DESCUBRE EL GRUPO SECRETO QUE CONTROLA EL MUNDO Y DEL QUE NADIE HABLA
A través de los siglos se han escrito muchas historias, algunas basadas en hechos ciertos, otras basadas en rumores, conjeturas, especulaciones y mentiras descaradas, sobre grupos de personas que “controlan el mundo”.
Algunas de estas historias son parcialmente exactas, otros son tremendamente exageradas, pero cuando nos ceñimos a los registros históricos, nada se acerca a la definición de “grupo que controla el Mundo”, que el Banco de Pagos Internacionales (BPI o BIS, en sus siglas en inglés), una entidad a la que muy poca gente presta atención y de la que poca gente ha oído hablar, cuando en realidad, resulta estar en el meollo de todo.
Para hablar un poco de su historia, pondremos un valioso extracto de un libro dedicado al Banco de Pagos Internacionales, titulado: “TORRE DE BASILEA: la oscura Historia del Banco Secreto que dirige el mundo” escrito por Adam Lebor y traducido de la web Zerohedge.
El Club más exclusivo del mundo tiene dieciocho miembros. Se reúnen cada dos meses, un domingo por la noche a las 7 pm, en la Sala E en una torre circular cuyas ventanas tintadas miran a la estación central de tren de Basilea.
Sus deliberaciones duran una hora, tal vez una hora y media.
Algunos de los presentes traen un colega con ellos, pero los ayudantes raramente hablan durante estos cónclaves confidenciales. La reunión se cierra, los asistentes se van, y los que quedan se retiran a cenar en el comedor en el piso dieciocho, sabedores de que la comida y el vino serán excelentes. La comida, que continúa hasta las 11 pm o la medianoche, es el lugar donde se realiza el trabajo real. El protocolo y la hospitalidad, perfeccionadas durante más de ocho décadas, son impecables. Cualquier cosa que se diga en la mesa de ese comedor, se sobreentiende, no será repetida en otros lugares.
Pocos de los asistentes serían reconocidos por los transeúntes, a pesar de que incluyen a un buen número de las personas más poderosas del mundo.
Estos hombres, pues casi todos son hombres, son banqueros centrales. Han llegado a Basilea para asistir al Comité Consultivo Económico (ECC) del Banco de Pagos Internacionales (BPI), que es el banco de los bancos centrales.
Sus miembros actuales (nota. el libro fue escrito en 2013) incluyen a Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos (actualmente Janet Yellen); Sir Mervyn King, gobernador del Banco de Inglaterra; Mario Draghi, del Banco Central Europeo; Zhou Xiaochuan del Banco de China; y los gobernadores de los bancos centrales de Alemania, Francia, Italia, Suecia, Canadá, India y Brasil. Jaime Caruana, ex gobernador del Banco de España, gerente general del BIS, se une a ellos.
A principios de 2013, (cuando se imprimió el libro del que se extrae esta información), Mervyn King, presidía el Comité Consultivo Económico (ECC) del BPI.
El ECC, que solía ser conocida como la reunión de los gobernadores del G-10, es la reunión más influyente del BPI, abierta sólo a un pequeño grupo selecto de bancos centrales de las economías avanzadas. El ECC hace recomendaciones sobre la composición y organización de los tres comités del BPI que trabajan con el sistema financiero mundial, los sistemas de pago, y los mercados internacionales. El comité también prepara propuestas para la Reunión Global de Economía y guía su agenda.
Esa reunión se inicia a las 9:30 de la mañana del lunes por la mañana, en la sala B y tiene una duración de tres horas. Ahí Mervyn King preside a los gobernadores de los bancos centrales de los treinta países considerados más importantes para la economía global.
Además de los que estaban presentes en la cena de domingo por la noche, la reunión del lunes estará integrada por representantes de países como, por ejemplo, Indonesia, Polonia, Sudáfrica, España y Turquía. A los gobernadores de los quince países más pequeños, como Hungría, Israel y Nueva Zelanda se les permite sentarse en calidad de observadores, pero por lo general no hablan. A gobernadores de una tercera división de bancos miembros, como Macedonia y Eslovaquia, no se les permite asistir.
