METAFÍSICA DEL POPULISMO
Alexander Dugin
Hoy voy a hablar sobre el populismo, sobre la metafísica del populismo. El populismo normalmente se entiende como una forma política sin metafísica ni ideología alguna, como una suerte de demagogia incoherente que solo busca satisfacer a las masas. El término “populismo” es, como tal, un término abiertamente peyorativo. Una forma de demonizar a los enemigos de las élites globalistas liberales. Los populistas son los enemigos de la sociedad abierta, de Popper y de Soros, los que disienten con el status quo global, con la dominación de los liberales en todos los aspectos de la política, de la cultura, del arte, de la geopolítica y de la economía mundial. Hoy vemos alrededor nuestro cómo se habla cada vez más de la manifestación plural de los populismos. He hecho estudios al respecto y he llegado a ciertas conclusiones interesantes que quiero compartir con vosotros en Madrid esta noche.
Para empezar, hay que comprender que la situación política en Occidente, en todos los países y en todas las sociedades, ha cambiado muchísimo en los últimos años. Hay que comprender, también, que el liberalismo es hoy la ideología dominante. Esto es algo que está bastante claro y que es reconocido por todos. Pero, ¿qué es el liberalismo actual? Sin comprenderlo, no podremos comprender qué es el populismo como alternativa.
La derecha y la izquierda durante la Modernidad
Para empezar, tradicionalmente la política durante la Modernidad fue dividida en términos de izquierda y derecha. Pero cuando nos concentramos en los detalles, en qué es y en qué significa hoy la derecha y la izquierda, vemos en retrospectiva que la derecha y la izquierda en la Modernidad estaban compuestas cada una por dos partes. En primer lugar, tenemos una derecha económica, que representa el poder de los grandes capitales, del libre mercado, de los monopolios y de los Estados liberales que insisten en que los ricos se vuelvan más ricos y los pobres, más pobres. Este es el aspecto económico de la derecha. En segundo lugar, el otro aspecto clásico de la derecha es la defensa de los valores tradicionales, de la familia, de la patria, de la Iglesia, de las raíces, de la identidad. Es decir, el aspecto que representa la parte política de la derecha. La derecha “pura”, entonces, generalmente, se compondría de estas dos cosas: de una derecha económica y una derecha política.
¿Qué hay de la izquierda? También estaría compuesta por dos partes. Por un lado, por una izquierda económica, posicionada a favor de la justicia social, de un Estado paternalista que ayude a la gente menos capaz de procurarse dinero a sobrevivir, a favor de la redistribución de los bienes sociales y también de la lucha de los trabajadores contra los capitalistas. Esta es la izquierda económica que, lógicamente, está contra la derecha económica. ¿Pero qué es la izquierda ideológica o política? Es otra cosa. Izquierda política es el progresismo, la idea de la liberación individual, la ideología de género, la agenda LGBT, el discurso en favor de los migrantes, la confusión y destrucción de la religión, el materialismo y el tecnocratismo, etc. Y fue algo típico de la política en la época moderna que casi siempre estas dos partes de la izquierda cosas estén vinculadas.
El liberalismo posmoderno: ni de derecha ni de izquierda
Hasta hace poco era así, pero después de la caída de la Unión Soviética que representaba la izquierda económica y también, en cierto sentido, la izquierda política-ideológica, después de esto, el liberalismo ha vencido en todas partes. Y durante los años noventa se transformó en algo distinto a lo que era. Ya no es de derecha ni de izquierda, porque une en sí mismo la economía capitalista, con la defensa del gran capital, las grandes finanzas y el libre mercado, a causas que política y culturalmente están a la izquierda, en tanto se muestra también a favor de la ideología de género y del progresismo propio de la cultura posmoderna. Por tanto, el liberalismo actual no es más ni de derecha ni de izquierda. Es económicamente de derecha pero, al mismo tiempo, es política, ideológica y culturalmente de izquierda. Esta es, precisamente, la forma “pura” del globalismo actual. Es precisamente esta ideología, que no es de derecha ni de izquierda, la que es hoy dominante, la que define los límites de lo que es políticamente correcto. La defensa del libre mercado y los grandes capitales, barnizada por el aspecto “cultural” de la izquierda actual, que equivale a un “marxismo” sin lucha contra el capitalismo, a una forma de marxismo totalmente separada de sus viejas luchas concretas y, por tanto, a una forma ideológica burguesa concebida a espaldas de los trabajadores: esta es la ideología dominante, que asume la forma de una dictadura ideológica, compartida por todas élites del mundo, en España, en la UE, en los EEUU, en Rusia, en China y en el mundo árabe. Todas las élites que representan la clase dominante comparten esta ideología. Y esta ideología no ha sido una elección. Nosotros los pueblos no escogimos esta ideología, esta impuesta sobre nosotros. Nosotros estamos bajo la dominación de esta ideología. Es “aceptable”, “posible” y “prestigioso” solo lo que entra dentro del marco de esta ideología dominante liberal.
