David Márquez Ayala, La Jornada
Nuestro país fue claramente
alineado en la órbita neoliberal a partir de la incrustación en 1982 del
núcleo afín a esa ideología en los puestos clave del gobierno y el
legislativo fundamentalmente.
Múltiples han sido los
agravios que los agentes neoliberales en el poder - escudados
inequívocamente en las siglas electorales PRI-PAN-Verde-Panal - han
asestado a México. Hoy abordaremos el tema externo.
La apertura externa
Clave en el cambio al
paradigma neoliberal fue la apertura precipitada, excesiva y perjudicial
del sector externo a mediados de los 80s. De una economía altamente
protegida de la competencia externa (demasiado en ciertos aspectos), en
1986 el gobierno insertó a México en el Acuerdo General de Aranceles y
Comercio (GATT, hoy OMC) haciendo concesiones de apertura comercial de
tal envergadura, profundidad y precipitación que tal parecía que el
objetivo no era dosificar una apertura externa sana, selectiva y gradual
para impulsar la transformación y mejora de la planta productiva del
país - en especial la industrial - sino borrar con saña del mapa lo
avanzado en el aun inmaduro proceso de industrialización. Decenas de
miles de empresas pequeñas, medianas e incluso grandes sucumbieron ante
esa súbita confrontación con los productos que de todo el mundo
empezaron a fluir en competencia desventajosa hacia México a finales de
los años 80.
El Tratado de Libre Comercio
de América del Norte (TLCAN) que México firmó con Estados Unidos y
Canadá y entró en vigor el 1º de enero de 1994, fue de hecho una
profundización de la apertura comercial ya en curso, aunque agravada por
las concesiones en sectores clave como el agroalimentario; pero más
allá, su nocividad principal para el país radicó en la liberalización de
la cuenta externa de capital, es decir, en la aceptación del libre
flujo de capitales de y hacia el exterior, incluyendo las inversiones
extranjeras directas (en empresas) y las de cartera (en valores),
dándoles además el trato de nacionales y por lo tanto acceso sin
restricciones a invertir, comprar y operar en el campo, la industria y
los servicios.
El balance comercial
En un primer análisis
estadístico - sin considerar los efectos de fondo - la apertura
comercial parece arrojar resultados positivos para México. Tanto las
exportaciones como las importaciones de mercancías han crecido
aceleradamente en los últimos 30 años, y su saldo global es de un
pequeño déficit en la balanza comercial.
El comercio del TLCAN en
particular muestra, así mismo, un fuerte crecimiento e incluso arroja un
superávit considerable (113 mil millones de dólares en 2013) a favor de
México. Este resultado positivo, sin embargo, debe ser matizado con dos
elementos: 1) que las cifras incluyen las exportaciones de petróleo a
Estados Unidos, y 2) que "nuestras" exportaciones de manufacturas son en
su mayor parte productos maquilados aquí por las propias empresas
extranjeras que las contabilizan como productos terminados al
exportarse, pero incluyen un alto porcentaje de partes e insumos
importados que no necesariamente proceden de Estados Unidos o Canadá,
pero sí de sus empresas, filiales o proveedores en Asia y otras regiones
con las que tenemos un comercio fuertemente deficitario.
Balance en Cuenta Corriente
Al sumar el comercio de
servicios al de mercancías, los resultados de la apertura empiezan a ser
menos positivos e incluso se tornan negativos. Tras el cuidado
equilibrio externo de los 50s y 60s del pasado siglo, en los 70s México
relaja sus controles y la Cuenta Corriente empieza a registrar déficits
considerables, los cuales se profundizan a partir de la apertura en los
80s, hasta acumular en la más reciente década (2004-2013) un déficit de
-120 mil millones de dólares, y eso incluyendo las cuantiosas
transferencias netas (211 mil mdd) de los migrantes.
Balance en Cuenta de Capital
La apertura, flexibilización y
desregulación de las entradas y salidas de capital ha constituido, en
especial, un grave daño para el país. La economía mexicana "funciona"
cada vez más gracias al dinero ajeno ya sea que éste provenga de
préstamos, inversiones directas o inversiones financieras, aunque estas
últimas son particularmente nocivas por su volatilidad y los montos que
representan. El saldo acumulado de la cuenta de capital en la última
década ascendió a 316 mil millones de dólares.
Nuevamente, del moderado
endeudamiento de los 60s, el país pasó al severo endeudamiento de los
70s y, con la apertura, al financiamiento en gran escala vía inversión
extranjera.
Paradójicamente a la par que
el país contrae pasivos con el exterior para financiarse (566 mil
millones de dólares en la última década), mexicanos sacaron del país 250
mil millones para inversiones o depósitos en el exterior (activos).
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