La batalla entre Carmen Aristegui y Ciro Gómez Leyva
Por Miguel Ángel Castillo | Corte de Caja – vie, 16 may 2014
Fotos: Cuartoscuro
No es difícil, para una sociedad tan polarizada como la nuestra, que a la menor provocación surja un antagonismo exacerbado sobre cualquier tema, sea de interés o no, con la consecuencia inmediata de tomar partido dependiendo del cristal a través del cual estemos acostumbrados a mirar la vida.
El caso del encontronazo que en los últimos días llevan protagonizando los periodistas Carmen Aristegui y Ciro Gómez Leyva no podía ser diferente. La historia comienza semanas atrás, cuando el equipo de MVS Noticias sacó al aire un reportaje que revelaba prácticas de prostitución con mujeres que eran reclutadas como edecanes para eventos de la filial del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el DF.
La cosa no era para menos, pues el principal involucrado y acusado era Cuauhtémoc Gutiérrez, presidente del PRI-DF, por lo que el escándalo fue inmediato, obligándolo a pedir licencia de su puesto mientras está en curso una investigación ministerial al mismo tiempo que los priistas estudian si deben expulsarlo en definitiva de sus filas.
Pero la mecha de una guerra de dimes y diretes se encendió cuando Ciro Gómez Leyva, competidor radial en horario matutino de Carmen Aristegui, abrió sus micrófonos para que el señalado político diera su versión de los hechos (negando todo, por supuesto), pero sobre todo, cuando reveló la declaración ministerial de Priscila Martínez, (la ‘enganchadora’ de mujeres que aparece en el reportaje de MVS) donde en resumen acepta que su voz es la que se transmitió en la radio pero apunta que todo habría sido un montaje por el cual le pagaron 30 mil pesos, con el único fin de desquitarse del líder priista por no valorarla como cree merecerlo, sin imaginar, según pensaba ella, que las cosas llegarías hasta este punto.
¿Qué seguía? Lo obvio. Que Carmen Aristegui dedicará cada emisión a defender el trabajo de su equipo mientras Ciro Gómez Leyva cuestionaba los cabos sueltos que a su consideración existen en la investigación al mismo tiempo que añadía entrevistas con otras dos mujeres priistas que aseguran fueron amenazadas para declarar en contra de Cuauhtémoc Gutiérrez.
Durante todo este tiempo ambos personajes no mencionan nunca el nombre del otro, se refieren entre sí como el ‘medio de en frente’. Pero si ellos no dan apelativos la gente sí lo hace y los califica. O más bien los descalifica. Por un lado están los que consideran que Aristegui se empeña en demostrar su verdad a como dé lugar considerando su trabajo a prueba de fallas. Por el otro, los que están convencidos de que Gómez Leyva es un lacayo del sistema cuyo trabajo es defender los intereses del partido gobernante. Y cualquiera que opine lo contrario a lo que cada uno piensa no es un ingenuo, sino un estúpido. Así funcionamos. Y así erramos.
Se nos olvida que el consumo de la información, como el de cualquier otro producto, está sujeto a los intereses de cada quien y en ese sentido valoramos y certificamos lo que queremos creer. Seleccionamos la fuente que más nos acomode y se ajuste a nuestro perfil y por eso a nadie extraña que, por poner un ejemplo muy simplista, los lectores de La Jornada se informen también a través del semanario Proceso y sean seguidores de Andrés Manuel López Obrador mientras éstos mismos consideran que quienes votaron por Enrique Peña Nieto solo miran los noticieros de Televisa o leen el periódico Milenio.
Lo anterior no necesariamente tiene que ser verdad, pero ciertos personajes (como estos dos) generan en la gente no sólo simpatía, sino todo un acto de fe que ya quisiera cualquier culto, radicalizando las opiniones y satanizando todo lo que no esté inscrito en sus cánones, de tal forma que de un mismo hecho pueden surgir dos versiones totalmente opuestas, adaptada a la realidad que cada quien quiere creer. Por eso mismo, estoy seguro que a estas alturas y en este punto de lectura existe quien asegure que defiendo a Carmen Aristegui mientras otro porcentaje igual dirá que hago lo posible por cubrir a Ciro Gómez Leyva.