¿Pero qué queda fuera por izquierda y por derecha? Ya no es políticamente correcto defender la familia, la tradición, la patria o el cristianismo. Tampoco lo es luchar por los trabajadores contra el capital. Es decir, por un lado tenemos la derecha política, que ha quedado más allá de los límites del liberalismo y es calificada de “fascismo”, “nacionalismo”, “racismo”, “extrema derecha” y, en esos términos, es rechazada en todas partes. Bajo la famosa reductio ad hitlerum, se la identifica con Hitler. Por izquierda, queda fuera del liberalismo aquello que consistía antes en la lucha por la justicia social y por los trabajadores: la izquierda económica. Esto también está demonizado, e identificado con Stalin, con el comunismo, con el Gulag. Por tanto, la identificación del populismo con Hitler y Stalin, con Auschwitz y el Gulag, sirve políticamente para imponer un único sistema de valores liberal. Y liberal en ambos sentidos, por izquierda y por derecha a la vez, no por separado. Con ello, las políticas tradicionales de la izquierda socialista y de la derecha conservadora quedan en este contexto marginalizadas, pues han perdido el apoyo del elemento liberal y han desaparecido ante el triunfo total del liberalismo globalista.
En este momento el liberalismo está solo, no hay nada fuera de él porque el fascismo y el comunismo están prohibidos y demonizados. No es posible hoy día, por ejemplo, declararse en una universidad representante de los valores tradicionales o de las obras tradicionalistas o conservadoras porque significaría inmediatamente el fin de la propia carrera universitaria. Un poco mejor nos iría con Marx o con Gramsci, pero la defensa de Stalin o del rol del Estado en la economía o hacer un acento demasiado grande sobre la crítica del capitalismo tampoco está bien visto en las universidades. Educación, política, cultura, sector publicitario, ideología, arte, todo está bajo el control de esa ideología realmente liberal. El liberalismo no ofrece alternativas. Es muy interesante que cuando comparamos el liberalismo con las sociedades verdaderamente totalitarias comunistas o fascistas, podemos sentirnos atraídos por el liberalismo, porque está a favor de la libertad, a favor de una sociedad no-totalitaria, pero cuando no hay más sociedades concretamentes comunistas ni fascistas el liberalismo muestra su aspecto totalitario, porque no tolera ninguna alternativa. Inmediatamente califica toda alternativa de extremismo. Si vemos la obra más importante de la ideología liberal, “La sociedad abierta y sus enemigos” de Karl Popper, en su título refleja la verdad. Porque los liberales dicen que no tienen enemigos, pero los tienen. Todos los no-liberales son sus enemigos. ¿Y qué hacen con sus enemigos? Los matan. Esto se manifiesta practicamente en los orígenes del liberalismo. Este libro contiene una crítica radical de Platón y Aristóteles, los máximos exponentes de la filosofía tradicional griega occidental, en la que ambos son calificados por Popper como fascistas y comunistas, como enemigos de la sociedad abierta. Allí se ve la naturaleza totalitaria de esta ideología, que no se propone como una ideología sino que entra en las cosas mismas. Vivimos ya no en el contexto del liberalismo ideológico sino en un mundo liberal, creado y materializado por sus ideas.
