La comunidad desorganizada (el discurso de general Perón 70 años despues)
El
9 de abril de 1949, en la Universidad Nacional de Cuyo, el general
Juan Domingo Perón presentó, ante algunos de los más importantes
filósofos del mundo, un texto -síntesis de base filosófica- sobre lo que
representaba sociológicamente la tercera posición sostenida por su
gobierno. El discurso leído por Perón pasaría a la historia como “La
Comunidad Organizada”. Pero, es importante entender -como el mismo
Perón aclaró ese 9 de abril- que la Comunidad Organizada era para él
tanto un modelo ideal a alcanzar como un plan en ejecución. Un modelo y
un plan que él mismo había ideado, y que cómo presidente de la Nación,
estaba ejecutando. Sin embargo, antes de adentrarnos en el recuerdo y el
análisis, para que este no sea uno más de los tantos falsos homenajes a
los 70 años de la Comunidad Organizada, preciso es confesar entonces
que ese ideal se evaporó en el tiempo y que la Argentina que Perón
construyó se ha desvanecido. Porque la única verdad es la realidad y
sólo la verdad nos hace libres, es preciso reconocer entonces que la
Comunidad Organizada que pensó y construyó Perón junto con el pueblo
argentino ya no existe.
“La libertad, expropiable por la fuerza antes de saberse el hombre poseedor de un alma libre e inmortal, no será nunca más susceptible de completa extinción. Los tiranos podrán reducirla o apagarla momentáneamente, pero nunca más se podrá prescindir de ella: será en el hombre una “conciencia” de la relación profunda de su espíritu con lo sobrehumano. Lo que fue privilegio de la República servida por los esclavos, será más adelante un carácter para la humanidad, poseedora de una feliz revelación.”
El peronismo, antes de ser infectado por el neoliberalismo en la década de los 90 y por el progresismo en las primeras dos décadas del nuevo siglo, se planteó como una tercera posición superadora del liberalismo y del marxismo para la construcción de una Comunidad Organizada tal como Perón la había explicitado en aquel ya lejano 9 de abril de 1949. Sin embargo hoy esa idea fuerza ha sido abandonada por la dirigencia liberal y progresista que se ha adueñado del movimiento político creado por Juan Domingo Perón. El peronismo se ha transformado de un movimiento de liberación nacional en un partido de administración colonial. En el más eficiente partido político para la administración colonial. Hoy la oligarquía financiera internacional tiene dos brazos, el neoliberalismo y el progresismo. Lo que es lo mismo que decir liberalismo de derecha y liberalismo de izquierda. Y la mayoría de la dirigencia peronista se ha entregado a uno u otro de los brazos de la oligarquía financiera internacional. A setenta años de aquel memorable discurso de Perón en la Universidad de Cuyo la Argentina es hoy una comunidad desorganizada, sin Dios, sin trabajo y sin justicia.
La Argentina industrial es tan sólo un recuerdo,
uno de cada dos niños es pobre, cientos de miles de familias están
destruidas, los caprichos se han transformado en derechos, el matrimonio
no es más entendido como una misión sino como un contrato, la droga
hace estragos en los sectores más pobres mientras los ricos se refugian
en guetos cada vez más amurallados. Con honrosas excepciones los
dirigentes sindicales se han transmutado en empresarios. Los
autodenominados militantes peronistas, en su inmensa mayoría, se han
convertido en individuos bipolares que por un lado predican la doctrina
de Perón y por el otro -con la excusa de un falso pragmatismo que
debería ser llamado “puestismo”- apoyan a candidatos a intendentes,
gobernadores, senadores o presidentes que son en realidad liberales o
progresistas. Dios es el gran ausente del discurso de los llamados (por
los medios masivos de comunicación) dirigentes peronistas que han
olvidado, o no quieren recordar, que el liberalismo y el progresismo son
concepciones antropológicamente opuestas a la sustancia misma de la
Comunidad Organizada.
Para Perón -como él mismo expresara ante tan destacados filósofos- la
Comunidad Organizada como ideal a alcanzar encontraba sus raíces más
profundas en Grecia y Roma. Sin embargo, aclara Perón, su plena
realización como modelo ideal perenne para los pueblos sólo había sido
posible a partir de la rectificación del pensamiento greco-romano hecha
por la fe y el pensamiento cristiano. La comunidad organizada pensada
por Perón -como un plano que guiaba tanto su obra de gobierno como su
propuesta para la organización de la vida en común no sólo de los
argentinos sino de todos los iberoamericanos- era en definitiva el
resultado del encuentro de las tres colinas: la Acrópolis, el
Capitolio y el Gólgota. Era el resultado histórico, querido por la
providencia del encuentro entre, Atenas, Roma y Jerusalén, del encuentro
entre la razón filosófica de los griegos, el pensamiento jurídico de
Roma y la fe y doctrina cristiana que, al proclamar que todos los
hombres era hijos de un mismo Padre y hermanos en Cristo, extendió por
primera vez el concepto de prójimo a toda la humanidad. Para Perón el
cristianismo le dio a la persona aquello que los griegos sólo habían
logrado intuir: la conciencia plena de que poseía un alma inmortal y que
creado a imagen y semejanza de Dios era por consecuencia un hombre
libre. Es en ese sentido que Perón afirma el 9 de abril de 1949 delante
de los más importante filósofos del mundo:
“La idea griega necesitaba para ser completada una
nueva contemplación de la unidad humana desde un punto de vista más
elevado. Estaba reservada al cristianismo esa aportación. El Estado
griego alcanzó en Roma su cúspide. La ciudad, hecha imperio, convertida
en mundo, transfigurada en forma de civilización, pudo cumplir
históricamente todas las premisas filosóficas. Se basaba en el principio
de clases, en el servicio de un ‘todo’ y, lógicamente, en la
indiferencia o el desconocimiento helénico de las razones últimas del
individuo.”
