Periodistas exiliados en su propio país
4. noviembre, 2012
Son muchas las violencias que sufren los mexicanos: la
violencia de la pobreza, del desempleo, del hambre, de la pavorosa
inseguridad que ha convertido al país en un cementerio de fosas comunes,
cárceles (en lugar de escuelas) y exiliados dentro y fuera del
territorio; porque las delincuencias ya se apoderaron del territorio,
dispersas como enclaves “neoguerrilleras” para, en plena rebelión al
gobierno y al Estado con sus poderes paramilitares y económicos,
disputar a sangre y fuego el control de la sociedad por medio del terror
y los homicidios.
Y
para combatir a esos modernos cárteles criminales, las fuerzas
militares, policiacas y marinas, con la intervención clandestina de las
estadunidenses DEA (Agencia Antidrogas), FBI (Oficina Federal de
Investigación) y CIA (Agencia Central de Inteligencia), escenifican una
guerra al estilo del Leviatán de Thomas Hobbes, es decir, de
todos contra todos, con el resultado de 100 mil asesinados, en cifras
oficiales, de todos los bandos y cientos de miles de encarcelados;
además hay huérfanos, viudas, desplazados y perseguidos, a causa de esos
males que tienen a la nación en el terror colectivo y la desesperación
angustiosa de no saber qué hacer.
El mal gobierno del Partido Acción Nacional (PAN) calderonista, con
el peor presidente que hemos tenido y uno más del montón que han
hundido al país, es el responsable de las crisis política, económica y
social, al que el Congreso y el peñismo –si quiere recobrar algo de
legitimidad– deben someter a juicio político para que se defienda y
responda de sus actos, omisiones y corrupción, junto con sus cómplices
como funcionarios y servidores públicos, con la colaboración saqueadora
de Televisa, Tv Azteca, empresarios y banqueros que han pescado en el río revuelto del baño de sangre, que no para.
Es en ese contexto en el que los trabajadores del periodismo y
principalmente los reporteros son víctimas de la ingobernabilidad
federal de Calderón y en las entidades con los desgobernadores buenos
para el pillaje, pero indiferentes ante las embestidas del narcotráfico
hacia los periodistas. Prepotentes, los matones de las delincuencias
obligan a reporteros al exilio. Muchos se han ido más allá de la
frontera Norte. La mayoría peregrina dentro de nuestro territorio,
tratando de escapar de los sicarios… Y de más de un funcionario.
Laura Castellanos con su labor gráfica Yadin Xolalpa (El Universal, 18 y 19 de septiembre de 2012) y dos reportajes dramáticos nos hacen la crónica: DF, refugio de exiliados. Periodistas huyen por amenazas.
Nos cuenta cómo, sobre todo reporteros que son los ojos y oídos de los
medios de comunicación, casi muertos en vida, se van de sus lugares de
origen y trabajo; y con sus familias prefieren sobrevivir en la capital
del país en situación de miseria, a estar en Veracruz, Morelos, Sinaloa,
Nuevo León, Coahuila, Chihuahua, Durango, Tamaulipas, Guerrero, Estado
de México, Zacatecas, Oaxaca.
Y se autoexilian en Jalisco, Sonora, San Luis Potosí, Chiapas. Pues
más de la mitad del territorio está en manos de los delincuentes que
actúan como “neoguerrillas” para distraer a los militares, marinos y
policías y a los que llegan a corromper, de tal manera que la
inseguridad se convierte en ingobernabilidad, las instituciones cesan de
funcionar, acotando al Estado e interrumpiendo la vigencia de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, dejando en total
indefensión a los nacionales y extranjeros, entre ellos a los
periodistas. Y no hay más que desterrarse en otros lugares, esperando
que los tentáculos criminales no los alcancen. Se han dado casos de que
sí. No hay un lugar seguro en nuestra desgarrada República, porque las elecciones son esperadas como un cártel delincuencial.
Desterrados, pues, en su propio país, sin amparo, son reporteros
que ya no pudieron concluir su labor. La delincuencia los obligó a
emigrar, buscando dónde estar a salvo de los matones que, secundando la
petición de Calderón, tampoco quieren que la prensa escrita publique
información sobre las actividades del narcotráfico, las ejecuciones,
la guerra, los secuestros. Ambos quieren silenciar a los medios de
comunicación, y por ello llegan a cometer homicidios en serie, como
sucedió en Veracruz. Las entrevistas de los reportajes de Laura
Castellanos muestran que los reporteros que salieron de sus domicilios
sobreviven en el anonimato, ya que si son localizados por los sicarios
serán privados de la vida.
Un analista político escribió que el narcotráfico es la mayor
expresión de la criminalidad, es el nuevo “despotismo… Fuerzas
explotadoras (matonas), vueltas hacia dentro contra una población
sometida. Se mantiene a las masas en estado permanente de subdesarrollo.
Son, en su propio país, como los nativos de una colonia explotada”
(Hayvey Wheeler, La democracia en una era revolucionaria, Monte Ávila editores). Para colmo, el despotismo panista presidencial. La nación está atrapada en la pinza:
delincuentes y mal gobierno. En ella van los reporteros que han de
salir en estampida de los municipios donde trabajan, perseguidos por los
delincuentes y los políticos-funcionarios, en un territorio donde la
inseguridad es el santo y seña.
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