Los gobernadores de los 60 bancos miembros del BPI, luego disfrutan de un almuerzo buffet en el comedor del piso 18. Diseñado por Herzog & de Meuron, el estudio de arquitectura suizo que construyó el “Nido de Pájaro”, el Estadio de los Juegos Olímpicos de Beijing, el comedor cuenta con paredes blancas, un techo negro y vistas espectaculares a tres países: Suiza, Francia y Alemania. A las 2 pm, los banqueros centrales y sus ayudantes regresan a la sala B de la reunión de los gobernadores para discutir asuntos de interés, hasta que la reunión termina a las 5 pm.
Melvyn King, tiene un enfoque muy diferente al de su predecesor, Jean-Claude Trichet, el ex presidente del Banco Central Europeo, como presidente del Comité Consultivo Económico (ECC).
Trichet, según declaró un ex banquero central, era pomposo en su estilo: un purista del protocolo que llamaba a hablar a los bancos centrales en orden de importancia, empezando por los gobernadores de la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra, y el Bundesbank, y luego avanzando así en la jerarquía. King, por el contrario, adopta un enfoque más temático e igualitario: abriendo las reuniones para la discusión e invitando a todos los presentes a que realicen sus contribuciones.
Los cónclaves de los gobernadores de los Bancos Centrales han desempeñado un papel crucial en la determinación de la respuesta mundial a la crisis financiera global.
Estas conversaciones, dicen los banqueros centrales, deben ser confidenciales. “Cuando uno está en la parte superior de un organismo, puede sentirse solo a veces. Es útil poder conocer a otros números uno y decir: ‘Este es mi problema, ¿cómo puedo lidiar con él?'”
“Ser capaz de hablar de manera informal y abierta acerca de nuestras experiencias ha sido inmensamente valioso. No estamos hablando en un foro público. Podemos decir lo que realmente pensamos y creemos, y podemos hacer preguntas y beneficiarnos de experiencia de los demás”, afirma Mervyn King.
La dirección del BIS trabaja duro para asegurarse de que el ambiente sea agradable y sociable durante todo el fin de semana, y parece que lo consiguen. El banco dispone de una flota de limusinas para recoger a los gobernadores en el aeropuerto de Zürich y llevarlos a Basilea. Desayunos separados, almuerzos y cenas se organizan para los gobernadores de los bancos nacionales que supervisan diferentes tipos y tamaños de economías nacionales, para que nadie se sienta excluido.
“Los banqueros centrales están más a gusto y más relajados con sus compañeros de los otros bancos centrales que con sus propios gobiernos”, recordó Paul Volcker, el ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, que asistía a los fines de semana de Basilea.
La excelente calidad de la comida y del vino ayudaban a conseguir un sentimiento de camaradería, dijo Peter Akos Bod, ex gobernador del Banco Nacional de Hungría. “Los principales temas de debate eran la calidad del vino y la estupidez de los ministros de Finanzas. Si usted no tenía ningún conocimiento de vinos, no podía participar en la conversación”.
Todos los gobernadores presentes en la reunión de dos días tienen la garantía de total confidencialidad, discreción y los más altos niveles de seguridad.
Las reuniones se llevan a cabo en varias plantas que normalmente se utilizan sólo cuando los gobernadores están presentes.
Además, las autoridades suizas no tienen juridisdicción sobre las premisas del BPI.
Fundado por un tratado internacional y protegido por el Convenio de la Sede de 1987 con el Gobierno suizo, el BPI goza de protecciones similares a las concedidas a la sede de las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y las embajadas diplomáticas. Las autoridades suizas necesitan el permiso de la administración del BPI para entrar en los edificios del banco, que se describen como “inviolables”.
El BPI tiene derecho a comunicarse en código y a enviar y recibir correspondencia en bolsas cubiertas con la misma protección que las embajadas, lo que significa que no se pueden abrir.
El BPI, además, está exento de pagar impuestos suizos. Sus empleados no tienen que pagar impuestos sobre sus salarios, que suelen ser generosos, diseñados para competir con los que ofrece el sector privado. El sueldo del gerente general en 2011 fue de 763.930 francos suizos, mientras que los jefes de los departamentos cobraban 587.640 por año, más subsidios generosos.
Privilegios legales extraordinarios del banco también se extienden a su personal y directores.
