La deuda de 250 años de esclavitud
El 68% de los estadounidenses está en contra de indemnizar a los descendientes de esclavos
Cristina F. Pereda
Washington
22 AGO 2014 - 20:22 CEST156
Al sistema de esclavitud en Estados Unidos le sucedieron un
siglo de leyes que institucionalizaron la discriminación contra los
afroamericanos. Sirvieron, por ejemplo, para que la acerera US Steel
empleara durante cinco décadas a miles de negros libres en sus minas.
¿De qué manera consiguió la empresa una fuerza laboral que pudiera
someter a abusos? “La mayoría habían sido detenidos y después
‘realquilados’ por los gobiernos locales a estas empresas”, según reveló
una investigación de Douglas Blackmon. “Cuarenta y cinco años después
de que Lincoln firmase la Emancipación, miles de hombres seguían presos,
vigilados con látigos, trabajando para la bonanza empresarial que
crecía en el norte”.
Eran Esclavos con otro nombre, como se tituló la obra de Blackmon.
El escritor investigó qué pasaría en EE UU si las grandes corporaciones
reconocieran cómo se habían beneficiado de la fuerza de trabajo esclava
de la misma manera que lo hicieron las empresas alemanas que emplearon a
judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Alemania pagó indemnizaciones
multimillonarias a Israel. EE UU, cuyo sistema de esclavitud se
extendió 250 años, no se atreve a hablar aún de reparaciones.
¿Debe EE UU reparar las consecuencias de la esclavitud?
¿Cómo abordaría el pago a 44 millones de personas? El debate va y viene.
En 2008 lo provocó la obra de Blackmon. Hace unos meses fue un reportaje en la revista The Atlantic
cuyos datos relacionaron la marginación de los afroamericanos en
Chicago con las leyes que durante décadas les prohibieron alquilar
viviendas. Cada legislatura desde hace 25 años, el congresista de
Michigan John Conyers plantea un proyecto de ley para que EE UU
reconozca “la crueldad, la brutalidad y la falta de humanidad” de la
esclavitud”, así como “la consecuente discriminación económica y racial
de los afroamericanos y el impacto en sus supervivientes”. La propuesta
nunca se ha llegado a debatir.
“Tenemos que ser capaces de debatir el infierno de la esclavitud a pesar de que fuera legal”, afirma Robert Sedler, profesor de derecho de la Universidad de Wayne (Michigan)
y abogado en casos de derechos civiles. “La falta de diálogo sólo
impide que comprendamos su alcance”. Para Sedler el primer obstáculo es
que esté vinculado con una cantidad económica. El segundo es una
cuestión de viabilidad: la esclavitud estaba legalizada, sus víctimas
fallecieron hace décadas y sus descendientes no siempre pueden demostrar
la línea de parentesco.
Tenemos que ser capaces de debatir el infierno de la esclavitud a pesar de que fuera legal”
Robert Sedler, profesor de derecho de la Universidad de Wayne (Michigan)
Si no es la inferioridad racial, pregunta Blackmon, ¿qué
explica las dificultades de los afroamericanos para avanzar económica y
socialmente? La “inquietante” respuesta ya la conocen muchos
afroamericanos: “un modo de esclavitud pervivió hasta el siglo XX,
integrado en el sistema económico y amparado por el gobierno”. Sus
efectos, como han demostrado decenas de autores en una especie de relevo
de pruebas documentales -el último es Ta-Nehisi Coates, en The Atlantic- se sienten todavía hoy.
De todos los países y colonias que participaron en el
sistema de la esclavitud, EE UU es el único en el que la población
sometida aumentó década tras década. El censo de 1790 registró a 697.000
esclavos. 70 años después eran cuatro millones. La mayoría no había
dejado atrás las ‘puertas de no retorno’ en orillas africanas. Nacían
esclavos. 150 años después, de las 185 familias más ricas del país, solo
tres son afroamericanas y la riqueza de los blancos es 19 veces mayor
que la de los negros. Entre 2005 y 2009, el valor de las viviendas de
familias blancas pasó de 113.000 dólares a 134.000, mientras que el de
las negras descendía de 12.000 dólares a 5.600. La tasa de desempleo de
los afroamericanos duplica la de los blancos desde hace cinco décadas.
También suman uno de los 2,3 millones de estadounidenses encarcelados.
