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martes, 26 de agosto de 2014
Ferguson evoca incómodos ecos del pasado en Estados Unidos
Ferguson evoca incómodos ecos del pasado en Estados Unidos
2014-08-25
JOAN FAUS, El País
Las escenas en las calles de Ferguson de policías mayoritariamente blancos contra manifestantes casi exclusivamente negros evocan incómodos ecos del pasado en Estados Unidos. Algunas de las imágenes de los últimos días de policías apuntando y deteniendo a personas afroamericanas en ese suburbio de San Luis (Misuri) –que protestan por la muerte el 9 de agosto de un joven negro desarmado por disparos de un agente blanco- son similares a las tomadas en los años 60 durante la época de los derechos civiles en varias ciudades del país.
El contexto, sin embargo, es distinto. La prohibición por ley en 1964 de la discriminación racial es 50 años después una realidad consolidada. La llegada de Barack Obama a la Casa Blanca es la mejor prueba.
Pero algunas cosas no han cambiado. “Hay causas similares” entre las protestas en los 60 y Ferguson, señala Cathy Lisa Schneider, profesora en la Universidad Americana en Washington y autora de un reciente libro sobre disturbios raciales en EE UU y Francia. “Casi siempre fueron provocadas por la muerte a manos de un policía de una persona de una minoría racial”, explica en una entrevista telefónica. En Ferguson, dos tercios de la población es negra, pero los cargos políticos y policiales están copados casi exclusivamente por blancos.
Es una realidad prevalecente en otras localidades del Medio Oeste del país. Los mismos antecedentes se repiten en la mayoría de movilizaciones raciales que han sacudido tras los años 60.
En todas “había crecientes incidentes de violencia policial” hasta que se produce un detonante que desata una indignación acumulada. Entonces, sostiene Schneider, el modus operandi suele ser parecido: las protestas empiezan pacíficamente pero una errática respuesta política y policial enciende los ánimos. “Vemos a las autoridades locales blancas mostrarse impermeables a las demandas” de otra comunidad racial que “carece de influencia política”.
David Garrow, profesor de derecho en la Universidad de Pittsburgh y autor de varios libros sobre el movimiento de los derechos civiles, subraya que los disturbios por motivos raciales en Ferguson quedan muy lejos de la gravedad -en manifestantes muertos y detenidos, y destrozos públicos- de los ocurridos en los 60 a lo largo de EE UU y en 1992 en Los Ángeles. Eso sí, cree que las protestas en Misuri son las más importantes desde las de Los Ángeles, una ciudad 183 veces más poblada.
Entre 1964 y 1971 tuvieron lugar más de 750 disturbios raciales en EE UU con choques entre la policía y ciudadanos negros. Provocaron alrededor de 200 muertos, 1.300 heridos y dejaron muchos barrios en ruinas. Garrow coincide en que, pese al fin oficial de la segregación racial, la “mala conducta” policial y la falta de diversidad étnica entre los agentes era un “problema” entonces y lo es ahora.
Pese a que la indumentaria y equipamiento ha evolucionado, algunas imágenes de la actuación policial en Ferguson son muy similares a las de las protestas de negros en Birmingham (Alabama) en 1963. Pero el profesor considera que la mayor semejanza es con los disturbios a finales de los 60 en el norte de EE UU. “El movimiento de los derechos civiles en el sur entre 1963 y 1965 fue casi totalmente pacífico, pese a que se recuerden las imágenes de policías con perros y golpeando a gente”, apunta. “Pero lo que vemos en Ferguson, con la actitud violenta de algunos manifestantes y una policía de estilo militar, son imágenes muy similares a las revueltas de 1967 y 1968 en el norte”, agrega en referencia a Detroit, Newark o Washington.
La Guardia Nacional de Misuri (la milicia estatal) se ha desplegado tres días en Ferguson. A finales de los 60 lo hizo en Washington. Y en 1992 en Los Ángeles, junto a más de un millar de marines y soldados. Pese a esta analogía con la ciudad de la Costa Oeste, la gravedad es incomparable: allí la absolución de cuatro policías que habían apaleado a un taxista negro desató una ola de furia que dejó 55 muertos, más de 2.000 heridos y 1.000 millones de dólares en pérdidas materiales.
En Ferguson, desde la muerte de Michael Brown el 9 de agosto, cerca de dos centenares de personas han sido detenidas y más de una decena de tiendas saqueadas. De momento, no hay manifestantes muertos. Este lunes se ha celebrado el funeral por Brown en la Iglesia Misionaria Baptista del Templo Amable en San Luis, cerca de Misuri.
Después de Los Ángeles, los disturbios raciales más relevantes fueron los de 2001 en Cincinnati -en el Medio Oeste- y de 2009 en Oakland (California). Ambas ciudades son entre 15 y 20 veces más grandes que el suburbio de San Luis, pero la chispa que encendió las calles fue la misma: la muerte de un joven negro a manos de un policía blanco con un trasfondo de tensión racial enquistada. En julio de 2013, la exculpación del vigilante vecinal hispano que mató en Florida a otro chico negro, Trayvon Martin, desató protestas en todo el país pero sin apenas incidentes.
Para la profesora Schneider, la duración es el principal aspecto distintivo de Ferguson respecto a las otras protestas posteriores a los 60. La calma volvió a Cincinnati al cabo de cuatro días, a Los Ángeles en cinco y a Oakland en una semana. En cambio, en Ferguson las movilizaciones han durado más de dos semanas. En Cincinnati, como en Ferguson, se impuso un toque de queda para tratar de frenar los disturbios.
Ethelbert Miller, director del Centro Afroamericano de Howard –la universidad de Washington que es un emblema para la comunidad negra en EE UU-, argumenta que ahora hay elementos inexistentes hace una década que han amplificado las protestas en Misuri. “Hay un presidente y un fiscal general negro, están las redes sociales y todo se agranda”, sostiene. “Ferguson aglutina los problemas de toda la comunidad negra del país, como la brutalidad policial y el desempleo”.
En cambio, Schneider atribuye la extensión de los disturbios a la errática gestión de las autoridades locales. Su tesis es que la experiencia de anteriores protestas raciales demuestra que lo que más calma a la familia y comunidad del fallecido es que desde el primer momento las autoridades actúen con transparencia y prometan justicia a la vez que se apoyan en los líderes comunitarios. En Ferguson la opacidad, el silencio y las contradicciones oficiales han brillado por su exceso. Una lección para el futuro.
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