Resistencia y guerra contra el terrorismo de Estado en Michoacán |
Escrito por Andrés Avila Armella |
Lunes, 05 de Noviembre de 2012 02:23 |
Han
pasado ya dos semanas desde que la Policía Federal incursionó en la
Escuela Normal Rural de Tiripetío y en la Normal indígena de Cherán,
arrestando y golpeando a cientos de estudiantes, se ha vivido un periodo
de confrontación abierta entre las fuerzas del estado y la resistencia
popular, quien defendió a su juventud y logró la excarcelación de
quienes habrían librado una batalla a favor de la educación pública.
Las
jornadas de lucha vividas en las recientes semanas son una de esas
muestras coyunturales en donde la lucha de clases aparece sin mucho
velo, es decir, los campos políticos de la confrontación se hayan
evidentemente ligados a la contradicción capital-trabajo.
De un lado, cámaras empresariales, iglesia y Estado, exigiendo más
represión en contra de los rebeldes, y del otro, los hijos de
proletarios y campesinos, así como de las comunidades indígenas, salen a
luchar juntos, sin miedo, enfrentando la violencia de Estado y
defendiendo sus derechos a la educación pública, laica y gratuita,
además del derecho a la libertad.
La lucha en contra de la reforma curricular en las Escuelas Normales
A
pesar de que los medios masivos de comunicación en México han tratado,
como es su costumbre, de ridiculizar las demandas populares, esta vez
afirmando que los normalistas secuestran camiones porque no quieren
estudiar ni inglés ni computación, ocultando al mismo tiempo, la
información acerca de las razones que tiene el Estado mexicano para
ajustar los programas de estudio en la educación pública. Para
explicarlo atenderemos a los siguientes puntos:
-
La educación pública, en el Estado capitalista, tiene la función
esencial de capacitar al proletariado en las habilidades básicas
requeridas en el mercado laboral para aplicar dichas habilidades en la
producción, dirigidas por la administración capitalista. El trabajador
es educado desde pequeño a seguir las instrucciones que se le dan, y su
opinión trata de ser formada aceptando el supuesto de que un
conocimiento sólo es útil si el capitalismo así lo decide.
-
El pueblo trabajador, en cambio, también tiene intereses en la
educación pública, por ello, la impartición de la misma ha sido también
una demanda popular, pues se asume que el acceso a la cultura universal
es también una puerta de entrada a la posibilidad de adquirir
conocimientos que contribuyan a la libertad.
-
La situación de la educación pública en México es una síntesis
contradictoria de estas dos fuerzas. La burguesía, como clase dominante,
logra imprimir a través del Estado su carácter hegemónico en la
educación pública; sin embargo, la lucha por la educación librada
durante décadas por los movimientos magisteriales y estudiantiles de
izquierda han permitido que la educación pública guarde, aunque sea de
forma subyacente, cierto contenido liberador.
Está
claro pues, que la burguesía tiene su idea de lo que un hijo de
campesinos debe estudiar en la escuela pública, en qué condiciones debe
hacerlo y quién decidirá si está o no calificado profesionalmente, así
pues, la formación de maestros que se da en las escuelas Normales es
fundamental, pues se trata de la formación de los formadores, la
educación de los educadores. En ese sentido, no tiene nada de extraño
que en la reforma curricular impulsada por el gobierno federal, se haya
buscado eliminar asignaturas en donde los estudiantes normalistas
pudieran discutir acerca de problemas filosóficos del ser, el conocer o
el deber ser, o bien, donde pudieran analizar y discutir los problemas
sociales económicos y políticos de México; desde el punto de vista
burgués, al maestro no le pagan por analizar problemas sociales sino por
llevar los conocimientos que se le indican, de la forma en que se le
indiquen, a las personas que se le indiquen, principalmente para
enseñarlos a aceptar indicaciones.
La
protesta de los estudiantes normalistas no es un rechazo a adquirir
conocimientos relacionados con la informática y el inglés, de hecho
muchos de ellos tienen interés en adquirirlos, es claramente un rechazo a
la forma en que la burguesía establece las prioridades en el sistema
educativo, a la forma en cómo trata de imponer un modelo educativo con
un perfil absolutamente empresarial, y sobre todo, a la forma en cómo
pretende reducir el acceso a conocimientos y discusiones que los pueblos
sí requieren para poder transformar su entorno y luchar por sus
intereses.
