Las tres cartas de Peña Nieto, la crisis no es el fin de la historia
Ayer
la mayoría de sus críticos, que no son pocos ni tibios, realizaron con
diferentes matices y argumentos, ese recuento del desastre peñista al
iniciar su tercer año de gobierno.
El
inicio del tercer año de gobierno del presidente Enrique Peña Nieto ha
sido por demás doloroso, amargo y lleno de presagios ominosos.
Sus malquerientes le han dicho en estos días de desconcierto, todo y de todo.
En muchos de los casos a esos señalamientos no les falta razón. Los hechos se la otorgan de manera contundente.
Pero todas las crisis son también una oportunidad.
Y eso no lo consideran los profesionales del antipeñismo.
Es
claro que el presidente está ante la disyuntiva de ejercer un correctivo
total, convincente y creíble para volver a recuperar en algo, y no de
inmediato por supuesto, la confianza popular que ha perdido.
El presidente recorrió, desde el 2010, o sea durante casi tres años, el camino triunfal de la gloria.
Ese camino se lo construyeron los desatinos panistas,
Y
también, hay que reconocerlo, su propia personalidad que, sin duda,
ofrecía desde su precampaña y en el año inicial de su gobierno, un
México diferente, lleno de esperanza de cambio, del que habían creado
con sus ineficiencias, novatadas y corrupciones tanto Fox como Calderón.
Peña
Nieto inició su precampaña primero y después los meses iniciales de
gobierno sintiendo que su popularidad lo hacía invulnerable a toda
crisis.
Se le
veía, tanto a él como a su primer círculo, en una actitud que presumía
una permisividad para gobernar a su antojo dado el amplio respaldo
popular que había logrado en gran medida gracias al tragicómico docenato
panista.
Pero la realidad, necia e inamovible como es, ha puesto al peñismo nuevamente en el ámbito terrenal.
Hacer un recuento más de sus desaciertos y sus desgracias es ya pura sevicia periodística.
Ayer la
mayoría de sus críticos, que no son pocos ni tibios, realizaron con
diferentes matices y argumentos, ese recuento del desastre peñista al
iniciar su tercer año de gobierno.
El
contratismo que favorece a los amigos; la Casa Blanca y sus
connotaciones de enriquecimiento inexplicable, conflicto de intereses e
insensibilidad digna de un jeque árabe rodeado de miserables; la
economía pegada con alfileres y viendo muy lejos la luz al final del
túnel; la inseguridad y la violencia incontenibles; un equipo de
gobierno en su mayoría ineficiente, necio y cerrado; son elementos que
representan un bocado de cardenal para el antipeñismo galopante, perruno
e implacable.
Pero el
país ha soportado crisis de gobernabilidad igual de graves, o muy
parecidas, ya que ésta parece superar a las más recientes.
El
ánimo popular en contra de las equivocaciones gubernamentales que ha
tratado de tapar con discursos huecos e irritantes, ha despertado contra
el gobierno un rechazo y un enojo en el país y en el plano
internacional.
Pero es pertinente hacer un breve recuento de las crisis recientes.
Echeverría
enloqueció tratando de ser líder del Tercer Mundo y sumió al país en
debilidad económica y política hasta llegar a la inminencia del golpe de
estado.
López
Portillo administró para sí y sus corifeos consentidos la riqueza
petrolera. Terminó su sexenio nacionalizando la banca después de
anunciar de manera por demás melodramática que defendería al peso como
un perro.
Miguel de la Madrid fue perdonado por la sociedad del pasmo en el que cayó durante los sismos del 85.
Carlos
Salinas terminó su sexenio en pleno diluvio político, social y
económico. Inició su gobierno con señales de inteligencia y solidez y lo
terminó en medio de una crisis marcada por los asesinatos políticos de
Colosio y Ruiz Massieu.
Ernesto
Zedillo nadó de a muertito y sostuvo al país en una condición
paralizada en materia económica y muerta partidista y políticamente.
Fox realizó un gobierno sencillamente inenarrable.