Los altos directivos gozan de un estatus especial, similar al de los diplomáticos, en el ejercicio de sus funciones en Suiza, lo que significa que sus bolsas y maletines no pueden ser registrados (a menos que haya evidencia de un delito flagrante), y sus trabajos son inviolables.
Los gobernadores de los bancos centrales que viajan a Basilea para las reuniones bimestrales gozan del mismo estatus, mientras están en Suiza. Todos los funcionarios del banco son inmunes al derecho suizo, durante toda su vida, por todos los actos realizados en el desempeño de sus funciones.
El banco es un lugar popular para trabajar y no sólo por los salarios. Alrededor de seiscientos miembros del personal provienen de más de cincuenta países. El ambiente es multinacional y cosmopolita, aunque muy suizo, haciendo hincapié en la jerarquía del banco. Como muchos de los que trabajan para la ONU o el FMI, algunos de los empleados de la BPI, especialmente los altos directivos, se sienten impulsados por un sentimiento expecial, sienten que están “cumpliendo una misión”, algo parecido a un propósito celestial superior y por eso se sienten inmunes a las consideraciones normales, como rendir cuentas y actuar con transparencia.
La administración del banco ha tratado de prepararse para cualquier eventualidad, con el fin de evitar en la medida de lo posible, tener que llamar a la policía suiza. La sede del BPI cuenta con sistemas de alta tecnología con múltiples niveles de seguridad, servicios médicos internos y dispone de su propio refugio antiaéreo en el caso de un ataque terrorista o de conflagración armada.
Además, los activos del BPI no están sujetos a demandas civiles bajo la ley suiza y nunca pueden ser embargados.
El BPI guarda estrictamente los secretos de los banqueros. Las agendas y las listas de asistencia a los Comités Consultivos Económicos (ECC), no se hacen públicos. Esto se debe a que no se levantan actas oficiales, aunque los banqueros, muchas veces toman sus propias notas. A veces habrá una breve conferencia de prensa o una declaración tras alguna reunión, pero nunca será detallada y tendrá un contenido vago y monótono. Esta tradición de confidencialidad privilegiada, se remonta a la misma fundación de la entidad.
“La tranquilidad de Basilea y su carácter absolutamente apolítico ofrecen el entorno perfecto para esas reuniones igualmente tranquilas y no políticas”, escribió un funcionario estadounidense en 1935.“La regularidad de las reuniones y la asistencia ininterrumpida por parte de casi todos los miembros de la Junta, hacen que rara vez atraigan la atención de la prensa”
Charles Coombs, ex jefe de divisas de la Reserva Federal de Nueva York, asistió a reuniones entre 1960 y 1975. Según él: “Por más dinero que se viera involucrado en los acuerdos, jamás se firmaron memorandos de entendimiento. La palabra de cada funcionario era suficiente y nunca se produjeron decepciones al respecto”.
Lo cierto es que los banqueros se han estado reuniendo de forma confidencial desde que el dinero fue inventado.
A los banqueros centrales les gusta verse a sí mismos como a los sumos sacerdotes de las finanzas, como tecnócratas que supervisan los rituales arcanos monetarios y desempeñan una liturgia financiera entendida sólo por una pequeña élite auto-elegida.
Pero los gobernadores que se reúnen en Basilea cada dos meses son servidores públicos. Sus salarios, billetes de avión, facturas de hotel, y pensiones lucrativas cuando se jubilan, se pagan con erario público. Las reservas nacionales de los bancos centrales son dinero público, es la riqueza de las naciones.
Las discusiones de los banqueros centrales en el BPI, la información que comparten, las políticas que evalúan o desarrollan, las opiniones que intercambian, y las posteriores decisiones que toman, son profundamente políticas.
Los banqueros centrales, cuya independencia está amparada por la Constitución, controlan la política monetaria en el mundo desarrollado. Ellos gestionan la oferta de dinero a las economías nacionales. Fijan las tasas de interés, decidiendo así el valor de nuestros ahorros e inversiones. Ellos deciden si hay que centrarse en la austeridad o en el crecimiento. Sus decisiones dan forma a nuestras vidas.
La tradición del secretismo del BPI se remonta a través de las décadas.
