El gobierno podrido de Peña Nieto y las garras de los poderes fácticos
Por: Guillermo Fabela Quiñones /
19 noviembre, 2014
La crisis del gobierno federal es
irreversible, no se vislumbran soluciones ni a mediano plazo, porque a
la descomposición del régimen nacido del Consenso de Washington se suma
la bancarrota en sólo dos años del desgobierno de Enrique Peña Nieto.
Tal resultado es consecuencia del menosprecio absoluto que el grupo en
el poder tiene de la sociedad mayoritaria, situación que condujo al
pleno desconocimiento de la realidad nacional, lo que a su vez indujo a
cometer abusos y errores impensables en otros tiempos. La cuestión a
resolver en este momento es cómo crear condiciones mínimas de
estabilidad política, sin cometer más graves equivocaciones como la
amenaza de reprimir al pueblo si no se depone la actitud defensiva que
comenzó a aflorar el último trimestre del año.
Tal amenaza, expresada sin tapujos
apenas al regresar de la inoportuna gira de Peña Nieto a China y
Australia, es una demostración muy clara de la carencia de un elemental
oficio político de Peña Nieto y su equipo cercano. En vez de quedarse
callado ante la imposibilidad de justificar la corrupción que ha salido a
flote, a pesar de la complicidad de los medios electrónicos, el
inquilino de Los Pinos se puso a lanzar amenazas, cuando por otro lado
hay un justificado encono de la gran mayoría del pueblo por tanto abuso
de la élite oligárquica y sus empleados en el gobierno federal, y sobre
todo por los crímenes de lesa humanidad cometidos por el Estado en
Tlatlaya y Ayotzinapa.
En este contexto, llama la atención el
deslinde que están tratando de hacer dos de los más consistentes
aplaudidores del régimen y de los más feroces críticos de Andrés Manuel
López Obrador. Nada menos que Carlos Loret de Mola y Ciro Gómez Leyva,
puntales de Televisa en los momentos en que el gobierno federal ha
necesitado apoyo firme del monopolio televisivo. Este último se ha
distinguido por su celo al criticar a López Obrador, sin cuidar la
debida objetividad que debe ser la base de una información y más aún de
una crítica. Ahora se dan cuenta que Peña Nieto no es el mandatario que
necesitan los mexicanos en esta hora crucial, cuando hace todavía pocas
semanas se desvivían por justificar el modo de “gobernar” del
mexiquense.
Es obvio que obran como lo están
haciendo porque obedecen consignas de quienes les pagan, no lo hacen
porque estén enojados con Peña Nieto y rechacen su pésima actuación al
frente del Ejecutivo. Cabe la pregunta, también obvia, si lo que buscan
sus patrones es aprovechar la coyuntura para negociar algo
económicamente muy importante para el consorcio televisivo. El mensaje a
Peña Nieto es evidente: podrás seguir contando con nosotros siempre y
cuando aceptes las nuevas condiciones que nos interesan para el resto
del sexenio.
Los poderes fácticos consideran oportuno
aprovechar el momento de grave crisis estructural para buscar mayores
ganancias y privilegios. De ahí que mientras más permanezca Peña Nieto
al frente del Ejecutivo, más graves serán las consecuencias para el país
de la terrible descomposición del régimen. Los principales asesores de
Peña Nieto deben creer todavía que las cosas pueden solucionarse con una
adecuada estrategia de reparación de daños, lo mismo que deben suponer
los ejecutivos del duopolio televisivo: por eso mandan a Loret de Mola y
a Gómez Leyva por delante, a fin de preparar el terreno para las nuevas
exigencias de quienes tienen el control de los medios electrónicos.
Sin embargo, la realidad irá demostrando
lo contrario porque la descomposición del régimen no es superficial,
sino que viene desde sus raíces. En la actualidad están completamente
podridas, no hay manera de que se regeneren. La única salida menos
complicada, lo saben perfectamente en la Casa Blanca, es un gobierno de
transición que no ponga en riesgo la estabilidad económica y financiera
en víspera de que se ponga en marcha la reforma energética y cuando se
aproxima un proceso electoral que será decisivo en la actual coyuntura
de crisis generalizada.
El problema es que dentro del PRI hay
fuerzas que no aceptan de ningún modo que tal posibilidad sea la única
salida viable. Harán todo lo que sea necesario para evitarlo, incluida
una represión de alcances inéditos, porque en su proyecto partidista no
está contemplado dejar la presidencia de la República, mucho menos por
la puerta de atrás.
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