Desde
el lado del pueblo trabajador es totalmente legítimo sostener que los
conocimientos que buscamos en la educación deben servir para comprender
el mundo en el que vivimos y para defender nuestro derecho a
transformarlo. ¿Quién dice que el pueblo no necesita luchar y por tanto
no debe aprender a hacerlo? Solamente alguien interesado en que el
pueblo no luche, seguramente alguien interesado en que las cosas
permanezcan tal cual están.
De la lucha por la educación a la lucha contra la represión
Los
estudiantes de las ocho Escuelas Normales del Estado de Michoacán
iniciaron una jornada de lucha en contra de la reforma curricular desde
hacía varios meses, para ello habían recurrido a cualquier método de
lucha reconocido como legal, pacífico y legítimo, salieron a volantear a
las calles, plazas y carreteras michoacanas, hicieron ruedas de prensa
informando su situación, se manifestaron dentro de sus escuelas,
hicieron algunas declaraciones y mítines aclarando que de no revertirse
dicha reforma, proseguirían con más movilizaciones. Después de haber
sido ignorados, se fueron a paro en las ocho normales agrupadas en la
ONOEM[ii], y hasta después de que llevaban casi un mes esperando
respuesta, ya instalados en paro, es que decidieron tomar acciones como
lo fue la retención de camiones, propiedad de grandes empresas
capitalistas, para presionar al gobierno de Michoacán a instalar una
mesa de negociación en donde sus peticiones fueran tomadas en serio.
De
su parte el gobierno de Michoacán, encabezado por Fausto Vallejo y
Jesús Reyna, han insistido en cumplir con el estilo de gobernar al cual
se comprometieron como priístas ante la burguesía más influyente en la
entidad, evitar negociar y apostar a que a través del terrorismo de
Estado se puede doblegar a la resistencia, valiéndose para ello desde la
militarización, la promoción de guardias de matones privadas, el
amedrentamiento, la desaparición forzada y la prisión política.
Los
métodos de terror que ha aplicado el Estado mexicano en Michoacán, los
medios han guardado silencio, por ello no fue sino hasta el momento en
que desbordó la rebeldía digna de los estudiantes normalistas cuando los
grandes monopolios televisivos y periodísticos comienzan a tomar nota
del caso, haciendo parecer que un buen día, los estos se levantaron con
la intención de molestar a la gente y así, sin más, “secuestraron
camiones”. Hasta ese momento ningún medio de comunicación se había
tomado la molestia de indagar acerca de la reforma curricular, de
indagar, siquiera un poco, acerca de la situación de aquellos
estudiantes, ni mucho menos sobre las condiciones en que los egresados
de las escuelas Normales tienen que ejercer su profesión.Burguesía
y Estado mexicano decidieron que había que dar una lección a los
estudiantes que habían osado faltar el respeto a la propiedad privada,
reteniendo, sin dañar por cierto, autobuses que son utilizados por sus
dueños para sangrar con tarifas excesivas el escaso ingreso familiar de
miles de trabajadores quienes se ven en la necesidad de trasladarse de
un rincón a otro de la entidad y del país. Desde el punto de vista
burgués, la agresión a la integridad física de los seres humanos, se
justifica para proteger la propiedad capitalista. La Policía Federal, se
autoproclama heroica después de “rescatar” los “camiones secuestrados”,
recibe las felicitaciones de gobernantes y empresarios, y como cuenta
entrega las lesiones y la privación de la libertad de cientos de jóvenes
de la clase trabajadora, de campesinos e indígenas. Irónicamente, la
propiedad privada que tanto respetan, sólo es la capitalista, pues
mientras “rescataban los camiones”, los policías federales hurtaron y
destruyeron las escasas pertenencias de los estudiantes normalistas;
destruyeron las computadoras de quienes debían estudiar computación, así
como sus teléfonos y objetos personales, humillaron a los detenidos y
familiares, y no conformes con eso, como símbolo de su acción,
mancillaron la pequeña estatua de Carlos Marx que se encontraba en la
Normal de Tiripetío.