Sin embargo, aclara Perón, que de esas tres colinas será a la del
Gólgota a la que le corresponderá realizar el aporte más sustancial
porque es el cristianismo el que “hizo de la libertad -teórica y
limitada hasta entonces- una posibilidad universal”. A partir de la
conciencia del libre albedrío instaurada por del cristianismo no se
podrá ya nunca más considerar al hombre como juguete de los dioses, ni
como un animal esclavizado por el impulso ciego de sus instintos, ni
como sujeto determinado por las fuerzas materiales surgidas de la
relación con los medios de producción. El cristianismo no será para
Perón el opio de los pueblos sino la condición histórica necesaria para
la liberación de los mismos. El cristianismo será para Perón la primera
gran revolución, la revolución trascendente dentro de la cual se
insertará la revolución justicialista como expresión política, adaptada a
los tiempos, de esa revolución trascendente inaugurada por el mensaje
cristiano. Es en tal sentido que Perón afirma ante tan destacado
auditorio reunido en Mendoza el 9 de abril de 1949:
“Una fuerza que clavase en la plaza pública como
una lanza de bronce las máximas de que no existe la desigualdad innata
entre los seres humanos, que la esclavitud es una institución oprobiosa y
que emancipase a la mujer; una fuerza capaz de atribuir al hombre la
posesión de un alma sujeta al cumplimiento de fines específicos
superiores a la vida material, estaba llamada a revolucionar la
existencia en la humanidad. El Cristianismo, que constituyó la primera
gran revolución, la primera liberación humana, podrá rectificar
felizmente las concepciones griegas. Pero esa rectificación se parecía
mejor a una aportación. Enriqueció la personalidad del hombre e hizo de
la libertad, teórica y limitada hasta entonces, una posibilidad
universal. En evolución ordenada, el pensamiento cristiano, que
perfeccionó la visión genial de los griegos, podría más tarde apoyar sus
empresas filosóficas en el método de éstos, y aceptar como propias
muchas de sus disciplinas. Lo que le faltó a Grecia para la definición
perfecta de la humanidad y del Estado fue precisamente lo aportado por
el Cristianismo: su hombre vertical, eterno, imagen de Dios. De él se
pasa ya a la familia, al hogar; su unidad se convierte en plasma que a
través de los municipios integrará los Estados, y sobre la que
descansarán las modernas colectividades.”
El cristianismo es para Perón la condición necesaria y la base
sustancial que hace posible la libertad del hombre y de los pueblos
cualesquiera sean las circunstancias que al hombre o a los pueblos les
toque vivir. El cristianismo es para Perón la sólida verdad que le
permitirá al hombre, armado con ella, “desafiar cualquier mudanza”
favorable o desfavorable. Es por eso que Perón afirma que con la “feliz
revelación” aportada por el cristianismo:“La libertad, expropiable por la fuerza antes de saberse el hombre poseedor de un alma libre e inmortal, no será nunca más susceptible de completa extinción. Los tiranos podrán reducirla o apagarla momentáneamente, pero nunca más se podrá prescindir de ella: será en el hombre una “conciencia” de la relación profunda de su espíritu con lo sobrehumano. Lo que fue privilegio de la República servida por los esclavos, será más adelante un carácter para la humanidad, poseedora de una feliz revelación.”
El peronismo, antes de ser infectado por el neoliberalismo en la década de los 90 y por el progresismo en las primeras dos décadas del nuevo siglo, se planteó como una tercera posición superadora del liberalismo y del marxismo para la construcción de una Comunidad Organizada tal como Perón la había explicitado en aquel ya lejano 9 de abril de 1949. Sin embargo hoy esa idea fuerza ha sido abandonada por la dirigencia liberal y progresista que se ha adueñado del movimiento político creado por Juan Domingo Perón. El peronismo se ha transformado de un movimiento de liberación nacional en un partido de administración colonial. En el más eficiente partido político para la administración colonial. Hoy la oligarquía financiera internacional tiene dos brazos, el neoliberalismo y el progresismo. Lo que es lo mismo que decir liberalismo de derecha y liberalismo de izquierda. Y la mayoría de la dirigencia peronista se ha entregado a uno u otro de los brazos de la oligarquía financiera internacional. A setenta años de aquel memorable discurso de Perón en la Universidad de Cuyo la Argentina es hoy una comunidad desorganizada, sin Dios, sin trabajo y sin justicia.
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