Durante la década de 1960, por ejemplo, el banco fue sede de la London Gold Pool. Ocho países se comprometieron a manipular el mercado del oro para mantener el precio alrededor de los treinta y cinco dólares por onza, en línea con lo dispuesto en el Acuerdo de Bretton Woods que rigió el sistema financiero internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial. Aunque el London Gold Pool ya no existe, su sucesor es el Comité de Mercados del BPI, que se reúne cada dos meses para discutir las tendencias en los mercados financieros. A este comité asisten funcionarios de veintiun bancos centrales. El comité de prensa publica ocasionalmente información sobre las reuniones, pero su orden del día y las discusiones que se realizan allí, siguen siendo secretas.
Actualmente, los países representados en las Juntas de Economía Global, en su conjunto, representan alrededor de cuatro quintas partes del producto interno bruto (PIB) mundial.
Y es que los banqueros centrales son más poderosos que los políticos.
Según publicó The Economist: “El BPI es la institución financiera global más secreta del mundo. Desde su primer día de existencia, el BPI se ha dedicado a la promoción de los intereses de los bancos centrales y a la construcción de la nueva arquitectura de la financiación transnacional. Eso ha dado lugar a una nueva clase de tecnócratas globales cuyos miembros se deslizan entre las posiciones altamente remunerados en el BPI, el FMI y los bancos centrales y comerciales”.
El fundador de la cábala de los tecnócratas fue Per Jacobsson, el economista sueco que se desempeñó como asesor económico del BIS desde 1931 hasta 1956. Enormemente influyente, muy bien relacionado y muy bien considerado por sus pares, Jacobsson escribió los primeros informes anuales del BPI, que eran y siguen siendo directrices esenciales para los tesoros de todo el mundo. Jacobsson fue uno de los primeros impulsores del federalismo europeo. Argumentó sin descanso contra la inflación, el gasto público excesivo, y la intervención del Estado en la economía. Jacobsson dejó el BIS en 1956 para hacerse cargo del FMI. Su legado todavía da forma a nuestro mundo. Las consecuencias de su mezcla de liberalismo económico, la obsesión con los precios, y el desmantelamiento de la soberanía nacional los podemos ver todas las noches en los boletines de noticias europeas de nuestras pantallas de televisión.
Los defensores del BPI niegan que la organización sea secreta. Los archivos del banco están abiertos y los investigadores pueden consultar la mayoría de documentos, con más de treinta años de antigüedad. Los archivistas del BPI son cordiales, serviciales, y profesionales. La página web del banco incluye todos sus informes anuales, que se pueden descargar, así como numerosos documentos de política elaborados por el prestigioso departamento de investigación del banco. El BPI publica las cuentas detalladas de los mercados de valores y derivados, y las estadísticas bancarias internacionales.
Pero estos son en gran parte compilaciones y análisis de información que ya son de dominio público. Los detalles de las actividades fundamentales propias del banco, incluyendo gran parte de sus operaciones bancarias de sus clientes, es decir, los bancos centrales y las organizaciones internacionales, se mantienen en secreto.
Las reuniones financieras cruciales que tienen lugar en Basilea, permanecen cerradas a los forasteros. Los particulares no podrán tener una cuenta en el BIS, a menos que trabajen para el banco.
La opacidad total del BPI, la nula rendición de cuentas y su cada vez mayor influencia planteam profundas preguntas, no sólo referentes a la política monetaria, sino también referentes a la transparencia, la rendición de cuentas, y cómo se ejerce el poder en nuestras democracias.
Y lo más curioso es que poca gente, ni tan solo muchas personas inteligentes y bien informadas sobre los temas de actualidad, conocen de la existencia del Banco de Pagos Internacionales.
Es algo realmente extraño, ya que el BPI es el banco más importante del mundo y ya existía antes que el FMI o el Banco Mundial.
Durante décadas se ha situado en el centro de una red global de dinero, poder y influencia global encubierta.
Pero nadie habla de él…
PESO HISTÓRICO DEL BANCO DE PAGOS INTERNACIONALES
El BPI fue fundado en 1930.
Se creó como parte del Plan Young para administrar los pagos de reparaciones alemanas de la Primera Guerra Mundial. Los arquitectos clave en la creación del BPI fueron Montagu Norman, que era el gobernador del Banco de Inglaterra, y Hjalmar Schacht, presidente del Reichsbank nazi, quien describió el BPI como “mi” banco.