Y
Calderón fue manifiestamente corrupto, disipado y perseguido los seis
años de su gobierno por el fantasma de la ilegitimidad, toda vez que
nunca convenció a los electores mexicanos de que efectivamente había
ganado unos comicios que, a ojos vistas, le robó a Andrés Manuel López
Obrador.
Y por esos caminos transita en estos días un atribulado presidente Enrique Peña Nieto.
Es bien conocido el cuento político de las tres cartas que le heredó a su sucesor el mandatario que terminaba su periodo.
La humorada es buena, pero además de ello es completamente cierta.
Es tiempo de que Peña Nieto empiece a abrir las cartas que le dejaron en los cajones del escritorio presidencial.
1.- Debe hacer cambios en el gabinete.
Seguramente
esos movimientos no resolverán mágicamente la crisis. Pero darán una
señal de autoridad y de sensibilidad política para separar de sus cargos
a los que le han fallado al país.
¿Qué
pierde Peña Nieto si cesa a un insostenible como Gerardo Ruiz Esparza, a
una inútil en el terreno político como Rosario Robles, a un cansado
procurador como Jesús Murillo Karam?
No pierde absolutamente nada.
El
lunes escribíamos en este espacio que nadie es indispensable y que
tampoco nadie, con su sola personalidad era la solución a los problemas
que enfrenta el gobierno peñista.
Eso implica que también pueden ser removidos Luis Videgaray y Miguel Osorio Chong y no pasaría nada.
2.-
Peña Nieto debe cuidar PERSONALMENTE el proceso de selección de
candidatos a diputados federales del PRI para los inminentes comicios de
junio del 2015.
Con los
números que ayer le atribuyeron a la popularidad presidencial varios
medios de comunicación nacionales y extranjeros, y el impacto que ello
tendrá en las elecciones mencionadas, será muy difícil que el gobernante
PRI llegue con una mayoría que supere con buen margen apenas la mayoría
simple.
Y esa
selección y conducción electoral la debe hacer Peña Nieto, oficiando
solo, porque su círculo cercano está lleno de miedo y tratará de
asegurar presencia en el próximo congreso a través de sus
incondicionales para lograr protección y continuidad.
La dirigencia actual del PRI es solamente testimonial y surgida del paisanaje que tanto ha afectado al gobierno peñista.
No puede con el encargo en condiciones tan críticas.
3.- La
economía y la gobernabilidad son las piezas claves para que se pueda
rescatar en lo posible, un gobierno que hoy parece a la deriva.
Deberá el presidente ampliar el círculo de decisiones económicas y políticas y dejar de personalizarlas.
Ese
experimento, el de personalizar la economía y la gobernabilidad con su
componente principal que es la seguridad pública, no le ha funcionado
hasta ahora al presidente Peña Nieto.
En fin,
creo que es el momento en el presidente Enrique Peña Nieto destape las
cartas que le dejaron Salinas y Zedillo en el escritorio presidencial,
porque Fox y Calderón parece que ni lo abrieron durante sus inocuos,
patrimonialistas y peligrosos mandatos.
EN TIEMPO REAL.
1.- El
hándicap Guerrero 2015 parece estar dando al PRI y a Morena la
posibilidad de llegar al gobierno de la entidad. Andrés Manuel López
Obrador les endosó con singular habilidad, le endosó a los maltrechos
Chuchos la postulación y las relaciones con el matrimonio Abarca-Pineda.
Y el PRI ha visto crecer a sus candidatos. Uno de los más avanzados es
Héctor Astudillo, seguido de cerca por Manuel Añorve, a quien
malévolamente le siguen circulando su foto con el presunto narco
cantante Joan Sebastián.
2.-
El informe de labores legislativas de Erika Arroyo Bello, diputada al
Congreso de Guanajuato, fue un ejemplo de profesionalismo político.
Aquí la portada del documento:
3.-
Clamor: que en el PRD convoquen a nuevas elecciones. Tres importantes
corrientes, una de ellas encabezada por Ifigenia Martínez, proponen que
el domingo en su consejo los perredistas revisen el actual método de
selección de dirigentes y les quiten la ventaja que tienen Los Chuchos,
de manera por demás amañada, para ejercer control pagado de muchos
delegados.
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