En ‘Un argumento a favor de las Reparaciones’, Coates
describe la era Jim Crow como una “cleptocracia” en la que a los negros
les robaban su derecho a votar a través de impuestos. Soldados negros
que regresaban de la Segunda Guerra Mundial aterrizaban en la nación de
la libertad despojados de ésta. En el siglo XX, seis millones de
afroamericanos protagonizaron la Gran Migración hacia el norte. “No sólo
buscaban mejores sueldos y trabajo. Querían el amparo de la ley”.
En Chicago, Filadelfia o Washington, toparon con normativas
urbanísticas que les impedían firmar alquileres. Entre 1930 y 1960, en
Chicago se produjeron linchamientos de negros e incendios para mantener
“vecindarios segregados”, según la documentación de Coates. Su acusación
apunta también al gobierno federal: “El New Deal de Roosevelt estaba
basado en las leyes de Jim Crow”. Describe la ley de Seguridad Social de
1935 como “diseñada para proteger el estilo de vida sureño”. Los
trabajadores agrícolas y domésticos, la mayoría negros, quedaron
excluidos de las indemnizaciones por desempleos. El 65% de los
afroamericanos no tuvieron acceso a una protección fundamental de la que
sí disponían el resto de ciudadanos.
A pesar de ser una parte clave de su historia, los
profesores de EE UU dedican más tiempo a estudiar el Holocausto que la
esclavitud, explica Sara Fanning, especialista en la ruta de los
esclavos de África a EE UU. “Para muchos estudiantes es doloroso”,
afirma. Algunos de sus alumnos son descendientes de esclavos y, asegura,
“quieren entender la historia para poder seguir adelante”. Pero el
debate por las reparaciones está por llegar. “Conlleva tantos problemas,
necesitamos eliminar los aspectos más sensibles de esta conversación
para anular la posibilidad de rechazo”.
El 75% de los afroamericanos afirma que la esclavitud es la causa
de la disparidad actual
entre blancos y negros
de la disparidad actual
entre blancos y negros
EE UU tampoco ha dedicado un espacio público a explorar
esta parte de su historia. EE UU carece de un museo nacional de historia
afroamericana. Llegará, como pronto, el año que viene, y se espera que
cuente con una exhibición permanente dedicada a la esclavitud. “Se trata
de una época que se extendió 250 años. No hay un sitio lo
suficientemente grande en los museos actuales como para abarcarlo
entero”, dice Fanning.
Durante las últimas décadas, bajo el liderazgo de
iniciativas como la de Conyers, varias instituciones han defendido la
necesidad de las reparaciones por la esclavitud. en 1987 nació la
Coalición Nacional de Negros por las Reparaciones (NCOBRA). La Asociación para el Avance de las Personas de Color, la poderosa NAACP,
las pidió en 1993. EE UU sí indemnizó a los japoneses internados en
suelo americano durante la Segunda Guerra Mundial. En 1997, el
presidente Clinton pidió disculpas por los experimentos realizados en
los años 30 infectando a cientos de negros con sífilis sin su
consentimiento.
Pero las reparaciones por la esclavitud, en vez de
reconciliar, dividen a la población. El 75% de los afroamericanos afirma
que la esclavitud es la causa de la disparidad económica actual entre
blancos y negros, mientras que el 68% de los estadounidenses asegura que
el gobierno no debería pagar a los descendientes de esclavos y un 57%
también rechaza la idea de abordar las reparaciones a través de
programas educativos. Los ciudadanos niegan, en la misma proporción, que
EE UU deba compensar a los afroamericanos por las leyes
discriminatorias instauradas durante más de un siglo después de abolirse
la esclavitud, según una encuesta reciente de YouGov y Huffington Post.
Las voces en su contra aseguran que no se puede culpar a EE
UU de los errores cometidos antes de ser fundado. “Esta nación es el
resultado de un esfuerzo colectivo que inventó la idea de libertad y
debemos protegerlo”, escribió Neil Steinberg, columnista del Chicago Sun Times.
“Los negros viven mejor en EE UU que en África, a pesar de que la
esclavitud fue un calvario”. Steinberg alerta de que si la nación se
adentra en su historia para enmendar errores “destrozaremos un país que
todos debemos proteger”.
Coates tacha estos argumentos de “patriotismo a la carta”
por celebrar la libertad ignorando el pasado esclavista. “La era de los
linchamientos ha terminado. Pero la memoria de aquellos a quienes
robaron sus vidas permanece en las consecuencias que sufrieron”, dice
Coates. “En EE UU existe la extraña y poderosa creencia de que si
apuñalas 10 veces a un negro, deja de sangrar en el momento en que
sueltas el cuchillo. Creemos que el dominio blanco es algo del pasado,
una deuda que se puede hacer desaparecer simplemente con no mirar”.
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