El Observador
¿Mea culpa de Videgaray?
Ayer el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, dio una señal de que el gobierno estaría dispuesto a corregir el alza de impuestos que implementó en este año y que fue el corazón de la llamada reforma fiscal.“No hay nada que excluya que en los próximos años puedan verse algunos de los impuestos reducidos. Es una discusión a partir de 2016, siempre y cuando las condiciones lo permitan. Es algo que no estamos cerrados a discutir”, le dijo ayer el secretario a Ciro Gómez Leyva en Radio Fórmula.
¿Acaso estas frases del secretario son un asomo de rectificación del gobierno a la reforma fiscal que aplicó y que fue básicamente recaudatoria? ¿Acaso Videgaray está enviando una señal de que estaría dispuesto a meter reversa a las decisiones tributarias que implementó y que fueron tan criticadas por los empresarios y por los analistas privados del país? ¿Acaso es un reconocimiento del error de aplicar una política fiscal contradictoria al menguar el ingreso disponible de las familias a través de incrementarles los impuestos?
Y es que es evidente que los incrementos de impuestos aplicados en este año reprimieron el consumo y la inversión privada desacelerando el ritmo de crecimiento de la economía. La gran mayoría de los economistas ya reconocen que la reforma fiscal fue una de las causantes del exiguo crecimiento económico, además de un factor inflacionario durante el primer semestre del año.
Y es que el consumo privado, que representa 68% del PIB y que creció a una tasa promedio de 2.5% en 2013, en el primer semestre de este año apenas creció 1.4%, lo que se explica en buena medida por los impactos negativos del alza de impuestos derivados de la reforma fiscal. Este menor crecimiento del consumo privado le restó 0.8 puntos porcentuales al crecimiento del PIB.
El gobierno, al extraer recursos del sector privado y ampliar su endeudamiento, pretendió más que dinamizar la economía a partir de un ejercicio agresivo del gasto público; una estrategia que a todas luces ha fracasado. Si bien el gasto público se incrementó en más de 15% en los primeros ocho meses de este año respecto de 2013, triplicando el déficit público, sin embargo el aporte del consumo del gobierno al crecimiento del PIB fue escaso: apenas 0.2 puntos del PIB en el primer semestre de este año.
Además de lo anterior, el ejercicio ineficaz junto a una pobre calidad del gasto público dio como resultado un escaso efecto multiplicador del gasto público sobre la inversión privada.
Los resultados económicos de una reforma fiscal fallida son abrumadores y se han analizado y escrito profusamente en los últimos meses. Pero ha sido la crisis de confianza y de legitimidad que vive el gobierno de Peña Nieto -traducido en una pobre popularidad presidencial y de su gabinete- la que está remeciendo la característica inflexibilidad que había mostrado Videgaray, el secretario más poderoso del gabinete.
Sin embargo con todo y la declaración, la señal enviada ayer por Videgaray no parece ser contundente. Como decíamos ayer, el mayor riesgo que enfrenta el gobierno es su escasa sensibilidad para ver, oír y sentir lo que está ocurriendo fuera de los muros del Palacio Nacional. Así lo mostró Peña Nieto en su discurso del jueves pasado. El riesgo de creer que todo esto es transitorio. Que en enero el país regresará a lo que fue, que la economía sorprenderá con un alto crecimiento en 2015 y que las reformas atraerán capitales como moscas a la miel.
“No estamos cerrados a discutir”, le dijo Videgaray a Gómez Leyva. Sí, pero el problema es que su disposición no es incondicional, dependerá de la evolución de las circunstancias. ¿Mea culpa? ¡Qué va!
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