1903-2013: “La Constitución ha muerto…
⇒ Parte I: 1903-2013: “La Constitución ha muerto…
Parte II: El archivo magonista: abierto para consulta libre y gratuita
Parte III: 5 de febrero, fecha digna de un mejor pueblo: Ricardo Flores Magón
La identificación del edificio que albergó la redacción y el taller de El Hijo del Ahuizote permitirá –por vez primera, para quien lo desee– la “consulta irresponsable” de un archivo subversivo: el de Enrique Flores Magón. A partir de este 5 de febrero –a 110 años de una fotografía que costaría a los periodistas Ricardo y Enrique la cárcel y el exilio–, las decenas de miles de documentos (cartas, fotografías, folletos, libros, revistas, periódicos) paulatinamente estarán a disposición de todo aquel interesado en la epopeya magonista. La placa con la que el “semanario de oposición e intransigente con todo lo malo” desafió al régimen porfirista es la misma que sirvió para ubicar con exactitud la redacción del periódico. Al frente del proyecto está Diego Flores Magón, bisnieto de Enrique
Centro Histórico, Ciudad de México. Los diableros,
jadeantes, aprietan el paso y gritan: “¡Va el golpe, va el golpe!”;
otros, casi corriendo, apenas: “¡Voy, voy!”. Una vez que entreguen las
mercancías, se les verá desayunando junto a unos botes humeantes de una
señora con delantal: tortas de tamal picante y atoles de arroz,
chocolate o champurrado. El bullicio se instala en la calle República de
Colombia conforme se abren los cientos de negocios y puestos: tacos y
tortas, gelatinas, bolsas, joyas (de fantasía), carteras, juguetes,
películas y discos compactos (piratas), ropa, pepitas, dulces y una inacabable gama de bisutería: miles de kitsch chinos, mexicanos y coreanos.
Comerciantes, trabajadores y vecinos
barren su pedazo de banqueta: los de las casonas porfirianas, cascarones
habilitados como pabellones comerciales; los del hotel sin estrella;
los de la imprenta que, herrumbrosa, sobrevive a la tecnología digital;
los inquilinos de vecindades con balcones sin macetas, cortinas
mugrientas y ventanas con vidrios rotos. Barren y friegan aunque nunca
queden limpias las aceras ni la calle.
Los gritos “¡qué le damos!”, “¡aquí es!”, “¡bara, bara, baaraaaa!”
(apócope de barato), se intercalan con albures de banqueta a banqueta.
Cumbias, guarachas, reguetón, norteño, banda compiten en volumen. Se
impone, por decibeles, un grupo bandeño: “No te me subas al coco, no; no, nena, al coco no…”.
De pronto, un edificio color amarillo
claro, el único remozado y perfectamente pintado. Una leyenda de fondo
rojo y letras blancas anuncia: “El Hijo del Ahuizote”. Es el número
exterior 42. Luce un letrero similar al que colgaba cuando la calle se
llamaba Chiconautla y tenía el número 2; o Cocheras, asignado con el 3,
hace más de 110 años: el cuartel general de los hermanos Ricardo y
Enrique Flores Magón; los hermanos Juan y Manuel Sarabia; Antonio Díaz
Soto y Gama; Camilo Arriaga; Santiago de la Hoz… El osado grupo compacto
de periodistas anarquistas que con su “periodismo de combate” y su
rudimentaria imprenta había puesto en jaque a un régimen: el
dictatorial porfirista; pero, sobre todo, a dos sistemas: el moribundo
feudalista y el naciente capitalista del México de principios del siglo
XX.
En el lugar se abrirá al público un
museo; el asiento del archivo de Enrique Flores Magón –y de otros fondos
del magonismo–, y un centro cultural con proyectos de vinculación
comunitaria, de documentación de la libertad de expresión en la
actualidad y de la situación de los mexicanos en Estados Unidos. Se
trata de la Casa de El Hijo del Ahuizote, sede de la asociación civil
Centro Documental Flores Magón.
Un
archivo familiar (“los papeles del bisabuelo”) y la curiosidad de un
padre y un hijo –Daniel y Diego, respectivamente– detonaron, a finales
de la década de 1990, un proyecto que abre sus puertas al público este 5
de febrero, 96 aniversario de la promulgación de la Constitución de
1917 (resultado de la Revolución Mexicana) y 156 de la de 1857, con la
que el juarismo y los liberales se abrieron paso para derrotar a los
conservadores (partidarios del imperio, aliados a extranjeros y a la
jerarquía eclesiástica) y restaurar la República.
Pero también se cumple una efeméride
más: la del 110 aniversario de una fotografía captada, precisamente, a
la fachada del edificio. El 5 de febrero de 1903, la redacción de El Hijo del Ahuizote
protestó contra los atropellos a los derechos consagrados en la
Constitución, cometidos por el propio régimen dictatorial de Porfirio
Díaz. Entonces colocó una fotografía de Benito Juárez en el
frontispicio, seis banderas mexicanas con moños negros, coronas de
flores y un letrero con la leyenda: “La Constitución ha muerto…”.