Miembros fundadores del BPI fueron los bancos centrales de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Bélgica, y un consorcio de bancos japoneses. Las acciones también se ofrecieron a la Reserva Federal de EEUU, pero los Estados Unidos, sospechando de cualquier cosa que pudiera infringir su soberanía nacional, negó su asignación. En su lugar, un consorcio de bancos comerciales norteamericanos, tomó las acciones: JP Morgan, el First National Bank de Nueva York, y el First National Bank de Chicago.
El verdadero propósito del BPI fue detallado en sus estatutos: “promover la cooperación de los bancos centrales y proporcionar facilidades adicionales para las operaciones financieras internacionales”.
Fue la culminación del sueño de los banqueros centrales: tener su propio banco, una entidad potente, independiente y libre de interferencias políticas y periodistas entrometidos.
Además, para su felicidad total, el BPI estaría autofinanciado a perpetuidad. Sus clientes eran sus propios fundadores y accionistas: los bancos centrales.
Durante la década de 1930, el BPI fue el lugar de encuentro para una camarilla de banqueros centrales, dominado por Norman y Schacht. Este grupo ayudó a reconstruir Alemania. El New York Times describió a Schacht, ampliamente reconocido como el genio que se encontraba detrás del resurgimiento de la economía alemana durante el nazismo, como “El piloto de hierro de la Hacienda nazi”.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el BPI se convirtió en un brazo de facto del Reichsbank, aceptando la gestión del oro saqueado por los nazis y llevando a cabo las operaciones de divisas de la Alemania nazi.
La alianza del BPI con Berlín era bien conocida en Washington y en Londres. Pero la necesidad de que el BPI siguiera funcionando, para mantener los nuevos canales de financiación transnacional abiertos, era lo único que importaba.
Basilea era la ubicación perfecta, ya que está en el extremo norte de Suiza, cerca de las fronteras de Francia y Alemania. A pocos kilómetros de distancia, los soldados nazis y aliados combatían y morían, pero nada de eso le importaba al BPI.
Las reuniones de la Junta fueron suspendidas, pero las relaciones entre el personal del BPI de las naciones beligerantes siguió siendo cordial, profesional y productiva.
Y es que las nacionalidades eran irrelevantes. La lealtad primordial se debía a las finanzas internacionales.
El presidente, Thomas McKittrick, era norteamericano. Roger Auboin, el director general, era francés. Paul Hechler, el asistente del gerente general, era miembro del partido nazi y firmaba su correspondencia con un “Heil Hitler”. Rafaelle Pilotti, el secretario general, era italiano. Per Jacobsson, el influyente asesor económico del banco, era sueco.
Después de 1945, cinco directores del BPI, incluyendo a Hjalmar Schacht, fueron acusados de crímenes de guerra. Alemania perdió la guerra, pero ganó la paz económica, en gran parte gracias al BPI.
El escenario internacional, los contactos, las redes bancarias, y la legitimidad que el BPI siempre otorgó, primero al Reichsbank nazi y luego a sus bancos sucesores, ha contribuido a garantizar la continuidad de los inmensamente poderosos intereses financieros y económicos desde la época nazi hasta la actualidad.
Durante los primeros cuarenta y siete años de su existencia, desde 1930 a 1977, el BPI se ubicó en un antiguo hotel, cerca de la estación central de tren de Basilea. La entrada del banco estaba escondida por una tienda de chocolate, y sólo un pequeño cartel confirmaba que la estrecha puerta, era la entrada del BPI.
Los gerentes del banco eran los únicos que necesitaban saber dónde estaba el BPI y el resto del mundo ciertamente no tenía por qué saberlo.
El interior del edificio ha cambiado poco en los últimos decenios, recordó Charles Coombs. El BPI proporcionaba “las habitaciones espartanas de un antiguo hotel de estilo victoriano, cuyas habitaciones se habían transformado en oficinas, simplemente quitando las camas y poniendo mesas en sus lugares”.
En 1977, el banco se trasladó a su actual sede, en la Centralbahnplatz. No fue muy lejos y ahora da a la estación central de Basilea.
