El avión fantasma de Malasia desbarata nuestra omnipotencia |
2014-04-02 13:35:00 Visitas: 169 |
JUAN ARIAS, El País
El ser humano ya es capaz de
crear un invisible cromosoma artificial, pero se le pierde un barrigudo
Boeing 777 de Malaysia Airlines con 239 pasajeros a bordo en el mayor de
los misterios.
Hijos de Google y de su saber
universal, nos creíamos casi dioses capaces de descubrir cualquier
misterio. Y casi un mes después de la tragedia aérea, estamos a punto
-si se acaban los plazos de la validez de la caja negra aún no
encontrada- de que, en pleno siglo de la comunicación universal, ni una
sola voz, ni un simple SOS, ni una pista nos haya llegado a través de
los teléfonos móviles de los pasajeros y tripulantes.
¿No habíamos dicho, pensando y
escrito, que en nuestra sociedad ya no existen secretos? ¿Que todo es
espiado? ¿Que nada escapa hoy al Gran Hermano, al ojo universal que
penetra hasta en nuestros pensamientos? Sí, en nuestros pensamientos.
Dicen que la virtuosidad y omnipotencia de la publicidad, por ejemplo,
llegan a leer nuestras ideas consumistas y nos propone compras de
productos deseados hasta en nuestros sueños.
Tan increíble parece la
historia del avión de la que aún no sabemos nada -si es cierto que hasta
los restos encontrados en el mar han resultado falsos- que hay quien
llega a pensar en una explicación extrasensorial. ¿Se habrá tragado al
avión algún extraterrestre? Me lo aseguraba un taxista que se interesa
por el tema, pero llega a pensarlo hasta por gente con mayor bagaje
cultural.
Es verdad que en la era de la
más sofisticada tecnología alcanzada por el hombre en toda su historia,
resulta increíble y muy misteriosa la desaparición del Boeing 777, y más
aún la falta absoluta de datos y hasta de hipótesis creíbles.
Sabemos ya hurgar en las
entrañas del átomo; en los abismos del ADN; en la creación de las armas
más sofisticadas y hasta hemos inventado impresoras que fabrican órganos
humanos. Soñamos con poder ingerir en una píldora todas las obras de
Shakespeare o de Guimarães Rosa o el conocimiento de un idioma.
Se están creando ordenadores
más inteligentes que el Homo Sapiens y el avión, con todos sus pasajeros
y todos sus sofisticados aparatos de comunicar datos automáticamente,
ha desaparecido en el mayor de los silencios.
No es extraño que el hecho
esté calentando y desbaratando las fantasías más exacerbadas. Nunca
sabremos si el avión acabará desapareciendo sin rastros como otro
español de hace 34 años. La única certeza, si la aeronave se hundiera
para siempre en el el olvido, tragada por la nada, es que quedaría
gravemente golpeada, desbaratada y humillada nuestra omnipotencia de
seres que creemos haber desafiado y ganando la batalla a los dioses.
Claro que llevamos también
sobre nuestros hombros otra incerteza y misterio que hiere igualmente
nuestra omnipotencia: el misterio de la muerte. Como los pasajeros del
avión de Malasia, millones de personas desaparecen para siempre y nadie
sabe dónde se hallan. Se lo imaginan únicamente, con la fuerza de la fe,
los seguidores de las religiones. Ninguna voz, sin embargo, ha llegado,
con fundamento científico de ese reino misterioso e impenetrable en el
que nos precipita la muerte.
Y mientras el hombre siga sin
despejar ese misterio, inmensamente superior al del Boeing 777, nuestra
omnipotencia deberá estar revestida con el sayo de la humildad. La
soberbia del que cree saberlo todo, poder inventarlo todo, descubrir
cualquier misterio (hasta los del alma) fue obra de los demonios y
dejada en herencia a los humanos, que en seguida nos enamoramos de ella
en la vana esperanza de superar a los dioses.
Somos solo humanos,
agarrotados de misterios por todas partes a pesar de los logros
indiscutibles y maravillosos de la ciencia y de la tecnología. Qué
extraño, pues, que un Boeing desaparezca sin dejar rastro. Sufre solo
nuestra curiosidad y nuesta herida omnipotencia junto las familias de
las víctimas.
Somos limitados, nos guste o
no. De dioses nos queda solo la nostalgia del paraíso perdido. Seguimos
caminando a tientas al mismo tiempo que disfrutamos con las nuevas
conquistas cada vez mayores. Hace falta, sin embargo, que dejemos de
sufrir cuando a veces nos descubrimos limitados y desnudos, que es como
nacemos.
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martes, 8 de abril de 2014
El avión fantasma de Malasia desbarata nuestra omnipotencia
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