En el país se había desatado ya una
persecución contra la prensa crítica: encarcelamientos, asesinatos y
destrucción de imprentas. El propio Ricardo Flores Magón acababa de
salir de la cárcel de Santiago Tlatelolco (la cuarta vez que iba prisión
por divulgar sus ideas y denunciar la corrupción).
A la fotografía le acompañó un vigoroso editorial publicado en El Hijo del Ahuizote
el 8 de febrero. La respuesta del régimen demoró apenas unas semanas y,
el 16 de abril de 1903, destruyó las oficinas y la imprenta, y
aprehendió a todos los periodistas. Ricardo había sido detenido unos
días antes (por quinta vez). Se le prohibió escribir en México. Se
dictaron penas severas para los impresores que le publicaran cualquier
texto. Ricardo y Enrique comprendieron que la lucha había iniciado y que
para seguir viviendo, continuar sus actividades periodísticas y
preparar la Revolución, tenían que partir al exilio.
La fotografía histórica que ha sido
publicada en algunos libros de texto y de historia de México está
recortada. A cuadro sólo se observa a los periodistas en los balcones y
la escenografía preparada por ellos mismos, con el retrato de Juárez,
las banderas, los moños y el letrero. En la original, que posee la
familia Flores Magón, se observa también, bajo el balcón, a un
trabajador (tal vez un telegrafista) y a tres niños.
Al reverso de la imagen aparecen las
firmas de puño y letra de 11 periodistas que se la dedican a “nuestro
querido compañero Ricardo”, que se encontraba preso (de nueva cuenta)
cuando se reveló el negativo. Ahí están las firmas de Federico Pérez
Fernández, Santiago de la Hoz, Manuel Sarabia, Benjamín Millán, Evaristo
Guillén, Gabriel Pérez Fernández, Juan Sarabia, Antonio Díaz Soto y
Gama, Rosalío Bustamante, Tomás Sarabia y Enrique Flores Magón. A la
dedicatoria se agrega: “recuerdo de un día de duelo: 5 de febrero de
1903”.
“Ése ha sido el corazón del proyecto, la semilla, la matriz”, explica, en entrevista con Contralínea, Diego Enrique Flores Magón Jiménez, bisnieto de Enrique Flores Magón.
Agrega: “La fotografía de 1903 nos
permitió ubicar el edificio y movilizar los apoyos para la recuperación
del mismo. El archivo de mi bisabuelo es lo que le da sentido a todo el
proyecto. Toda la recuperación del edificio tiene como sentido final
hacer público un patrimonio documental que tenemos nosotros. Y de
aportar las condiciones infraestructurales para que ese patrimonio se
pueda socializar. Ésa es nuestra meta”.
Al referirse a la fotografía, Diego
Flores Magón señala: “Es para mí un documento histórico y un objeto
familiar. Pero queda en claro la calidad de documento histórico cuando
ves el reverso de la fotografía; además de las firmas de los que
aparecen ahí, hay otro rasgo importante: viene el domicilio de la
imprenta, según la nomenclatura antigua de la Ciudad”.
Sin embargo, la inscripción señala “Chiconautla”; mientras que ejemplares de El Hijo del Ahuizote
señalan en su portada como domicilio “Cocheras, 3”. Se trata de la
misma calle, pero que entonces cambiaba de nombre al cruzar una cuadra.
Con todo, el mismo reverso de la fotografía aclara el lugar exacto:
Enrique, de su puño y letra, escribió –al ordenar su archivo para la
posteridad, en la década de 1930– que el domicilio es ahora “calle de
Colombia no. 42” (sic).
Así, con documento en mano, Daniel y
Diego pudieron identificar las molduras de cantera de la fachada; la
herrería, que no se conservaba en la planta baja, pero sí en los otros
pisos.
“La escritura de Enrique Flores Magón,
mi bisabuelo, en el reverso de esa fotografía –explica Diego– fue la
que nos permitió por curiosidad, por interés y por amor a la memoria,
darnos una vuelta y reconocer el edificio.”
Transcurría la década de 1990. “Cuando
lo vimos por primera vez era una ruina sórdida, espantosa”. Luego del
terremoto de 1985, el entonces Departamento del Distrito Federal había
ejecutado en la zona una serie de expropiaciones de edificios que
pudieran derrumbarse. “El edificio se expropió para abandonarse. No se
sabía que ahí había estado la redacción de El Hijo del Ahuizote”.
Daniel y Diego Flores Magón comenzaron
a promover la recuperación del inmueble en la primera década de 2000.
Comparten el espacio con los exvendedores ambulantes organizados en la
asociación civil Vamos Armando una Mejor Forma de Vida. Por ello, sólo
la primera crujía, con tres niveles, es la sede del Centro Documental
Flores Magón. Las crujías posteriores se convirtieron en pabellones
comerciales, tal y como casi todas las viejas casonas porfiristas de la
calle.
El rescate del inmueble ha costado más
de 4 millones 200 mil pesos, la mayor parte financiado por el
Fideicomiso del Centro Histórico. La asociación también ha recibido
subsidios de la Secretaría de Cultura del gobierno del Distrito Federal y
del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
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Fuente: Contralínea 320 / febrero de 2013
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