Hoy en día la principal misión del BPI, en sus propias palabras, es triple: “servir a los bancos centrales en su búsqueda de la estabilidad monetaria y financiera, fomentar la cooperación internacional en estas áreas, y actuar como un banco para los bancos centrales”.
El BPI también alberga gran parte de la infraestructura práctica y técnica que la red global de bancos centrales y sus contrapartes comerciales necesitan para su buen funcionamiento. Cuenta con dos salas de operaciones vinculadas: en la sede de Basilea y en la oficina regional de Hong Kong. El BPI compra y vende oro y divisas para sus clientes. Proporciona gestión de activos y organiza crédito a corto plazo para los bancos centrales cuando es necesario.
El BPI es una institución única: una organización internacional, un banco muy rentable y un instituto de investigación, fundado y protegido por tratados internacionales.
El BPI solo es responsable ante sus clientes y accionistas: los bancos centrales, pero también orienta sus operaciones. Las principales funciones de un banco central, según argumenta el BPI, son controlar el flujo de crédito y el volumen de moneda en circulación, lo que garantizará un clima de negocios estable y para mantener los tipos de cambio dentro de bandas manejables para garantizar el valor de las monedas y su comercio, así como la suavidad de los movimientos internacionales de capitales. Esto es crucial, sobre todo en una economía globalizada, donde los mercados reaccionan en microsegundos y las percepciones de estabilidad económica y del valor, son casi tan importantes como la realidad misma.
El BPI también ayuda a supervisar a los bancos comerciales, a pesar de que no tiene competencia legal sobre ellos.
El Comité de Supervisión Bancaria de Basilea, con sede en el BPI, regula los requisitos de capital y liquidez de los bancos comerciales. El comité no tiene facultades de ejecución, pero tiene una enorme autoridad moral, hasta el punto de que influye en las leyes nacionales.
La realidad es que hemos ido más allá de la recesión, hasta caer en una profunda crisis estructural, impulsada por la codicia y la rapacidad de los bancos, que amenaza toda nuestra seguridad financiera.
Al igual que en la década de 1930, diversas partes de Europa se enfrentan a un colapso económico. El Bundesbank y el Banco Central Europeo, dos de los miembros más poderosos del BPI, han impulsado la obsesión por la austeridad que ya ha llevado a un país europeo, Grecia, al borde del colapso, con la ayuda de corrupta clase dirigente del país. Otros pueden seguir pronto los mismos pasos.
El viejo orden se está resquebrajando, sus instituciones políticas y financieras están siendo corroídas desde dentro.
Desde Oslo a Atenas, la extrema derecha está resurgiendo, alimentada en gran parte por el aumento de la pobreza y del desempleo. La ira y el cinismo están corroyendo la fe de los ciudadanos en la democracia y en el Estado de Derecho. Una vez más, el valor de los bienes y activos se vaporiza ante los ojos de sus propietarios. La divisa europea está amenazada de ruptura, mientras que los que tienen dinero buscan refugio en francos suizos o en el oro. Los jóvenes con talento, están huyendo de sus países hacia el extranjero, en busca de oportunidades.
Las poderosas fuerzas del capital internacional que dieron lugar a la existencia del BPI y que le otorgan al banco su enorme poder e influencia, triunfan de nuevo.
El BPI se sitúa en el vértice de un sistema financiero internacional que se está cayendo a pedazos, pero sus funcionarios argumentan que no tienen el poder de actuar como regulador financiero internacional.
Sin embargo, el BPI no puede escapar a su responsabilidad en la crisis de la zona euro. Desde los primeros acuerdos en la década de 1940 sobre los pagos multilaterales en la creación del Banco Central de Europa en 1998, el BPI ha estado en el centro del proyecto de integración europea, aportando sus conocimientos técnicos y los mecanismos financieros para la armonización de divisas. Durante la década de 1950, logró la Unión Europea de Pagos, que internacionalizó el sistema de pagos del continente. El BPI fue sede del Comité de los Gobernadores de los bancos centrales de la Comunidad Económica Europea, creado en 1964, que coordina la política monetaria transeuropea. Durante la década de 1980 el BPI fue sede de la Comisión Delors, cuyo informe de 1988 fijó el camino a la Unión Monetaria Europea y la adopción de una moneda única. El BPI ideó el Instituto Monetario Europeo (IME), precursor del Banco Central Europeo. El presidente del IME fue Alexandre Lamfalussy, uno de los economistas más influyentes del mundo, conocido como el “padre del euro”. Antes de unirse al IME en 1994, Lamfalussy había trabajado en el BPI durante diecisiete años, primero como asesor económico y después como el gerente general de banco.