El populismo: respuesta al liberalismo posmoderno
Precisamente aquí entra en juego el populismo. ¿Por qué? Porque el populismo es la refutación, el rechazo, la negación del status quo. El populismo no es una ideología, el populismo es un “no” dicho a esta dominación del liberalismo. No es continuación de la política pre-liberal, el populismo es algo nuevo. No es una ideología, es precisamente una reacción contra la dominación liberal-globalista a nivel planetario que deviene más y más fuerte, más y más evidente. El populismo se encarna en políticos, movimientos y hasta en países enteros… El mismo presidente de los EEUU ha organizado su campaña electoral basado en el populismo propuesto por Steve Bannon, criticando al establishment y al liberalismo globalista. Esto no significa que Trump sea populista, sino que Trump ha utilizado al populismo para criticar al establishment. Eso muestra el poder no de Trump, sino del populismo, que tiene una gran potencia. Hoy el gobierno de Italia, que es un gran país europeo, está formado sobre la base de una alianza entre los populistas de derecha de la Liga de Mateo Salvini y los populistas de izquierda del Movimiento 5 estrellas de Di Maio [al día de hoy esta alianza de gobierno se ha roto, N.d.E.]. Populista es Orban. Populista, en cierta medida, es Putin. Populista es Kurz de Austria. Populistas de derecha son Alternativa para Alemania y el Frente Nacional. Populista de izquierda es Sara Wagkenecht o Syriza y, en cierta medida, Podemos. El populismo es un fenómeno muy importante.
Teóricamente, está en un campo ideológico no-neutral: el populismo es anti-liberal y esto es muy importante. Está contra el status quo, porque todos los partidos liberales de izquierda o de derecha, que representan el centro, son la élite dominante. El populismo está en contra, es la reacción, es la resistencia. Hay que recordar lo que hemos dicho antes sobre lo que el liberalismo actual ha tomado de la derecha y de la izquierda y sobre aquello que ha sido demonizado. Si el liberalismo está compuesto de la izquierda cultural y de la economía de mercado del gran capitalismo, al populismo le queda lógica y teóricamente la política de la derecha y la economía de la izquierda. El populismo está en el espacio ideológico donde se encuentran la lucha obrera contra los capitalistas, olvidada por la izquierda liberal y la defensa y la lucha por los valores tradicionales, olvidada por la derecha liberal. Esta es nuestra forma de comprender el populismo: es una reacción anti-liberal que no es ni de derecha ni de izquierda. No parte de una posición ideológica sino de la resistencia al liberalismo como polo opuesto.
Pero este polo opuesto puede existir solo cuando unamos sus dos partes, la izquierda y la derecha, en el mismo proyecto. Pero esto es justamente lo que el liberalismo no permite hacer. ¿Por qué? Porque cuando el liberalismo mismo une las dos partes de la derecha e izquierda en sí mismo, no deja hacer lo mismo al polo opuesto. Y para evitarlo utiliza dos cosas: el anti-fascismo y el anti-comunismo. Lo que impide a los populistas de derecha que defienden los valores tradicionales, que hoy desaparecen y son aniquilados -nos referimos a la familia, la religión, las relaciones normales entre los sexos, etc.- unirse al populismo de izquierda es la estigmatización que pesa sobre este último como “comunismo” y “marxismo”. Del otro lado, lo que impide a este populismo de izquierda unirse al populismo de derecha es el anti-fascismo, que aparece como necesario a cualquier forma que asuman las tradiciones de izquierda. Lo interesante es que, como hemos dicho, los liberales sí han superado las diferencias entre la derecha y la izquierda, pero no dejan hacerlo a sus enemigos. No permiten organizar la figura integral del enemigo de la sociedad abierta: quieren separar y manipular las dos formas de populismo porque mientras estén separadas no serán peligrosas, porque lucharán entre sí y no atacarán al sistema. El liberalismo también utiliza a los migrantes, que pone en el escenario europeo para crear otro límite entre unos y otros. Es un caso de lucha controlada entre europeos y los migrantes, que ayuda a los liberales a gobernar mientras ambos pierden sus identidades y vínculos concretos con sus sociedades, tradiciones y formas de ser. Cuando entre las