En un mundo ideal, asimilaríamos la información de ambos lados (o de más si es posible) y nos crearíamos una opinión libre de dogmas que nos permitiera un análisis concienzudo y sobre todo crítico sin el temor de ser linchado. Dicen por ahí que la memoria es algo maravilloso si no tienes que lidiar con el pasado. Pero tanto Carmen Aristegui como Ciro Gómez Leyva lo tienen en gran medida, con aciertos y errores, y eso propicia que el prejuicio sobre cualquiera de los dos se anteponga, sin tomar en cuenta que al final, ninguno de ellos será quien determine la culpabilidad o la inocencia de Cuauhtémoc Gutiérrez, sino un proceso judicial que por desgracia no dejará conforme a nadie. A menos que coincida con lo que de antemano habíamos ya juzgado y sentenciado.
¿Quién quiere ser Presidente?
Para que vea que los legisladores no se hacen los sordos ante sus peticiones de participar en alguna elección sin necesidad de quemarse afiliándose o emparentándose a algún partido político, las nuevas leyes electorales por fin dan pie a las candidaturas independientes, para que por su cuenta pueda aspirar a un lugar como diputado o senador o, por qué no, hasta Presidente de la República. Como sabemos que usted no se anda con pichicaterías y de una vez se tira a lo grande, le decimos el requisito fundamental que necesita antes de imprimir su rostro en playeras, espectaculares y grabar spots donde todos los adultos mayores lo abracen con simpatía. Es más, antes aún de que empiece a cortejar a la compañera o compañero de secundaria con quien compartió escena en el teatro escolar con la creencia de que ligándose a alguien del showbiz ya la hizo, tome en cuenta que necesita recolectar un mínimo de 788 mil firmas de gente que crea que no hay nadie mejor que usted para próximo preciso. Cosa de nada, nomás arme un guateque sonidero con tacos de canasta y prometa hasta el infinito y más allá. Y por supuesto, asegúrese de descalificar la elección desde antes, para que vean que usted va en serio.
¡Un director de escena por favor!
Con el riesgo de que tan solo mencionar al PAN usted tenga un efecto somnífero inmediato, no puedo omitir el mal tino que tienen los blanquiazules para esto del espectáculo electorero (ahora sabemos por qué Josefina empezó campaña con un estadio vacío). Sólo a ellos se les ocurre realizar su elección interna para renovar su dirigencia el mero día de la Gran Final del futbol mexicano. Una de dos, o habrá tal cochinero que lo que no quieren es llamar la atención más de la cuenta o ya lo definieron todo en una apuesta pambolera donde Ernesto Cordero será presidente del CEN si gana el León o Gustavo Madero si se corona Pachuca. Pero todos conocemos a los panistas y tienen tan, pero tan mala suerte, que en una de esas el campeón termina siendo el América (aunque no juegue) y llega a dirigirlos Gerardo Fernández Noroña. Y es que con ellos hay que estar listos para lo peor, porque por lo regular es lo que sucede.
La escuela más cara de México
Luego de saber, gracias a un estudio del Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO), que lo más bizarro del personal magisterial no está en prisión sino en las nóminas de los maestros con algunos docentes ganando más que Peña Nieto y tras el grito en el cielo que todos pusieron por nimiedades como estas (ni que fuera tanto 600 mil pesos de sueldo), es hora de ver el lado bueno de todo esto. Solo hay que ser optimistas y ver el vaso medio lleno. Por ejemplo, podríamos tener no solo la población más longeva de maestros en el mundo (1,442 con más de 100 años) sino que ¡1,441 de ellos nacieron el mismo día, el mismo mes y el mismo año! Es decir, todos vinieron a este mundo el 12 de diciembre de 1912 y, también causalmente, todos nacieron en Hidalgo. Y si eso no le basta para animarse, déjeme decirle que en Iguala, Guerrero, tenemos un kínder llamado Bandera Nacional (en serio que hoy no lo ando cotorreando) que tiene una nómina mensual de 85 mil pesos para atender a un solo alumno inscrito, por lo que ese chamaco nos sale más caro que pagarle una colegiatura en la Universidad de Stanford, en California, EEUU. La de récords Guinness que nos esperan. Hasta dan ñañaras.
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