por esa razón no pueden efectuar vuelos de entrenamiento como lo hacen sus colegas en el Reino Unido. Si esos pilotos no vuelan al menos una vez al mes, al regresar a su país están obligados a realizar vuelos de entrenamiento acompañados por un instructor y en aviones de doble pilotaje.
Resultado: la prensa occidental –haciendo gala del mayor desconocimiento– se hace eco de informes alarmistas, en vez de preguntar a los ministros de Defensa del Reino Unido y de Canadá por qué sus pilotos de guerra realizan misiones inútiles y por qué no envían aviones de entrenamiento (con doble sistema de pilotaje) a Rumania, que no tiene interceptores Typhon ni F-18.
La cuestión de la preservación de la clasificación de los pilotos de la OTAN destacados en Rumania es por tanto una necesidad que los países de la alianza resuelven de manera fraudulenta, agitando el nombre de Rusia. Como los aviones rusos despegan y aterrizan diariamente en las bases aéreas de Crimea –a 150 o 200 millas de la base de Mihail Kogalniceanu–, los pilotos británicos y canadienses de la OTAN, en vez de efectuar los vuelos de entrenamiento reglamentarios para mantener su categoría después de un mes sin volar, simplemente utilizan los aviones rusos que despegan o aterrizan en Crimea como “objetivos aéreos” ficticios ya que los radares de los interceptores Typhoon y F-18 pueden detectar blancos aéreos a 100 millas de distancia.
Para mantener su categoría, 2 pilotos británicos o canadienses vuelan en formación, escogiendo para ello un día con condiciones difíciles correspondientes a los parámetros mínimos de dificultad admitidos para los interceptores Typhoon y F-18, o sea nubes bajas y malas condiciones de visibilidad. También pueden optar por la realización de vuelos nocturnos, igualmente según los parámetros mínimos. Lo único que necesitan es que ese mismo día haya aviones rusos despegando desde Crimea.
Gracias a esa artimaña, los 6 pilotos de la OTAN destacados en Rumania resuelven su problema de conservación de su categoría en condiciones de servicio de combate y con 2 o 3 vuelos al mes.
Ese es todo el secreto de la histeria provocada artificialmente mediante la retórica del «¡Nos atacan los rusos!» que los medios de difusión occidentales repiten constantemente.
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