El mismo PRI de siempre
Pedro Salmerón Sanginés /II
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El resultado fue que en 1970 el ejido colectivo había quebrado en casi todos lados, tras décadas de abandono y sabotaje, y que más de 600 mil campesinos eran propietarios o poseedores de predios menores de cinco hectáreas (1.3 hectáreas por cabeza en promedio), lo que significa que la mayoría vivía en la miseria y tenían sus tierras en el abandono, o las trabajaban como peones del neolatifundismo disfrazado. Ello sin contar con el control político ejercido por la Confederación Nacional Campesina.
La protesta campesina, silenciada sistemáticamente en los medios de comunicación y minimizada en los libros de historia, fue casi cotidiana y, en más de una ocasión, brutal y despiadada. El Grupo Popular Guerrillero, la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria y el Partido de los Pobres, en Guerrero, optaron por la vía armada luego de años de demanda agraria y del asesinato de decenas de dirigentes campesinos, de desalojos violentos y, finalmente de matanzas perpetradas contra quienes exigían pacíficamente sus derechos. Y también, por sistema, el gobierno y los medios de comunicación culparon a los campesinos y los convirtieron en parte de una conspiración contra México. De ese modo, los masacrados fueron convertidos en culpables de su propia muerte.
Del otro lado del país, en 1962 fue asesinado el ex coronel zapatista Rubén Jaramillo, con toda su familia, y en Iguala, sí, en Iguala se reprimió a cientos de manifestantes. La historia venía de atrás: desde 1958 habían sido asesinados un centenar de dirigentes campesinos que buscaban romper el monopolio que ejercían los caciques priístas sobre la comercialización de la copra y el arroz, que tenía a los campesinos guerrerenses en la miseria, en un estado donde –en 1960– 62 por ciento de los adultos eran analfabetos y cuatro empresas poseían 80 por ciento de los bosques. Los asesinatos masivos y selectivos empujaron a la sierra a Lucio Cabañas.
Y nunca se han podido contabilizar con exactitud los dirigentes asesinados de la Confederación Nacional Plan de Ayala; las bases de apoyo del EZLN masacradas; las ejecuciones silenciadas por todo el país. ¿El Estado responderá a la Convención Nacional Campesina e Indígena de la misma manera en que respondió a los normalistas rurales de Ayotzinapa, de la misma manera en que Enrique Peña Nieto respondió a los ejidatarios de Atenco, en 2006?
¿Qué nos extraña entonces Tlatlaya, qué nos extraña Iguala? Es el PRI de siempre, contra el pueblo, como siempre; al servicio, como siempre, de minorías de privilegiados.
Twitter: @salme_villista
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