Oleada de protestas antigubernamentales en Bulgaria
Foto: EPA
Hace ya casi medio año que Bulgaria está
sumida en una serie de escándalos políticos. Las protestas masivas del
febrero pasado llevaron a la renuncia del primer ministro Boiko Borísov y
la disolución de su gabinete. La población reaccionó de esta manera a
una brusca alza de precios de hidrocarburos. Cabe señalar que poco antes
del conflicto, el gobierno renunció por iniciativa de su líder a dos
promisorios proyectos energéticos con Rusia capaces de aportar
considerables montos al presupuesto de Bulgaria y asegurar mejores
precios de energía: el oleoducto Burgas–Alexandroupolis y la planta
nuclear Belene. Los políticos occidentales consideraron que Bulgaria se
vería más dependiente de Rusia con la realización de dichos proyectos,
lo cual era inadmisible dada la participación de Bulgaria en la OTAN.
Siguiendo
las recomendaciones de los estrategas occidentales, el gobierno sumió
al país en una duradera crisis política y económica. El propio Borísov,
por lo visto, no tenía ni idea de que estaba abriendo una verdadera caja
de Pandora. En un país con una población de bajos ingresos, los precios
de hidrocarburos son vitales. Y el nuevo gobierno tampoco pudo
solucionar este problema. La población está absolutamente segura de que
el gobierno es corrupto e incapaz de combatir la pobreza. Los
funcionarios del gobierno están abiertos al diálogo, pero la oposición
adopta una postura muy crítica y negativa, explica la profesora
universitaria Nina Dyulgerova:
–El gobierno está
dispuesto a negociar, pero los manifestantes solo exigen su renuncia.
Dicen que es un gobierno oligárquico. Sin embargo, el gabinete está
haciendo todo lo necesario para dar solución a la complicada situación
actual. Está tomando medidas para desarrollar las empresas medianas y
pequeñas y mejorar el ambiente, para que la sociedad pueda palpar los
efectos positivos de las reformas. No obstante, los que antes estaban en
el poder no lo quieren, porque vivían muy bien y obtenían grandes
beneficios con el gobierno de Borísov.
Las
protestas abarcan cada vez más ciudades. Cuentan con la participación de
cientos de miles de personas. Los manifestantes gritan que el gobierno
es una “mafia” y exigen desmantelar el “modelo plutocrático de Estado”.
El motivo formal de los disturbios fue el nombramiento del magnate
mediático Delyan Peevski como jefe del servicio estatal de seguridad. El
propio Peevski dice que está dispuesto a dimitir, pero esto ya no es
suficiente. La oposición exige un cambio sistémico de las relaciones
entre el poder y la sociedad y la implementación de una nueva estructura
de Estado. Sin embargo, no pretende destituir al gobierno por la
fuerza. Hay milicias de control popular en las calles que reprimen todo
intento de provocación. Por otro lado, el bloqueo del parlamento tampoco
puede ser considerado como una acción puramente pacífica.
El periodista búlgaro Angel Vagenstein compartió con La Voz de Rusia su opinión sobre el problema:
–Para
normalizar la situación, hay que respetar los resultados de los
comicios. Este es el punto clave de toda democracia. Las elecciones eran
democráticas. El Tribunal Constitucional se opuso rotundamente a la
intención de algunos políticos de cerrar el parlamento por un supuesto
fraude electoral. Pero los que acaban de verse al margen del poder
estatal siguen insistiendo en eso.
Indirectamente,
la intención de desquite del “viejo equipo” se nota en la reciente
declaración del exprimer ministro y líder del partido GERB, Boiko
Borisov, en la que exigió la inmediata renuncia del actual gabinete
presidido por Plamen Oresharski. El partido de Borísov ganó unos cuantos
escaños en los comicios anticipados del 12 de mayo. Ahora todo indica
que su líder quiere recuperar el puesto de primer ministro aunque se ha
ido quejando todo este tiempo de no contar con un suficiente apoyo de la
ciudadanía. Parece difícil que la población lo apoye en su intención de
volver a la cúspide, si la anuncia, porque hasta hoy día sigue pagando
los errores del anterior gabinete con dinero de su propia chequera que
nunca ha sido muy gruesa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario