La elección del PAN y sus migajas humanistas: nada que ganar; sí, dinero y poder
Hoy, en 1,330
centros de votación que costarán 10 millones de pesos, 217 mil
militantes del Partido Acción Nacional (PAN) eligen a su presidente
nacional, el primero en ser electo directamente después de que 21
personas lo han dirigido desde 1939, inaugurando un proceso democrático
dentro de un partido anquilosado, que está muy alejado de aquel
eslogan-predicamento-precepto del bien común, que se perdió después de
12 años de trabajar para sí mismos, para la satisfacción de sus líderes,
para su enriquecimiento personal y la construcción de sus imperios
privados (hay que recordar el Centro Fox y los hijastros del
expresidente, el penthouse de César Nava, la complicidad de panistas con
el fraude de Oceanografía, la mega mansión de García Luna en Tlalpan,
los moches millonarios de Villarreal y un largo etcétera que me quitaría
la mitad del espacio que tengo para escribir esta columna de opinión).
La situación
actual del PAN no se encuentra nada bien, siendo el segundo parido más
antiguo de México y luego de haber gobernado 12 años consecutivos, ocupa
la segunda fuerza electoral, en la votación para diputados federales
(obtuvo 26%) y ocupa el segundo sitio en el país al tener representación
de 22% en diputaciones locales. Además, si hoy solicitara por primera
vez su registro como partido, no cumpliría con el requisito mínimo de
militancia que marca el Cofipe, que es del 0.26% del padrón electoral
nacional.
La dignidad, la
buena opinión, el honroso lugar y el excelente grado de estimación en
que se hallaba el PAN -con su práctica de la política humanista cuando
fueron oposición- se perdieron al dejar escapar una oportunidad
histórica de ayudar a los mexicanos durante dos etapas sexenales, en los
que la situación de violencia y degradación pública se magnificó. Con
el panismo en el poder, a México le dio una peritonitis aguda y le
estallaron las vísceras de corrupción, de inestabilidad política, de
ingobernabilidad y de ausencia de Estado de Derecho, derivando en el
cuasi Estado Fallido que se vivió a finales del sexenio de Calderón.
La contienda
electoral que se dirime hoy entre Gustavo Madero y Ernesto Cordero, será
todo menos humanista, todo menos bondadosa, todo menos amigable.
Persiste el fantasma de la impugnación de la elección por parte del
perdedor, sí, aquella misma que tanto criticaron a López Obrador en el
2006. El escenario de la disputa por la fortuna que el panismo posee,
se visualiza feroz. En 2013, el panismo recibió 117 millones de pesos
para su fracción en San Lázaro, 67 millones para su fracción en el
Senado, y casi mil millones de pesos son los que recibirá el PAN de
parte del Instituto Nacional Electoral para el proceso electoral del
2015, en el que se juegan 17 gubernaturas, 500 diputados federales,
alcaldías, diputados locales y un kit de vitaminas para ver quien llega
con fuerzas hasta el 2018.
En este proceso
electoral interno panista, se encuentran en disputa también, tres
órganos del partido: el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) de 7 miembros,
el Consejo Nacional con 390 miembros, y el de nueva creación, la
Comisión Permanente, con 40 personas que tendrán una función
deliberativa y aprobará los nombres de candidatos a diputados
plurinominales propuestos por el CEN o los comités ejecutivos estatales.
Por otra parte
está el control de las coordinaciones parlamentarias, en las cámaras de
Senadores o Diputados. Además, el nuevo presidente puede proponer al
Presidente de la Comisión de Orden y Justicia del partido, que es la que
revisa los casos de panistas indisciplinados. Asimismo, puede proponer a
los secretarios del partido encargados de distintas carteras, como la
de Promoción Política de la Mujer, de Acción de Gobierno, de Vinculación
con la Sociedad, de Comunicación y la de Elecciones, exceptuando la de
Acción Juvenil. El nuevo dirigente también puede decidir las
representaciones electorales ante el INE.
Vemos pues que
no es cualquier cosa lo que se disputa este 18 de mayo. Quien resulte
ganador no tendrá más que dinero y poder, porque su capacidad de
negociación al interior del partido, se encontrará acotada con la
militancia dividida y llena de resquemor, y al exterior, encontrará
falta de correspondencia con una ciudadanía que poco simpatiza con su
forma de gobernar y de actuar ante el poder en turno, que en el caso de
su relación con el gobierno de Peña Nieto, ha sido de sacrificar valores
por monedas, a cambio de sumarse a un Pacto por México que nació
muerto. La relación de Gustavo Madero con el priista, ha sido
colaborativa, aun ante situaciones que no beneficiaban a México. Pero
¿qué nos sorprende? sí el PAN siempre ha sido así, tan sólo me remonto a
unos años atrás, cuando en 1995 aprobaron el aumento del IVA del 10 al
15% y dejaron que el PRI nos hiciera la "roqueseñal".
En cuanto a
Cordero, encontramos a un personaje carente de sensibilidad, lleno de
"lapsus brutus" (ejemplos los 6 mil pesos con lo que supuestamente
podría vivir una familia y el decir que quería dirigir al PRI), una
clase de títere impulsado por Felipe Calderón, fácilmente manipulable y
manejable, que no ha podido levantar el vuelo en la política, a pesar de
todos los cargos que se le han regalado.
El escenario no
es fácil para un partido que llegó al poder y se llenó de soberbia. Un
instituto político cuya elección ha estado plagada de descalificaciones y
polarización. Existen serias dudas de ambos candidatos -y de nosotros
también- sobre el riesgo de la compra masiva de votos y del gasto
desmedido en la campaña. Uno por contar con la estructura del partido,
el otro por contar con ayuda de algunos gobernadores. El panista
miitante debería ser serio y acudir a las urnas, pues su nuevo dirigente
estará al frente del partido por lo menos 15 meses. 60 días después -y
un debate- de una elección llena de golpes bajos, el panismo no tendrá
nada que festejar al finalizar la jornada. O tal vez me equivoque...
todo estriba en aprovechar la catarsis.
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