dos formas del populismo hay un abismo insuperable, el liberalismo no tiene ningún problema o solo problemas técnicos… porque es posible manipular una oposición unilateral. ¿Pero qué vemos en Italia? Cuando los populistas de derecha y los populistas de izquierda han podido superar esta prohibición radical de Soros y de los globalistas, de los banqueros, de la Unión Europea, de todas las élites, formaron un gobierno que sin esta alianza no era posible hacer. Y es muy importante este ejemplo, pues muestra que es posible considerar al populismo no solo como una reacción visceral, natural, emocional, ciega y sentimental contra el liberalismo y su dictadura: es algo más. Es esta posibilidad de crear una alianza, condición de la gran victoria ideológica del futuro. Y Italia está hoy a la vanguardia del proceso del populismo. Es interesante que Mateo Salvini es uno de los políticos que ha hecho T-Shirt con la inscripción: “soy populista y verdaderamente italiano”. La idea de que es posible aplicar a sí mismo esta denominación es un gran paso para comprender que el populismo es algo más que una reacción. Y lo mismo vemos en el caso de 5 estrellas, no es fácil para los populistas de derecha o de izquierda aceptarse los unos a los otros pero cuando sucede la situación metafísica-ideológica cambia radicalmente porque esta unión es suficiente para acabar con la dictadura del liberalismo e Italia está hoy en la primera línea de la gran lucha que supera los límites de la política italiana y europea. Es la lucha por el futuro, porque la posibilidad de unirse y de superar el abismo entre el populismo de derecha y el populismo de izquierda crea una nueva ideología que podemos llamar el populismo integral. Y aquí es posible recordar las palabras de George Bernarnos que ha dicho que mientras la burguesía es de izquierda y de derecha, el pueblo no lo es. El pueblo es integralmente pueblo, es inseparable. El pueblo quiere la justicia social y los valores tradicionales. Al pueblo no le importa si esto es coherente o se corresponde con las ideologías dominantes de la izquierda o la derecha. El pueblo quiere la sociedad basada sobre los principios de la justicia y quiere conservar su identidad y sus tradiciones, sus instituciones, y es el origen de la reacción del ser humano contra la alienación total tecnocéntrica.
El Dasein frente a la lógica histórica del liberalismo
Algunas palabras para comprender mejor el liberalismo. ¿Qué es el liberalismo? Es la idea de que hay que liberar al ser humano de todas las formas de identidad colectiva. Es individualismo. Pero el individuo es el producto de esta liberación, que no pre-existe a ella. El individuo es un concepto normativo que el liberalismo ha luchado por realizar, liberando al ser humano concreto de sus vínculos con la religión (mediante el protestantismo como primer paso), con las profesiones y asociaciones gremiales medievales y, después, con las naciones mediante el cosmopolitismo. Hoy el liberalismo lucha política e ideológicamente en forma totalitaria para la liberar al individuo de su sexo, al que considera algo opcional. Tal como antes lo hizo con la religión, la profesión y la nacionalidad, hoy el sexo es opcional. ¿Por qué? Porque el sexo es una identidad colectiva. Y por eso para los liberales hay que poner al individuo por encima de ello, para darle “la posibilidad de elegir”. ¿Pero cual será el último momento de esta lucha por la liberación y creación del individuo? La liberación del ser humano, ya devenido transexual. Pues se trata del último vínculo, de la última identidad colectiva: la humanidad misma. Ser humano es una forma de participar de una identidad colectiva. Y, por tanto, el programa del liberalismo para el futuro es el pos-humanismo. Y no es una fantasía. Si ponemos todas las fases juntas veremos claramente que, paso a paso, la lógica del liberalismo está siguiendo este camino de manera muy coherente. ¿Y qué se opone a este pos-humanismo? No solo la gente que defiende la familia frente la fase de la lucha actual, no solo la gente que quiere más justicia social por razones concretas, porque detrás de ellos está la resistencia ontológica de lo humano, el Hombre, con mayúscula, que lucha contra su muerte inevitable para la lógica del liberalismo que se acerca más y más. Es la guerra, la resistencia