Para ser una organización tan formal y reservada, se debe reconocer que el BPI ha demostrado ser sorprendentemente ágil.
Sobrevivió a la primera depresión global, el fin de los pagos de reparaciones y del patrón oro (dos de sus principales razones de la existencia), el ascenso del nazismo, la Segunda Guerra Mundial, el Acuerdo de Bretton Woods, la Guerra Fría, las crisis financieras de la 1980 y 1990, el nacimiento del FMI y el Banco Mundial y el fin del comunismo.
Como señaló Malcolm Knight, director durante el periodo 2003-2008: “Es alentador ver que, al permanecer pequeño, flexible y libre de interferencias políticas, el Banco ha conseguido adaptarse notablemente bien a las circunstancias históricas cambiantes”.
El BPI se ha convertido en un pilar central del sistema financiero global.
Además de las reuniones sobre Economía Global, el BPI acoge cuatro de los comités internacionales más importantes relacionados con la banca mundial: el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea, el Comité sobre el Sistema Financiero Global, el Comité de Sistemas de Pago y Liquidación, y el Irving Fisher Comité, que se ocupa de las estadísticas de banca central.
El banco también cuenta con tres organizaciones independientes: dos grupos relacionados con los seguros y el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB). El FSB, que coordina las autoridades financieras nacionales y políticas de regulación, ya se considera como el cuarto pilar del sistema financiero mundial, después del BPI, el FMI y los bancos comerciales.
Además, el BPI es ahora titular de la trigésima parte de las reservas de otor del mundo, con 119 toneladas métricas, disponiendo, pues, de más cantidad de oro que países como Qatar, Brasil o Canadá.
Formar parte del BPI sigue siendo un privilegio y no un derecho. El consejo de administración es responsable de la admisión de los bancos centrales que se considera que pueden “aportar una contribución sustancial a la cooperación monetaria internacional y a las actividades del Banco”.
China, India, Rusia y Arabia Saudita se unieron al BPI en 1996. El banco ha abierto oficinas en Ciudad de México y en Hong Kong, pero sigue siendo muy eurocéntrico.
Estonia, Letonia, Lituania, Macedonia, Eslovenia y Eslovaquia (con una población total de 16,2 millones) han sido admitidos, mientras que países como Pakistán (con una población de 169 millones) aún no. Tampoco ha sido admitido Kazajstán, que es una fuente inagotable de recursos en Asia Central.
En África sólo Argelia y Sudáfrica son miembros, mientras que Nigeria, que tiene la segunda mayor economía del continente, no forma parte del BPI.
Teniendo en cuenta el papel fundamental del BPI en la economía transnacional, su bajo perfil resulta sorprendente y notable.
Ya en 1930 un periodista del New York Times señaló que la cultura del secreto en el BPI era tan fuerte que no se le permitió mirar dentro de la sala de juntas, ni tan sólo después de que los directores se hubieran marchado. Poco ha cambiado en realidad. A los periodistas no se les permite acceder dentro de la sede, mientras las reuniones están en marcha.
Funcionarios del BPI hablan rara vez en los medios, y cuando lo hacen, acostumbra a ser de mala gana.
Y lo cierto, es que la estrategia parece funcionar muy bien.
Movimientos como Occupy Wall Street, movimientos antiglobalización y todo tipo de otras redes sociales anti-globalizadores, han hecho caso omiso del BPI.
Parece que para ellos, el BPI no existe.
Su sede en la Centralbahnplatz 2 de Basilea, siempre es un lugar silencioso y tranquilo.
Jamás se reúnen manifestantes frente a la sede del BPI, ni acampan en los parques cercanos, ni hay comités de recepción con pancartas y megáfonos para insultar a los banqueros centrales del mundo cuando llevan a cabo sus relajadas reuniones…
Curioso, ¿no?
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Fuente: http://www.zerohedge.com/news/2015-04-11/meet-secretive-group-runs-world
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