Por Por Masiel Fernández
Roma,
13 jun (PL) La agricultura africana, según analistas, tiene un
potencial de crecimiento enorme gracias a su abundancia de recursos
naturales, afirmación que exacerba la crudeza de una realidad
centenaria: sus elevados niveles de hambre y pobreza.
Algunos consideran incluso a esa actividad el pilar del crecimiento
generalizado en la mayor parte de los países del continente, esencial en
aras de alcanzar la seguridad alimentaria.
En África
subsahariana, por ejemplo, el avance del Producto Interno Bruto (PIB)
generado por la agricultura ha demostrado ser once veces más eficaz en
la reducción de la pobreza que la expansión del PIB en otros sectores,
muestran cifras divulgadas.
Sin embargo, acorde con estudios
especializados, la inadecuada explotación de todo el potencial ha puesto
en peligro la función que puede desempeñar dicha labor en la reducción
del número de pobres.
Históricamente el llamado Continente Negro
ha sido víctima del saqueo voraz de sus recursos para alimentar
ambiciones individuales, en detrimento de la calidad de vida de los
pobladores.
Muchos expertos atribuyen la crisis vivida
principalmente a la falta de inversión en el sector agrícola, a lo cual
se une el hecho de que algunas de sus naciones han incrementado la
dependencia de la importación de alimentos en las últimas décadas.
Su vulnerabilidad climática contribuye a agravar la situación, ya que
la agricultura se suele desarrollar en condiciones de secano, por lo que
la dependencia de esa modalidad y los niveles muy bajos de irrigación
hacen que sea especialmente sensible a las condiciones de un clima
variable, explican.
Aunque la variante a pequeña escala es la
forma predominante de organización agrícola en África, la ventaja
comparativa de que disponen los pequeños cultivadores en la producción
se ve amenazada debido a que las explotaciones comerciales a gran escala
están mejor situadas para gestionar los riesgos relacionados con la
adopción de nuevas tecnologías y la difusión de conocimientos.
Para los académicos, tal situación evidencia la urgente necesidad de
contar con programas y políticas que incrementen la capacidad de los
pequeños agricultores de mejorar la productividad y de acceder a
sectores dinámicos destinados al mercado nacional, regional e
internacional.
Los programas, precisan, deben incluir la
facilitación de la creación de organizaciones y otras formas de
asociaciones comerciales que aseguren el control de la calidad y la
inocuidad de lo producido.
Tras la seguridad alimentaria y la nutrición
En un contexto de elevados precios, instituciones como la Organización
de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO)
abogan porque la seguridad alimentaria y la nutrición estén en el centro
de la agenda internacional para el desarrollo de África.
Consideran necesario prestar especial atención a los pequeños
agricultores y empoderar a las mujeres rurales, abordando las
desigualdades de género y que se les permita transformar sus propias
vidas y las de sus familias y comunidades.
Sobre todo teniendo
en cuenta que las féminas son los principales productores, procesadores y
comerciantes de alimentos en África, a pesar de que el 85 por ciento de
las tierras agrícolas son propiedad de los hombres.
Como una
solución eficaz con el fin de revertir el hambre y la pobreza proponen
inversiones responsables de gobiernos y del sector privado en el
desarrollo rural sostenible.
ls/acl/mfb |
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