metafísica del hombre que no quiere desaparecer. El populismo es, a nuestro entender, un síntoma de este último despertar del hombre frente a su fin. Los liberales, al respecto, dicen: “¿qué es el hombre?, ¿qué lo diferencia de la máquina?, podemos hacer que esta máquina funcione mejor, perfectamente, sin males ni enfermedades, sin los defectos que hoy presenta. Podemos mejorar al hombre”. El pos-humanismo es lógico para ellos porque consideran que el hombre ya es una máquina. Y cuando filosóficamente queremos defender el ser humano no es tan fácil porque, en cierto sentido, el hombre es una máquina. Nuestros pensamientos, nuestras reacciones, nuestros movimientos, todo está más o menos programado y es general. Pensamos que somos únicos pero somos tan parecidos en nuestros deseos, reacciones y sentimientos que, en cuanto a ello, somos máquinas. Y Martin Heidegger, el gran filósofo alemán, cuando pensó qué es lo humano propiamente, qué es lo absolutamente humano, ha llegado a la conclusión muy interesante de que solo el Dasein (ser-ahí en castellano) es propiamente humano. Todo el resto lo compartimos con otras especies. ¿Y qué es el Dasein? Ser-ahí, para Heidegger, es la relación con la muerte. La única cosa que separa al ser humano de todos los otros seres es su relación personal con la muerte. Y frente a la muerte, el hombre vive, el hombre es, siente estar en el mundo y crea sus relaciones con todos los otros seres. Esta relación con la muerte es fundamental para el Dasein. Y no es casualidad que los pos-humanistas nos prometan la ausencia de la muerte. Vienen a robarnos nuestra muerte como si nada… porque ven la muerte como algo negativo, como un defecto. Por eso los pos-humanistas dicen: “ustedes no perderán nada cuando devengan inmortales, porque el alma no existe”. Este es precisamente el programa del pos-humanismo. ¿Y donde está la defensa del ser-humano frente a este proceso? Es la defensa del Dasein, del ser-ahí en relación a la muerte, que es la última posición del ser humano que los liberales quieren arrebatarnos.
Precisamente esta es la metafísica del populismo: a) que detrás de la lucha de la reacción populista se esconde una ideología del populismo integral que une la justicia social y la defensa de los valores tradicionales; b) que detrás de esta ideología se esconde la lucha del ser humano frente a la última fase de la maquinación, su transformación en máquina, en inteligencia artificial; c) que detrás de esta lucha del ser humano, su última lucha, se esconde también un nivel aún más profundo: el nivel de la relación del ser humano, del Dasein, con la muerte. Y aquí precisamente entra la Cuarta Teoría Política en escena para organizar la lucha contra el liberalismo sin caer en las trampas del comunismo y del nacionalismo que son también modernos y para oponer al liberalismo una alternativa metafísica pre-moderna, apelando a la sociedad tradicional y los valores pre-modernos y no solo a los no-liberales. Y, sin embargo, esto no es un paso atrás. Esta comprensión del Dasein como última forma de presencia humana en el mundo actual es un paso hacia delante. La Cuarta Teoría Política es el paso adelante, es el aspecto meta-ideológico del populismo. Sin ello, el populismo sería una construcción puramente teórica, sin ningún valor concreto. Pero cuando estamos nosotros en el plano de la lucha política, de la manifestación del populismo, este queda un poco ciego. El populismo es una reacción inmediata y natural, pero detrás del mismo, como he explicado, se hallan otros niveles existenciales y metafísicos muy profundos que están explicados más ordenadamente en el contexto de la Cuarta Teoría Política. Creo que esto explica también por qué mi libro sobre la Cuarta Teoría Política está traducido a muchísimos idiomas, también al español y a otros idiomas europeos y asiáticos. La gente siente que está ocurriendo lo más importante de la historia: la última lucha del ser humano contra su fin. Y, en este caso, todos los aspectos políticos, culturales, ideológicos, geopolíticos, artísticos y filosóficos, obtienen su dimensión del abismo metafísico, gigantesco y difícil de imaginar… porque se trata, precisamente, de la más importante decisión de nuestro Dasein en toda la historia de la humanidad. Gracias.
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