Ni
la agresión contra seres humanos, ni la represión desmedida, ni la
destrucción de los muros de las escuelas, ni el robo contra las
pertenencias de los estudiantes ameritaron ninguna condena de los
monopolios informativos ni de los “defensores del estado de derecho”,
demostrando con ello que la moral burguesa es una hipocresía más de la
clase que sigue destruyendo el planeta y pisoteando a sus pobladores.
A
pesar de que no puede negarse el efecto que el bombardeo de mentiras y
manipulaciones difundidas en los monopolios informativos, llega a tener
en la conciencia de parte del pueblo, es muy destacable que una buena
parte de él, tal vez la parte más sensible ante las problemáticas
denunciadas por los estudiantes normalistas, ha sabido comprender la
naturaleza del hecho represivo y se ha rebelado contra él.
Principalmente en la meseta purépecha miles de comuneros salieron en
defensa de sus hijos, primos, amigos, sobrinos o simplemente en defensa
de quienes podrían serlo. Enfurecidos tomaron presidencias municipales,
instalaron puestos informativos, se organizaron y se sumaron a las
retenciones de vehículos privados de transporte, bloquearon carreteras y
participaron en las movilizaciones. A su lado, también la mayor parte
del movimiento estudiantil popular de Michoacán, estudiantes de la
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, de la Universidad
Intercultural Indígena de Michoacán, y de otras instituciones
reaccionaron ante la represión solidarizándose con los normalistas;
también lo hicieron las organizaciones de corte revolucionario y también
algunos sindicatos democráticos, quienes sintieron como propia la
agresión sufrida por los estudiantes.
Por
momentos, la rebeldía michoacana ofreció la luz que muestra la fuerza
del pueblo trabajador cuando está unido peleando por una misma causa, no
hay quien lo pueda detener, la burguesía quien seguía insistiendo en su
campaña de linchamiento contra los estudiantes normalistas, presenció
el desprecio que cientos de miles de proletarios y campesinos sienten
por su falsa moralidad y su parcial legalidad, por momentos, el
movimiento dejaba ver la posibilidad del triunfo popular.
Entre lo que ha pasado y lo que falta por pasar
En
Michoacán, el pueblo trabajador ha demostrado que tiene capacidad de
lucha y resistencia, ha sabido en cierta forma cosechar años de
experiencia, ha sabido aprender de anteriores triunfos y continuos
fracasos, sin embargo ese aprendizaje y esa experiencia no se traduce
aún en movimiento revolucionario; el Estado tuvo por esta vez la
capacidad de echarse para atrás en sus pretensiones represivas, ha
tenido que entender que no puede jugar a tal extremo con la paciencia de
quienes llevan siglos acumulando motivos para rebelarse. Por esta vez,
el Estado mexicano, el gobierno federal y estatal han tenido que aceptar
que subestimaron la capacidad de resistencia. De parte del movimiento y
de las organizaciones revolucionarias, es necesario también admitir que
aún falta trabajo que hacer; sin embargo experiencias como estas
permiten elevar en pocos días la conciencia política, permiten aprender y
sintetizar experiencias que de otro modo serían más difíciles de
comprender en su complejidad. Así que ahora nos conocemos un poco mejor,
podemos ver que falta por mejorar y trabajar en hacerlo, hemos podido
conocer algunas debilidades y habremos de superarlas, pero también hemos
visto que nuestra fuerza no es cualquier cosa, y por tanto hay que
utilizarla para hacerla crecer.
El
movimiento requiere de mejorar sus formas organizativas, ser más
eficientes, tener capacidad ofensiva y una táctica más centralizada,
pero también se requiere de mayor nivel de discusión y análisis, se
están retomando de forma importante las ideas de Marx, Engels, Lenin y
toda la tradición revolucionaria, ahora es momento de que organización,
teoría y acción, logren formar un cuerpo unido por la dialéctica
materialista. Si logramos en lo sucesivo trabajar esto, tal vez la
próxima vez, los oligarcas, burgueses y burócratas de Estado que hoy
insisten en someter al pueblo michoacano, no tengan la oportunidad de
echarse para atrás, y el movimiento tendrá la fuerza para caminar
siempre hacia adelante.
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