sábado, 17 de enero de 2015

EE.UU. traslada su 'fracking' a México a medida que se agotan sus pozos

EE.UU. traslada su 'fracking' a México a medida que se agotan sus pozos 

 

 


La reciente reforma energética aprobada en México bajo presión exterior abrió el mercado a las petroleras de EE.UU. Para las empresas estadounidenses las perspectivas de lucro pesan más que los posibles daños ambientales.
La aprobación a finales de 2013 de una reforma energética a una rapidez nunca vista en la historia legislativa mexicana fue el primer paso para permitir el ingreso del capital privado en la extracción de hidrocarburos, actividad que durante más de 70 años había sido competencia exclusiva de la empresa paraestatal Petróleos Mexicanos (Pemex).
Al abrir la puerta del sector energético a la iniciativa privada, estas empresas extranjeras obtuvieron permiso para explotar yacimientos a través de la técnica de fracturación hidráulica, conocida también como 'fracking', en territorio mexicano.
"El argumento era que PEMEX no tiene actualmente las capacidades técnicas para explotar estos tipos de yacimientos, y que necesitamos que vengan las empresas privadas extranjeras a traer esa técnica y explotar ese tipo de hidrocarburo para revertir la caída en la producción, que se observa desde 2004", explica la investigadora del proyecto sobre industrias extractivas, Aroa de la Fuente.
El 'fracking' permite extraer hidrocarburos no convencionales al taladrar la superficie terrestre e inyectarle fluidos compuestos de agua y productos químicos, a muy alta presión, para fracturar la roca del subsuelo, abrir los poros y permitir la liberación y extracción de gas y petróleo.
Según Aroa de la Fuente, a consecuencia de esta caída de la producción de los hidrocarburos no convencionales en EE.UU., debido a que los yacimientos más ricos se están agotando, "los mercados financieros y las propias empresas que ya tienen la tecnología para hacerlo están buscando nuevos lugares donde puedan invertir". "Hay un gran lobby por parte de las empresas y del Gobierno de EE.UU. para promocionar esta actividad en otros países, en Argentina, en México, en Europa, en Asia", añade.
A pesar de que en países como Francia y Bulgaria el 'fracking' se ha prohibido, en la mayor parte de EE.UU. está permitido, y el 80% de sus yacimientos más productivos ya se encuentran en declive. México, como vecino más cercano, representa el principal destino de emigración de las empresas estadounidenses.
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"Claramente EE.UU. está desarrollando una política de aprovecharse al máximo de los recursos energéticos que quedan por ahí…Todo indicaría que la estrategia de EE.UU. es preparar una guerra de larga duración por el hecho de que están queriendo asegurar energéticos y el 'fracking' aquí en México y energéticos más nobles en Venezuela", subraya el doctor Jorge Montemayor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Para fracturar un solo pozo son necesarios entre 9 y 29 millones de litros de agua, y se utilizan más de 750 productos químicos. Aunque México es un país que ya sufre de estrés hídrico, la explotación mediante la fractura hidráulica se impulsa principalmente en la zona norte y este del país, en los estados de Chihuahua, Coahuila, San Luis Potosí, Nuevo León y Veracruz, regiones que tradicionalmente han sido agrícolas y que ya están sufriendo por la falta de agua.
La inquietud en relación al 'fracking' la comparte también el senador de la República, Mario Delgado. "Los estándares ambientales que se deberían pedir para el caso del 'fracking' deberían estar entre los más exigentes a nivel internacional porque lo que vemos es que en países como EE.UU. o en otros se manipula mucho la información sobre el posible impacto ambiental que tiene. Ya sabemos que consume mucha agua, pero no se sabe acerca de la contaminación de los mantos acuíferos", advierte.
La fracturación hidráulica fomenta la dependencia a los combustibles fósiles, sin buscar una alternativa sostenible y sustentable, que verdaderamente aporte soluciones a las crisis ecológica y energética que vivimos actualmente. Según muchos expertos, los impactos sobre las comunidades y los ecosistemas son tan grandes, que ponen en discusión el respeto a los derechos humanos, especialmente el derecho al agua, de todos los mexicanos.

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